Lo que vendrá
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Lo que vendrá

Una antología (1963-2013)

Josefina Ludmer, Ezequiel De Rosso

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Una antología (1963-2013)

Josefina Ludmer, Ezequiel De Rosso

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Información del libro

"Lo que vendrá recopila intervenciones críticas de Josefina Ludmer dedicadas al estudio de la literatura latinoamericana. Escritos a lo largo de cincuenta años, y hasta hoy dispersos en libros, actas, revistas, estos textos pueden leerse como una historia tentativa de la literatura latinoamericana (con artículos sobre sor Juana, la gauchesca, el naturalismo mexicano, Macedonio Fernández, Alfonsina Storni, Jorge Luis Borges, Felisberto Hernández, Guillermo Cabrera Infante, Augusto Roa Bastos, Pedro Juan Gutiérrez). Pero pueden pensarse también como la historia de un pensamiento, de una máquina de lectura, que en sus recurrencias y variaciones constituye uno de los momentos más brillantes de la crítica literaria latinoamericana. La intensidad de la lectura (de la escritura) que propone Josefina Ludmer en sus ensayos informa la materia de este libro." Ezequiel De Rosso (del prólogo)

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Información

Año
2021
ISBN
9789877122190

EL GÉNERO GAUCHESCO

LÍMITES DEL GÉNERO

Dos cadenas de usos, entrelazadas, podrían delimitar el espacio del género gauchesco.
Las leyes
El primer límite del género es la ilegalidad popular. Por una parte, la llamada “delincuencia campesina” (el gaucho “vago” no propietario y sin trabajo ni domicilio fijos, la conocida ecuación desposeídos = delincuentes), y, por otra, correlativamente, la existencia de un doble sistema de justicia que diferencia ciudad y campo: la ley de vagos y su corolario, la de levas, regía sobre todo en la campaña. Esta dualidad se liga, a su vez, con la existencia de una ley central, escrita, que enfrenta en el campo al código consuetudinario, oral y tradicional: el ordenamiento jurídico de reglas y prescripciones que funda la comunidad campesina. La “delincuencia” del gaucho no es sino el efecto de diferencia entre los dos ordenamientos jurídicos y entre las aplicaciones diferenciales de uno de ellos, y responde a la necesidad de uso: de mano de obra para los hacendados y de soldados para el ejército.
Las guerras
El segundo límite del género es la Revolución y las guerras de independencia (1810-1818), que abren la práctica del uso militar del gaucho y su desmarginalización. Con las leyes y las guerras puede establecerse la primera cadena de usos que articula el conjunto del género y le da sentido:
a) utilización del “delincuente” gaucho por el ejército patriota;
b) utilización de su registro oral (su voz) por la cultura letrada: género gauchesco.
y en adelante:
c) utilización del género para integrar a los gauchos a la ley “civilizada” (liberal y estatal).
La cadena, casi circular, se abre con los textos del uruguayo Bartolomé Hidalgo (escritos entre 1818 y 1821) y concluye con La vuelta de Martín Fierro (1879), del argentino José Hernández. Voz y ley se modulan desde el ejército y la guerra al Estado nacional: este pasaje y esta modulación constituye la historia de las formas del género.
La cadena no solo marca el tiempo del género y le da un sentido; narra también el pasaje entre la “delincuencia” y la “civilización” y sitúa al género como uno de los productores de ese pasaje. Postula además, en el centro, un paralelismo entre el uso del cuerpo del gaucho por el ejército y el uso de su voz por la cultura letrada, que define al género. Por ese uso del cuerpo, que separa a los gauchos de un campo para llevarlos a otro, el de batalla, surge la voz: el primer locutor ficticio de la literatura gauchesca es el gaucho en tanto cantor y patriota. La voz, el registro, aparece escrita, hipercodificada y sujeta a una serie de convenciones formales, métricas y rítmicas; pasa ella también por una institución disciplinaria, la poesía escrita, como el gaucho por el ejército, y se transforma en signo literario. Las dos instituciones, ejército y poesía, se abrazan y complementan. El gaucho puede “cantar” o “hablar” para todos, en verso, porque lucha en los ejércitos de la patria: su derecho a la voz se asienta en las armas. Porque tiene armas debe tener voz, o porque tiene armas toma otra voz. Surge entonces lo que define de entrada al género gauchesco: la lengua como arma. Voz ley y voz arma se enlazan en las cadenas del género.
La voz “gaucho” en la voz del gaucho
La militarización del sector rural durante las guerras de independencia en el Río de la Plata, y el surgimiento correlativo de un nuevo signo social, el gaucho patriota, pueden postularse como bases del género en la medida en que permiten el acceso del registro verbal de los gauchos al estatuto de lengua literaria, su única representación escrita. La guerra no es solo el fundamento sino la materia y la lógica de la gauchesca. También se podría decir: el cambio de sentido de la palabra “gaucho” inaugura el género y es el género. Esas voces nuevas, “patriota”, “valiente”, producen un escándalo (el mismo que produjo la Revolución): se añaden a “gaucho”, se ligan con su sentido anterior, “delincuente” y no lo anulan del todo. El sentido queda oscilando, y esa indefinición coincide con la del gaucho mismo: aceptar la disciplina o desertar. El género interviene en esa indefinición y la dramatiza. Trata de indiferenciarla por definiciones, y no solamente toma la voz del patriota para definirlo, sino también para definir al delincuente: en la voz del gaucho define la palabra “gaucho”. Porque hay dos sentidos de la voz “gaucho”, uno nuevo y otro que sigue resonando, porque hay para el gaucho un sistema diferencial y dislocado de leyes y de universos militares y económicos, porque podía aceptar la disciplina o desertar, hay uso de la voz diferencial del gaucho.
La segunda cadena de usos se inserta entonces en el centro de la primera, entre el uso del cuerpo por el ejército y el uso de la voz por la cultura de la palabra escrita. Es la cadena de la voz y de los sentidos de la voz:
a) el uso del gaucho por el ejército añade un sentido diferente a la voz “gaucho”;
b) los sentidos de la voz “gaucho” se definen en el uso de la voz diferencial del gaucho: género gauchesco;
y en adelante:
c) el género define el sentido de los usos diferenciales del gaucho.
El uso de la voz del gaucho implica un modo determinado de construcción de esa voz. El género explora el sentido de la palabra “gaucho” sometiéndola a reglas precisas: marcos, límites, interlocuciones, distorsiones y silencios. El género, como el ejército, como la ley, sirve en adelante para definir la palabra “gaucho”; y puede sustituir a la ley (que lo define como “delincuente”), y al ejército (que lo define como “patriota”), porque define las condiciones de uno y otro, y sus sentidos, en la construcción de su voz. Define los usos posibles de la palabra y con ella los de los cuerpos; dice qué es un gaucho, cómo se lo puede dividir entre legal e ilegal, “bueno” y “malo”, para qué sirve, qué lugares ocupa, y esto en la voz misma del gaucho. Si los gauchos sirven, la voz tiene un sentido y un uso posible en la literatura; si no son usables, si se sustraen, la voz “gaucho” tiene un sentido negativo. El género explora el sentido de la voz “gaucho” en y por el uso de la palabra del gaucho, y ese uso es a la vez el uso del gaucho. El género es un tratado sobre los usos diferenciales de las voces y palabras que definen los sentidos de los usos de los cuerpos.
El trazado de los límites del género que realizan las dos cadenas separa el universo del género gauchesco (el del uso de la voz del gaucho), del universo de la otra literatura, la de la palabra letrada. De un lado, Facundo, de Sarmiento; El matadero, de Echeverría; la Biografía de Rosas, de Pedro de Angelis; las Bases, de Alberdi; la Excursión a los indios ranqueles, de Mansilla. Y también las disposiciones, prácticas y leyes referidas a los gauchos. De otro, el género. La zona donde una y otra orilla se tocan está ocupada por los eslabones de las cadenas, que son anillos o alianzas, entre los usos de la voz del gaucho y la palabra letrada.

DISTRIBUCIÓN DE LAS VOCES

El género muestra, en su emergencia, la operación que lo define; ligar dos zonas verbales, la oral y la escrita. En esas zonas distribuye tonos, enunciados, nombres, y asigna funciones y jerarquías. La primera operación consiste en construir la palabra del gaucho como “voz oída”: a la cultura oral cabe el registro en verso y la situación en que se lo emite. Bartolomé Hidalgo (1788) fundó el género porque trazó la primera distribución escrita de la voz del gaucho. En su segundo diálogo, la palabra letrada anuncia y define las voces desde fuera del texto, en el título: “Nuevo diálogo patriótico” (1821), y el subtítulo: “Entre Ramón Contreras, gaucho de la Guardia del Monte, y Chano, capataz de una estancia en las islas del Tordillo”. Título y subtítulo funcionan como primer marco de los textos. El segundo marco, interno, es la textualización, en la apertura de los poemas, del contexto oral en que ocurre la canción o, en este caso, el diálogo: los textos incorporan y representan la situación de cantar un cielito o la ocasión en que ocurre el encuentro y diálogo entre los amigos: auditorio presente en el canto o diálogo en el momento del ocio (con saludos, ofrecimiento de bebidas). El pasaje a lo escrito de la escena oral tiene efecto de “producción de realidad”. En síntesis, hay afuera un escritor letrado que escribe, “reproduce” o “cita” lo que los “autores orales” “cantan” o “dicen”. La primera regla del género es la ficción de reproducción escrita de la palabra oral del otro como palabra del otro y no como la del que escribe. La segunda regla es la construcción del espacio oral, el marco de la “voz oída”, en el interior del texto. Son dos palabras nítidamente diferenciadas. El marco letrado del título-subtítulo puede ampliarse y autonomizarse y llegar a constituir, en la primera parte de Martín Fierro, la “Carta a Zoilo Miguens”, o en la segunda, las “Cuatro palabras de conversación con los lectores”. La palabra letrada “da” la voz al “locutor” oral, que se constituye como pliegue e interioridad en relación con lo escrito: como efecto de sujeto. En esta relación ficcional se traza la alianza entre la palabra escrita y la voz oída que define al género. Los dos marcos (el del título y el de la escena oral) contienen el texto mismo, lo que “dice” o “canta” el gaucho. Y lo que dice o canta es la convergencia o alianza entre las dos palabras: el relato o la celebración de acontecimientos políticos y militares, el relato del proceso revolucionario (hasta Fausto). En la escena oral, rápidamente transformada en convención (y por lo tanto parodiable), la voz del gaucho habla de lo político, lo oficial, de la vida pública de la patria. Se ligan así la entonación de la voz del gaucho y enunciado militar y político, y esta relación opera, además, la conjunción del contexto tradicional de difusión oral con el periodismo moderno. El género aparece de entrada como una forma de periodismo popular y así circuló, en folletos y en hojas sueltas. Y también en los diálogos, como una forma, de teatro popular; ya se tienen los dos subgéneros en que se divide de entrada el género: los textos cantados (los cielitos), y los textos dialogados. Y uno de los rasgos de la literatura para el pueblo, y para el nuevo público, es que se representan, en su interior, las formas de su circulación o reproducción: canto, dos paisanos que hablan, uno que lee para otro.
Los dos “personajes” o voces de Hidalgo son la del gaucho Contreras, el cantor analfabeto de los cielitos, y la de Jacinto Chapo, el capataz que sabe leer y escribir. La zona popular dramatiza el diálogo bélico con el enemigo y conforma el registro polemológico del género en su zona “cantada”; es la posición básica de los cielitos, la lengua-arma: la posición Contreras. La zona de la palabra letrada es propagandística y didáctica, se dirige a los gauchos en tanto aliados y constituye la posición básica de los diálogos, la lengua-ley: la posición de Chano. La alianza entre las dos posiciones es a la vez una conjunción poética y política entre la nueva cultura revolucionaria y la cultura tradicional. La escritura de esta alianza postulada en la realidad y realizada en la literatura constituye la lógica del género y el factor de su ...

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