La Europa revolucionaria 1783-1815
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La Europa revolucionaria 1783-1815

George Rudé

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La Europa revolucionaria 1783-1815

George Rudé

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El Antiguo Régimen se derrumbó ante la embestida de la Revolución francesa. En Francia, bajo los ideales de "Liberté, égalité, fraternité" se decapitó al rey y se dio la bienvenida a la república, se proclamó que todos "los hombres nacen y permanecen libres e iguales en derechos" y se aprobó el sufragio universal masculino. En París, bajo el himno de la Marsellesa, la Revolución desembocó en el Terror, ocaso del horizonte de concordia y fraternidad, y la razón moderna se encarnaba en un nuevo Imperio que se extendería por Europa con las victorias de los ejércitos napoleónicos. La Europa revolucionaria, obra maestra que se ha convertido en un clásico fundamental, ofrece una crónica previa a la gran agitación y describe tanto el desarrollo de la Revolución en Francia como el gobierno de Napoleón y su impacto e influencia en el resto de Europa y el mundo. George Rudé, autoridad y referencia en historia social, presenta cómo aquella sociedad revolucionaria, que transformó radicalmente el orden social y derribó el Antiguo Régimen y sus instituciones políticas, acabó configurando un Imperio.

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Información

Año
2018
ISBN
9788432319068
Categoría
History
INTRODUCCIÓN
George Rudé fue un magnífico estudioso y un maravilloso profesor que hizo aportaciones cruciales al estudio y conocimiento de la historia. En obras como The Crowd in the French Revolution (La multitud en la Revolución francesa), Wilkes and Liberty (Wilkes y libertad), The Crowd in History, 1730-1848 (La multitud en la historia, 1730-1848), Paris and London in the Eighteenth Century (París y Londres en el siglo XVIII) y Captain Swing (El capitán Swing) (de la que Eric Hobsbawm fue coautor) realizó estudios pioneros sobre la historia y la sociología de la «multitud preindustrial»[1]. En Revolutionary Europe, 1783-1815 (La Europa revolucionaria, 1783-1815), Europe in the Eighteenth Century (Europa en el siglo XVIII) y The French Revolution (La Revolución francesa) ofreció síntesis magistrales de la Europa de la «Era de la Revolución»[2]. Asimismo, con sus camaradas de la «tradición historiográfica marxista británica», desarrolló un acercamiento crítico al estudio del pasado que se conoció como «historia desde abajo» o «de abajo arriba», ayudando a cultivar una idea más democrática del pasado y de la construcción del presente.
Tras un breve apunte biográfico, estudiaremos la obra de Rudé a partir de los tres temas que la impulsaron: identidades, ideologías e historias. El tema de las identidades tiene que ver con su apasionada búsqueda del «rostro de la multitud»; el de las ideologías con su persistente esfuerzo para «devolverle el pensamiento a la historia»; y el de las historias, con sus inspiradas iniciativas para encontrarle un sentido al «movimiento» de la historia.
GEORGE RUDÉ
George Rudé nació en Noruega el 8 de febrero de 1910. Su padre era ingeniero y su madre era hija de un banquero inglés. En 1919, la familia se mudó a Inglaterra. El joven George estuvo becado en un colegio privado de Shrewsbury y luego estudió una licenciatura en Lenguas Modernas en la Universidad de Cambridge. En 1931 obtuvo un puesto de profesor en Stow.
Rudé recibió una educación conservadora. Sin embargo, a mediados de la década de los treinta se convirtió en un «antifascista comprometido», leyó con avidez los textos clásicos marxistas y se afilió al Partido Comunista de Gran Bretaña. Poco después se mudó a Londres, donde trabajó activamente para el Partido y enseñó lenguas en St Paul’s School. En la capital conoció a Doreen de la Hoyde, que se convirtió en su mujer y en su compañera durante el resto de su vida.
En la Segunda Guerra Mundial, Rudé sirvió en el cuerpo de bomberos de Londres. Inspirado por sus lecturas de Marx y Engels, empezó a estudiar Historia en la Universidad de Londres. A finales de los cuarenta, inició una investigación doctoral titulada «The Parisian Wage-earning Population and the Insurrectionary Movements of 1789-1791» («La población asalariada parisina y los movimientos de insurrección de 1789-1791»); terminó el doctorado en 1950. Pero eran tiempos difíciles. En 1949 perdió su trabajo de profesor por su actividad política y la intransigencia de la Guerra Fría le impidió acceder a ningún puesto universitario. Sin embargo continuó investigando, animado por sus camaradas intelectuales, especialmente por los hombres y mujeres que conoció como miembro activo del Grupo de Historiadores del Partido Comunista (1946-1956). Finalmente consiguió un trabajo de profesor en un instituto de secundaria de Londres.
El Grupo de Historiadores del Partido Comunista fue la incubadora de la tradición historiográfica marxista británica. En él había figuras como Rodney Hilton, Christopher Hill, Eric Hobsbawm, John Saville, Dorothy Thompson y E. P. Thompson; todos ellos, al igual que Rudé, se convirtieron en reconocidos académicos. Individualmente, todos hicieron destacadas aportaciones a su respectivo campo de estudio; colectivamente, hicieron profundas aportaciones tanto a la historia social como a la teoría histórica.
Siguiendo la gran hipótesis de Marx y Engels que afirmaba que «la historia de todas las sociedades que han existido hasta ahora es la historia de las luchas de clase», los historiadores marxistas británicos centraron sus estudios –desde los medievalistas hasta los modernos– en el tema de la «transición del feudalismo al capitalismo». Comprometidos con el movimiento laborista y con las políticas socialistas, trabajaron de abajo arriba para recuperar las vidas que llevaban largo tiempo ignoradas, así como las luchas de campesinos, artesanos y clases trabajadoras que cambiaron la historia. En conjunto, sus obras presentaron una crónica original de la construcción de la Gran Bretaña moderna, basada en la lucha de clases, que ha servido tanto para remodelar democráticamente la memoria, la conciencia y la imaginación histórica popular británica, como para inspirar e influenciar a historiadores de todo el mundo.
El propio Rudé realizó una significativa aportación al Grupo. Organizado en «secciones temporales», las dos principales secciones del Grupo se centraban en los siglos XVI-XVII y en el siglo XIX, es decir, en la Revolución inglesa y la Revolución industrial, respectivamente. Como recuerda Eric Hobsbawm: «[El siglo XVIII era] una tierra de nadie entre las dos secciones más florecientes del Grupo, simplemente no había nadie que supiera mucho sobre este periodo, hasta que George Rudé, un explorador solitario, se adentró en el periodo de John Wilkes»[3].
Al mismo tiempo, las investigaciones de archivo que Rudé llevó a cabo en París le permitieron conocer al más importante estudioso de la Revolución francesa, Georges Lefebvre, y a sus discípulos, Albert Soboul y Richard Cobb. Lefebvre era, en esencia, heredero de la tradición republicana y liberal de la historiografía revolucionaria que, tradicionalmente, había visto la Revolución en términos eminentemente políticos y había presentado la crónica de unos acontecimientos en los que «el pueblo» –al que no se estudiaba o definía satisfactoriamente– derrocaba al Antiguo Régimen. Sin embargo, Lefebvre, simpatizante del marxismo, empujó el estudio de la Revolución en una dirección histórico-social (fue él quien acuñó el término «historia desde abajo»). La investigación que desplegó sobre el campesinado y las protestas urbanas transformó de forma espectacular el estudio de la Revolución y sirvió para inspirar y dar autoridad a los estudios de Soboul sobre los sans-culottes parisinos, a los de Cobb sobre los «ejércitos revolucionarios» y los sans-culottes en las provincias, y a los de Rudé sobre las «multitudes revolucionarias». Lefebvre se interesó mucho por los proyectos de Rudé, y Soboul, Cobb y Rudé se hicieron amigos íntimos (Lefebvre se refería a ellos como los «tres mosqueteros»). Tanto Soboul como Rudé honrarían a su mentor profundizando en la interpretación marxista de la Revolución y enfatizando la importancia de la estructura de clases en los acontecimientos[4].
En los cincuenta, Rudé publicó una serie de innovadores artículos sobre las protestas que se produjeron en Londres y París en el siglo XVIII (que luego se recopilaron en el volumen Paris and London in the Eighteenth Century). Por uno de estos artículos, «The Gordon Riots: A Study of the Rioters and their Victims» («Los disturbios de Gordon: estudio de los alborotadores y sus víctimas») (1956), recibió el muy prestigioso Premio Alexander[5]. Aun así, no le ofrecieron ningún puesto en la universidad hasta 1960, cuando, finalmente, recibió una invitación de la Universidad de Adelaida. A los cincuenta años de edad dejó Inglaterra, junto con Doreen, para irse a Australia (aquello también coincidió con su salida del Partido Comunista).
A partir del momento en el que se convirtió en profesor universitario, la carrera académica de Rudé floreció. Escribió 15 libros, editó otros dos, y firmó numerosos artículos, ensayos y críticas[6]. Gozó del reconocimiento y del afecto de sus estudiantes universitarios por sus extraordinarias cualidades como profesor y mentor, que sin duda había cultivado durante sus muchos años de profesor de instituto. Tras diez años en el hemisferio sur, se trasladó a la Universidad Sir George Williams (hoy la Universidad de Concordia) en Montreal, Canadá. También en los años setenta, fue Profesor Invitado en la Universidad de Columbia, la Universidad de Stirling, la Universidad de Tokio y el College of William and Mary. Enseñó en Canadá hasta 1987. Tras jubilarse a los setenta y siete años de edad, Rudé y su esposa establecieron su residencia permanente en Inglaterra. Allí continuó escribiendo, mientras se lo permitió su salud, hasta su muerte en 1993.
IDENTIDADES: «EL ROSTRO DE LA MULTITUD»
Rudé comentó en una ocasión que «cualquiera que sea la imagen que ha proyectado el siglo XVIII, no ha sido nunca la imagen de una era del hombre corriente». De hecho, lo que ahora conocemos de este siglo sobre la experiencia de la gente corriente se debe en gran medida a sus innovadoras investigaciones sobre las multitudes del París revolucionario y el Londres hanoveriano. Tal como lo expresó su colega, el historiador Asa Briggs, Rudé reveló «el rostro de la multitud».
Rudé realizó la crucial constatación de que el hecho de que el menu peuple francés y los lower orders ingleses estuvieran excluidos de sus respectivas comunidades políticas nacionales no significaba que no tuvieran intereses, quejas, ideas y aspiraciones, o que carecieran de los medios para expresarlos. La devolución de la identidad histórica a aquellos que habían sido desdeñados o negados por los poderes del pasado y del presente se convirtió en su gran obsesión histórica. Al hacerlo, desafiaba unos preceptos que, desde hacía largo tiempo, habían sido aceptados por escritores de izquierdas y de derechas.
Rudé tuvo que enfrentarse en primer lugar a la concepción conservadora, que llevaba tiempo vigente, sobre la multitud revolucionaria francesa. En sus Reflexiones sobre la Revolución Francesa (1790), Edmund Burke describió a la muchedumbre como «la multitud porcina». Más tarde, el historiador francés Hippolyte Taine superó a Burke al referirse a los participantes en aquellas multitudes como «la escoria de la sociedad», «bandidos», «ladrones», «salvajes», «mendigos» y «prostitutas». Sin embargo, Rudé también tuvo que enfrentarse a la visión liberal tradicional que sostenía que la multitud revolucionaria era la personificación de «todas las virtudes populares y republicanas», el mismísimo espíritu de «le peuple»[7].
Observó que, tradicionalmente, tanto conservadores como liberales habían proyectado sus propias fantasías políticas y/o temores sobre la multitud, sin plantearse previamente las preguntas histór...

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