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María Claudia Falcone
Políticas revolucionarias en bachilleratos de los años 70
- 272 páginas
- Spanish
- ePUB (apto para móviles)
- Disponible en iOS y Android
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Descripción del libro
Más de 7 años de investigación, una treintena de entrevistas a familiares directos, compañeros de estudio, de militancia, amigos, conocidos; diarios de la época, libros, documentos. La vida de María Claudia Falcone -desaparecida cuando era una joven estudiante de 16 años del Bachillerato de Bellas Artes de la ciudad de La Plata- y el contexto histórico de las formas organizativas en las luchas de los jóvenes estudiantes de los bachilleratos de los años 70.
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Información
Categoría
HistoriaCategoría
Biografías históricasLA ÚLTIMA PRIMAVERA
EN LA mañana del 15 de septiembre, Claudia concurrió al Bachillerato normalmente. Mercedes recuerda que aquel día, cuando se despidieron, Claudia se comprometió en comprar algunas cartulinas para el día siguiente, porque estaban recreando un “Casino” para representarlo en la fiesta de la primavera, ese 21 de septiembre.
“La previa de esa fiesta Claudia la hizo muy poco”, cuenta Mercedes. “Es más, no tengo recuerdo de haber estado tan cerca de ella para esa época. Me da la sensación de que estuviera más sola”.
Al mediodía Claudia almorzó con María Clara, y es muy probable que la conversación entre ambas haya girado sobre cómo encontrar un nuevo refugio. Sospechaban que a algunos de los militantes que frecuentaron el departamento de la tía habían sido seguidos. Por ese motivo, era muy peligroso seguir viviendo allí. Decidieron esa misma tarde abandonarlo y por unos días trasladarse a otro lugar.
Luego de aquella charla, Claudia se dirigió a la escuela Nº1, a pocas cuadras de su casa natal, donde se encontraba trabajando Nelva. Le pidió el dinero para comprar las cartulinas que les había prometido a sus amigas, conversaron algunos minutos y se retiró.
Por la tarde, recogieron algunas pertenencias y material comprometedor de la organización y se dirigieron al encuentro con Falcone padre, quien les dio dinero para buscar un nuevo escondite. No encuentran lo que buscaban y al caer la noche, regresaron al departamento de la tía Rosa. “Quizás mañana tengamos suerte”, pensaron, desilusionadas por no haber logrado el objetivo.
Habían pasado pocos minutos, en la madrugada del 16 de septiembre, cuando los militares entraron al edificio a secuestrarlas.
“En un momento, la tía abre la puerta y ve que a las chicas les habían vendado los ojos y que les habían atado las manos para atrás, llorisqueaban, las trataban violentamente”. Recordó Nelva, en los Juicios por la Verdad de La Plata, el 14 de octubre de 1998.
“Entonces, le vuelven a cerrar la puerta, ya no puede salir. Les hacían preguntas, revisaron todo, tiraron todo, sobre todo en la pieza de las chicas, un revoltijo tremendo. Entonces esta gente se retira con las chicas y, por supuesto, nadie se puede asomar de los departamentos porque gritaban que nadie se asomara. La tía tenía un balcón que daba a la calle 56 (…) Mira hacia abajo y ve un camión verde del Ejército, clásico. Y las chicas llevadas a los empujones y metidas en ese camión (…)
“Como a los tres cuartos de hora, me llama desesperado el portero diciendo: señora de Falcone, se llevan a las chicas. Yo acudo a la casa, toda la casa estaba deshecha, sobre todo la pieza de las chicas. Todo tirado por el suelo. Las carpetas, tantas cosas, tantos recuerdos.
“Hacen a veces cosas mesiánicas, porque quieren romper los recuerdos, las fotos, el documento de María Claudia, que recién había cumplido los 16 años.
El 16 de agosto de 1960, había nacido y al mes de cumplir los años se la llevan, no había alcanzado a sacar el documento de identidad, sólo tenía la cedula de cuando tenía 12 o 13 años, apenas una criatura”.
Esa misma madrugada, Nelva y Falcone padre llevan a la casa de la calle 8 a Rosa Matera. Luego, se dirigen a la casa que alquilaban Jorge y Claudia Carlotto y le cuentan lo ocurrido. Luego de dar vueltas por la ciudad, pensando desesperadamente que debían hacer, regresan a la casa de la calle 8. Allí, son alertados por Carlos Ventura –compañero de Jorge hijo y militante montonero, quien trabajaba con Falcone en el PAMI– esa misma mañana del 16, se retiran a una casa-quinta en las afueras de la Ciudad.
Habían pasado pocas horas de secuestro de María Claudia cuando por la noche del mismo 16, fuerzas conjuntas del BIM y de la Policía Bonaerense de la comisaría novena de La Plata, violentaron la puerta de entrada de la casa de la calle 8, entrando y robando pertenencias de la familia.
“Esa noche, pusieron un Jeep de punta hacia la puerta, porque la cerradura era muy fuerte, para poder abrirla haciendo saltar la cerradura. En el barrio, nos conocían todos, porque vivíamos desde hace muchos años, desde 1948 en que nos habíamos casado (…) el barrio salió corriendo para ver lo que pasaba y veía que salían de la casa con objetos, con cosas valiosas y bebiendo botellas. Muchos tenían pelucas y barbas y estaban como disfrazados. Se llevan ropa, pero uno de ellos se sacó la casaca –que la tengo guardada como una evidencia de esa época– de color verde oliva que estaba numerada y era del BIM, también se llevaron un sobretodo de piel de camello que era de mi marido, todas cosas valiosas (…)
“El 17 a la mañana fui con mi esposo a la comisaría 9ª a hacer la denuncia pensando inocentemente que eran épocas normales. Cuando llegué me miraron con ojos atónitos, porque iba con mi marido a hacer la denuncia de mi hija adolescente que había desaparecido y hacían como que estaban tomando nota, pero no me presentaron nada de lo que escribieron y tampoco firmé.
“Había dos personas –que las tengo muy grabadas– uno, era rubio de cara huesuda, tipo alemán y otro, bajo y morocho, quienes me miraron con ojos muy particulares. Repito, esto me quedó grabado.
“A la tarde, fui al departamento de la tía donde se habían llevado a mi hija y al querer abrir la puerta vinieron tres o cuatro hombres que me empujaron adentro del departamento. Conmigo, venia una asistente social del PAMI. Realmente soy muy memoriosa, trato de recordar su nombre, pero no lo logro, entonces, veo al mismo rubio de la comisaría 9ª con el otro bajo y morocho, le pido si me deja pasar a la pieza, porque quería ordenar un poco y me dicen: “no, señora, no toque porque no se puede”.
“Vieron las carpetas de mi hija y me dijeron: ‘qué lástima porque era buena alumna’. Ella era abanderada en Bellas Artes. Entonces, les pedí si podía llevarme algunas de las carpetas y me dieron una o dos, pero no me dejaron tocar nada más.
“Nos dejaron sentadas tres o cuatro horas a esta mujer y a mí, estábamos resignadas, pero con total entereza.
“La otra chica estaba hecha un trapo; no entendía nada. Después de un rato nos dejaron ir y ahí empezó la peregrinación de quienes luego serían las Madres de Plaza de Mayo”.44
A partir de ese momento para Nelva como para muchas madres de desaparecidos, comenzó una peregrinación por distintos organismos oficiales. Fue al Regimiento 7º de Infantería; al Ministerio del Interior; junto a otras madres concurrió a la Presidencia del Episcopado, en ese momento a cargo de monseñor Primatesta, a quien le presentaron, mediante su secretario monseñor Galán, una lista con nombres y apellidos de adolescentes desaparecidos en la ciudad de La Plata; también escribieron varias cartas a políticos para pedirles ayuda, teniendo como resultado muy pocas respuestas, entre ellas la del ex presidente Arturo Illia; fueron a distintas agrupaciones de derechos humanos.
Presentó testimonios en las oficinas correspondientes al Ministerio del Interior, que están acumuladas en el expediente 192.731, caratulado como Nelva Alicia Amalia Méndez de Falcone, paradero de su hija.
También presentó varias notas: el 20 de diciembre de 1976, el 24 de febrero, el 25 de marzo y el 19 de julio de 1977.
Presentó los siguientes recursos de Habeas Corpus: el 16 de septiembre de 1976, en el Juzgado Federal a cargo del doctor Russo, Secretaría 3; el 29 de junio de 1977, en el Juzgado Federal a cargo del doctor Guerello, Secretaría 7; el 28 de octubre de 1977, en el Juzgado Federal a cargo del doctor De la Serna, Secretaría 1; el 23 de agosto de 1978, en el Juzgado de Primera Instancias en lo Penal del Departamento Judicial de La Plata. A cargo del doctor Julio Burlando. La respuesta a todas estas presentaciones siempre fue negativa.
Mediante los distintos testimonios de testigos que observaron los secuestros, aquella madrugada del 16 de septiembre, y de ex-detenidos desaparecidos que compartieron cautiverio, se pudo comprobar que María Claudia Falcone y María Clara Ciocchini fueron llevadas en un camión del ejército hacia el Centro Clandestino “Pozo de Arana”, permaneciendo en ese lugar hasta el 23 de septiembre de 1976. Luego, son trasladadas hasta a otro de los Centros Clandestinos que supervisaba Camps y Etchecolatz, la Brigada de Investigaciones de Banfield, más conocido como “Pozo de Banfield”. Allí también sufrieron torturas, violaciones y vejámenes. Junto a ellas, se encontraban algunos militantes de la UES, con quienes compartían ámbitos de militancia y muchos de los cuales también fueron secuestrados la misma madrugada: Horacio Ángel Ungaro y Daniel Alberto Racero, del colegio Normal 3; Claudio de Acha del Colegio Nacional y Francisco López Muntaner, amigo de Claudia y estudiante del Bachillerato Bellas Artes.
“Quiero decir que mi hija primero estuvo en Arana donde fue torturada terriblemente y después la trasladaron una noche a fines del mes de septiembre, con un grupo. Salieron dos camiones –también por lo que dicen los testimonios de estas personas que voy a nombrar– del Ejército y fueron dejando en distintos lugares a distintos desaparecidos o detenidos. En ese momento eran desaparecidos también porque no sabíamos dónde estaban.
“A mi hija la dejaron donde era el Pozo de Banfield. Tengo el testimonio –fue el primero que me hizo llegar– de Pablo Díaz que ni bien lo “blanquearon” –esto es cuando los ponían en la cárcel– y la familia lo podía visitar, me hizo llegar a su madre diciendo que había estado con María Claudia y pensaba que a esos chicos los iban a dejar en libertad pronto o que así como a él, los iban a poner en una cárcel, les iba a pasar lo mismo que a él. Pero lamentablemente no fue así.
“Después de Pablo Díaz, tengo el testimonio de Víctor Alberto Carminatti quien reconoció a María Claudia Falcone con otro grupo de estudiantes secundarios en Banfield y que una vez la reconoció a raíz de un trabajo que realizó en las inmediaciones.
“También el testigo Francisco Fanjul, padre de un desaparecido, manifiesta que se entera por intermedio de una funcionaria de institutos penales, de nombre Argentina Guzmán, que Claudia Falcone se hallaba detenida. Esa persona la reconoció a través de una fotografía. A mi hija la tuvieron también en una parte que yo pienso debe ser un subsuelo en Olmos, porque esa mujer era guardiacárcel en Olmos.
“Después Nora Alicia Ungaro manifiesta que le contaron que su hermano, junto con otro grupo de estudiantes secundarios entre los que se encontraba Claudia Falcone, estaban detenidos en Banfield.
“Francisco Gustavo Calotti, mediante exhorto diplomático manifiesta haber estado detenido y que fue enterado por otros testigos que su compañera María Claudia había sido llevada a la Brigada de Banfield.
“Estos son los testimonios de quienes vieron a María Claudia.
“Acá tengo notas de todos los organismos internacionales a los que me dirigí junto con mi hijo, que salió del país en una situación límite. Él no se quería ir y nosotros le pedimos por favor que se fuera porque yo pienso, doctor, que alguien tenía que vivir para contar la historia. Realmente esos chicos que estuvieron en el exilio y pudieron volver, son testigos de esa historia.
“A él le tocó vivir y se fue al extranjero. Estando en Suecia hizo una presentación a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, a la UN, a la Comisión de los Derechos del Hombre en Francia y a Amnesty Internacional. Yo también estuve con la gente de Clamor, de Brasil, donde también la iglesia brasileña auxilió a los exiliados políticos. La iglesia en Brasil es independiente del Estado y realmente le debemos muchísimo al obispo Artz, de San Pablo, la forma en que trató a los chicos, cómo los apoyó, les dio trabajo y consiguió que las Naciones Unidas los tomaran como protegidos.
“En la CONADEP, un oficial de apellido Hurtz dijo que estos chicos de la noche de los lápices se los había fusilado por orden de Camps y Etchecolatz en el subsuelo del departamento de Policía de La Plata. En una de mis entrevistas, tuve la oportunidad de conversar con el señor Etchecolatz, no sé si decirle señor porque era un enfermo, una persona con una mirada extraviada como la de Camps. A uno le parece mentira tener que hablar con esa gente con las cosas que hicieron.
“Como mi padre había sido asesor como abogado hasta 1930 y había trabajado en la Policía de la Provincia, había escrito una cartilla policial que era un código simple para la policía y era apreciado dentro de la gente de la repartición.
“Entonces, con la excusa del libro de mi padre, traté de hablar con Etchecolatz. Cuando le dije quién era, él se puso muy contento de conocerme, que era la hija del doctor Méndez y se acordaba de que mi padre había hecho la letra –porque era poeta– del himno de Gimnasia y Esgrima de La Plata. Esa anécdota salió en la película y es verídica.
“Cuando le dije que sí, que realmente era la hija y que estaba orgullosa de mi padre pero que venía a consultarlo por la nieta del doctor Méndez, que era la detenida y que no sabía nada de ella, este hombre se puso pálido, se sentó que parecía que se iba cayendo en el asiento y me dice: “pero señora, cómo se le puede ocurrir venir acá, cómo piensa usted que yo tengo algo que ver (…)
“Quiero decir que Etchecolatz realmente tuvo mucho que ver con la muerte de estos chicos y con muchas de las muertes de la ciudad de La Plata”.45

Aquella madrugada del 16 de septiembre, mientras Jorge y Claudia Carlotto trataban de conciliar el sueño, escucharon los golpes y los gritos de Nelva contra el postigo de la ventana de la habitación, “se llevaron a María Claudia…”, y el pánico se adueñó de la situación.
“No había precedente en la historia de con qué estrategia de destrucción de los rebeldes venían estos tipos”. Explica Jorge. “Nosotros no sabíamos lo que era la desaparición forzada. Cuando mis padres nos tocan la persiana a Claudia y a mí en la madrugada del 16, nosotros obviamente no ...
Índice
- Cubierta
- Portada
- Sobre este libro
- Dedicatoria
- Nota editorial
- Una noche y millones de lápices para escribir María Claudia
- Epígrafe
- Se llevaron a María Claudia
- Juntos dimos por abolido el imperio de la tristeza
- La generación de los sueños pendientes
- Los Falcone
- El Normal 2
- La gordita Falcone
- Hija del Aramburazo
- La revolución estaba a la vuelta de la esquina
- Los pendejos de Perón
- El Bachillerato Bellas Artes
- Fuera Anglada
- La vida era una fiesta
- Delegada
- Su voz era muy cautivadora
- Rendir tributo al difunto
- AAA-CNU
- Cataratas
- Clandestinidad
- “Comisarios de cuatro cuarteles la visitan en la rectoría”
- Aprendiendo a manejar la libertad
- 24 de Marzo de 1975
- “Los botones nos reprimen y no podemos estudiar”
- El boleto estudiantil
- “Eso, eso, eso, boletos a un peso”
- Piezas del rompecabezas
- Cine, peñas… y represión
- Roberto
- Resistir es organizar
- Las balas empiezan a pegar cerca
- Los quilomberos
- Marimonia
- Diciembre 1975
- 16 de Enero 1976
- Del socialismo nacional al genocidio
- El bachillerato del proceso militar
- Su andar callejero era de sol a sol
- “Ahora más que nunca hay que luchar”
- “Nucha”
- “Gracias a Guillermo se limpió de zurditos la Universidad”
- El Circuito Camps
- Los últimos días
- La última primavera
- El banco
- Con los dedos en ‘ve’
- La Noche de los Lápices
- “Ya estoy muerta”
- El destino final
- Ni caperucita ni el lobo, militante
- “Que me perdonen los muertos de mi felicidad”
- La abuela y la tia
- Nelva por Estela
- Hasta la victoria final
- Claudia por todos
- Palabras para Claudia
- Bibliografía
- Agradecimientos
- Créditos
- Otros títulos de esta editorial