Flores de Bach
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Flores de Bach

Hecho y proceso diagnóstico, prescripción y terapéutica

Eduardo H. Grecco

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Flores de Bach

Hecho y proceso diagnóstico, prescripción y terapéutica

Eduardo H. Grecco

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Información del libro

Como sostiene Edward Bach, ser terapeuta -en cualquier rama- es una vocación, y los terapeutas, más que elegir, son elegidos para esta tarea. Pero también se requiere una cierta preparación para el oficio. Los talentos son dones recibidos, mas no alcanzan a ser herramienta suficiente si no van acompañados por el cultivo de las habilidades y valores propios, en este caso del campo terapéutico floral, y de una práctica que nunca es sobrada. Este libro refleja el trabajo desarrollado por el autor en torno de la experiencia clínica con esencias florales a lo largo de casi 40 años. Con indudable criterio didáctico, se presenta en tres partes. La primera está destinada a la doctrina diagnóstica, la segunda a la prescriptiva, y en la tercera se incluye un conjunto de diversos escritos sobre clínica y terapéutica, que hacen referencia a conceptos muy necesarios a considerar en el tratamiento con esencias florales. Los instrumentos de los cuales se vale el terapeuta para hacer su labor son los remedios florales. Los remedios curan, pero es la relación la que sana a través de ellos. Muchas personas son capaces de prescribirlos luego de un entrenamiento adecuado, pero no todas están preparadas para ser terapeutas. Ser oficiante demanda saber el oficio, y el oficio del terapeuta floral no se reduce a curar, sino que consiste en sanar, ser facilitador del plan de la evolución.

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Información

Año
2020
ISBN
9789507546983
SEGUNDA PARTE. Hecho y proceso prescriptivo

Prólogo

Algo está cambiando…
Afortunadamente para muchos, la Terapia Floral comienza a estar en manos de los terapeutas florales, y cada vez es más clara la diferencia entre “dar” flores y “hacer terapia floral”.
Tras un periplo de implantación y desarrollo de la Terapia Floral través de las propuestas que nos llegaban de la mano de los elaboradores y laboratorios que envasaban los remedios, necesaria por la poca historia y escasez de terapeutas genuinos que trabajaran a partir de los postulados que propuso Edward Bach, comienza un periodo donde cada vez es más común encontrar obras de los terapeutas, donde explican su experiencia clínica y trasladan sus reflexiones al respecto.
Este libro es un nuevo paso hacia la consolidación del arte terapéutico, como expresión del ejercicio vocacional de una tradición tan antigua como el ser humano, la del servicio. Desde que Edward Bach falleciera hace más de 80 años, se han sucedido las ediciones de libros amparadas en la denominada Terapia Floral. En la mayoría de los casos estas obras incidían más en la ampliación de las descripciones de las limitaciones de la personalidad que los remedios florales equilibraban, que en cualquier otro aspecto de los fundamentos de la terapia floral.
Quizás fruto de la madurez clínica de los terapeutas florales, por la bibliografía de esta ciencia emergente, desde hace algunos años han comenzado a aparecer trabajos centrados más en el proceso y desarrollo de la entrevista y el parecer terapéutico, que en la ya trillada ampliación de los contenidos específicos que determinaron el alcance de los remedios y la descripción de las personalidades humanas.
La experiencia clínica desarrollada desde los fundamentos y la filosofía de la Terapia Floral están dando sus frutos, afortunadamente para todos los que nos sentimos ligados a las propuestas que Bach delineó en su formidable trabajo. Nos encontramos pues en un momento creativo donde la Terapia Floral vuelve la mirada hacia su mentor y creador en busca de la esencia que ha hecho de esta propuesta, con alma, una de las terapias naturales más expansivas en la última década.
El desarrollo de la conciencia y la inmersión en el paradigma del alma eran asignaturas pendientes, que en esta nueva etapa comienzan a entreverse en los escritos de algunos terapeutas florales. Es este el caso destacado de uno de los autores más prolijos en la ciencia que nos ocupa. Es difícil decir algo nuevo de Eduardo Grecco, al que profeso una gran admiración. Sin embargo, esta vez me lo ha puesto fácil. Lo que a continuación voy a relatar de su obra nada tiene que ver con la amistad ni la complicidad que nos anima a seguir pensando floralmente.
En esta ocasión he tenido el placer de deleitarme con una de las mejores obras de Eduardo Grecco. Esta parte del libro que tengo el honor de prologar supone un gran logro para los que tenemos por vocación ayudar a las personalidades a sujetarse al mandato de su alma. La descripción de lo que muchos de nosotros pensamos al respecto de la Terapia Floral y el arte de ejecutarlo cada día en la clínica, está relatado con una elegancia y poética que verdaderamente no dudo que ha sido escrita desde la más profunda complicidad de alma.
La trayectoria profesional de Eduardo Grecco y su profunda vinculación y compromiso con la Terapia Floral han dado sus frutos en diversas obras, que sin duda pasaran a la historia de este “arte” por su valor literario y terapéutico; sin embargo, los contenidos aquí tratados exceden a mi parecer todo lo que hasta ahora se había publicado, tanto por él como por cualquier otro autor relacionado con el tema. El proceso terapéutico como un modo de vida, como una vocación artística nacida desde el corazón, no está exenta de un proceso técnico que posibilite la expresión de la intuición. Aquí se conjugan sabiamente la técnica y el arte para que los que amamos la Terapia Floral encontremos inspiración entre sus líneas. El concepto de terapia como “arte”, o el arte terapéutico, es un principio que poco a poco va calando en la comunidad floral, por transmisión (al decir de Eduardo), recuperando así el verdadero principio alquímico de alumbramiento (dar a luz) entroncando así con la tradición espiritual occidental de la que bebió Edward Bach y que ahora podemos entender un poco más gracias a los poéticos capítulos que dan vida a esta obra.
Deseo que los inspire tanto como a mí.
Luis Jiménez
Málaga

Introducción

“Necesitamos tanto volver al conocimiento de que EN NUESTRO INTERIOR ESTÁ TODA LA VERDAD, para recordar que no necesitamos buscar ningún consejo, ninguna enseñanza que no proceda de nuestro interior”. (Escrito el 21 de mayo de 1936)
“…no tengamos temor de zambullirnos en la vida, estamos aquí para adquirir experiencia…”
Edward Bach
Amo los viajes y las exploraciones, pero también la quietud y el recogimiento. Cuando el sol penetra por los ventanales de mi estudio y derrama su luz en cascada, al mismo tiempo que escribo puedo disfrutar la sensación de imaginar estar al aire libre.
La luz juega un papel importante en mi vida como terapeuta, no solo por aquello de la labor que Jung describía como la de derramar luminosidad en la oscuridad de la sombra de cada paciente, sino por el hecho de que las esencias florales, la herramienta de la cual me valgo para este trabajo (enciendo el destello, proyecto claridad), son portadoras de luz.
En el interior del cuerpo humano existe un lazo complejo entre la luz y el oxígeno, que se hace más palpable ante la presencia de una manifestación afectiva como la angustia. En la angustia se produce ahogo respiratorio, y la persona sometida a su dominio quiere correr, precipitarse y escapar, gesto razonable y sabio del cuerpo, dado que el movimiento proporciona una mayor cuota de oxígeno para que se cuele por el árbol respiratorio, aleje la opresión y fije más claridad en los hematíes.
A diferencia de la ansiedad que ama el tiempo, la angustia es una emoción espacial, una penuria respiratoria, una carestía pulmonar producto del aplastamiento y constricción de esta víscera, que los egipcios relacionaban con el amanecer por su color y con la morada del dios Osiris por su forma de árbol invertido.
Una traducción simbólica posible de este síntoma alude a una estrechez –reducción, encogimiento, mengua, disminución– de perspectivas con las que una persona contempla el mundo. En la angustia el aire es limitado, por lo tanto la luz se hace escasa, lo que conduce a ver la vida en tinieblas, como si acaeciera un oscurecimiento o una “fría nube negra les eclipsara y les ocultara la luz y la alegría de vivir” (Edward Bach). Sucede que, en tanto el espacio sea opresivo, la libertad de la persona está ceñida y el existir se vuelve una adversidad, cuando no un tormento. Recordar, tal como enseñan los maestros del pranayama, que cuanto mejor respiramos más libres somos. De manera que, como sitio de cautiverio, la prisión respiratoria suscita una necesidad imperiosa en el interior del Yo de huir sin esperar ver qué sucede. ¿Pero huir de qué, hacia dónde? Tal vez del vacío, la soledad, del vértigo de la libertad, de la falta de luz, de la falta de esperanza… del eclipse del soplo de la vida.
Respiramos luz y lo ignoramos. La angustia es una de las formas por las cuales el hombre redescubre la conexión entre la respiración y la conciencia, vínculo sobre el cual el yoga ha insistido tanto. Iluminarse es hacer conciencia, ser consciente es ser soberano de sí mismo, poder respirar con libertad y ser feliz. Tal vez en eso pensaba Marsilio Ficino cuando escribió que “la luz es la risa del cielo”.
Es muy curioso que casi no existan comentarios en la enseñanza floral sobre el valor de la luz, en tanto símbolo y soporte material del mensaje sanador de las esencias florales, ni que tampoco se hable mucho del carácter iluminativo de su acción terapéutica. Bach dice: “La enfermedad es pura y exclusivamente correctiva; no es vengativa ni cruel, sino el medio adoptado por el Alma para señalarnos nuestras fallas, para evitar que cometamos más errores, para encauzarnos de vuelta por el sendero, de la Verdad y la Luz, del que nunca nos deberíamos haber apartado”. Supongo que esto tendrá una razón de ser, que en parte se explica por el alejamiento de la Terapia Floral de sus raíces espirituales, que transformó la prescripción de una llama para hacer conciencia, en una fórmula para erradicar síntomas. Y la pérdida de la “luz” condujo a la Terapia Floral a una profunda asfixia que la ha encaminado a doblegar sus convicciones con la finalidad de intentar garantizar un reconocimiento protector que le provea el aire que requiere para vivir: obtener oxígeno de otras fuentes que no son las propias.
Así, la mirada floral se ha eclipsado, se ha vuelto restringida, no ve las cosas con la generosa apertura con que su fundador las veía, y se moviliza apresurada hacia cualquier lugar que le parezca acogedor: la física cuántica, la psicología, la homeopatía… La Terapia Floral, pues, se halla en medio de una crisis de angustia.
Este diagnóstico –en este caso sobre la Terapia Floral–, como todo diagnóstico, es una interpretación subjetiva de la realidad. Tal como lo señalamos en la Primera Parte, el concepto de interpretación diagnóstica no puede ser entendido como un detalle puramente técnico, como una lectura o exégesis de las manifestaciones y síntomas del paciente, que espera descubrir significaciones lineales ocultas tras las expresiones objetivas. Por el contrario, la interpretación es una vía de búsqueda constante de sentido por el sentido mismo para provocar, a través de este camino, el encuentro de la personalidad con el Alma. Más precisamente, con la necesidad de develar a la conciencia el sentido de la presencia del Alma en esta encarnadura: su misión, su lección y su camino.
De modo que el concepto de interpretación diagnóstica no pertenece a una dimensión puramente metodológica, sino que se ubica en una línea ontológica, tal como Bach lo planteaba, cuando se refería, por ejemplo, a la necesidad de contextuar la situación clínica del paciente en función de su grado de evolución (“una cualidad en sí no se pueda juzgar correcta o incorrecta, sin antes considerar el estado evolutivo del individuo”).
Si este diagnóstico es correcto, ¿qué prescribir entonces? Al igual que el diagnóstico, la prescripción es la comunicación de una interpretación. La diferencia reside en que el diagnóstico es palabra, mientras que la prescripción es nombre hecho obra. Así, el terapeuta es tanto traductor (en el diagnóstico) como obrero (en la prescripción); trabajador que colabora en el Plan de la Evolución ayudando a cincelar, con las esencias florales, las imperfecciones que impiden a los pacientes estar en armonía con su alma.
Lo dicho hasta aquí es un punto de partida, a la vez que una propuesta ideológica sobre la Terapia Floral, fundado en una observación clínica sobre la luz y la angustia. ¿Qué implicaciones genera una insinuación tan particular en el tema específico de estas páginas?
Aunque espero que la respuesta a esta pregunta se haga evidente al finalizar su lectura, puedo adelantar que esa reflexión nos lleva a visualizar la tarea del arte de prescribir como sujeta a una opción: prescribir luz o prescribir remedios. Y si bien no son términos excluyentes, la prescripción como acto puede estar motivada, en el universo interior del terapeuta, por la incapacidad de sostener la propia angustia, que lo lleva refugiarse en la técnica, o por la esperanza de exorcizar sombras. ¿Desde qué lugar la practica?
Es cierto que una praxis de esta naturaleza no puede ejercerse de manera unilateral ni de forma impecable. Que no es blanco o negro, pero en los grises del quehacer sanador,la intención desde la cual se la lleva a cabo es un factor influyente en la dirección del proceso. Es como sucede con las piernas al caminar: una se adelanta y la otra queda atrás; la una avanza, la otra espera y sostiene. Así, la intención cumple con el propósito de sustentar los pasos del arte clínico.
He meditado largamente sobre la escritura de este libro y sobre los problemas en los cuales aproxima alguna revelación. Su eje vertebral es la teoría de la técnica de la Terapia Floral. Sería muy ilustrativo poder contar con una historia en esta materia, pero intentar seguir, paso a paso, los rastros de los procedimientos técnicos utilizados en el terreno de la terapéutica floral –entre los cuales se encuentran los prescriptivos–, resulta algo difícil de concretar, ya que si entendemos por técnica a los instrumentos de trabajo y acción usados por los terapeutas florales a lo largo de setenta años, puede advertirse que casi no existen escritos sobre la materia y solo podemos deducir, por relatos y comentarios puntuales, el modo como ellos, desde Bach en adelante, practicaron su arte. En este punto, si nos dejamos llevar por las publicaciones existentes, es como si el método de la Terapia Floral fuera algo cercano al misterio.
Se puede aducir que las artes terapéuticas interpretativas, tales como la Terapia Floral o el psicoanálisis, a diferencia de las fenomenológicas, como la homeopatía o la alopatía, articulan su enseñanza en un acto de transmisión que transcurre, de manera esencial, en el marco de una tarea en común, en donde, el aspirante a terapeuta se hace tal en el mismo proceso de su propia sanación.6
Sin embargo, es dable corroborar que esto no le ha impedido, por caso, a la disciplina creada por Sigmund Freud, desarrollar un amplio entorno de comentarios sobre su técnica. De modo que subsiste la pregunta acerca de las razones reales por las cuales esto no ha ocurrido en la Terapia Floral, pero teniendo en cuenta que de la lectura de las obras de Bach se desprende la suficiente información para poder fundar un sólido capítulo sobre las formas y las reglas del trabajo con esencias florales.
Por algún motivo, Bach no consideró oportuno sistematizar una teoría de la técnica y reflexionar en profundidad sobre los procedimientos propios de su descubrimiento terapéutico. Cabe imaginar que su muerte, a seis años del nacimiento de la Terapia Floral, no se produjo con mucho margen para tal labor, en especial si se considera que todo ese tiempo Bach centró su tarea en la preparación de sus remedios y el desarrollo de su modelo de pensamiento sobre la enfermedad, la salud y la curación, y lo hizo en condiciones materiales estrechas, de lozanía física muy menguante y casi en total soledad. Por otra parte, si nos atenemos a la naturaleza de su carácter y a la visión que tenía de su misión en la vida, es bastante entendible que a la hora de privilegiar preferencias de exposición de su trabajo se ocupara más de dar cuenta de cuestiones filosóficas y clínicas que técnicas.
Entre otras causas factibles para justificar la ausencia de estudios más amplios y sistemáticos sobre técnica en los escritos de Bach, es viable señalar que no le interesó particularmente esta tarea; la daba por conocida a causa de su formación homeopática y clínica, no le parecía un tema importante, no tuvo el tiempo de vida para hacerlo, no quiso aventurarse en un sendero que tenía una complejidad que escapaba a sus preocupaciones del momento… De cualquier modo, sea cual fuere el factor que haya pesado en la decisión, esto no elude la responsabilidad que toca, a quienes practicamos el arte de la Terapia Floral, de tratar de llenar las lagunas que han quedado abiertas y que, con el paso del tiempo, se han transformado en importantes obstáculos para la labor clínica de la Terapia Floral.7

LOS CAMBIOS A LO LARGO DEL TIEMPO

Lo cierto es que no existe, hasta el día de hoy, una narración que dé cuenta de manera explícita y detallada los cambios que se fueron generando en la historia de la Terapia Floral en relación con la teoría de la técnica. Hacerla entraña aventurarse por un territorio no solo poco explorado sino zambullirse en la indagación de un tema donde resulta fácil quedar encerrado en una maraña de suposiciones, dado que la documentación al respecto es casi inexistente.
Sin embargo, sí es posible establecer, a partir de las indicaciones que el Dr. Bach dejara de modo manifiesto en sus escritos, y por comparación con los aportes actuales y posteriores a su muerte, las modificaciones que sobre esta cuestión se fueron defini...

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