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Los que van a morir te saludan
Historia de una masacre. Escuela Santa María, Iquique 1907 (2a. Edición)
- 220 páginas
- Spanish
- ePUB (apto para móviles)
- Disponible en iOS y Android
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Los que van a morir te saludan
Historia de una masacre. Escuela Santa María, Iquique 1907 (2a. Edición)
Descripción del libro
Este libro es un relato detallado de este suceso: el origen, el fulgor y la sangrienta represión de la gran huelga salitrera de 1907; la realidad que vivían los obreros, el desarrollo de la huelga, la agitación en la pampa, la dignidad popular.
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Información
Categoría
HistoryCategoría
World HistoryCapítulo octavo
Sábado 21
Inquietud e incertidumbre
Amaneció el sábado. A las 7 horas, la población, soñolienta aún, fue despertada por el ruido marcial de las tropas que recorrían las calles con sus arreos de campaña. ¿Qué sucedía? ¿Qué de nuevo había ocurrido durante la noche última? Nada. Se daba un bando a los pobladores participándoles que se había declarado el estado de sitio en la ciudad, recordaría tiempo después el redactor del diario La Patria de Iquique, Luis Araya Moreno188. Según él, desde esos momentos la intranquilidad, el terror de desgracias ignoradas pero presentidas, se apoderó de todos. Patrullas armadas recorrían la ciudad en todas las direcciones deshaciendo los grupos de personas y obligando a cerrar todo negocio. Desde temprano los coches de alquiler estaban trasladando desde sus residencias al muelle de pasajeros a los numerosos extranjeros que huían a ponerse a salvo en los buques.
Con respecto a estos mismos acontecimientos, Nicolás Palacios narraba que había aparecido en los diarios de la mañana del sábado, precedido del anuncio en gruesos caracteres que decía Declaración de Estado de Sitio, un decreto del Intendente por el cual se suspendían las libertades constitucionales de libre tráfico por las calles y caminos públicos y de libre reunión. Prohibía también, el dicho decreto, la venta de licores y ordenaba concentrarse en la Escuela Santa María y Plaza Montt a todos los huelguistas que no tuvieran domicilio en Iquique.
Continuaba señalando el mismo Palacios, que el bando fue obedecido al pie de la letra y que, en consecuencia, los obreros marcharon silenciosos –muertas todas sus esperanzas– al lugar indicado. Al parecer el estado de sitio reveló a todos que el fin de la huelga estaba próximo. Más aún, el inusitado movimiento de tropas, el desembarco de la marinería armada de los tres cruceros al ancla en el puerto, el de la guarnición del Esmeralda y de dos de sus ametralladoras al mando de oficiales subalternos, el presentarse la policía armada de lanza, el tono violento de las patrullas que recorrían la ciudad, disolviendo grupos de menor número de personas que el autorizado por el bando que empujaba a los huelguistas al lugar de la concentración, el contento de que hacían alarde los futuros vencedores y el mutismo de los partidarios de un avenimiento tranquilo, no engañaron a nadie respecto del modo como se pondría fin a la huelga.
Se decía, en todos los círculos, que los ingleses habían ganado el ánimo del Intendente y que estaba resuelto a obligar por la fuerza a los huelguistas a volverse a sus faenas sin concederles un ápice de lo que pedían; que esperar la llegada de los transportes para enviar al sur a los que quisieran irse era dejar sin castigo a los culpables, a quienes era de todo punto necesario doblegar y hacerlos entender que sus patrones contaron los medios de hacerse obedecer de sus trabajadores.
Por su parte los huelguistas comentaban decepcionados el hecho de que mister Eastman se hubiese pasado al partido inglés189.
La parte patronal
¿Cuál fue la posición de la parte patronal el día 21?
En su informe, Eastman190 hizo una relación de lo ocurrido en la mañana de ese día. En ese texto señaló que a las 8 A.M. había recibido a los directores de la combinación salitrera, a quienes presentó las proposiciones del comité huelguista. En ese momento les señaló también que el Gobierno le había autorizado para concurrir «con la mitad del aumento de salarios que se acordara, durante el mes que se calculaba duraría el estudio y resolución definitiva de las dificultades». Efectivamente, el Intendente había recibido un telegrama por medio del cual se le autorizaba para «ofrecer a los salitreros compensarles hasta la mitad del aumento que acuerden en los salarios, por un mes»191.
Según Eastman, los salitreros no atribuyeron significación a la proposición que se les hacía: «Me replicaron que no hacían cuestión de dinero, pues tenían el propósito de resolver sobre las peticiones de los trabajadores en forma equitativa y correcta». El problema no se situaba allí, según ellos, sino más bien en la presión ejercida. Continuaba Eastman: «Me reiteraron su propósito de no resolver bajo la presión de la masa, porque esto significaría una imposición manifiesta de los huelguistas y les anularía por completo el prestigio moral». Reforzaban este argumento señalando que ese prestigio moral que debe tener el patrón sobre el trabajador es imprescindible para «el mantenimiento del orden y la corrección en las faenas delicadas de las oficinas salitreras».
A continuación, siempre de acuerdo al relato del Intendente, él les habría propuesto «la idea de resolver las dificultades por medio del arbitraje, citando como ejemplo lo que acababa de hacerse con éxito en Tocopilla, nombrándose a un árbitro por cada parte y un tercero en discordia elegido de común acuerdo».
Dicha proposición fue aceptada por los patrones, pero reiteraron sus exigencias previas: «Siempre sobre la base de que los huelguistas volvieran a la pampa para evitar la presión e imposición del número y mantener intacto el prestigio moral de los patrones». Parece que allí habría concluido dicha reunión.
Si hemos de creer a los salitreros, de acuerdo a la versión del Intendente, ellos estaban decididos a otorgar algunas mejoras, pero no querían que su actitud apareciera como fruto de la presión de la masa trabajadora. Y nos parece bastante creíble esta alternativa, pues no se explica suficientemente de otro modo el no haber aceptado el ofrecimiento del Gobierno de contribuir con la mitad. Salvo que se piense que los salitreros estaban decididos a no acordar ni un ápice de reajuste. Haciendo un esfuerzo de comprensión, de ubicación en su mentalidad, parece razonable suponer que la idea de ellos era conceder algo, pero haciéndolo aparecer como obra propia y por libre decisión de su parte, no como producto de la presión. De lo contrario, se habría sentado un mal precedente: a los trabajadores les basta con declarar la huelga para torcer la mano de sus patrones. Tenían que hacer aparecer su acción como fruto de la justicia y la magnanimidad y no de la presión, que los haría muy vulnerables en lo futuro. Es por eso que hicieron recurso a lo que llamaron «prestigio moral». Necesitaban de un triunfo: primero que los trabajadores aceptaran su derrota, para luego concederles algo.
Es importante también la propuesta que hizo el Gobierno: este decidía contribuir con gastos importantes a fin de terminar con el conflicto. El telegrama de Montt fue explícito: «Queda Us. autorizado para adoptar todas las medidas que requiera la cesación de la huelga».
Pero no señalaba como camino la represión, sino que indicaba la colaboración en las concesiones a los huelguistas. En otras palabras, todavía el día 21 el Presidente de la República, que después iba a felicitar a Silva Renard por su acción, buscaba la conciliación y ello en parte a costa de los intereses del fisco, del erario nacional por el cual él mismo debía responder, aunque, por otro lado, no es menos cierto, que ello iría también en pro de su popularidad. Parece ser posible concluir que había clara decisión de poner fin a la huelga a la brevedad, que se contemplaba la solución violenta, pero que se intentaba, en primer lugar, aunque con alguna debilidad, la solución pacífica así tuviera un costo para el Estado. O desde...
Índice
- Portada
- Título
- Créditos
- Índice
- Presentación a la edición de 1997
- Prólogo La historiografía entre la ciencia y la concientización
- Los que van a morir te saludan
- Capítulo primero Comienzos de diciembre
- Capítulo segundo Domingo 15
- Capítulo tercero Lunes 16
- Apéndices al día 16
- Capítulo cuarto Martes 17
- Capítulo quinto Miércoles 18
- Capítulo sexto Jueves 19
- Capítulo séptimo Viernes 20
- Capítulo octavo Sábado 21
- Apéndice biográfico
- Anexo fotográfico
- Colección
- Colofón