Siete historias de vida
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Siete historias de vida

Mujeres jaliscienses del siglo XX

  1. 177 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
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Siete historias de vida

Mujeres jaliscienses del siglo XX

Descripción del libro

Hace relativamente poco tiempo —apenas medio siglo— que la historia dejó de mirar la realidad social como en una foto panorámica, para enfocar el objetivo en imágenes donde las y los sujetos aparecieran más de cerca. Bajo esta idea de querer comprender nuestro entorno —reconstruir nuestro pasado a partir de los diversos actores que lo componen, la colección de textos que aquí se presenta pretende reconstruir las distintas formas y tiempos de la participación femenina en el estado de Jalisco durante el siglo xx a través de las propias mujeres. A invitación de quien escribe, los autores aceptaron participar en un proyecto interesado en contribuir al entendimiento de la historia de Jalisco así como, especialmente, en reconocer a las mujeres que con sus prácticas cotidianas desestabilizaron ciertos supuestos de género que aseguraban que ellas no estaban capacitadas para desempeñarse en algunos trabajos o profesiones, ni a manifestar públicamente ciertos comportamientos o creencias. Las siete historias de vida beben de la memoria no sólo de sus protagonistas sino también de la de personas cercanas a ellas y de otras fuentes. Aunque es la fuente oral el principal eje metodológico, están presentes también las cartas, la información hemerográfica y la de archivo. Con ellas, los autores de manera libre, sin mayores condiciones que la extensión y las notas escritas al final del texto, se dieron a la tarea de reconstruir estos (propios) relatos de historia. A nombre de la Editorial Universitaria y del Centro de Estudios de Género de la Universidad de Guadalajara y de los autores, esperamos que el libro cumpla con la ambición (uno de sus propósitos) de que estos textos sean leídos más allá de las fronteras de estos espacios que los acogen. Y de esta manera, que los lectores disfruten del recorrido que pretende llevarlos a un mayor conocimiento de la historia local, para comprender mejor nuestro presente.

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Información

María Teresa Fernández Aceves
CIESAS-Occidente
María Arcelia Díaz:
la política laboral y de mujeres en Guadalajara, 1896-1939
A finales de 1922, los líderes del Sindicato Católico de La Experiencia acordaron en una asamblea asesinar a “la bolchevique” María Arcelia Díaz (1896-1939), una obrera textil que fungía como secretaria general de la Unión Obrera La Experiencia (uole), una organización laboral a favor del gobierno revolucionario. Este acuerdo “fue calurosamente aplaudido” por el cura y el comisario político “que se encontraban presentes y forma[ban] parte de la mesa directiva de ese sindicato”.1 En esa reunión, uno de los presentes indicó que ya había intentado asesinarla, pero no la había encontrado sola en su casa. Al darse a conocer esta resolución, un grupo de tranviarios y textileros, afiliados a la Federación de Agrupaciones Obreras de Jalisco (faoj), organizaron un mitin en las inmediaciones de la fábrica para defenderla y le pidieron al gobernador de Jalisco, Antonio Valadez Ramírez, que pusiera fin a las hostilidades y amenazas que recibían los miembros de la uole.2 Para los líderes del sindicato católico, el cura y el comisario político, esta manifestación les confirmaba que Díaz no cesaría de exigir el cumplimiento de los derechos laborales de los trabajadores porque era respaldada por un contingente significativo de obreros. Llama la atención que el grupo católico buscara terminar con su vida y que organizaciones obreras se movilizaran para evitar su asesinato, por tanto, surge la pregunta ¿quién fue María Arcelia Díaz?
Díaz no concordaba con la imagen de la trabajadora soltera no calificada, apolítica, sumisa, débil, dependiente e inexperta. Tampoco representaba a la mujer que por salir de su casa a trabajar a la fábrica había perdido sus valores morales al encontrar el camino de la prostitución. Ambas alusiones y temores fueron promovidos por el Estado (porfirista y revolucionario), la Iglesia, líderes obreros, periodistas, políticos, legisladores, educadores, industriales y por algunas feministas de clase media alta ante la mayor visibilidad y presencia de la mujer trabajadora en los centros urbanos.3 La polémica más fuerte se suscitó cuando las mujeres participaban activamente en la política.4 Díaz formó parte de una generación de mujeres que se integraron al proceso revolucionario, al conflicto Iglesia-Estado, al movimiento obrero organizado y al incipiente movimiento feminista para demandar y especificar cuáles eran sus percepciones de lo que debían ser las mujeres, su papel en la política y los derechos femeninos —civiles, sociales, económicos y políticos—. Díaz entabló vínculos de amistad con políticos a nivel internacional, nacional y regional, con otras mujeres con un intenso trabajo político como Belén de Zárraga, española libertaria y anticlerical que emigró a diferentes países de América Latina para promover la organización de trabajadores y de mujeres;5 Florinda Lazos León, feminista chiapaneca a favor del voto femenino; Ana María Hernández, maestra queretana, inspectora federal laboral y fundadora del Instituto Nacional de Ayuda de la Madre Soltera,6 y Atala Apodaca, maestra iconoclasta y constitucionalista tapatía y dirigente del Centro Radical Femenino (crf).7 Algunas mujeres de esta generación fueron vistas como seres que transgredieron la línea del estereotipo femenino promovido por el Estado revolucionario y la Iglesia católica, que las veían como madres y esposas apolíticas al servicio de sus padres, esposos e hijos en el hogar. Esta transgresión causó ansiedades, temores, y, en algunas ocasiones, hasta violentas propuestas como lo ilustra el intento de asesinato contra Díaz.
Para entender la figura de Díaz es necesario primero reconstruir su historia de vida para descifrar su trayectoria laboral, política y su lucha por la organización de las mujeres y la defensa de los derechos femeninos. Díaz no escribió su autobiografía, pero existen peticiones, quejas, cartas, informes de inspecciones laborales que envío al Departamento del Trabajo y algunos artículos periodísticos que publicó en El Jalisciense y en Fémina Roja. Inmediatamente después de su muerte, unas amigas y las integrantes del Círculo Feminista de Occidente (cfo) redactaron pequeñas biografías sobre Díaz.8 Estas versiones siempre la presentan como una mujer luchadora excepcional, pero silencian cómo Díaz llevó a cabo prácticas represivas con aquellos(as) trabajadores(as) que no fueran leales a sus sindicatos y organizaciones. De todas las fuentes, el cfo sobresale en su intento para mantener viva la memoria en torno a su figura a través de sus visitas anuales al panteón de Mezquitán cada 28 de noviembre y los programas para honrarla donde se incluían canciones, poemas y una obra de teatro. También realizaron gestiones, que no tuvieron éxito, para que sus restos se trasladaran a la Rotonda de los Jaliscienses Ilustres.

Antecedentes familiares, laborales y sindicales

María Arcelia Díaz nació en La Escoba, municipio de Zapopan, en 1896. Fue hija de J. Merced Díaz, campesino, y Francisca Rendón, dedicada al hogar.9 La mayoría de las biografías señalan que al quedar huérfana de padre salió a trabajar para sostener a su madre y hermanos. No indican si su madre y ella ingresaron a trabajar en la fábrica La Escoba, sólo enfatizan que cuando tenía ocho años de edad, en 1904, fue contratada en esa empresa.10 Al igual que muchos de los trabajadores de esa época, laboraba dieciséis horas, llegando a quedarse dormida entre los cajones de canillas vacías.11 Varias biografías sobre Díaz afirman que sus compañeras más grandes le enseñaron a escribir y a leer “sobre los telares con el gis de marcar las mantas”.12 En 1908, cuando ya tenía 12 años de edad, Díaz trabajó en Río Blanco, la fábrica textil que sustituyó a La Escoba y observó las primeras huelgas textiles.13 En 1910, a los 14 años, participó en la organización de un sindicato, pero la despidieron.14 Una de sus biografías señala que Díaz leyó los manifiestos de los hermanos Flores Magón que convocaban a un cambio político y los periódicos La Luz, La Antorcha y las publicaciones de la Casa del Obrero Mundial (com). No sabemos cómo Díaz recibió e interpretó estas lecturas, pero probablemente contribuyeron a su politización.15 Díaz y su familia migraron de Guadalajara a Amatlán, Puebla, donde había una fábrica textil. Ahí trabajó siete años. Tuvo un compañero en Amatlán con quien procreó dos hijos, que murieron cuando eran niños.16 En ese tiempo era común que los huelguistas y líderes textileros migraran a diferentes regiones para encontrar trabajo, ya que traían con ellos una cultura política de solidaridad que les ayudaba a confrontar las injustas e insalubres relaciones laborales.17 Díaz, al igual que muchos trabajadores de esa época, experimentó la transición del mutualismo al sindicalismo. En términos generales, el mutualismo representó a las organizaciones artesanales y de trabajadores que surgieron a partir de 1850 con una orientación de ayuda mutua para auxiliar a los trabajadores en enfermedades, accidentes, pérdida del trabajo y en caso de muerte. En este último caso las sociedades mutualistas contribuían a los gastos funerarios. Cada miembro de estas sociedades hacía aportaciones monetarias a las cajas de ahorro para cubrir los gastos de estos diferentes rubros. El mutualismo no buscó transformar las relaciones capitalistas de explotación, sino fue una forma de subsanar las necesidades de los artesanos y trabajadores. En cambio, el surgimiento del sindicalismo dio inicio a otra etapa de la organización de los trabajadores, para enfocarse en la defensa colectiva de sus intereses para mejorar sus condiciones de trabajo frente a los empleadores y los gobiernos.18
En 1917, la familia de Díaz regresó a Guadalajara con una cultura política basada en la combatividad y la lucha por los derechos de los trabajadores. En ese periodo, muchos de los obreros, como los textileros, se apropiaron del discurso revolucionario para obtener lo que llamaban “justicia social”. De hecho, la alianza del movimiento obrero con los constitucionalistas reconocía a los trabajadores como una fuerza política importante que ayudaría a la construcción del nuevo Estado revolucionario y al establecimiento de nuevas instituciones políticas.19 A su llegada a Guadalajara, Díaz observó que no se pagaba el salario mínimo ni se respetaba la jornada laboral de ocho horas. Muchos de los trabajadores tenían que ganarse la vida por medio de horas extras para poder obtener un pago que cubriera parte de sus necesidades básicas. Debido al gran desempleo, había gente desesperada en busca de cualquier trabajo para poder sobrevivir. Estas condiciones favorecían que en toda la entidad se violara lo estipulado en el artículo 123 constitucional.20
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Miembros de la Unión Obrera La Experiencia (UOLE), con María Arcelia Díaz sentada al centro de la foto.
Además, en Jalisco se había desarrollado un fuerte movimiento de acción social católica, que seguía los postulados de la encíclica Rerum Novarum (1891), en el cual participaban todas las clases sociales organizadas por medio de diversas asociaciones —religiosas, laborales, educativas, de ahorro—.21 El proyecto de acción social católica fue una vía alternativa para mejorar las condiciones sociales y materiales de las masas, controlar los excesos de capitalismo y evitar que se difundieran las ideas socialistas. En Jalisco, esta propuesta se implementó cuando el Partido Católico Nacional dominó la gubernatura y la legislatura de 1912 a 1914, por lo que se decretaron leyes que fueran acorde con la acción so...

Índice

  1. Cubierta
  2. Portada
  3. Créditos
  4. Índice
  5. Presentación Arqueología de la memoria
  6. Prólogo
  7. María Arcelia Díaz: la política laboral y de mujeres en Guadalajara, 1896-1939
  8. Dolores Palomar Arias: 1898-1972 La familia y la religión en la construcción del sujeto
  9. Inolvidable Jacinta
  10. Devociones y trabajos de Margarita Gómez González
  11. Entre lo imaginario y lo real: Irene Robledo García y el currículum de la Escuela de Trabajo Social
  12. Lola Estrada y Silvia Cobián: una carrera común en la educación pública