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CAPÍTULO 1
Identificación y primeras intervenciones para los profesionales de salud
Este capítulo presenta los conceptos básicos que un profesional de la salud necesita para poder diagnosticar y hacer las primeras intervenciones frente a la sospecha de trastorno de alimentación e ingesta (TAI). Los TAI son un conjunto interdimensional de enfermedades mentales que afectan el rendimiento corporal, mental y social. El núcleo de la enfermedad es el miedo a ganar peso. Las estrategias de control de ingesta varían entre: restricción, selección y purga alimentaria. Afectan diferentes sexos, razas, etnias y edades. Con mayor frecuencia en adolescentes y mujeres jóvenes (9:1). Presentan alta mortalidad, comorbilidad mental y conflictos familiares asociados.
El retraso en el diagnóstico causa alteraciones severas y crónicas en la fisiología, el comportamiento, la cognición y el funcionamiento psicosocial, por lo cual es importante lograr identificar y diagnosticar a tiempo los estadios patológicos e indicar las primeras conductas, así como hacer una referencia exitosa.
En este capítulo se presenta, en forma integrada, la información disponible de modo de facilitar a los profesionales de la salud la detección precoz de los TAI. También se ofrece un conjunto de primeras acciones útiles. Además, se organiza la comprensión del riesgo de TAI en un diagrama que facilitará el modo de hacer la derivación utilizando las dimensiones cuerpo, mente y relaciones. Por otro lado, se muestran las alternativas psicoterapéuticas actualmente en uso y se provee información para realizar las primeras intervenciones.
1. Evidencias estadísticas
Los trastornos de alimentación e ingesta (TAI) son un grupo de patologías psíquicas con consecuencias físicas graves. Afectan transversalmente a cualquier individuo independiente de su género, edad, clase social, raza o cultura. Su frecuencia es mayor durante la adolescencia probablemente mediada por los cambios normativos del neurodesarrollo y las dinámicas sociales que ese grupo etario concentra. La infancia y la menopausia son otros momentos sensibles por la vulnerabilidad fisiológica y los ajustes psicosociales (Mangweth-Matzek et al., 2014). La prevalencia es mayor en mujeres (9:1) aunque cada vez se reportan más hombres. La prevalencia estimada en la vida es 0,5%-1,0% para anorexia nervosa [AN] y 0,5%-3,0% para bulimia nervosa (BN) presentando severidad en sus complicaciones médicas y psiquiátricas incluido el suicidio (Swanson et al., 2011). En estudios de prevalencia a los 17 años hay aproximadamente 2,5% niños y 13-15% niñas que sufren de un TAI (Stice et al., 2013). Un hijo de madre con TAI se encuentra también en riesgo de psicopatología (Easter et al., 2013).
La mortalidad es alta: 5,9 por 1000 personas en un período de 14,2 años, la mayoría derivadas de complicaciones nutricionales, cardiacas y por infecciones severas (Arcelus et al., 2011). En una cohorte sueca de 5251 mujeres (1973 y 2003) es 6 veces más que en la población normal por causas naturales y 9 veces más por causas no naturales (Papadopoulos et al., 2013). Los intentos de suicidio y los suicidios completados son más comunes en pacientes con conductas de atracones y/o purgas, aunque es la AN la que se asocia con la mayor tasa de mortalidad que cualquier otro cuadro psiquiátrico (Steinhausen et al., 2009).
El DSM5 ha descrito y tipificado 7 tipos de TAI, aunque la anorexia nerviosa (AN), la bulimia (BN) y los trastornos por atracón (TA) siguen siendo los más prevalentes y estudiados. Todos tienen en común el temor a subir de peso o ingerir alimentos, utilizando variados métodos para lograrlo, además de una idea y vivencia del propio cuerpo no correspondiente con la realidad. La AN controla y restringe la ingesta; la BN descontrola la ingesta y purga; el TA descontrola la ingesta sin purgar. Entre los otros TAI están: la Pica, que selecciona no-alimentos para ingerirlos; la rumiación, que ingiere y devuelve para volver a ingerir lo mismo; el ARFID (en inglés: Avoidant Restrictive Food Intake Disorder), un cuadro de evitación y restricción de alimentación en la infancia en el cual el niño selecciona y rechaza alimentos necesarios para crecer. Hay, también, una serie de cuadros parciales (que no cumplen con todos los criterios) y otros no especificados que se aconsejan igualmente tratar (APA, 2013).
La importancia de hacer el diagnóstico a tiempo es porque la pronta intervención previene la cronicidad, baja la mortalidad y aumenta la calidad de vida (Treasure et al., 2011; Nazar et al., 2017). La intervención precoz es un importante predictor del resultado a largo plazo del tratamiento (Vall et al., 2015) incluyendo la recuperación cognitiva y (Tchanturia et al., 2014) la conexión social (Cardi et al., 2015) y el comportamiento alimentario (Turton et al., 2016). Los trastornos emocionales y cognitivos son previos y se profundizan con la duración del cuadro (Phillipou et al., 2014; Treasure et al., 2015).
Los moderadores del resultado del tratamiento están relacionados con la duración de la enfermedad, la edad de presentación y la severidad de la co-morbilidad psiquiátrica (Steinhausen et al., 2009). Las/los pacientes que no son atendidas a tiempo alargan la enfermedad, empeoran su pronóstico y suman además de los problemas en la imagen corporal, las alteraciones de ingesta y alimentación ánimo bajo, angustia, diversas compulsiones incluido el uso de drogas y alteraciones en el funcionamiento social (Treasure et al., 2015). Las recaídas son frecuentes a lo largo de la vida, pudiendo aparecer distintos TAI...