Didáctica básica de la Educación Infantil
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Didáctica básica de la Educación Infantil

Conocer y comprender a los más pequeños

Ángeles Gervilla Castillo

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Didáctica básica de la Educación Infantil

Conocer y comprender a los más pequeños

Ángeles Gervilla Castillo

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Información del libro

Manual básico de didáctica de la educación de la infancia, escrito en un lenguaje sumamente asequible. Constituye un instrumento de indudable utilidad para los docentes de formación inicial, así como para las maestras y maestros que trabajan con la infancia de 0 a 6 años. Partiendo de la incorporación de los niños y niñas a la escuela y saliendo al paso de lo que constituye este periodo de adaptación para ellos, se centra en los principios básicos del aprendizaje infantil y de su relación con las metodologías más adecuadas para esta etapa educativa.

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Información

Año
2021
ISBN
9788427720909
Edición
2
Categoría
Pedagogía

1
El periodo de adaptación en la escuela infantil

¿POR QUÉ DAMOS IMPORTANCIA al periodo de adaptación? La entrada en la Escuela Infantil supone un importante cambio: implica la salida del mundo familiar donde el niño ocupa un rol definido, donde se relaciona basándose en unos códigos determinados y donde se mueve en un espacio seguro, conocido y protegido. Todo no va a modificarse sustancialmente; y decimos sustancialmente, porque no se refiere solamente a cambios externos de distinto ambiente, sino a cambios de relación: deja de ser el pequeño o el mayor, de ser el tranquilo o el travieso, etc., porque va a ser mirado desde otro punto de vista. Además se amplía su mundo de relaciones al salir del estrecho círculo familiar. Aunque no vamos a entrar en este momento en un análisis de cada una de estas relaciones al menos mencionaremos las más importantes:
Niño espacio-objeto.
Niño adulto.
Niño grupo de adultos.
Niño niño.
Niño grupo de niños.
La dificultad que subyace a este gran cambio, y que constituye el conflicto básico del período que estudiamos es la separación mutua, esta primera separación niño-familia y la manera en que se resuelva va a tener una gran trascendencia en el proceso de socialización, en la actitud hacia la escolaridad y, en general, hacia el aprendizaje. Es por ello por lo que consideramos de vital importancia la atención cuidadosa de este periodo y, para ello, vamos a profundizar y clasificar conceptos, de modo que podamos disponer de los medios o actitudes, tanto institucionales como personales, más aptos para una solución adecuada.
Por otro lado, en la práctica cotidiana, encontramos otra razón que nos hace dar especial importancia a este período. Generalmente son poco conocidos los cambios que experimenta el niño y sus múltiples visitas al pediatra (problemas de alimentación, diarreas,...) con la ingestión de fármacos que provoca una desconfianza en la educadora o la institución que, a veces, es causa de la vuelta a casa, o del cambio de guardería. Se inicia así un grave proceso de incomunicación (familia-niño) que, sin duda, perjudicará y dificultará las futuras relaciones.

¿QUÉ ES EL PERÍODO DE ADAPTACIÓN?

Consideramos el período de adaptación como el camino o proceso mediante el cual el niño va elaborando, desde el punto de vista de los sentimientos, la pérdida y la ganancia que le supone la separación, hasta llegar voluntariamente a una aceptación interna de la misma.
  • "Camino", "proceso" implica tiempo. Más tarde, haremos hincapié en la importancia de aceptar y respetar los ritmos personales, e igualmente en la dificultad que añade la aceleración, la prisa, la presión, que ejerce, en ocasiones, el entorno (padres, educadores,...).
  • Va implícito en esta alusión, un elemento muy importante y es que el Proceso de Adaptación es algo que el niño hace, es algo suyo, algo propio que él tiene que elaborar, es una conquista, es un proceso personal y voluntario. De aquí partiremos más adelante para orientar el papel de educadores y padres durante este período, ya que, como veremos, la ayuda de éstos no consiste en quitarle al niño sus sentimientos, en evitárselos, en evitarle el conflicto, sino en ayudarle en ese proceso, que es algo esencialmente distinto. Si le evitamos el conflicto estamos evitando también su posibilidad de decidir en él, su conquista y su autoafirmación.
  • Otro elemento que merece la pena resaltar es la referencia explícita a que el núcleo del proceso de adaptación, así como de su resolución, tiene que ver con los sentimientos, es decir, con el mundo interno. A nuestro juicio, esta distinción es muy importante para distinguir y detectar algunos niños que podríamos decir que han hecho un proceso de "Resignación", en lugar del de Adaptación: son niños cuya conducta externa parece expresar conformidad, cuando podemos observar, en otros aspectos, que actúan de forma disociada. Son niños que suelen haber abandonado su explícita protesta, por distintos motivos ( por ser inoperante, por vivirla con culpabilidad, por recibir un fuerte rechazo familiar,...), sin que este abandono "exterior" vaya acompañado de un abandono de sus sentimientos internos (persisten dificultades con la comida, ausencia de contacto y relación, etc.).
Por otro lado este punto nos ayuda a comprender algo muy importante, que también analizaremos más adelante. Si estamos hablando de conflicto interno (en el sentido de los que llamaríamos conflictos normales del desarrollo) y de la elaboración del mismo, estamos hablando de la necesidad de expresión, de estos sentimientos, de ese conflicto.
Matizaremos como forma de resaltarlo, un último elemento implícito: el conflicto interno que supone el período de adaptación al que subyace, como hemos comentado, la ansiedad de la separación niño-familia que no es sólo una separación física, espacial, sino que fundamentalmente es una separación intrapsíquica, es decir, es encontrarse, sentirse, menos resguardado, menos protegido, menos seguro, es encontrarse a solas con sus posibilidades. Si a esto se le añade que la organización y estructuración temporal no existe, o está establecida muy rudimentariamente y que, por tanto la noción de intervalo no está adquirida y no sabe que volverán a buscarle...Si entendemos todo esto, entenderemos que el niño se vea invadido de sentimientos de inseguridad, de abandono, de angustia, de miedo, de aislamiento; entenderemos su vivencia, en ocasiones, de castigo, de ser agredido; el resurgir de los celos y la envidia, sus sentimientos y expresiones de cólera y de odio y también entenderemos la satisfacción, a nivel intrínseco, el alimento del yo, el crecimiento y la seguridad que suponen el encontrarse consigo mismo, con sus posibilidades, el descubrirlas como valiosas, el sentirse con recursos válidos, el poder expresar su mundo emocional y saberse entendido y aceptado. Para todo ello va a necesitar que el entorno de adultos le ofrezca una gran comprensión y ayuda, ayuda que más adelante intentaremos precisar.
Con todo ello, queremos decir es que el conflicto nuclear de este período, si el entorno es favorable, va a ser la ambivalencia, teñida de los sentimientos y vivencias antes expuestos, precedida normalmente de un rechazo manifiesto a la separación. Con ello queremos matizar que caracteriza a todo el período de adaptación, las idas y venidas, progresiones y regresiones, los deseos contradictorios, la aceptación y el rechazo. En definitiva, la duda y el manejo de sentimientos internos contradictorios.

¿QUIÉN SE ADAPTA?

Si estamos hablando de separación mutua niño-familia, entenderemos enseguida, que no sólo, ni siquiera fundamentalmente, se adapta el niño. Los padres y, en especial, la madre (generalmente la persona que hasta ahora ha estado al cuidado del niño), van a tener también que adaptarse. Para ellos también hay un cambio.
Los padres tendrán una gran influencia en este momento que viene determinada por cómo ellos, vivan la separación: sus temores, sus expectativas, su ansiedad, su angustia, su seguridad o inseguridad en el paso que han dado, su grado de confianza en las posibilidades del niño y en la institución. Todo ello es transmitido y captado por el niño. Hasta tal punto percibe estas actitudes internas parentales que, en muchos casos, movido por su deseo de agradarles y por la necesidad que tiene el niño de ellos, responde inconscientemente a estas actitudes. Así, si la madre vive con dificultad este momento, el niño va a reclamarla con ansiedad y va a vivir la adaptación como algo inseguro y peligroso, dificultándose enormemente la evolución del proceso. El niño no es una simple respuesta mecánica a las actitudes y sentimientos parentales, él tiene sus propios sentimientos, pero si estos coinciden con los de los padres (familia-madre) suponen, en su vivencia, una confirmación, una constatación que va a estancar su evolución. Si un niño acepta con desconfianza, con inseguridad un centro, y percibe en los adultos en quien se apoya, en quienes confía, que ellos lo ven igual, lo sienten igual, ¿cómo puede confiar?, ¿cómo podrá estar seguro? ¿No es fácil entender que le invada una profunda angustia, al quedarse solo en un lugar tan dudoso? Lógicamente es impensable que pueda poner en duda lo que percibe en sus padres, que son lo único seguro que tiene, que son, en su mente, dioses omnipotentes...
Sí, como decíamos anteriormente, el niño puede tener vivencias de abandono y sus padres sienten, al llevarlo a la guardería, que lo están abandonando, ¿dónde se puede agarrar el niño para salir de una situación tan angustiosa? ¿No es fácil entender su miedo?
Pongamos un ejemplo de otra situación que, en el aspecto de la inseguridad y la duda, puede parecerse al momento que estudiamos. Es el momento en que el niño que está iniciándose en la marcha, se prepara a dar los primeros pasos: el niño se lanza, se tambalea, se para, duda, con el gesto, nos mira angustiado,... va a empezar a llorar,... Si en esta situación el adulto mantiene una espera confiada, si entiende lo que está ocurriendo y con tranquilidad, con su actitud y su gesto se mantiene a distancia observando con interés sus intentos, va a ayudar al niño a "ir a", a ganar seguridad, porque frente a su miedo, su inseguridad, su angustia, encuentra compañía basada en la comunicación afectiva, seguridad, confianza, espera serena,... Si el adulto en lugar de mantener esta actitud va ansiosamente a ayudarle, le coge de la mano, le limpia las rodillas, etc. ¿no está confirmando su sensación de peligro? ¿No confirma que es algo malo para él? Existe también en nosotros un lenguaje no verbal que transmitimos con lo que hacemos. A veces este lenguaje difiere totalmente de aquello que decimos o no decimos con palabras.
En cuanto a los padres sólo interesa apuntar dos cosas: su importante papel en el proceso de adaptación del niño, su propia adaptación y la invalidez e inoperancia de encubrir con palabras o conductas externas estas actitudes. Ello no hace sino crear un doble mensaje para el niño, que dificulta todavía mucho más las cosas. No es cuestión de esforzarse, ni de "engañarnos" o "engañar" al niño, sino de afrontar y resolver esta situación.
Para que no induzca a error queremos aclarar que frente a una situación de separación es lógico y humano que existan sentimientos de pena, que existan dudas, temores,... Todo ello surge si estamos conectando con las dificultades del niño y las propias. El problema estaría no en que existan, sino en que tenga, este tipo de sentimientos, tanta fuerza, que sobresalgan claramente sobre la confianza y la serenidad de su bienestar posterior, etc.
Queremos resaltar aquí la importancia de los contactos positivos previos de la familia con el educador y la institución. Nos parece fundamental porque se ha constatado que existen dos tipos de confianza: aquella que se fundamenta en que no hay razón para desconfiar, y otra que parte de la seguridad de lo que se conoce. Esta confianza es la que observamos en los padres que tienen hijos mayores en la guardería y que pueden transmitir que el medio donde va a quedarse el niño es un medio seguro. Esta segunda modalidad de confianza es la que hay que conseguir, pues es un elemento indispensable durante este período.
También los educadores y la propia institución se adaptan. Este será un factor muy importante. La capacidad que una institución o un educador tengan de amoldarse a lo que el niño trae, a sus ritmos, a sus costumbres, a sus particularidades, de adaptarse y acercarse a cada niño, de recibirle con su individualidad, con un profundo respeto, va a posibilitar que el cambio sea gradual, que sea progresivo y fluido. Una institución con una estructura lo suficientemente abierta y flexible para conocer y "amoldarse" a cada niño, es obvio que es una gran ayuda, por no decir una condición indispensable, para facilitar la adaptación.

¿CÓMO MANIFIESTAN LA INADAPTACIÓN?

Además de las características personales y caracteriales de cada niño, la edad y el momento evolutivo diferencian la vía de expresión del conflicto que el niño emplea. Es decir, en las distintas edades se dan distintas formas de expresión, facilitadas por las características evolutivas de ese momento de desarrollo. Van desde el plano somático, en los más pequeños (alteraciones del sueño, alimentación, trastornos digestivos, vómitos, diarreas, fiebre,...), a la utilización del espacio, la musculatura y la actividad en los niños algo mayores (conductas del tipo de aferrarse a la bolsa que traen de casa, escaparse, situarse al lado de la puerta, ausencia de movimiento,...), hasta todo el manejo de las relaciones a través de los objetos que traen y llevan a casa, del juego y de las interacciones sociales directas con el grupo y los educadores.
Hemos de analizar también los cambios de relación y conducta que se producen en la familia. La observación del canal de expresión que el niño emplea nos va a ayudar a conocerle, orientándonos acerca de su carácter y, en algunos casos, nos aportará un dato para la detección temprana de dificultades, cuya valoración lógicamente irá unida a la comprensión global del niño. Los criterios de intervención del educador o el especialista, en cuanto a las dificultades que se presenten en este proceso son: El educador debe estar muy cerca del niño, conocer lo que ocurre cuando sale del centro y estar pendiente de los progresos, retrocesos y necesidades de cada niño. En este sentido se exige del educador una intervención permanente. En cuanto al psicólogo, consideramos que su función principal es vigilar de cerca todo el período de adaptación familia, institución, educadores. Las inadaptaciones muy cargadas de angustia, con una sintomatología intensa y frecuente deben ser objeto de análisis y orientación, pues, el esperar pasivamente no hace sino alargar el proceso de adaptación.

CRITERIOS PARA VALORAR LA TERMINACIÓN DEL PROCESO

Abordaremos en este apartado dos aspectos. El primero hace referencia a las manifestaciones de la inadaptación, y el segundo trata de buscar indicadores que nos permitan observar la terminación del Período de Adaptación.
La entrada en la Escuela Infantil supone un cambio, implica una separación, que es un proceso complejo afectivamente. El niño sano lo percibe, y reacciona frente a este cambio. Es esta reacción la que denominamos manifestación de inadaptación, que formaría parte de los conflictos normales de desarrollo.
¿Cómo los niños manifiestan la inadaptación? Habría que ampliar es la concepción "llorar-inadaptación", "no llorar-adaptación". Esta concepción supone desconocer la riqueza expresiva del niño y dejarla reducida a una manifestación, por otro lado inequívoca, como es el llanto. Este reduccionismo nos puede inducir a error como ya hemos comentado, llevándonos a considerar adaptados a los niños resignados, niños con importantes inhibiciones emocionales, a niños con alto grado de autoexigencia,...etc. Estos niños pueden pasar desapercibidos, no solamente durante el período de adaptación, sino durante su paso por la Escuela Infantil porque, como expresan los educadores con frecuencia "no dan problemas". No hay demandas ni requerimientos hacia el educador. Por ello, pasan desapercibidos y merecen una especial atención.
Un niño está adaptado cuando es capaz de intercambiar experiencias, cuando habla de los diferentes ambientes, cuando ofrece y acepta una comunicación afectiva, cuando puede expresar afecto y rechazo en su contacto con el educador/a, es decir, cuando se siente lo suficientemente seguro como para mostrar su mundo emocional, y su malestar no es tan intenso como para impedir el poder recibir afecto y aportarlo. Cuando esto ocurre, en general, se hace también evidente una mayor independencia del educador/a, incorpora los objetos de la clase, utiliza con más facilidad el espacio y se integra en el grupo de niños. Todos estos serían datos a observar a la hora de dar por terminada la adaptación al centro.
Por otro lado nos encontramos con la duda de los niños que presentan dificultades de distinto orden (dependencia, agresividad, aislamiento, dificultades con la comida,...). Es necesario diferenciarlas, o considerarlas partes de un proceso de adaptación sin concluir. En estos casos, conviene conocer si estas dificultades existían anteriormente o quizás existían, pero, al comenzar a asistir el niño al centro, se han hecho más intensas y han pasado a primer plano. En estos casos, hay que investigar si ...

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