El cuerpo no es una disculpa
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El cuerpo no es una disculpa

El poder del autoamor radical

Sonya Renee Taylor

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  1. 192 páginas
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El cuerpo no es una disculpa

El poder del autoamor radical

Sonya Renee Taylor

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Los humanos conformamos un grupo variado de convicciones, experiencias y moralidades. Los sistemas de opresión prosperan por nuestra incapacidad para reconciliarnos con la diferencia y dañan la relación que mantenemos con nuestros cuerpos.El cuerpo no es una disculpapropone el concepto "autoamor radical" como bálsamo para sanar las heridas infligidas por estos sistemas violentos. Su autora critica la asimilación de la delgadez a lo deseable, defiende la necesidad de reapropiación de nuestros cuerpos como espacios políticos y lanza ideas para fomentar la sororidad y la diversidad. Una propuesta radical hacia el empoderamiento femenino y la gozosa reivindicación del cuerpo que nos invita a celebrar nuestra fuerza colectiva, a desprendernos de la vergüenza corporal impuesta y a destruir los sistemas de opresión que la perpetúan.

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Información

Editorial
Melusina
Año
2020
ISBN
9788415373872
Categoría
Social Sciences
Categoría
Gender Studies
1. Cómo hacer que el autoamor sea radical
qué es y qué no es autoamor radical
Voy a responder un par de preguntas enseguida, antes de que te sumerjas mucho en este libro y sientas que te han engatusado y embaucado. La primera: «Sonya, ¿este libro va a arreglar mi autoestima?». No. La segunda: «¿Me enseñará este libro a tener confianza en mí?». Pues no. Tercera pregunta, improvisada: «¿Entonces por qué narices estoy leyendo este libro?». Estás leyendo este libro porque tu corazón te está llamando a algo que es exponencialmente más magnánimo y suculento que la autoestima o la autoconfianza. No es que estas cualidades no tengan relación con el autoamor radical: sin embargo, el autoamor radical tiene entidad propia, es una isla verde y exuberante que ofrece un puerto seguro a la autoestima y la autoconfianza. Por desgracia, a menudo esos dos barcos eligen vagar a la deriva por el mar, confiando en que la voluntad o el ego lleven el timón, y en ausencia de esos motores se quedan abandonadas persiguiendo el peligroso espejismo del «algún día». Algo como: «Algún día me sentiré lo bastante bien como para promocionar el guion que escribí». O: «Algún día, cuando tenga confianza en mí, saldré de esta relación tan cutre». La autoestima y la autoconfianza son fugaces, y ambas pueden existir sin autoamor radical, pero las cosas casi nunca salen bien cuando ellas están al mando. Piensa en toda esa gente desagradable que conoces que rezuma arrogancia, personas que seguro que tienen muy buena opinión de sí mismas. Y aunque puedes llamarlas… ejem… gente segura de sí misma (bueno, esa es una de las cosas que puedes decir, sin duda), seguro que la frase «autoamor radical» no les acaba de encajar. Elige a tu dictador favorito, y seguro que pensarás en alguien que lleva bien el tema de la autoconfianza. Al fin y al cabo, tienes que estar convencido de que eres la hostia en verso para cultivar la idea de dominar el planeta entero sin ayuda de nadie. El cuadragésimo quinto presidente de los Estados Unidos me parece una persona con una autoconfianza épica. Pero «el Donald» no está luchando con su idea de sí mismo (aunque el resto del mundo esté luchando con su propia idea de quién es). Incluso si conjeturásemos que Trump y otros como él actúan desde una exagerada falta de autoestima y autoconfianza, creo que podríamos estar de acuerdo en que no muchas de sus actitudes o acciones parecen transmitir amor.
Es posible que te preguntes: «Vale, este libro no me ayudará con mi autoestima o mi autoconfianza… Pero, ¿me enseñará al menos autoaceptación?». Mi respuesta corta es: si hago bien mi trabajo, ¡tampoco! No porque la autoaceptación no sea útil, sino porque creo que hay un puerto más allá de la isla de la autoaceptación y quiero que viajemos hasta allí. Piensa en todas esas veces que has «aceptado» algo y has descubierto que no te inspiraba en absoluto. Cuando era niña, mi madre nos hacía a mi hermano y a mí empanadas congeladas para cenar. Era la comida de los días en los que a ella no le apetecía cocinar. A mí me gustaba la corteza, hojaldrada y crujiente. Los trozos de pollo prensado mecánicamente en una salsa del color beis de las tiritas eran soportables. Pero no había nada menos apetitoso que la repugnante mezcla de guisantes, judías verdes y zanahoria que salpicaban cada bocado como tristes estrellas en una galaxia interminable. Sí, me comía aquella odiosa menestra. El hambre hace que aceptes cosas. Aceptaba que mis opciones eran limitadas: entresacar un millón de guisantes diminutos o buscar un trabajo a la madura edad de diez años y apañármelas para alimentarme yo sola. ¿Por qué estoy hablando de empanadas? Porque la autoaceptación es la menestra de verduras dentro de la empanada del autoamor radical. Te mantendrá con vida mientras tus opciones sean limitadas, pero… ¿y si hay vida más allá de las empanadas congeladas?
A menudo, autoaceptación se usa como sinónimo de aquiescencia. Aceptamos las cosas que no podemos cambiar. Aceptamos la muerte porque no tenemos voz ni voto sobre cuándo llega a nuestra puerta, arbitraria e indiferente. Tenemos historias personales de aceptación por aburrimiento. Hemos aceptado trabajos anodinos porque estábamos sin blanca. Hemos aceptado parejas pésimas porque su pésima presencia era mejor que la vacía soledad de su ausencia. Practicamos la autoaceptación cuando nos cansamos del auto-odio, pero no podemos imaginarnos nada más allá de una irrisoria tolerancia hacia nuestra persona. Qué abrigo tan ligero llevamos para este camino tan inhóspito. Angela Davis, la famosa activista y profesora universitaria, dijo: «Ya no acepto las cosas que no puedo cambiar. Ahora voy a cambiar las cosas que no puedo aceptar».3 Podemos cambiar las circunstancias que nos han hecho conformarnos con la autoaceptación. Te aseguro que puedes llevar por el mundo una manta con mejor textura, más gruesa y más acogedora. Hay un reino infinitamente más alucinante. Se llama autoamor radical.
reflexión radical
No es que conceptos como autoaceptación y neutralidad corporal carezcan de valor. Cuando
te has pasado toda la vida en guerra con tu cuerpo, estos modelos ofrecen una tregua. Pero puedes tener algo más que un alto el fuego. Puedes tener autoamor radical, porque ya eres autoamor radical.
¿por qué el cuerpo?
Los humanos somos un grupo variado y divergente, con toda clase de creencias, moralidades, valores e ideas. Durante siglos nos ha costado llegar a acuerdos sobre prácticamente cualquier cosa (piensa por ejemplo cuánto tiempo se han debatido temas como la gravedad o si el mundo tiene forma de pizza), pero he aquí una afirmación que no es controvertida en absoluto, en la que creo que hay consenso general: tú, cariño mío, tienes un cuerpo. Y si quieres seguir en esta roca que gira por el espacio, necesitas un cuerpo para hacerlo. Todo el resto de cosas que pensamos que sabemos se pueden debatir. ¿Somos seres espirituales? Depende de a quién le preguntes. ¿Los seres humanos tienen alma? Llevamos peleándonos por eso desde que Aristóteles comparó las almas de los fetos con las de las plantas.4 Pero cuerpos, sí, de eso tenemos. Y dada esta realidad en la que hay tanto consenso, me parece a mí que si alguna vez hubo un lugar en el que la fuerza del autoamor radical podría ser transformadora, el cuerpo es precisamente ese lugar.
Cuando hablamos de los males del mundo —violencia, pobreza, injusticia— no hablamos de conceptos abstractos: hablamos de cosas que les pasan a los cuerpos. Cuando decimos que millones de personas en el mundo se ven afectadas por la epidemia global del hambre, lo que estamos diciendo es que millones de humanos están experimentando el deterioro físico de músculos y otros tejidos debido a la falta de nutrientes en sus cuerpos. Injusticia es una palabra opaca hasta que tengamos la voluntad de debatir su realidad material, como por ejemplo esos tres años que el chico de dieciséis años Kalief Browder pasó apaleado y encerrado en régimen de aislamiento en la prisión de Ryker’s Island, sin que se le llegara a acusar de un solo delito. Su suicidio y el ataque al corazón que sufrió su madre dos años más tarde no son conceptos abstractos: son los resultados de la injusticia cometida sobre dos cuerpos.5 El racismo, el sexismo, el capacitismo, la homofobia, la transfobia, el edadismo y la gordofobia son algoritmos creados por la lucha de los seres humanos para hacer las paces con el cuerpo. Un mundo de autoamor radical es un mundo libre de los sistemas de opresión que hacen difícil y a veces mortal vivir en nuestros propios cuerpos.
Un mundo de autoamor radical es un mundo que funciona para todos los cuerpos. Solo se puede crear un mundo así de dentro hacia fuera. Cómo valoramos y honramos nuestros propios cuerpos tiene efecto en cómo valoramos y honramos los cuerpos de otras personas. Nuestra propia reconexión de autoamor radical es el mapa de algo que el escritor Charles Eisenstein llama: Ese mundo más bello que nuestros corazones saben que es posible.6 Es a través de nuestra propia y transformada relación con nuestros cuerpos como nos convertiremos en los paladines de otros cuerpos de nuestro planet...

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