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Los pre-textos de La Florida del Inca
Edición crítica, estudio preliminar y notas de José Miguel Martínez Torrejón
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Los pre-textos de La Florida del Inca
Edición crítica, estudio preliminar y notas de José Miguel Martínez Torrejón
Descripción del libro
En el largo y sinuoso proceso que condujo a la publicación de La Florida del Inca (Lisboa, 1605) podemos suponer la existencia de varios pre-textos: copias manuscritas de versiones preliminares o parciales. Se publican aquí, en ediciones críticas y con un estudio histórico-filológico, los únicos documentos conocidos hasta ahora: dos resúmenes realizados a partir de la obra ya terminada pero aún manuscrita (c. 1596-1600); dos testimonios de muy distinta naturaleza y de pareja importancia, por cuanto amplían el ya complejo relato de cómo lo que podría haber sido una escueta relación histórica llegó a ser la obra clásica de 1605 y perfilan mejor los avatares de una carrera literaria sujeta a las servidumbres del mecenazgo y la política.
El Epítome del descubrimiento de la tierra de la Florida procede de un manuscrito recientemente descubierto en la Hispanic Society of America, de Nueva York. Se trata de un resumen dictado a un amanuense por el propio Garcilaso poco después de 1596, cuando las posibilidades de publicar su obra, terminada hacia 1592, se revelaban difíciles por falta de patronazgo político y económico.
El segundo texto, la Historia de los sucesos de la Florida del adelantado Hernando de Soto, es mucho más extenso que el anterior. El estudio de sus añadidos y errores muestra cómo no es una versión primitiva de La Florida, según se creía, sino un resumen preparado por el cronista Antonio de Herrera y Tordesillas a partir de una copia de la obra, con el objetivo de plagiar su contenido, algo que realmente hizo en sus Décadas (1615).
La presentación conjunta de ambos pre-textos es un hecho insólito en la historia literaria de la prosa en nuestra lengua y, más allá de la micro-historia de La Florida, viene a arrojar la luz sobre los complicados procesos de la publicación de nuestros clásicos.
El Epítome del descubrimiento de la tierra de la Florida procede de un manuscrito recientemente descubierto en la Hispanic Society of America, de Nueva York. Se trata de un resumen dictado a un amanuense por el propio Garcilaso poco después de 1596, cuando las posibilidades de publicar su obra, terminada hacia 1592, se revelaban difíciles por falta de patronazgo político y económico.
El segundo texto, la Historia de los sucesos de la Florida del adelantado Hernando de Soto, es mucho más extenso que el anterior. El estudio de sus añadidos y errores muestra cómo no es una versión primitiva de La Florida, según se creía, sino un resumen preparado por el cronista Antonio de Herrera y Tordesillas a partir de una copia de la obra, con el objetivo de plagiar su contenido, algo que realmente hizo en sus Décadas (1615).
La presentación conjunta de ambos pre-textos es un hecho insólito en la historia literaria de la prosa en nuestra lengua y, más allá de la micro-historia de La Florida, viene a arrojar la luz sobre los complicados procesos de la publicación de nuestros clásicos.
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Información
INCA GARCILASO DE LA VEGA
EDICIONES CRÍTICAS
Epítome del descubrimiento de la tierra de la Florida y cómo fue el primer descubridor y conquistador Joan Ponce de León, hidalgo noble natural de la ciudad de León. Año de 1515. Y el descubrimiento fue año de 1513.1
[I.i]
[1r] El capitán Hernando de Soto, adelantado y gobernador y capitán general que fue de las provincias y señoríos del gran reino de la Florida, el cual se halló en la primera conquista del Pirú y en la prisión de Atahualipa, rey tirano que (siendo hijo bastardo) usurpó aquel reino al ligítimo heredero y fue el último de los incas que tuvo aquella monarquía, por cuyas tiranías y crueldades que en los de su propria carne y sangre usó se perdió aquel imperio. O a lo menos por la discordia y división que en los naturales su rebelión [y] su tiranía causó se facilitó a que los españoles lo ganasen con la facilidad que lo ganaron. A este Hernando de Soto, de los despojos que le cupieron en el Pirú y de las ventajas que como a tan principal capitán se le hicieron [1v] y con lo que en el Cusco los indios le presentaron cuando él y Pedro del Barco, solos, fueron a ver aquella ciudad y con las dádivas que el mismo rey Atahualipa le dio2 (porque fue su aficionado por haber sido el primero español que vio y habló), hubo este caballero más de cien mil ducados de parte.
Con esta suma de ducados en barcos y oro y plata se vino a España Hernando de Soto, y aunque pudiera comprar en su tierra (que era Villanueva de Barcarrota) munchas haciendas, no quiso comprarlas: antes, levantando los pensamientos y el ánimo con la recordación de las cosas que por él habían pasado en el Pirú, no contento con lo ya trabajado, mas deseando imprender otras haza [2r] ñas iguales o mayores si podían ser, se fue a la villa de Valladolid (que agora es ciudad), donde entonces tenía su corte la Cesárea Majestad del emperador Carlos quinto, rey de Castilla y León, y le suplicó le hiciese merced de la conquista del reino de la Florida (llamado así por haberse descubierto aquella costa día de Pascua Florida), que la quería hacer a su costa y riesgo, gastando en ella su hacienda, vida y persona en servir a Su Majestad y aumentar la corona de Castilla.3
Esto hizo Hernando de Soto con generosa envidia y celo magnánimo de las hazañas nuevamente hechas en México por el marqués del Valle, don Fernando Cortés, y en el Pirú por el marqués don Francisco Pizarro y el adelantado don Diego de Almagro, las cuales él vio y ayudó a hacer. Y como en su ánimo libre y generoso no cupiese ser súbdito ni fuese inferior [2v] a las ya nombradas en valor ni en esfuerzo para la guerra ni en prudencia ni discreción para la paz, dejó aquellas hazañas (aunque tan grandes) y eligió estotras para él mayores, pues en ellas perdía la vida y hacienda que en las otras había ganado. De donde, por haber sido así hechas casi todas las conquistas principales del nuevo mundo, algunos, no sin falta de malicia y con sobra de invidia, se han puesto4 a decir que a costa de locos, necios y porfiados, sin haber puesto otro caudal mayor, ha comprado España el señorío de todo el Nuevo Mundo, y no miran que son hijos della y que el mayor caudal que siempre ella tiene fue producirlos y criarlos tales que hayan sido para ganar el Mundo Nuevo.
[I.v]
La Cesárea Majestad del emperador don Carlos quinto hizo merced a Hernando de Soto de la conquista, con título de adelantado y marqués de un estado de treinta leguas en largo y quince en [3r] ancho, en la parte que él quisiese señalar de lo que conquistase. Diole asimismo que durante los días de su vida fuese gobernador y capitán general de la Florida, adonde iba a la conquista. Y que también fuese general5 de la isla de Santiago de Cuba, para que los vecinos y moradores della, como a su gobernador, lo obedeciesen, y acudiesen con mayor voluntad a los hechos que mandase para la conquista de la Florida.
[I.vi]
Salió de Sanlúcar y de su puerto el adelantado Hernando de Soto año de mil y quinientos y treinta y ocho, por Cuaresma, llevando en su compañía y ejército novecientos y cincuenta soldados de guerra, con capitanes y oficiales (sin los marineros y gente del servicio de cada nao), y más llevaba el ejército doce [3v] sacerdotes: ocho clérigos y cuatro frailes: de Santo Domingo dos, y dos: uno francisco y otro de la Santísima Trinidad; y dos de los clérigos fueron Rodrigo de Gallegos y Joan de Gallegos, ambos parientes y naturales de Sevilla.
Iba en esta armada la flota y armada que iba a México, haciéndole compañía hasta llegar a la isla de Santiago de Cuba, adonde se había de apartar para ir a la Vera Cruz, de la cual iba por general un caballero principal llamado Gonzalo de Salazar, el primer cristiano que nació en la ciudad de Granada después que la ganaron a los moros los católicos reyes don Fernando y doña Isabel, por lo cual, aunque él era caballero hijodalgo, los Reyes Católicos le hicieron merced y le dieron haciendas para que fundase un mayorazgo que fuese el primero de aquella ciudad.
Iba por general, digo, por teniente, [4r] Luis de Moscoso Alvarado, hijo del comendador del hábito de Santiago, llamado Diosdado de Alvarado, caballero natural de la ciudad de Badajoz y vecino de la villa de Zafra. Maese de campo, Nuño de Tovar, natural de Jerez de Badajoz. El capitán Diego de Gallegos, natural de Sevilla, el capitán Arias Tinoco y el capitán Alonso Romo de Cardeño[sa]6. Era alférez real de todo el ejército Diego Arias Tinoco, y estos tres eran hermanos y parientes del adelantado y general Hernando de Soto; el capitán Pedro Calderón, natural de Badajoz, el capitán Andrés de Vasconcelos, hidalgo portugués, natural de la villa de Yelves. El capitán Diego García, hijo del Alcaide [de] Villanueva de Barcarrota, el capitán Micer Espíndola, el cual era de la guardia del adelantado y general, con sesenta alabarderos; el capitán Joan de Añasco, caballero de Sevilla.7
[I.viii]
[4v] Llegaron a la isla de Santiago de Cuba al fin del mes de mayo, [I.xiii] y estuvieron en la ciudad y en la ciudad8 de La Habana hasta el año de mil y quinientos y treinta y nueve, [I.xv] que se hicieron a la vela en aquel puerto a doce de mayo para ir a la Florida. [II.1.i] Y descubrieron tierra de la Florida el postrero día del mes de mayo, habiendo navegado desde el puerto de La Habana diecinueve días.
Saltaron en tierra a dos de junio del dicho año y hallaron en los campos muy grande abundancia de parras por el suelo tendidas, las cuales estaban con grandísima cantidad de agraz, que los indios deste gran reino de la Florida no cultivan esta planta ni la tienen en la veneración que otras naciones, aunque comen la fruta della cuando está muy madura o hecha pasa. Los soldados quedaron muy contentos de las buenas muestras que trajeron de tierra, por ser uvas como las de España, [5r] las cuales no hallaron en tierra de México ni en todo el Pirú. Otro día mandó el adelantado y gobernador que saliesen a tierra trescientos infantes a la solenidad de tomar9 la posesión della por el emperador don Carlos quinto, rey de Castilla y de León, los cuales, después de haberla tomado anduvieron todo el día sin ver indio alguno y a la noche se quedaron en tierra. Al cuarto del alba dieron los indios en ellos con tanto ímpetu que los retiraron hasta el agua y, como tocasen arma, salieron de los navíos infantes con sus arcabuces y los socorrieron con tanta presteza como si estuvieran en tierra. Dado el socorro y seguido un buen trecho el alcance de los enemigos, se volvieron a su alojamiento.
[I.ii]
Antes que entremos en este reino de la Florida, será bien digamos la descripción dél, y será cosa dificultosa [5v] poderla pintar tan cumplida como quisiéramos, porque como ella por todas partes sea tan ancha y larga y no esté ganada, ni aun descubierta del todo, no se sabe qué confines tenga. Lo más cierto y lo que no se inora es que al mediodía tiene el mar Océano y la gran isla de Santiago de Cuba. Al septetrión, aunque quieren decir que el adelantado y gobernador Hernando de Soto entró mil leguas la tierra adentro, no se sabe dónde vaya a parar, si confina con la mar o con otra tierra. Al levante viene a dar cabeza con la tierra de los Bacalaos. Al poniente confina con las provincias de las Siete Ciudades, que llamaron así sus descubridores de aquellas tierras, los cuales, habiendo salido de la ciudad de México por orden del visorrey don Antonio de Mendoza, las descubrieron año de mil y tre [6r] inta y nueve, llevando por capitán a Joan Vásquez Coronado, vecino de la ciudad de México. Joan Vásquez Coronado, habiendo descubierto muncha y muy buena tierra, no pobló por grandes inconvinientes que tuvo y volviose a México, de lo cual el virrey tuvo gran pesar, por la muncha y muy buena provisión de gente y caballos que para la conquista había juntado, y se hubiese perdido sin fruto alguno. Confina asimesmo la Florida al poniente con la provincia de los chichimecas, que cae a los términos de la tierra de México.10
El primer español que descubrió la Florida fue Joan Ponce de León, noble hidalgo natural de la ciudad de León, el cual, habiendo sido gobernador de la isla de San Juan de Puerto Rico, armó dos caravelas por su voluntad y fue en demanda de una isla que llaman Buyoca, en demanda de la cual anduvo munchos días perdido sin la [6v] hallar. Al cabo de ellos, con tormenta dio en la costa al septentrion de la isla de Santiago de Cuba, la cual costa, por ser día de Pascua de Resurreción cuando la vio y reconoció, la llamó la Florida, y fue el año de mil y quinientos y trece, que según los computistas se celebró aquel año a los veinte y siete de marzo.
Contentose Joan Ponce de León sólo en ver que era tierra firme o isla, vino a España a pedir la conquista y gobernación de aquella tierra. Los Reyes Católicos don Fernando y doña Isabel le hicieron merced della y fue con tres navíos el año de mil y quinientos y quince; y habiéndole sucedido algunas desgracias en la navegación, tomó tierra en la Florida. Los indios salieron a recebirle y pelearon con él valerosamente hasta que lo desbarataron por ser gran número y los españoles pocos, a los cuales casi todos los mataron, que no quedaron más de siete y Joan Ponce de León; y, todos [7r] heridos, con gran trabajo se embarcaron y se fueron a la isla de Cuba, adonde de las heridas de las saetas murió Joan Ponce de León y sus compañeros. Este fin tuvo la jornada de Joan Ponce de León, primer descubridor de la Florida, y parece que dejó su desgracia en herencia a los que después le han sucedido en la misma demanda.
Pocos días después, andando11 rescatando un piloto llamado Miruelo por otras islas con los indios, dio con tormenta con la caravela que llevaba en la costa de la Florida, y los indios de aquella parte lo recibieron de paz, con los cuales contrató, dándoles algunas cosas de las que llevaba y ellos le dieron por ellas plata y oro en poca cantidad, con los cuales volvió muy contento a la isla de Santo Domingo, sin haber hecho el oficio de buen piloto en demarcar la [7v] tierra y tomar el altura como le fuera bien haberlo hecho, para no verse en lo que después se vio por esta negligencia. En este mismo tiempo hicieron compañía siete hombres ricos de Santo Domingo, entre los cuales fueron el licenciado Lucas Vázquez de Ayllón, hombre noble y oidor de aquella audiencia, y armaron los navíos con los más españoles que pudieron juntar y los enviaron que tomasen algún puerto de aquella tierra de la Florida y que de la parte donde llegasen procurasen, por el modo que mejor pudiesen, traer indios para echallos a labrar las minas de oro que de compañía tenían. Los navíos fueron a su buena impresa y con mal temporal dieron acaso en una playa que por ser aquel día de Santa Elena le pusieron su nombre y en un río al cual, por haberlo primero visto un marinero llamado Jordán, le llamaron el río Jordán. Los españoles salieron en tierra, los indios vinieron con gran espanto a ver los navíos, por cosa estraña nunca jamás dellos vista, y se admiraron de ver gente barbuda y que anduviese vestida, [8r] y con todo esto se trataron unos a otros amigablemente y se presentaron cosas de las que tenían: los indios dieron algunos aforros de martas muy finas y de su natural muy olorosas,12 con un olor de almizque y aljófar, y plata en poca cantidad. Los españoles les dieron cosas de España. Lo cual pasado, con muy grandes caricias y amistades y habiéndoles dado los indios el matalotage para los navíos (de pescado, maíz, frijoles y otras cosas de la tierra, y leña y agua) y puéstolo a la orilla de la mar con grandes muestras de amistades, convidaron los españoles a los indios que entrasen a ver los navíos y lo que en ellos llevaban, a lo cual, fiados en la amistad y buen tratamiento que se habían hecho y por ver cosas para ellos tan nuevas, entraron más de ciento y cuarenta indios. Los españoles, cuando los vieron debajo de las cubiertas, viendo la buena presa que habían hecho, alzaron las áncoras y se hicieron a la vela [8v] en demanda de Santo Domingo. Y en el camino, con tormenta, se hundió uno de los dos navíos y los indios que quedaron en el otro, aunque llegaron a Santo Domingo, se dejaron morir todos de tristeza y hambre, que no quisieron comer de coraje del engaño que debajo de amistad les habían hecho.
[I.iii]
Con la relación que estos españoles dieron en Santo Domingo de lo que habían visto, y con la del piloto Miruelo, que ambas fueron casi en un tiempo, vino a España el licenciado y oidor Lucas Vásquez de Ayllón, hidalgo noble, a pedir la conquista y gobernación de la provincia de la Florida al emperador don Carlos quinto, y se la dio y honró con el hábito de Santiago, y el oidor se fue a Santo Domingo y armó tres navíos grandes a su costa, año de mil y quinientos y veinte y cuatro, y con ellos, llevando por piloto a Miruelo, fue en demanda de la tierra de la Florida, que el M...
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