Diez días que estremecieron el mundo
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Diez días que estremecieron el mundo

John Reed

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Diez días que estremecieron el mundo

John Reed

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John Reed, escritor revolucionario y cronista insuperable, fue testigo directo de uno de los acontecimientos históricos de mayor relevancia del siglo xx, la Revolución rusa de 1917. Diez días que estremecieron al mundo es su extraordinario y conmovedor testimonio de la Revolución en que los bolcheviques, al frente de obreros y soldados, conquistaron el poder del Estado en Rusia y lo entregaron a los soviets. No en vano, el mismo Lenin recomendó fervientemente su lectura, traducción y difusión, como instrumento imprescindible para entender la naturaleza de la Revolución proletaria y comprender la naturaleza de la dictadura del proletariado. Diez días que estremecieron al mundo contiene textualmente los discursos de los líderes de la revolución e informa sobre los comentarios y la actitud del pueblo, da cuenta de la unión del pueblo ruso frente a la opresión, narra las escenas vividas y refleja el espíritu de los que fueron testigos y protagonistas de los primeros días de la Revolución de Octubre.

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Información

Año
2018
ISBN
9788432318894
Categoría
History
Categoría
Russian History
V. AVANCE INCONTENIBLE
Jueves, 8 de noviembre. La mañana sorprende a la ciudad sumamente excitada y confusa. En medio del fragor de la tempestad se alzaba un pueblo entero. En la superficie todo estaba tranquilo. Cientos de miles de personas se acostaron a la hora de costumbre, se levantaron temprano y marcharon al trabajo. En Petrogrado circulaban los tranvías, estaban abiertos los comercios y restaurantes, funcionaban los teatros y se llenaban las exposiciones de pintura… La compleja rutina de la vida cotidiana –no alterada siquiera en los tiempos de guerra– seguía su curso. No hay nada más asombroso que la vitalidad del organismo social: cómo persiste, se alimenta, viste y divierte incluso en la época de las mayores calamidades…
La ciudad estaba llena de rumores sobre Kérenski. Decían que había llegado al frente y conducía un enorme ejército a la capital. Volia Naroda publicó la orden dada por él en Pskov:
Los disturbios provocados por la locura de los bolcheviques ponen nuestro país al borde del precipicio y exigen la tensión de toda la voluntad, el coraje y cumplimiento del deber de cada uno para salir de la prueba mortal que atraviesa nuestra patria.
Hasta la proclamación del nuevo Gobierno Provisional, si esta se produce, cada cual debe permanecer en su puesto y cumplir su deber ante la patria martirizada. Hay que tener presente que la menor alteración de la organización existente del Ejército puede acarrear daños irreparables, abriendo el frente para un nuevo golpe del enemigo. Por eso es preciso conservar a toda costa la capacidad combativa del Ejército, manteniendo pleno orden, preservando el Ejército de nuevas conmociones y manteniendo absoluta confianza mutua entre jefes y subordinados. Ordeno a todos los jefes y comisarios, en nombre de la salvación de la patria, permanecer en sus puestos como yo permanezco en el de jefe Supremo hasta que el Gobierno Provisional de la República declare su voluntad…
Como respuesta, en todas las paredes apareció este llamamiento:
Del Congreso de los Soviets de toda Rusia.
Los exministros Konoválov, Kishkin, Teréschenko, Maliantóvich, Nikitin y otros han sido detenidos por el Comité Revolucionario. Kérenski ha huido. Se ordena a todas las organizaciones del Ejército tomar medidas para la detención inmediata de Kérenski y su conducción a Petrogrado. Toda ayuda a Kérenski será castigada como grave crimen de Estado.
Habiendo adquirido plena libertad de acción, el Comité Militar Revolucionario se movía a toda velocidad, arrojando órdenes, llamamientos y decretos (véase el apéndice al capítulo V, 1)… Se ordenó conducir a Kornílov a Petrogrado. Los miembros de los comités agrarios campesinos, detenidos por el Gobierno Provisional, fueron puestos en libertad. Se declaró abolida la pena de muerte en el Ejército. Ordenaron a los funcionarios públicos continuar su trabajo, amenazando con severos castigos ante cualquier desacato. El pillaje, los disturbios y la especulación fueron prohibidos bajo pena capital. Se designaron comisarios interinos para todos los ministerios: Asuntos Exteriores, Uritski y Trotski; Interior y Justicia, Rykov; Trabajo, Shliápnikov; Finanzas, Menzhinski; Bienestar Público, Ko­lontái; Comercio, Carreteras y Comunicaciones, Riazánov; Marina, el marinero Korbir; Correos y Telégrafos, Spiro; Teatros, Muraviov; Imprentas del Estado, Dérbyshev; Comisario de Petrogrado, tenien­te Nésterov y Comisario del Frente Norte, Pozern[1].
Se invitaba al Ejército a elegir comités militares revolucionarios. A los ferroviarios los instaban a mantener el orden y especialmente a no demorar el transporte de víveres a las ciudades y los frentes. A cambio, les prometían una representación en el Ministerio de Carreteras y Comunicaciones.
¡Hermanos cosacos! –se decía en una de las proclamas–. Os llevan a Petrogrado. Os quieren enfrentar con los soldados y obreros revolucionarios de la capital…
No creáis ni una palabra de nuestros enemigos comunes: los terratenientes y capitalistas.
En nuestro Congreso están representados todos los obreros organizados, soldados y campesinos conscientes de Rusia. El Con­greso quiere ver en su familia también a los cosacos trabajadores. Los generales de las centurias negras, servidores de los terratenientes, servidores de Nicolás el Sanguinario, son nuestros enemigos…
Os dicen que los Soviets quieren despojar la tierra a los cosacos. La revolución quitará la tierra solamente a los cosacos terratenientes y la entregará al pueblo.
¡Organizad Soviets de Diputados Cosacos! ¡Uníos a los Soviets de Obreros, Soldados y Campesinos!
¡Mostrad a las centurias negras que no sois traidores al pueblo, que no queréis ganaros la maldición de toda la Rusia revolucionaria!…
¡Hermanos cosacos! ¡No cumpláis ninguna orden de los enemigos del pueblo!
Enviad vuestros delegados a Petrogrado para ponerse de acuerdo con nosotros…
Los cosacos de la guarnición de Petrogrado, para mayor honra, no han justificado las esperanzas de los enemigos del pueblo…
¡Hermanos cosacos! El Congreso de los Soviets de toda Rusia os tiende la mano fraternal.
¡Viva la alianza de los cosacos con los soldados, obreros y campesinos de toda Rusia!
Por otro lado, ¡qué tempestad de proclamas y carteles fijados y repartidos por todas partes, de periódicos que protestaban, maldecían y profetizaban el hundimiento! Había llegado el momento del pugilato de las máquinas de imprimir, pues todas las demás armas se hallaban en manos de los Soviets.
Primero apareció un llamamiento del Comité de Salvación de la Patria y la Revolución, difundido ampliamente por toda Rusia y Europa:
A los ciudadanos de la República Rusa.
El 7 de noviembre los bolcheviques de Petrogrado, contra la voluntad del pueblo revolucionario, detuvieron criminalmente a una parte del Gobierno Provisional, disolvieron el Consejo Provisional de la República Rusa y proclamaron un poder ilegal.
La violencia cometida con el Gobierno de la Rusia revolucionaria en los momentos de mayor peligro exterior es un crimen inaudito contra la patria.
La rebelión de los bolcheviques asesta un golpe mortal a la causa de la defensa y pospone la paz tan deseada.
La guerra civil emprendida por los bolcheviques amenaza con precipitar al país en los indescriptibles horrores de la anarquía y la contrarrevolución, y malograr la convocatoria de la Asamblea Constituyente, que debe consolidar el régimen republicano y entregar para siempre la tierra al pueblo.
Preservando la continuidad del único poder gubernamental, el Comité de Salvación de la Patria y la Revolución asume la iniciativa de formar un nuevo Gobierno Provisional que, apoyándose en las fuerzas de la democracia, conducirá el país a la Asamblea Constituyente y lo salvará de la contrarrevolución y la anarquía.
Ciudadanos, el Comité de Salvación de la Patria y la Revolución os dice:
¡No reconozcáis el poder de la violencia! ¡No acatéis sus órdenes!
¡Alzaos en defensa de la Patria y la Revolución!
¡Apoyad al Comité de Salvación de la Patria!
Firmado por el Comité de Salvación de la Patria y la Revolución de toda Rusia integrado por representantes de la Duma Municipal de Petrogrado, del Consejo Provisional de la República Rusa, del Comité Ejecutivo Central de los Soviets de Diputados Campesinos de toda Rusia, del Comité Ejecutivo Central de los Soviets de Diputados Obreros y Soldados, de los grupos del frente, del II Congreso de los Soviets de Diputados Obreros y Soldados, de las minorías socialrevolucionaria, socialdemócrata (menchevique) y socialistas populares, del grupo Yedinstvo, etc.
Llamamientos del partido eserista, de los mencheviques defensistas, del Comité Ejecutivo de los Soviets Campesinos, de los comités del Ejército, de Centroflot…
… ¡El hambre acabará con Petrogrado! –gritaban todos–, Los ejércitos alemanes pisotearán nuestra libertad. Los pogromos de las centurias negras azotarán a Rusia si todos nosotros –obreros conscientes, soldados, ciudadanos– no nos unimos…
¡No creáis las promesas de los bolcheviques! ¡La promesa de una paz inmediata es mentira! ¡La promesa del pan es un engaño! ¡La promesa de la tierra es un cuento!…
Todas eran por el estilo.
¡Camaradas!… ¡Os han engañado vil y criminalmente! El poder lo han tomado los bolcheviques, solos… Los bolcheviques ocultaron su plan a los otros partidos socialistas que componen los Soviets…
Os han prometido tierra y libertad, pero la contrarrevolución aprovechará la anarquía sembrada por los bolcheviques para quitaros la tierra y la libertad…
Con la misma violencia se expresaban los periódicos:
Nuestro deber –exclamaba Dielo Naroda– es desenmascarar a estos traidores a la clase obrera. Nuestro deber es movilizar todas las fuerzas y defender la causa de la revolución.
Izvestia, que hablaba por última vez en nombre del viejo CEC, amenazaba con una terrible expiación…
… Y por lo que se refiere al Congreso de los Soviets, afirmamos que no ha habido Congreso de los Soviets, que solo ha tenido lugar una conferencia reservada del grupo bolchevique. En este caso no tenían derecho a privar de sus prerrogativas al CEC.
Nóvaya Zhizn se pronunciaba por un nuevo Gobierno que uniese a todos los partidos socialistas, criticaba duramente el proceder de los eseristas y mencheviques, que habían abandonado el Congreso, y afirmaba que la insurrección de los bolcheviques había establecido con claridad incontestable una circunstancia fundamental: que eran completamente vanas todas las ilusiones de colaboración con la burguesía.
Rabochi Put se convirtió de nuevo en Pravda, el periódico de Lenin suspendido en el mes de julio. Declaraba, con dureza:
¡Obreros, soldados, campesinos! En marzo derrotasteis a la tiranía de la camarilla de los nobles. Ayer derrotasteis a la tiranía de la banda burguesa…
Y la primera tarea ahora es defender todos los accesos a Petrogrado.
La segund...

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