Hacia una espiritualidad laica
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Hacia una espiritualidad laica

Sin creencias, sin religiones, sin dioses

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Hacia una espiritualidad laica

Sin creencias, sin religiones, sin dioses

Descripción del libro

La época en la que vivimos está atravesada por cambios radicales que afectan a todas las esferas de nuestra vida, incluida la religión. Según el autor, lejos de lamentarnos por la gran crisis de las religiones debemos afrontar el reto de cultivar una espiritualidad creativa, libre de los límites establecidos por creencias y ortodoxias excluyentes. Para ello, hay que releer con coraje y en profundidad las religiones y las tradiciones espirituales en las que nuestros antepasados fundamentaron su calidad humana y espiritual, pues más que nunca necesitamos también calidad humana y espiritual para orientar nuestro futuro y gestionar de forma sostenible nuestras potentes ciencias y tecnologías.

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Información

Año
2011
ISBN de la versión impresa
9788425425370
ISBN del libro electrónico
9788425427145
Categoría
Religión

PRIMERA PARTE
Los modelos culturales de la sobrevivencia humana

CAPÍTULO
I La cultura, un invento biológico

LA CONDICIÓN FUNDAMENTAL DE NUESTRA ESPECIE: SER UN VIVIENTE CULTURAL

Para nuestra especie, la cultura es la forma de ser viviente. La cultura nos diferencia de los restantes vivientes, pero también nos alinea con ellos. Nos distancia de todas las especies vivientes, pero el análisis de la naturaleza de la cultura nos muestra nuestra humilde condición de vivientes entre los vivientes.
Todos los vivientes tienen una manera de determinar su comportamiento con relación al medio. La humanidad está también sometida a esa rigurosa ley.
La manera de determinar la relación con el medio de todas las especies vivientes, excepto la nuestra, es genética. Cada especie tiene determinado genéticamente lo que es su mundo y su comportamiento en ese mundo. Cada especie debe saber qué es real para ella y que no lo es, cómo tiene que actuar en cada momento y qué debe evitar. Y ha de saberlo sin posibilidad de duda, con claridad y decisión, porque le va la vida en ello.
En nuestra especie, la determinación última la realiza la cultura.
Sin cultura no somos animales viables. La cultura es la manera específicamente humana de adaptarnos al medio. Tiene una función biológica.
La cultura ha de establecer, de forma cierta e indudable, qué tenemos que pensar y sentir, cómo debemos organizarnos y actuar. Ha de proporcionarnos modelos de interpretación y valoración del mundo y de nosotros mismos, así como cuadros de motivaciones que aseguren, de forma eficaz, nuestra supervivencia. Ha de ser un conjunto de estructuras axiológicas porque debe estructurar a un viviente en su medio; y las relaciones de los vivientes con sus medios siempre deben tener una forma de estímulos y respuestas.
Es necesario interpretar los elementos no axiológicos de las culturas desde su función primaria. Todo saber, incluso el saber científico más sofisticado, es el saber de un viviente que tiene por objeto vivir. Aún el actuar más desinteresado se ha de leer sin olvidar su base interesada.
Por la función biológica que la cultura debe cumplir, ella puede enclaustrar. La cultura tiene que determinar, de forma cierta e indudable, cuál es nuestro mundo y cómo debemos comportarnos en él. Y tiene que hacerlo con la misma claridad y decisión que la determinación genética lo hace en los animales. Si nuestra relación con el medio no fuera precisa y clara, amenazaría nuestra supervivencia.
Para poder cumplir con claridad y sin indecisiones esa función, cada cultura tiene que excluir con radicalidad todas las posibles alternativas, cualquier otra forma de cultura es error, falsedad, maldad. Sólo la propia es cultura verdadera, las otras son bárbaras. Sólo ella es el patrón de verdad, realidad y valor; cualquier cultura diferente tiene que ser excluida, incluso antes de conocerla. El pasado se interpreta como una marcha progresiva hacia la propia cultura; y el futuro como el perfeccionamiento de esa misma cultura.
Las culturas actúan de esta forma no por criterios racionales o de valor, lo hacen por necesidad funcional. Esa necesidad funcional implica una epistemología: la realidad es lo que la cultura establece que es.
Es cierto que la cultura va más allá de la función de pura sobrevivencia. Ése es un dato que hay que recoger y respetar, sin intentar reducirlo. Pero incluso ese dato irreductible hay que interpretarlo e insertarlo en la función primaria de la cultura.
Somos animales vivientes, aunque peculiares, de esta tierra. No hemos bajado del cielo. Mantener esta idea ante la mente nos librará de muchas desviaciones, ensoñaciones y errores.
La cultura es un invento de la vida para acelerar su adaptación al medio. Podríamos decir que la vida da con un procedimiento que le permite adaptarse rápidamente a las alteraciones y modificaciones del medio sin alterar la morfología, que exigiría millones de años, sin alterar la condición sexual, ni la condición simbiótica. Crea la lengua como instrumento para producir las acomodaciones al medio, manteniendo una base biológica inmutable.
La lengua, o mejor, la competencia lingüística es un invento biológico, es una sofisticación del sistema de comunicación que permite la aparición de la cultura como instrumento para responder a las modificaciones del medio o crearlas, si conviene, sin precisar modificación morfológica ninguna.
Las restantes especies animales se adaptan morfológicamente a las modificaciones del medio, llegando incluso a mutar de especie a través de millones de años. En nuestro caso, la vida crea un procedimiento que le permite adaptarse rápidamente sin cambiar de especie. Para conseguirlo determina genéticamente nuestra condición morfológica, nuestra condición sexual y simbiótica y nuestra condición de hablantes. Deja indeterminado, en cambio, cómo hemos de vivir en el medio, cómo ejercer la sexualidad y la cría, cómo organizar la simbiosis. Pero nos proporciona el instrumento, el habla, con el que cabe construir todo eso que nos falta para ser animales viables.

EL TRÁNSITO DE LA VIDA DE UNA ESTRUCTURA BINARIA A UNA TERNARIA. LA DOBLE EXPERIENCIA DE LA REALIDAD

El esquema de lectura y valoración de la realidad que hace la gran familia de nuestros parientes, los animales, es rígidamente dual: por un lado, el cuadro de necesidades específicas, y por otro, la lectura y valoración de la realidad desde ese cuadro de necesidades. Todo ello fijado genéticamente, con un corto margen de aprendizaje en algunas especies.
Los animales están encarcelados en esa interpretación dual de la realidad: sujeto de necesidades / mundo correlato a ese cuadro de necesidades. Están encarcelados en esa lectura necesaria que la vida hace de la realidad; cada especie tiene una cárcel específica y para todos, el cerrojo es genético. Los animales no pueden cambiar de mundo, ni de necesidades, sin cambiar de especie; y ésa es una tarea que requiere millones de años. Para lograrlo deben cambiar su programa genético y su morfología.
En nuestra especie, la vida encontró una solución más hábil y rápida: sustituir la estructura binaria de la relación con la realidad, por una estructura ternaria. La estructura ternaria será: sujeto de necesidades / lengua / mundo correlato a las necesidades.
El habla es una sofisticación del sistema de comunicación. Los hombres nos relacionamos con el mundo hablando entre nosotros. La comunicación entre sujetos necesitados se convierte en el intermedio entre el viviente y su mundo. Gracias a esta mediación de la lengua podemos distinguir entre lo que es el significado de las realidades para nosotros, como vivientes, y lo que son las cosas en sí mismas.
Como consecuencia de esta estructura ternaria se produce una doble experiencia de la realidad: una configurada en función de nuestras necesidades, como sucede con los demás animales; y otra que no está en función de nuestras necesidades, no relativa a ellas. Por ese segundo acceso a la realidad, ésta se nos presenta como independiente de toda relación con nosotros, como estando ahí autónomamente, como absoluta.
La experiencia relativa de la realidad se nos muestra como estímulo para nuestra actuación, como significado para nuestra vida, como valor de supervivencia. La experiencia absoluta de la realidad se nos presenta como ser y valor sin relación con nuestras necesidades, como separada, ab-soluta de (suelta de) toda relación con nosotros, como estando ahí, en sí misma.
Esta experiencia absoluta de la realidad no es una experiencia trascendental, como lo sería la experiencia de una realidad más allá de este mundo. Es la experiencia de este mismo mundo, al que tenemos acceso con nuestros sentidos, con nuestra mente y con nuestra acción, pero visto, comprendido y sentido como existiendo y valiendo con total independencia de nosotros y de cualquier relación con nosotros.
Éstos son los rasgos de nuestra experiencia absoluta de la realidad:
1. Aunque se trata de una experiencia absoluta de la realidad, es realizada por un viviente,
2. es el resultado de una innovación de la vida: la estructura ternaria, y
3. su utilidad para la vida consiste en impedir que nos quedemos enclaustrados en una única lectura de la realidad.
Analizaremos este punto dentro de un momento.
Ahora bien, esa experiencia absoluta de la realidad se muestra como un mar sin fronteras en el que es posible adentrarse más y más profundamente. La experiencia absoluta de la realidad rompe las barreras que encierran a un animal viviente en el círculo cerrado de sus necesidades. Más allá de esas fronteras se hace posible la ciencia, el arte, la filosofía, el interés por las realidades que no busca sacar provecho de ellas.
La experiencia absoluta de la realidad abre la mente a otro tipo de conocimiento de la realidad y abre la sensibilidad y el corazón a un amor por las cosas y las personas no egocentrado. El interés y el amor desde el sujeto de necesidades son siempre un amor y un interés egocentrados porque tienen siempre al sujeto de necesidades como referencia; el interés y el amor desde más allá de esa frontera son desegocentrados, gratuitos.
La experiencia relativa de la realidad proporciona un conocer y un sentir relativos, interesados; la experiencia absoluta de la realidad proporciona un conocer y un sentir absolutos, gratuitos.
¿Cómo se consigue, por efecto de la estructura de la lengua, la doble experiencia de la realidad?
La lengua construye un artificio muy ingenioso: traslada el significado que tienen las cosas para nuestra vida de seres necesitados, de las cosas mismas a un soporte acústico, que es una estructura fonética.
El valor, el significado que tienen las cosas para los vivientes, para todos con la excepción humana, está adherido a las cosas; la lengua separa ese significado adherido a las cosas mismas para adherirlo a una estructura fonética. Eso son las palabras: una estructura fonética, dotada de un significado —que es la utilidad de las cosas para nuestra sobrevivencia— arrancado de una realidad cósmica, y que hace referencia a esa misma realidad.
Así, la lengua, como sistema de comunicación intersubjetivo, hace circular señales acústicas, cargadas de significado, que se refieren a cosas y personas. La terna será, pues,
1. los sujetos de necesidad,
2. el mundo de los seres, cosas y personas,
3. las palabras cargadas con el significado de esas cosas y personas para nosotros que somos unos vivientes.
Con este artificio se ha separado a las cosas y personas de sus significados. Por esa separación podemos comprender y sentir que las realidades no se identifican con el significado que tienen para nosotros; que el significado que las realidades tienen para nosotros es una cosa, y las realidades otra. Comprendemos y sentimos, a diferencia de los restantes animales, que las cosas no son su significado para nosotros, que son independientes de ese significado que nosotros les damos, que son absolutas.
Las cosas que existen tienen significado para nosotros, como vivientes necesitados que somos, pero no son ese significado. Puesto que no son ese significado, pueden tener otros significados, si las condiciones de nuestra vida varían. Y comprendemos que las realidades tienen otro significado para las distintas especies animales. Cosas que son enormemente significativas para nosotros, no lo son para ellos, y a la inversa. Algo semejante puede decirse del significado de las realidades para las diferentes culturas.
Así, la estructura de la lengua es el origen de nuestra doble experiencia de la realidad. La lengua rompe el enclaustramiento binario en el que la vida encerraba a cada especie viviente, gracias a que proporciona una experiencia absoluta de la realidad.

NUESTRA CUALIDAD ESPECÍFICA

La vida, en nosotros los humanos, introduce una doble modificación, que son dos aspectos de un mismo invento biológico: deja nuestra naturaleza definitiva indeterminada e introduce la condición del hablante. Ese doble rasgo, que son dos aspectos del mismo fenómeno, se convierte en lo característico de nuestra especie.
Tener una naturaleza fijada quiere decir:
— tener unas condiciones fijadas de actor en un medio,
— tener un medio fijado, tanto en lo que se refiere a las acotaciones objetivas del medio, como en lo referente al valor estimulativo de esas acotaciones, y a las acciones de esos actores,
— tener fijadas las relaciones intraespecíficas y las extraespecíficas, la organización del grupo, la forma de relación sexual y el modo de llevar adelante la crianza.
Nosotros no tenemos nada de eso fijado. Sólo tenemos fijada:
— nuestra fisiología,
— nuestra condición sexual,
— nuestra condición simbiótica
— y nuestra competencia lingüística.
La forma concreta de nuestro hablar, de nuestra sexualidad, de nuestra organización colectiva y familiar, no está fijada, ni lo está la lengua concreta que hemos de hablar.
Por consiguiente, nuestra naturaleza es no tener fijada nuestra naturaleza. Es una no-naturaleza.
No la tenemos fijada porque somos hablantes y porque contamos con una doble experiencia de la realidad y de nosotros mismos. El habla es un instrumento para que completemos nuestra indeterminación genética, según las circunstancias; y la experiencia absoluta de la realidad nos mantiene abiertos en todo momento a posibles modificaciones de nuestra condición natural, cuando sea conveniente.
Tener una naturaleza no-naturaleza y tener una doble experiencia de la realidad, que son dos aspectos de la misma innovación de la vida, es nuestra cualidad específica. Eso es lo que nos diferencia de las restantes especies animales.
Si perdiéramos nuestra doble experiencia de la realidad, perderíamos a la vez nuestra naturaleza no-naturaleza y nos veríamos reducidos a las condiciones de los restantes animales. Pero, por otra parte, nuestra condición de hablantes nos despertaría, una y otra vez, y nos empujaría a esa doble condición de vivientes sin una naturaleza fijada y de vivientes abocados a una doble experiencia de la realidad.

LA CONSTRUCCIÓN DE UNA «NATURALEZA HUMANA» VIABLE

Así pues, nuestra condición de hablantes, y la doble experiencia de la realidad que conlleva, que es mental, sensitiva y perceptiva, nos hace posible realizar unos cambios que en las restantes especies animales equivaldrían a un cambio de especie.
Crear culturas es crear naturalezas humanas viables en unas condiciones determinadas. Culturas diferentes son mundos diferentes y actores diferentes; son equivalentes a especies diferentes.
En el pasado creamos los mundos de interpretación, valoración y acción que necesitamos para vivir en unas condiciones de vida determinadas. Esos mundos funcionaron como intocables durante milenios, porque teníamos que vivir en sociedades preindustriales, cuya supervivencia se basaba en hacer lo mismo durante largos períodos de tiempo. Cualquier alteración era un riesgo.
Durante la larga etapa preindustrial de la humanidad, hicimos varios de esos cambios drásticos, que luego estudiaremos, pero no fuimos nunca conscientes de que éramos nosotros mismos los constructores, porque las construcciones se hacían a lo largo de grandísimos espacios de tiempo. Y era bueno que no fuéramos conscientes de ser nosotros mismos los constructores, porque de lo contrario esos modos de vida no hubieran podido funcionar como intocables y era preciso que se los considerara así.
¿Cómo se hacían esas construcciones que nos dotaban de una naturaleza viable, en unas condiciones determinadas de vida?
Las primeras construcciones culturales de nuestra especie fueron preindustriales y duraron muchos miles de años.
Vamos a verlo en co...

Índice

  1. Presentación
  2. Introducción. La encrucijada, a vista de pájaro
  3. PRIMERA PARTE. Los modelos culturales de la sobrevivencia humana
  4. SEGUNDA PARTE. La cualidad específica humana y su cultivo
  5. Conclusión
  6. Bibliografía
  7. Notas