Psicoanálisis al alcance de todos
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Talarn, Antoni

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Psicoanálisis al alcance de todos

Talarn, Antoni

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El psicoanálisis sufre un doble proceso de desprestigio. Por un lado, los medios de comunicación lo banalizan en extremo, mostrando una imagen patética con terapias interminables, analistas apáticos y sesiones centradas en torno al sexo y los padres. Por el otro, desde los ámbitos académicos se lo tacha de acientífico, el peor epíteto que cualquier disciplina puede recibir. Todo esto -que ya sucedía en los tiempos de Freud-, contrasta notablemente con otro doble fenómeno, en este caso de reconocimiento.

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Información

Año
2011
ISBN
9788425427107

Capítulo IV
No todo está en Freud
La evolución teórica y técnica del psicoanálisis

Déjame empezar con una anécdota. Hace años, muchos años, se celebró en Barcelona una conferencia multidisciplinar sobre el cáncer. Hablaron los médicos y nos mostraron sus recientes avances terapéuticos. Luego llegó el turno de los psicólogos. Primero fueron los conductistas los que explicaron sus nuevos desarrollos en cuanto a la medición del dolor, sus inventos en estrategias cognitivas de afrontamiento y no recuerdo qué otras moderneces científicas. Después subió al estrado un psicoanalista. Nos habló de Freud, del duelo, del narcisismo y de algunas otras ideas a propósito de los sentimientos y las emociones de la persona a la que se le acaba de diagnosticar un tumor. Cuando llegó el turno de preguntas, alguien le espetó al psicoanalista algo así: Los médicos nos han presentado sus últimos descubrimientos; los conductistas han expuesto sus recientes investigaciones, y usted nos habla de escritos de 1914 y 1917. ¿Es que el psicoanálisis no evoluciona? Ese ignorante, ese iletrado era... ¡un servidor!
Sin saberlo caí en la patraña de que el psicoanálisis es Freud y sólo Freud. Y en el error de creer que el psicoanálisis no evoluciona, no avanza, no investiga. Todo falso. El psicoanálisis es, como la mayoría de las teorías y las técnicas psicológicas, una disciplina viva, dinámica y en movimiento. En continuo movimiento. Criticar el psicoanálisis es posible, plausible y necesario. Pero hacerlo como si éste fuese lo que dijo Freud y nada más es una sandez, como ya explicamos en el primer capítulo de este texto. Freud fue el big bang del psicoanálisis (Mitchell y Black, 1995), eso es cierto, pero de ahí a considerar, como hacen algunos, que todo está en Freud va un abismo.
Así pues, quedan claras dos cuestiones: el psicoanálisis no es obra de un solo hombre y, además, en la actualidad es muy diferente, tanto a nivel teórico como práctico, del que Freud inventarió. ¿Significa esto que un estudiante o alguien que realmente quiera iniciarse en el psicoanálisis puede soslayar la lectura de Freud? En absoluto, es necesario leerlo, no sólo por el valor de muchas de sus ideas, sino porque, si se obvia tal labor, pueden resultar incomprensibles las aportaciones de los autores que le sucedieron.
Para que no yerres en tus apreciaciones, como yo lo hice cuando era estudiante —condición que, sólo en parte, excusa mi abultada nesciencia—, te mostraré a continuación una pequeña parte del recorrido histórico del psicoanálisis en cuanto a sus desarrollos teóricos. [30] Empezaremos con una clasificación, para nada exhaustiva y como todas un tanto arbitraria, de los autores postfreudianos que son de obligada mención en un resumen de la evolución del pensamiento psicoanalítico. Esta clasificación ya nos servirá para ir desgranando el contenido de lo que te quiero explicar:
  1. Autores clásicos: Adler, Jung, Rank, Reich, Abraham, Ferenczi.
  2. El pensamiento de Klein y los postkleinianos.
  3. El grupo de los independientes: Fairbairn, Balint, Winnicott.
  4. El análisis interpersonal: Sullivan.
  5. Autores de la psicología del Yo, de la identidad y del self: Anna Freud, Hartmann, Erikson y Kohut.
  6. Autores culturalistas: Horney y Fromm.
  7. El psicoanálisis contemporáneo: Lacan y el psicoanálisis relacional.
Como te decía, se trata de una clasificación personal, un tanto artificial. Tampoco es muy académica, ni sigue una ordenación cronológica, y, a buen seguro, muchos de mis colegas me la cuestionarían con no pocos argumentos. Las críticas, si es que las hay, serán bien recibidas. La cuestión es empezar de algún modo más o menos comprensible. Si al final del capítulo sientes que algo más has aprendido, ya me daré por satisfecho.
No podemos, por cuestiones de espacio, efectuar más que una sucinta síntesis de estos autores. Es imposible resumir cabalmente la obra de tanto pensador en un espacio tan breve como éste, así que ten presente que se trata de un breve apunte de cada cual, no apresurado, pero sí del todo insuficiente. No te quepa duda de que todos ellos son figuras intelectuales de primer orden. Esta profusión de ideas debe ser vista como una acumulación más que como una superación de las mismas. Cada autor posee, en mi opinión, un conjunto de razones y argumentos que explican una porción del funcionamiento mental humano. Puesto que el psicoanálisis no es una ciencia exacta, no se trata aquí de considerar quién tiene razón y quién no; qué ideas quedan superadas y cuáles son vigentes. Detalles particulares aparte, en cada uno de estos autores y corrientes es posible hallar aportaciones de gran valor heurístico y terapéutico.

1. Donde hay patrón no manda marinero: disidentes y discípulos freudianos

A partir de los primeros años del siglo pasado, Freud fue consiguiendo cierto renombre. Sus ideas llamaron la atención de muchos intelectuales y médicos que se acercaron a conocerle y que acabaron compartiendo con él los inaugurales avatares de la historia del movimiento psicoanalítico. En algunas ocasiones las relaciones con el maestro no fueron fáciles. Ya sea porque en los primeros años Freud se sintió despreciado por el entorno intelectual de su país, y esto le dejó una sensación un tanto paranoide, o porque era muy suyo y no admitía según qué desviaciones de sus postulados principales; bien porque su personalidad imponía un cierto respeto o porque Freud sentía al psicoanálisis aún frágil en tanto que movimiento, lo cierto es que muchos, no todos, de los que se acercaron a él en estos años iniciales acabaron por alejarse, bien de su obra o de su persona. Otros muchos, aún repletos de nuevas ideas, fueron sus amigos durante toda su vida.

1.1. Los disidentes

De entre los llamados disidentes destacan especialmente dos, Adler y Jung, aunque también cabe mencionar a Rank.
Alfred Adler (1870-1937) ya era un médico experto en trastornos mentales cuando conoció a Freud en 1902. Permaneció a su lado hasta 1911. Consagró su obra al sentimiento de inferioridad que puede invadir la esencia del ser humano e impulsarlo a procesos compensatorios de la misma. Según Adler, este complejo de inferioridad proviene, fundamentalmente, de errores educativos y de la marginación social. Consideraba que la psicopatología derivaba de estos trasiegos y no tanto de unas fases de desarrollo libidinal mal transitadas, como pensaba Freud.
Adler fue el primero de los psicoanalistas que trató temas de educación y que consideró la influencia de la sociedad en los trastornos mentales. Así, por ejemplo, opinaba que la tendencia a la neurosis de las mujeres no se debía a la envidia de pene —un más que discutible concepto freudiano—, sino a la preeminencia del varón en la sociedad. Su visión de la técnica y de la relación paciente-terapeuta también era muy diferente a la sostenida por Freud; mucho más igualitaría, por así decirlo.
Al final de su relación, Freud juzgó la psicología de Adler como superficial y trivial (Roazen, 1971). Tras unas críticas de Freud a dos trabajos suyos, Adler se alejó de la órbita del freudismo ortodoxo, prosiguiendo una carrera brillante. Influyó en autores de renombre como Rogers, Ellis y el popular Victor Frankl.
Hoy día hay un buen número de terapeutas que siguen la corriente adleriana, llamada Psicología Individual (Oberst y Stewart, 2002; Oberst y Ruiz, 2007). Incluso se podría señalar a Adler como un precursor del moderno enfoque relaciona! que veremos más adelante, al tener en cuenta la educación y la influencia del entorno (Sáinz, 2008a).
Carl Gustav Jung (1875-1961) es, sin duda, una de las principales figuras del pensamiento occidental. Reconocido psiquiatra y profesor de la Universidad de Zúrich, conoció a Freud en 1907. Para Freud fue muy importante tener a Jung en su grupo, ya que provenía de la escuela de Eugen Bleuler, muy influyente en la psiquiatría europea, y, además, no era judío, aspecto que le permitía a Freud aspirar a una mayor difusión de su pensamiento al esquivar el antisemitismo reinante en la época.
Jung contribuyó muy activamente al psicoanálisis de la época. Lo difundió en Suiza; organizó congresos; lo aplicó a los mitos y las fábulas clásicas. Fue el primer presidente de la International Psychoanalityc Association —la famosa ipa , aún activa en la actualidad.
Jung consideró que el factor primordial de la cura analítica era la personalidad del terapeuta, de ahí que plantease la cuestión del análisis didáctico. [31] Introdujo el dibujo y la pintura en el tratamiento analítico de los niños. Se interesó por el tratamiento de los esquizofrénicos, a los que Freud consideraba inaccesibles con el psicoanálisis. Inventó el test de asociación de palabras, que Freud vio como una confirmación experimental del método de la asociación libre. Cuestionó el complejo de Edipo freudiano y lo vio como un problema de ciertos padres hacia sus hijos. Asimismo, criticó el concepto de libido y el desarrollo en etapas descrito por Freud.
Tanta fue la influencia de Jung que algunas de sus ideas obligaron a que el mismo Freud revisase parte sus tesis iniciales, cosa no muy habitual. Reformuló el inconsciente freudiano, al que llamó inconsciente personal, y lo amplió hasta lo que denominó inconsciente colectivo, base de los arquetipos, siendo estos últimos una especie de herencia simbólica colectiva de la humanidad, que anida en cada uno de nosotros.
Con tales diferencias teóricas, la ruptura estaba asegurada. No sin razón, Freud temía que un autor tan brillante como Jung le destronase. En 1913 se separó de Freud y llamó a su teoría Psicología Analítica. A partir de este punto su interés derivó hacia la antropología, la religión, el simbolismo y el misticismo.
La obra de Jung es enciclopédica y sus ideas siguen vigentes en un gran colectivo de jungianos repartidos por el mundo entero.
Otto Rank (1884-1939) conoció a Freud a los 22 años, en 1906. Hasta 1924 colaboró activamente con Freud y otros analistas de la época, como Sachs o Ferenczi. Erudito, apasionado y muy creativo, se lo recuerda especialmente por un trabajo sobre el trauma del nacimiento en el que situaba el origen de toda ansiedad en dicho trauma. Quizá la idea resulte un tanto exagerada, pero algunos de los conceptos habituales en el psicoanálisis contemporáneo, como la ansiedad de separación o el de fusión con la madre, pueden tener su origen en el pensamiento de Rank (Alexander, Eisenstein y Grotjahn, 1966). Freud aceptó, de entrada, sus ideas, pero un par de años después, cuando Rank pretendía basarlo todo en esta ansiedad primaria, se fue distanciando de su amigo. Una separación lenta y dolorosa, en tanto en cuanto significaban mucho el uno para el otro.
El pensamiento de Rank no hizo escuela, pero de su colaboración con Ferenczi hemos heredado la necesidad de acortar los tratamientos, tal como se hace hoy día en la llamada psicoterapia focal y breve (Farré, Hernández y Martínez, 1992).
Rank destacó la importancia de la relación entre madre e hijo, el vínculo de dependencia y protección, mientras que Freud la veía más basada en la actividad de los instintos del crío. Como puedes observar, desde los inicios del psicoanálisis se ha discutido sobre la influencia de las pulsiones —como algo que proviene de lo endógeno— y la influencia de la interacción con el otro, como modelos explicativos del sufrimiento mental y de la psicopatología.
Todo un personaje resultó ser Wilhem Reich (1897-1957), un hombre que no deja indiferente a nadie. Se podría hacer una gran película con la historia de su vida, repleta de giros inesperados e hipótesis aventuradas. Tan sólo te diré, a modo de ejemplo seductor para que te intereses por él, que parte de sus escritos y sus inventos fueron quemados, por orden judicial, en los Estados Unidos, allá por 1956. [32] Y, para más inri, murió en una cárcel federal un año después.
Tan sólo con estos datos ya vale la pena echarle un vistazo a la obra de este original y atrevido pensador. Un tanto excéntrico a veces, hay que reconocerlo, Reich empezó a interesarse por el psicoanálisis, pasó por el marxismo y acabó estudiando los ovnis, el modo de producir lluvia y una supuesta energía llamada orgónica. Una excelente síntesis de su obra la hallarás en el libro de Frigola (1981). Más allá de la anécdota, nos interesa recordar que, entre 1919 y 1934, fue un brillante discípulo de Freud, al que tenía un tanto escandalizado, y que hizo valiosas aportaciones a la teoría psicoanalítica sobre el carácter. Describió diferentes tipos como el compulsivo, el histérico o el masoquista, entre otros. El término borderline, [33] tan en boga en la actualidad, le pertenece. El pensaba que era más importante estudiar la personalidad que la sintomatología del paciente, una idea que hoy día pocos se atreverían a cuestionar.
Otra particularidad de Reich es que era marxista y, por tanto, fue de los pocos analistas de su época que trató de tender puentes entre el psicoanálisis y la ciencia social (Roazen, 1971). Propuso, por ejemplo, modificar la estructura familiar para prevenir los problemas asociados al complejo de Edipo, en lugar de permitir su aparición para luego tratarlos. Sostenía que este complejo sólo podía darse en la familia burguesa y no en otro tipo de organizaciones familiares. Muy preocupado por los temas relativos a la sexualidad, procuró una higiene sexual para los adolescentes que les evitara lo que él consideraba eran males neuróticos producto de una insuficiente satisfacción sexual. Tal conjunto de ideas no hicieron más que granjearle la enemistad de Freud y de su círculo de seguidores.
A partir de 1933, con la publicación de su obra principal, Análisis del carácter, Reich se aleja progresivamente del psicoanálisis ortodoxo y sigue camino por su cuenta. Su influencia es notable, aunque muchos quieran ignorarla. En el campo del pensamiento fue el antecesor de autores como Marcuse, y en el ámbito de la psicoterapia su herencia se observa en la bioenergética y la terapia gestalt.

1.2. Amigos para siempre

De los analistas que permanecieron al lado de Freud hasta el final de sus días, cabe destacar a dos, Karl Abraham y Sándor Ferenczi, ambos desaparecidos en sendas muertes prematuras.
Karl Abraham (1877-1925) entró en el mundillo psicoanalítico en 1907 y, aunque no generó una obra muy extensa, sí que efectuó aportaciones por las que será recordado a perpetuidad. Políglota, culto y experto psiquiatra, se interesó por la psicosis maniaco-depresiva, la esquizofrenia, las adicciones y la formación del carácter. Se le cita muy a menudo, puesto que reformuló las etapas de desarrollo de la libido. Así, dividió las fases oral y anal en dos subestadios: pasivo y activo.
Gran observador clínico, Abraham fue el primero que teorizó sobre la manía, el duelo y la depresión, ideas que influirían notablemente en Freud y su célebre trabajo Duelo y melancolía ...

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