Mi agenda y yo
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Mi agenda y yo

Repensando nuestra relación con el tiempo

  1. 188 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
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Mi agenda y yo

Repensando nuestra relación con el tiempo

Descripción del libro

¿Quién soy?, es la pregunta inicial con la que empieza el autor. ¿Qué pista puede y debe seguir el ser humano en su intento de conocerse mejor? Sin duda, el tiempo. Espejo insondable, incorruptible; nuestra relación con él, el uso que hacemos de un recurso que algún día nos faltará, explica la auténtica naturaleza y el rango de nuestros valores y prioridades. Nuestra agenda personal es un instrumento imprescindible de diagnóstico y mejora personal. ¿Qué nos dice de lo que de verdad importa? ¿Cómo conciliamos trabajo, ocio, familia, descanso, cultura, amistad? ¿A qué damos preferencia? "Mi agenda y yo" es una reflexión en torno a preguntas de esta naturaleza. El libro es una invitación a alcanzar el equilibrio personal a partir de un presente conscientemente vivido.

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Información

Editorial
Plataforma
Año
2017
ISBN del libro electrónico
9788416820788

1. Sesión fotográfica

«La vida entera es así. Es una comedia como cualquiera en la que unos y otros salen disfrazados con diferentes máscaras a representar sus respectivos papeles, hasta que, terminado el espectáculo, se retiran de la escena. A veces, en la vida real, como en el teatro, un mismo actor se disfraza con diferentes trajes, y así el que llevó sobre su cabeza la corona de rey viste luego los andrajos del siervo. Todo es simulación, en la escena como en la vida.»
ERASMO DE ROTTERDAM
«Si quisiese ir a trabajar todos los días a las siete de la mañana y salir a medianoche, sé que hallaría trabajo para mantenerme ocupado, como me sucedía antes de pasar por la Clínica Lahey. Pero aunque la mayoría de los directores gerentes insisten en que disfrutan con el setenta o el ochenta por ciento de su tarea, sospecho que en torno al treinta resultaría un porcentaje más exacto. Abundan por lo demás las llamadas telefónicas, los almuerzos tediosos y los dolores de cabeza que causa la administración empresarial.» Texto literalmente recogido de Radical,35 la obra en la que Ricardo Semler, empresario brasileño, medita sobre la cultura de su empresa, Semco, y sobre las tendencias generales del management moderno.
Semler era el típico ejecutivo hiperactivo, trabajador, comprometido, con un acendrado sentido del deber, que consumía horas en la oficina sin apenas darse cuenta. Como ocurre en tantas y tantas organizaciones, la presencia física era uno de los indicadores no escritos de evaluación del nivel de lealtad y entrega de un buen profesional. En un viaje a Estados Unidos sufrió una crisis que los médicos diagnosticaron como un cuadro severo de estrés. Su organismo estaba agotado y su mente, quemada y amortizada. De ahí que tuviera que estar ingresado unos días en la reputada Clínica Lahey en Boston.
Superado el susto, dado de alta, modificó drásticamente su estilo de dirección, sus hábitos de trabajo y su relación con sus colaboradores. Y todo ello porque en lugar de quedarse en los síntomas del episodio sufrido, minimizando su alcance y repercusión, se fue al origen del problema. «Su raíz estaba no tanto en la gestión de un negocio como en la del tiempo. Muchos ejecutivos consideran que las veinticuatro horas del día es demasiado poco tiempo para hacerlo todo. Pensé larga y detenidamente en el tiempo durante las semanas que siguieron a mi visita a la Clínica Lahey. Comprendí que si quería hallar una cura definitiva para la enfermedad del tiempo, tendría que empezar por identificar las causas.»36
Definitivamente sensibilizado ante una tendencia general enfermiza que asume como propia, no le basta con rebajar la fiebre y aliviar sus efectos, se dirige a las causas que la explican. Entre otras, identifica una que está muy extendida en diversos sectores e industrias, que parece una pandemia. «Una causa es el evangelio según el cual la cantidad de trabajo es más importante que su calidad. Resulta sospechoso el profesional que de algún modo consigue administrar su tiempo. Y si va al cine, no lleva su portafolio a casa, dedica los fines de semana a la familia y recoge algunas veces a los chicos en la escuela, entonces es que ya ha descendido a un estado de indolencia.»37 Evidentemente, no se alcanza un nivel de dominio y solvencia en cualquier ámbito profesional sin invertir lúcida y generosamente en horas de esfuerzo y dedicación. Sobre todo en los comienzos de una carrera exitosa, en los que se deben poner cimientos sólidos, asentados sobre un conocimiento profundo de lo que uno se trae entre manos, y en actividades o disciplinas técnicas que precisan de un incontestable saber y experiencia. Garantizado este, en cuestiones soft, como dirigir talento, individual y colectivo, el énfasis debería ponerse en la calidad de la relación establecida, no en la cantidad de horas consumidas juntos. Nuestro funcionamiento intelectual se asemeja en cierta manera a la ley de rendimientos decrecientes. Garantizados unos mínimos de trabajo y estudio, alcanzado un umbral de pericia y gobierno de la materia, por exceso, las horas que siguen pueden resultar contraproducentes, degenerar en conflicto y estrés, tensando la cuerda de relaciones sujetas con alfileres. Tiempo tendré de volver sobre este apartado. Dejo tranquilo y relajado a Ricardo Semler, que ha hecho inteligentemente de la necesidad, virtud, instalado en una filosofía de vida que le sirve y enriquece porque es suya, y vuelvo sobre una de las denuncias planteadas.
Reuniones, almuerzos de trabajo, comités, viajes, horas consumidas en la variada oferta de la red, negociaciones repetidas, visitas improvisadas, conferencias telefónicas, comisiones, foros institucionales, entregas de premios, presentaciones a clientes, etcétera, son algunos de los lugares y compromisos por los que se gastan y hasta se pierden nuestros pasos profesionales. Inocentes salvo prueba en contra, por mor de la rutina y automatismos que los impulsan, no sé si deberíamos modificar esa generosa presunción jurídica y empezar a sospechar de citas y acontecimientos que llevan en su seno el marchamo de lo anodino y desgastante. En su último trabajo, Focus, Daniel Goleman habla de «Organizational attention deficit disorder». Mal que aqueja en general a la sociedad de hoy, los más jóvenes y los adolescentes son sus víctimas preferidas, también se extiende e instala en instituciones adultas que deberían estar regidas por un uso más pulcro y consciente del tiempo. «Decisiones erróneas porque faltan datos relevantes, ausencia de tiempo para la reflexión, problemas para atraer la atención del mercado, incapacidad para concentrarse cuando y donde importa. El liderazgo implica capturar, dirigir y mantener la atención colectiva de empleados, compañeros de trabajo, clientes, etcétera».38 Ese es el primer mandamiento de un buen comunicador, despertar la atención de su audiencia y luego ver si es capaz de mantenerla atenta a su mensaje. Obvio decir que la claridad, brevedad y originalidad de su mensaje, aderezado con pausas –los grandes oradores están cómodos en el silencio–, preguntas y ejemplos cotidianos de la calle, le resultarán de capital importancia. También exigencia de un liderazgo que ejerce una influencia poderosa porque es capaz de congregar en torno a un tiempo compartido la atención de los diferentes stakeholders, accionistas, empleados, clientes, medios de comunicación, ciudadanos, proveedores, competidores, etcétera.
Tiempo de ir al médico. Cursemos esa visita pospuesta entre aprensión, pereza e ignorancia, mejor no saber. Realicemos un chequeo personal profundo y completo con objeto de diagnosticar el tipo de relación que mantenemos con el tiempo. Para ello le propongo un ejercicio sencillo y asequible para todos. Los norteamericanos lo llaman detached observer, es decir, usted se va a dividir en dos versiones: observador y observado. Es como si fuera al cine, se sentara cómodamente en el patio de butacas y viera la película de su vida. Lleva puestos dos gorros, espectador y protagonista. El primero tiene como encargo dejar en paz al segundo, mirar sin opinar o prejuzgar, y este, no estar pendiente de aquel, funcionar con naturalidad. Observación limpia, aséptica, factual, descriptiva, meramente informativa. En palabras de Pablo d’Ors: «Observar la mente es el camino. ¿Por qué? Porque mientras se observa, la mente no piensa. Así que fortalecer al observador es el modo para acabar con la tiranía de la mente, que es la que marca la distancia entre el mundo y yo».39 Se trata de ser testigos despiertos e imparciales de nuestra propia singladura personal. «Dentro de nosotros hay un testigo. Le demos o no juego, ese testigo está siempre ahí. Meditar es darle entrada, reanimarlo.»40
Por tanto, póngase las gafas de un científico serio, preciso, riguroso, abandonando cualquier tentación de valoraciones morales sobre si debería pensar, sentir o hacer tal cosa. Limítese a constatar lo que ocurre, a levantar acta de su uso del tiempo como si fuera un notario honrado de la realidad, recogiendo todo tipo de detalles y datos. No haga nada más, no se precipite en ningún tipo de conclusión. Tiempo habrá para llegar a ese estadio de análisis y propósito de enmienda. Por el momento basta y sobra con hacer la foto más real y nítida de usted y su relación con el tiempo.
Desde el punto de vista profesional, lógicamente, la radiografía depende del tipo de trabajo que realiza, autonomía de la que disfruta –no es lo mismo ser un trabajador por cuenta ajena, un profesional freelance, el fundador y dueño de una empresa consolidada, el emprendedor de una joven start-up…–, modos de hacer de la cultura empresarial y otros elementos que tener en cuenta. En mi caso, por ejemplo, el desglose pormenorizado de mi horario profesional se distribuye entre diversas funciones y responsabilidades. Como miembro del claustro del IESE, mi condición de profesor incluye una carga docente anual, un número concreto de clases distribuidas entre los diversos programas de la escuela. En función de la tipología y la circunstancia personal de los alumnos –estudiantes del máster, programas in-company, cursos de alta dirección…–, ¿cuántas horas de preparación y atención personal al alumno se requieren? Además, incluye la labor de investigación propia de una institución volcada hacia el futuro. Publicaciones en journals, casos –nuestra herramienta habitual de aprendizaje–, libros propios, capítulos en otros, etcétera. Al final de cada año, ¿cuál es mi producción particular? Un tercer cometido, clave y distintivo de la cultura del IESE: mi colaboración con las tareas de gobierno de la casa. En el pasado, entre otras, la dirección del Executive MBA de Madrid, en la actualidad, la dirección académica del PADE (Programa de Alta Dirección Empresarial). Incrustado entre esos tres encargos, ¿cuánto tiempo paso reunido con mis colegas de departamento? ¿Cuántas horas con otros profesores buscando un enfoque multidisciplinar? ¿Cuántos encuentros y tertulias surgen espontáneamente yendo más allá de la estructura y la redistribución formal de tareas? ¿Cuánto tiempo transcurre entre las distintas jornadas anuales del claustro, empezando por la tradicional cita de septiembre?
En mi faceta de escritor, ¿cuánto tiempo me llevan mis artículos y libros publicados, mi colaboración semanal con Expansión, periódico al que le estoy muy agradecido por su confianza, por prestarme un rincón donde se respeta mi libertad e independencia? En la cuarta pata que sostiene mi silla de trabajo, fomentada por el IESE desde sus inicios con objeto de vincular la academia a los requerimientos y las necesidades de la comunidad empresarial, mi labor personal de asesor de empresas, ejercida como profesional liberal, por cuenta propia, ¿qué porcentaje de mi agenda laboral supone? ¿Cartera de clientes? ¿Calidad de servicio, disponibilidad de tiempo, capacidad de respuesta, atención personalizada, extensión media del marco temporal de las colaboraciones contratadas?
Tanto en unas como en otras facetas, ¿carga viajera que consume? ¿Frecuencia y duración de los recorridos? ¿Trayectos nacionales, internacionales? ¿Europa, otros continentes? «¿Se necesita tanta precisión?», podrían pensar algunos. Sinceramente, sí. Al margen de jet lags a los que uno está muy habituado, el impacto sobre la agenda temporal es más que evidente. ¿Cuánto tiempo se va en despachos con mi secretaria, que, además, asiste a otros dos profesores? ¿Cuánto tiempo dedico a leer, estudiar, en mi caso no solo un placer, sino también un deber? ¿Géneros contemplados? ¿Horas del día dedicadas a unos y otros? Entrando en mi conexión con las nuevas tecnologías, ¿cuánto tiempo consagro a los e-mails? ¿Cuántos recibo? ¿Cuántos contesto? ¿Ritmos de mis respuestas? ¿Wasaps, tuits, etcétera? Entre pitos y flautas, fluctuando en función de la época del año, ¿cuántas horas de media semanales dedico al desarrollo de mi profesión?
Olvídese de mi caso particular, ¿cuál es su respuesta a las incógnitas planteadas? Por favor, sea lo más preciso y honesto que pueda, no se haga trampas al solitario. ¿Cuáles son los epígrafes de su trabajo que más tiempo le llevan? ¿Reuniones, viajes, relaciones institucionales, servicio a clientes, embajador de la empresa, despacho con colaboradores, redacción de informes, papeleo administrativo, conferencias con el centro corporativo…? Al margen de la contestación que honradamente cada uno obtenga, ¿qué hacemos el resto del tiempo? Llámele ocio, tiempo libre, personal, vendría a ser el apartado vital que no se relaciona directamente con nuestro trabajo. Mens sana in corpore sano. ¿Estado de forma? ¿Horas de ejercicio físico? ¿Modalidad: correr (maratón), bici, gimnasio, tenis, pádel, fútbol (los más jóvenes)…? ¿Pilates? ¿Yoga? ¿Deporte como obligación, reto, un acto de la voluntad, o incorpora un sentido del placer, de la diversión? ¿Iniciativa errática, como el Guadiana, aparece y desaparece en mi vida, o costumbre arraigada?
¿Familia? Apartado crítico, estratégico, se descompone en múltiples cometidos, y siempre acorde con la tipología de nuestra estructura familiar. ¿Planes conjuntos? ¿Viajes, excursiones, tertulias, comidas, cenas, mano a mano, cine, teatro, sesiones televisivas, acontecimientos deportivos…? ¿Planes de pareja? Dentro de un epígrafe que podría calificar de social, ¿cuántas relaciones de auténtica amistad cultivamos? ¿Naturaleza de los encuentros? ¿Iniciativa, frecuencia, extensión?
Entenderá que como profesor me interese por el lugar de la educación en su agenda. ¿Últimos cursos o seminarios a los que asistió? ¿Duración, aprendizaje, valoración? ¿Compromiso individual u organizacional? ¿Financiación? ¿Dominio del inglés, de otros idiomas relevantes para usted? Pegado a la formación, en un epígrafe que podría titular cultura, ¿tiempo consagrado al cultivo de saberes, experiencias y artes varias? ¿Visitas a exposiciones, museos? ¿Su relación con la música? ¿Cuántos libros lee al año? ¿Ficción, no ficción? ¿Revistas especializadas? ¿Publicaciones generales? ¿Periódicos? ¿Formato impreso, digital?
En un mundo sufriente e injusto, en el que tantas buenas gentes carecen de los recursos mínimos para tener una vida digna, propia de seres humanos, un aspecto decisivo y delicado: nuestro ser solidario. ¿Horas dedicadas a este lado humanitario? ¿Naturaleza y alcance de nuestro compromiso? ¿Inversión en tiempo, talento o dinero? ¿Cadencia de nuestra colaboración? ¿De qué organizaciones y ONG soy miembro? ¿En qué fundaciones sin ánimo de lucro participo? Aquí incluiría también cualquier comportamiento relacionado con la preservación y la mejora de nuestro planeta, nuestra casa común, tan maltratada por sus habitantes.
Tres últimos capítulos en este repaso pormenorizado a su distribución horaria personal. Primero, ¿las redes sociales y usted? ¿Horas de navegación por la red? ¿Chats en los que participa? ¿Lugares por donde se expone: Twitter, Facebook, LinkedIn…? ¿Alguna vez está desconectado? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Por qué? ¿Experiencia gratificante o incómoda? Segundo, ¿horas de descanso? ¿Siesta? ¿Hábitos de sueño? ¿Varían mucho de lunes a viernes, y fines de semana? ¿Transcurso rutinario del año, vacaciones? ¿Calidad y profundidad? ¿Tono vital? ¿Siesta? Tercero, en el rincón más intrapersonal, quitando el tiempo de higiene y descanso, ¿cuántos minutos, horas, pasa solo? ¿Cuánto tiempo dedica a pensar? ¿Qué bloques de su agenda reserva estrictamente para usted? ¿Liturgia matinal? ¿Vespertina? ¿Paseos por la naturaleza? ¿Con qué fin? ¿Terapia, ejercicio prescrito o por el mero placer de conectarse a la tierra? ¿Horas de meditación? ¿En qué consiste? ¿Papel del silencio? ¿Cita eternamente pospuesta? ¿Prisas, impaciencia o interpretación utilitarista del fenómeno se interponen en su objetivo? Si es creyente, ¿horas de oración? ¿Cuándo, cómo, dónde?
Más o menos ya está. El chequeo personal no tiene vocación exhaustiva, no busca hurgar en todos y cada uno de los rincones de su vida. Basta con una panorámica general. Momento de reflexión. Cobre cierta perspectiva y distancia con respecto a usted mismo. ¿Qué dice su agenda de sus hábitos, relaciones, inquietudes, desafíos, logros y preferencias? ¿En qué consume su tiempo? ¿Cuestiones importantes, urgentes? ¿Cuáles son sus talentos y habilidades naturales, aquellos dones de la naturaleza –lo que natura no da, Salamanca no presta– que le permiten realizar algún cometido o encargo con agilidad sorprendente? ¿Qué otras funciones requieren, en cambio, de un esfuerzo máximo, de un tiempo adicional para suplir sus carencias? ¿Cuándo el interés, la curiosidad y la atención se coaligan para que el tiempo pase volando? ¿Qué tiende a postergar? ¿Qué colaboradores le caen bien, tiempo compartido con ellos? ¿Qué otros le dan pereza y se limita a cubrir mínimos? ¿Cuándo fluye y siente que la vida no le pesa? ¿Cuándo se crispa y empieza a rumiar en una peligrosa espiral mental?
¿Prima el trabajo, con un fuerte significado y propósito en su vida, o el ocio colorea la temática del dibujo resultante? ¿Uno y otro se entreveran o están irreversiblemente divorciados? ¿Patrones de conducta que se pueden extraer del análisis efectuado? ¿Qué dice la información recogida de nuestros valores y prioridades? ¿Está atendido lo esencial y definitorio de mí o está imprudentemente relegado ...

Índice

  1. Cubierta
  2. Portada
  3. Créditos
  4. Índice
  5. Agradecimientos
  6. Prólogo de Valentín Fuster
  7. Introducción
  8. 1. Sesión fotográfica
  9. 2. Fijando las prioridades
  10. 3. Aligerando la mochila
  11. 4. Protegiendo lo importante
  12. 5. El ocio, espejo incisivo
  13. 6. La agenda mental
  14. 7. Un pequeño entre gigantes
  15. Epílogo
  16. Notas
  17. Colofón