Capítulo Tercero
NUEVAS FORMAS DE ACCIÓN POLÍTICA
1. Anunciando primaveras:
activismo sexopolítico juvenil
Marcia Ravelo y Klaudio Duarte
La revuelta popular de la primavera del 2019 tiene varios antecedentes en la historia que las y los jóvenes han producido en Chile, y que se viene desarrollando en los territorios barriales y rurales desde finales de la dictadura. La década del 90 permite observar aprendizajes respecto de modos de organización y modos de acción política juvenil a contracorriente de la política institucional, la cual se ha estructurado fundamentalmente sobre la base de la asistencia a los eventos electorales que marcaban el calendario comunal, parlamentario o presidencial en Chile. Sin embargo, las y los jóvenes en sus territorios poblacionales, del Wallmapu y en las zonas rurales, fueron experimentando distintos modos de constituirse en actores políticos, por fuera de lo que esta institucionalidad les imponía con la reducción a lo electoral. Por eso al descenso de la asistencia juvenil a estos eventos electorales se le contraponía el aumento sostenido de la politización juvenil que se daba en dichos territorios. Uno de los aprendizajes más importantes de ese antecedente es la estructuración de un nuevo tipo de agrupación juvenil y un nuevo tipo de orgánica, que se centraba fundamentalmente en lo colectivo, en la horizontalidad de las relaciones y en una forma de tomar decisiones que se autoproponía lo democrático y lo colectivo como fundamento.
Estas experiencias vienen a expresarse después, con la consolidación de organizaciones colectivas de distinto tipo en ambientes educacionales de enseñanza media y superior. Una premisa que se sostuvo en estas iniciativas era la ruptura con las formas jerarquizadas y verticalistas de relación como modo de hacer política, con las juventudes políticas y los partidos políticos como ejemplo de reproducción de dicho formato.
Así, parece que la provocación a la revuelta que se inició en octubre del 2019, por parte de actores jóvenes que comienzan a saltar torniquetes y a movilizarse en sus territorios para poner en tensión las medidas tomadas por el segundo gobierno de Sebastián Piñera, es continuidad de una rica y nutrida historia de actoría juvenil.
El antecedente de esa historia que más nos interesa poner de relieve tiene que ver con lo que ocurre desde mayo del 2018 en adelante. Ahí explota un proceso que venía acumulando presión de parte de las mujeres y las disidencias sexuales en torno a las situaciones de violencia, acoso y abuso sexual al interior de diversos centros de educación superior, al que luego se sumaron los de enseñanza media.
Son las mujeres estudiantes jóvenes quienes, en lo que se llamó la revuelta feminista, ponen en discusión el orden patriarcal de nuestra sociedad a partir de las denuncias de las prácticas abusivas que autoridades, docentes y funcionarios de las casas de estudios ejercían sistemáticamente contra las propias mujeres y disidencias sexuales, además de exigir que sean investigadas y sancionadas. De esta manera, instala en la sociedad chilena la discusión sobre cómo enfrentar estas violencias de género que son parte constitutiva de nuestra cultura, desde siempre. La imagen que podemos usar de un personaje de telenovela, como el “Señor de la querencia”, es la figura del macho abusador que existe en nuestra sociedad y que ha gozado de prestigio, impunidad e inmunidad para ejercer esas prácticas violentas contra mujeres, niños y niñas en todos los ámbitos de la sociedad.
Esta revuelta feminista no se constituyó sobre una demanda específica, solo para resolver estas violencias, sino que logró articular un conjunto de planteamientos críticos sobre el orden social patriarcal y capitalista de nuestra sociedad, para decir que esas violencias tienen que ser erradicadas, junto a la injusticia, la desigualdad y los obstáculos a la participación social, entre otros. Las mujeres jóvenes en esta revuelta feminista hacen una intersección entre ámbitos del dominio autoritario y se manifiestan abiertamente contra el capitalismo, el patriarcado y el racismo.
La fuerte incidencia que tuvo en el estallido la performance del Colectivo Las Tesis, en la sexta semana de movilización (fines de noviembre de 2019), muestra cómo logran introducir en la conversación social el cruce del feminismo con las demandas políticas y económicas. Diversas cuestiones del orden político cultural se potenciaron con la movilización social y con esta provocación que hicieron las compañeras, y que subraya en la conversación social lo que en la revuelta habían planteado las jóvenes. Surgen así intensos cuestionamientos a los modos patriarcales de hacer política que se han conocido en nuestra historia y cómo las demandas femeninas han sido postergadas bajo la idea impuesta de que primero ha de resolverse lo económico. Las Tesis nos señalan que su perfomance fue una manera de visibilizar la violencia sexual contra jóvenes de la disidencia y mujeres en violaciones, abusos y tocaciones impropias en el contexto de la detención o en las comisarías. Coincidimos en que la violencia de género es parte transversal de los modos de sumisión al que el poder político y policial somete también a la causa rebelde juvenil desatada desde octubre.
La revuelta de lo sexopolítico
La revuelta feminista y su continuidad en el estallido fortalecieron incipientes procesos que se estaban planteando desde hace años en los mundos juveniles estudiantiles de enseñanza media y superior en torno a unos modos de agrupación para abordar cuestiones referidas a sus experiencias de género. Venían surgiendo en las comunidades educativas unas iniciativas colectivas bajo rótulos de Secretarías de género, Colectivos feministas, Círculos de varones, Mesas de género y otras nomenclaturas que permitieron a las y los jóvenes encauzar sus luchas para poner en el debate las desigualdades y opresiones de género en nuestra sociedad.
La novedad de esta forma de organización juvenil es que su acción política está en el campo de lo sexual y de género, por lo que los concebimos como colectivos juveniles de activismo sexopolítico, y es lo que presentamos haciendo énfasis en las principales demandas y reflexiones que articulan el orden soñado por estos, principalmente en liceos públicos, espacio donde los repertorios o guiones de lo social patriarcal se reproducen con intensidad y profundidad.
Queremos erradicar todas estas conductas patriarcales, misóginas y sexistas que vienen desde hace años en el liceo. Obviamente sabemos que no es de un día para otro, que toda la comunidad educativa no va a dejar de ser machista, eso no va a pasar nunca, pero sí entrar en las mentes de todas las personas y politizar el espacio, y hacer entender que merecemos respeto. (Joven trans, 16 años, liceo hombres)
Estas personas jóvenes asumen una postura crítica ante el modelo social y político del país y, en un terreno más específico, también muchos de ellos y ellas se rebelan contra la estructura binaria, heteronormada y sexista que impera en instituciones sociales como la escuela y la familia. Una cuestión decidora se viene expresando en la negación de clasificarse dentro de una diferencia sexual, dado que su propia revuelta íntima y subjetiva es anterior a la revuelta social global. Tales jóvenes integran estos colectivos juveniles en sus espacios educativos y sus consignas más recurrentes apelan a la justicia social, al respeto a los distintos modos de ser (humano) sin descalificación, discriminación, homofobia, machismo. Combaten estas expresiones con denuncias, perfomances y ferias educativas que constituyen una primera línea formativa frente a un régimen político, naturalizado en género y sexualidad, que legitima o al menos invisibiliza la violencia física y simbólica contra las mujeres y las disidencias sexuales.
El hostigamiento de los profes hacia nosotras las alumnas viene desde hace muchos años, no solo por temas de género, paradocentes o los mismos profes que nos dicen tontas, o a las niñas que son lesbianas, por ejemplo, como que las hacen separarse o las seguían al baño y todo ese tema, o malos tratos. (Mujer, 16 años, liceo mujeres)
Estos colectivos de activismo sexopolítico juvenil ejercen incidencia política e institucional en sus respectivos liceos que, para la opinión pública y las autoridades educativas, representan a instituciones señeras de la educación en el país y un legítimo espacio para la movilidad social de muchas familias de nivel socioeconómico medio o medio-bajo. En esos contextos, este activismo sexopolítico juvenil ha puesto denuncias, demandas y preguntas que se levantan contra el sistema opresor que lo identifican como la vigilancia sexual heteronormada:
Una vez estábamos después de un entrenamiento de la selección de fútbol, estábamos cambiándono...