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La articulación etnográfica
Descubrimiento y trabajo de campo en la investigación de Esther Hermitte
- 310 páginas
- Spanish
- ePUB (apto para móviles)
- Disponible en iOS y Android
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La articulación etnográfica
Descubrimiento y trabajo de campo en la investigación de Esther Hermitte
Descripción del libro
Valiéndose del diario de campo en la localidad mexicana de Pinola de la antropóloga Esther Hermitte, sus cuadros, esquemas e informes temáticos y de avance, junto a la tesis doctoral, Rosana Guber nos propone reconocer los dilemas que se nos presentan a los investigadores que elegimos la etnografía como perspectiva privilegiada para el conocimiento social. La articulación etnográfica indaga una etnografía por dentro, las lógicas que conducen al descubrimiento, y las preguntas específicas que son los garantes de un recorrido tan arduo como apasionante que, sin recetas y con humana creatividad, se hace camino al andar.
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Información
Categoría
SozialwissenschaftenCategoría
Kultur- & SozialanthropologieEL TRABAJO DE CAMPO
Introducción
El trabajo de campo etnográfico comprende las dimensiones espacio-temporales y teórico-prácticas de las tareas mediante las cuales un investigador intenta obtener información de y sobre cierta población, según determinados fundamentos académicos de conocimiento.1 Actualmente el trabajo de campo puede incluir instancias presencial-virtuales pero clásicamente ha sido presencial o cara a cara. Así era, al menos, en tiempos de Esther, quien llevó a cabo su trabajo de campo a la usanza de la antropología social británica. Tal sesgo, radicado por Alfred R. Radcliffe-Brown en sus seis años de estadía en la Universidad de Chicago (1931-1937), quedaba reforzado por Julian Pitt-Rivers, discípulo de un gran trabajador de campo como fue Edward E. Evans-Pritchard.
Siguiendo la lógica de este (nuestro) libro, nos interesa reconstruir la labor investigativa de Hermitte. Pero, además, en estas páginas hemos encarado nuestro propio objeto de conocimiento: averiguar cómo ella descubrió “un sistema de control social con gobierno sobrenatural”. Hasta ahora hemos avanzado formulando una pregunta específica a cada fase de la investigación de Hermitte, yendo retrospectivamente desde el final –su texto etnográfico– al análisis de datos –sus informes y cuadros–. Nos preguntamos primero qué dice ella haber descubierto y cómo (primera parte, cap. 1 y 2), si realmente descubrió y cómo armó su evidencia (segunda parte, cap. 3 y 4). Estas preguntas podrían aplicarse a cualquier investigación, pero sólo cobran sentido cuando se contestan con referencia a una investigación específica y cuando esas respuestas, y de hecho las preguntas, pueden formularse dejándose permear por (teniendo en cuenta) la especificidad del objeto en cuestión. Es decir: todo el mundo sabe que para sustentar un descubrimiento o una tesis se requiere de cierta evidencia; pero no todo el mundo sabe ni se da cuenta de que, para afirmar la existencia de un gobierno sobrenatural, Esther tuvo que construir evidencia terrenal de muy difícil acceso e, incluso, conceptualización. Todas y cada una de las etapas que Esther transitó en esta investigación estuvieron marcadas por la particularidad de ese gobierno sobrenatural y clandestinizado.
Por eso, averiguar si Esther en verdad descubrió aquel gobierno sobrenatural, y cómo construyó y presentó su evidencia, son sólo la primera parte de nuestra indagación; penetrando las honduras del trabajo de campo etnográfico, todo adquiere una nueva complejidad. Podría bastarnos con afirmar que ella hizo trabajo de campo etnográfico con los indios de la mitad norte de Pinola y repetir lo que la autora hace constar en la sección metodológica de su texto final. Pero si así fuera, no podríamos descubrir el secreto o, en términos de Malinowski, la magia del trabajo de campo, ese camino sin atajos que sólo puede diseñarse en la medida en que se recorre.
En este caso en particular, esa magia comienza a develarse cuando decidimos preguntarnos por las condiciones de su estadía pero con referencia directa al problema en cuestión; esto es: ¿cómo hizo una mujer blanca, extranjera e identificada con el exogrupo, para descubrir un fenómeno “clandestinizado” y antiladino? Como dijimos, este interrogante nos llevaría al campo y allí estamos nuevamente ante la misma disyuntiva que afrontamos en capítulos anteriores: formular el interrogante en términos de “cómo hizo Esther trabajo de campo” o buscar más específicamente las dimensiones significativas del interrogante “¿cómo hizo esta mujer blanca y extranjera para reunir evidencia acerca de una esfera de acción que los tzeltales pinoltecos mantienen premeditadamente segregada de la población no india?”.
La primera tarea será entonces establecer las dimensiones significativas del trabajo de campo como lo emprendemos los antropólogos pero, también, como ella lo emprendió. Preguntarnos “cómo hizo trabajo de campo Esther Hermitte” nos llevaría a generalidades que parecen resolverse en el sentido común o la receta que siempre rechazamos por impracticable e inconducente. Esta senda no nos permitiría dar cuenta de las innumerables decisiones que ella fue tomando para llegar adonde llegó, esto es, para ir delineando el camino que recorrió no como un itinerario prefijado por un manual de técnicas sino como una relación dinámica entre la investigadora y la gente que ella tan bien conoció. Sus decisiones corresponden a distintos aspectos de la etapa empírica que pueden ayudarnos a comprender analíticamente en qué consiste el trabajo de campo etnográfico, en algún punto intermedio entre la pura anécdota y la pura estandarización.
Podemos establecer esas dimensiones significativas tratando de reconstruir qué fue el trabajo de campo para Esther, y esto sólo es posible explorando sus propios materiales. Esta opción difiere de otras más habituales que recorren la literatura. En los manuales de métodos de investigación (El salvaje metropolitano incluido) se suele amoldar la fase empírica a las etapas de la investigación social: elección del tema, definición de la población y ámbito o unidad de estudio, acceso a la comunidad, aplicación de técnicas, etc. En la literatura más propiamente etnográfica, notablemente en las autobiografías de campo, el orden no varía demasiado, pero el camino se nutre de anécdotas, dilemas y controversias que tienen la enorme virtud de hacer más humano y real, y por eso más plausible, el tránsito del investigador en el campo. Ambas alternativas, manuales y autobiografías, tienen una importante limitación: no parten de los dos ingredientes que configuran la persona del investigador. Y es que el investigador articula en sí mismo una instancia personal (más evidente en las autobiografías y relativa a sus pautas culturales y sociales de relación interpersonal) y una instancia científica (expuesta en el género de los “manuales”) cuyo objetivo es descubrir, enunciar y fundamentar una tesis que pueda ser eventualmente considerada propia por el campo académico al que ese autor pertenece.
Nuestro criterio para establecer las dimensiones significativas del trabajo de campo de Esther Hermitte (o de cualquier otro investigador), y así identificar analíticamente los elementos que componen esta etapa de investigación, debe reconocer tanto lo que la investigación de Esther comparte con otras de su especialidad (el trabajo de campo etnográfico) como lo que tiene de singular (aquel trabajo de campo que ella llevó a cabo entre agosto de 1960 y noviembre de 1961 en Pinola, Chiapas, México).
Ahora bien, ¿de qué fuentes disponemos para reconstruir su trabajo de campo? Dado que no pudimos estar en el campo con ella, sólo podemos explorar esta etapa recurriendo a los documentos que produjo durante su estadía en Pinola, es decir, lo más contemporáneamente posible a su trabajo en terreno. Para ello disponemos de sus registros de campo que, como señalamos en otras oportunidades (Guber, 2011, 2004) y como veremos nuevamente aquí, no es sólo un “depósito de datos”; es también, y para nosotros fundamentalmente, el proceso de consignación de su proceso de investigación empírica. Luego iremos reconociendo a qué otras dimensiones significativas nos conduce ese registro.
1. Claro que existen modalidades que pretenden otros perfiles, como la investigación aplicada, la investigación-acción y la investigación participativa. Sin embargo, sus fundamentos también son académicos ya que su campo de argumentación se rige, aún, por debates teóricos y principios de evidencia empírica.
CAPÍTULO 5
El registro en el diario de campo
Nuestra puerta de acceso al trabajo de Esther en Pinola son sus registros de campo, gracias a los cuales disponemos de una contemporaneidad en sucesión que ella va diseñando a medida que desenvuelve su trabajo etnográfico y produce información “relevante”. Pero en el trabajo etnográfico el criterio de relevancia que el investigador lleva al campo no corresponde necesariamente con lo que encontrará en él, como vimos en el capítulo 3, y la vana búsqueda de caudillos políticos terrenales. Más aún: aquello que encuentra en el campo no necesariamente se deriva de las premisas teóricas de la academia. Así, lo que es relevante antes de ir al campo participa de algún esquema resultante de los debates corrientes (en la literatura especializada) sobre el tema y está formulado en términos académicos. Pero al tiempo de “estar ahí” esa relevancia suele modificarse en términos del campo específico. Este proceso de comprensión y reformulación avanza a medida que el investigador entiende o, mejor dicho, aprende a reparar en qué es y qué no es significativo para su pregunta inicial y, paralelamente, a medida que modela su propia pregunta a la usanza local, articulando los intereses teóricos y prácticos de la academia (el control social como motor o restricción del cambio social y cultural) con los intereses teóricos y prácticos de los nativos (la brujería y el gobierno sobrenatural como freno a la ladinización), tal como hemos leído en su texto final, Poder sobrenatural y control social.
Para analizar esos documentos, los registros, parte de los cuales acabamos de ver en un nivel de mayor abstracción (sección metodológica), necesitamos hacer una distinción principalísima acerca de cómo utilizaremos el registro escrito por ella. Una cosa es el registro en tanto texto (el material “recolectado”) y otra el registro en tanto que acción de inscribir y transcribir (las técnicas de registro) (Clifford, 1990; Guber, 2011, 2004, 2011). Decimos que esta distinción es capital porque consigna una distancia que el investigador debe sortear entre lo que obtiene y guarda, y cómo lo obtiene y guarda. Hasta tiempos recientes, esta distinción no solía ser problematizada por las ciencias sociales (GTTCA, 2001); incluso para los antropólogos era materia de comentarios más bien informales. Muchos años después, fines de 1980 y durante los 90, empezó a ser expuesta y analizada por quienes convergieron en el debate acerca de la etnografía como escritura (Marcus y Fischer, 1986, 1985; Clifford y Marcus, 1986; Clifford, 1983; Reynoso, 1991; Sanjek, 1990).
¿Por qué el registro es tan central para nosotros? Porque gracias a él podemos comprender el proceso de descubrimiento intelectual-vivencial que conlleva el trabajo de campo etnográfico. Precisamente, estamos refiriéndonos a un proceso de conocimiento que es mucho más complejo, y por eso más imprevisible y también fructífero, que el trasplante mecánico de conceptos teóricos a realidades empíricas mediante hipótesis establecidas de antemano. La distancia entre el dato como “lo dado” externamente al investigador y el dato como información empírica etnográfica y teóricamente significativa reside en el mismo investigador, el verdadero y casi único articulador entre su problema de conocimiento y su solución. Por eso necesitamos analizar el registro de Esther en una doble clave: como consignación de material empírico, y como consignación de la construcción de su problema de investigación que es, a la vez, la construcción de su solución. En ese sentido, su registro de campo tiene dos tipos de información: la genérica acerca de “el registro de campo” y la específica acerca de “el registro de su proceso de descubrimiento”.
En la investigación de Esther en Pinola, recordémoslo una vez más, el problema era “cómo había sobrevivido un sistema de control social en una estructura social cambiante”, y la solución, que ese sistema de control social se había clandestinizado, elevándose a un plano sobrenatural. Pero ese problema y su correspondiente solución no hubieran existido de no mediar un descubrimiento (un sistema político supraterrenal). Entonces, si hasta ahora hemos visto cómo Esther fundamentó su descubrimiento y la problemática conexa con datos empíricos transformados en evidencias, toca en adelante explorar cómo hizo para descubrir o “darse cuenta” de que el control social terrenal se ejercía con “personas” de este mundo aunque operando en un nivel sobrenatural. Esta pregunta atañe a la totalidad de su trabajo. Nuestra tarea es adaptar esta pregunta a cada aspecto de ese trabajo. En este capítulo lo haremos con el registro y la textualización en el campo, nuestra primera ventana a su proceso de descubrimiento. Nuestra decisión de comenzar por la forma de registro y por el registro textual del material de campo (en vez, por ejemplo, de empezar por las técnicas emp...
Índice
- Cubierta
- Acerca de La articulación etnográfica
- Portada
- Agradecimientos
- Estudio preliminar. La trama, los hilos y los nudos de un proyecto de investigación. La Universidad de Chicago en los Altos de Chiapas, por Andrés Medina Hernández
- Prólogo
- Introducción
- Primera parte. El punto de llegada
- Segunda parte. Organizar la evidencia
- Tercera parte. El trabajo de campo
- Álbum de imágenes
- Créditos