El Célebre Cubano
eBook - ePub
Disponible hasta el 23 Dec |Más información

El Célebre Cubano

  1. 122 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
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El Célebre Cubano

Descripción del libro

Este apasionante libro nos da una visión totalmente diferente del pueblo de cuba mostrándoles las distintas facetas que es capaz de lograr en la adversidad desde la propia vivencia del autor.

Es una descripción realista y directa de una cuba que muchos desconocen y que por más de medio siglo ha sido engañado, humillado y esclavizado su fantástico pueblo.

Con una descripción fascinante de diversas partes del mundo y situaciones fuera de lo común que entremezclan al autor con el mundo y sus diferentes culturas, nos lleva en una travesía que una vez comenzada no se detiene jamás.

Esta presentación es al mismo tiempo una guía de aprendizaje y evolución personal.

En este único ejemplar, el deseo de un renacer de la verdadera esencia cubana, queda plasmada en sus páginas, llevándole a cada uno de ustedes recuerdos, pasión y un despertar universal.

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Información

ISBN de la versión impresa
9781643346458
ISBN del libro electrónico
9781643346472
4
Travesía sobre Los Andes
“No es la persona, sino cómo lo hace, y mejor aún, cómo lo logra en medio de la adversidad”.
Jorge Beltrán Mauri.
¡Sudamérica, qué continente, cuanta variedad, cuantas culturas, cuanto amor y pasión desplegado entre mares, valles y volcanes!
Les tomaría diez vidas y un poquito más poder recorrer este fascinante continente.
Llegar a Santiago de Chile no fue tan emocionante como mi primer cruce interoceánico, a decir verdad, este segundo cruce fue más entre dormir y ver por la ventanilla del avión, de reflexionar y analizar, ya saben, es esa faceta de lucha interminable contra la creciente depresión que se asomaba cual ente oscuro sobre mi cabeza.
Confundido y ansioso, aterrizamos en Santiago de Chile, la capital, todos se parecían a mi amigo Gustavo y en cada palabra que cruzaba con los funcionarios aduaneros tenía la esperanza de que surgiera la amabilidad y acojo de mi gran amigo chileno. Pero la realidad hacía presencia, una vez más, en mi vida, y mis virtudes, ya un poco mejor perfeccionadas, también lo hacían al unísono.
La valentía me sostenía el cuerpo firme como una armadura a cada paso por aquel aeropuerto. La definición me ayudó con la fluidez de las respuestas para con los agentes aduaneros, la actitud me daba la tranquilidad necesaria en cada respiro.
Al salir del aeropuerto, después de dos horas de preguntas y mucho papeleo, el aire frío tenue me acaricio el rostro cual beso vespertino.
Tomé un taxi hacia mi destino y, en el transcurso, mis ojos no daban crédito a tal belleza, era la cordillera de los andes con sus imponentes nevados que me daba la bienvenida a un nuevo mundo, ahora sí creo que iba en la dirección correcta de los navegantes, la de los intrépidos aventureros, de los descubridores del nuevo mundo, bueno, eso es lo que nos enseñan en los libros de historia.
Yo había visto montañas en Marbella, pero esto era otra cosa, de hecho, era la primera vez que veía tanta nieve y de tal magnitud sobre la cresta de semejante obra de arte, parecía esculpida por los dioses. ¡Que cordillera!
La capital de Chile en aquella época era un caos, construcciones por aquí, que si carreteras por allá y, entre esquivas y vueltas, llegué a un pequeño hostal que me refirió Gustavo para pernoctar esa noche y al día siguiente continuar a mi destino final.
A la mañana siguiente, muy temprano, me presenté en la terminal de buses, compré un boleto a Viña del Mar, donde mi amigo Gustavo me aconsejó ir y él era, casualmente, de allí, tenía parientes y amigos que podían ayudarme, o sea, que más podía pedir.
La suerte me acompañaba cada kilómetro de carretera de la ruta 68. El viaje entre la capital y mi destino duró, aproximadamente, una hora treinta minutos, los cuales los disfruté apreciando el paisaje árido, lo cambiante de sus poblados, la niebla en algunas zonas y a la medida en que nos acercábamos al mar, el cielo se iba aclarando y el sol brillaba más y más.
Yo llegué a Chile en plena temporada de primavera en el mes de enero, las temporadas del año en este sureño país continental, dada su ubicación geográfica, son totalmente contrarias a las de España o el Caribe, cosa que me ayudó muchísimo en este nuevo capítulo de mi vida.
El bus me dejó en la calle Suecia, pleno centro de Viña del Mar, cerca de la 5ta Vergara, donde los primos de Gustavo, todos médicos, catedráticos y profesores, me estaban esperando, Carlos, el patriarca de la familia de Gustavo, me recibió con un abrazo.
Y ya todo estaba listo, un estudio independiente al fondo de la casa con su baño, una cocinita y una entrada independiente serían más que suficiente para establecerme, todo se veía mucho más relajado, al menos eso veía yo, tomé un mapa de papel, de esos que si se los das a uno de esta nueva generación millennials, se pierde el mismo y todos los que tenga a su alrededor en una cuarta de tierra, porque cual Google maps, ni GPS en aquella época.
Carlos, el patriarca, me marcó los puntos más importantes de la ciudad y que, por supuesto, debía visitar, así que me lancé a la calle, cual Marco Polo, con brújula y todo, camina y camina, llegué al malecón o el paseo Vergara, como suelen llamarlo, lo primero que denoté fue su amplia playa, el aire frío antártico, que me golpeaba el rostro como si fuera aquello una bofetada con una mano de hielo amigable y que, al mismo tiempo, me demostraba la rudeza de su entorno y el sol brillante y quemador, era alucinante porque, para mí, hacía frío, pero, al mismo tiempo, un calor raro, un cielo azul intenso, sin nubes, toda una poesía.
Vi la playa, pero muy pocos o ningún bañista, me acerqué al mar y, ligeramente, introduje mi mano en el agua para constatar la temperatura, que les puedo decir, el agua que tenía en el refrigerador del estudio estaba más caliente que aquel mar, era comprensible la falta de entusiastas nadadores en semejantes condiciones climáticas, y así y todo vi uno que otro aventurero lanzarse al mar.
Dado el percance climatológico y la ubicación geográfica, no dejaba de maravillarme el lugar, eran las 10:00 de la noche y el sol seguía ahí plantado como si aquello se tratara de un defecto de la matrix, para mí era alucinante todo aquello.
Continué en mi misión exploratoria y pude ver hermosos jardines abiertos a todo el público, plazas, casas y mansiones formidables, restaurantes, cafés y bares, todo un lujo, cosa que en mi Cuba la bella, solo podía ver cuando aquellos vientos del norte traían las señales televisivas del anhelo y la esperanza.
Entré en un centro comercial y me dispuse a cenar en un buffet donde vi opciones de comida únicas, los mariscos y pescados más sabrosos y grandes que me he comido en mi vida me los comí en Chile, esto acompañado de la primera ensalada de algas marinas que probaba en mi vida y que tenía la consistencia de un pedazo de carne y, por supuesto, una exquisita copa de vino chileno, para mí, el mejor del mundo.
En la temporada de verano chileno, vienen muchos turistas europeos, pero sobre todo argentinos, a Viña del Mar, todos rubios, blancos, con sus ojos azules o verdes, de hecho, los dos únicos mulatos que había en toda esa zona, eran un brasileño que vivía allí casi 20 años y que vendía cocos y caipiriñas en un pintoresco puesto en la playa y yo.
El tío de Gustavo, profesor de la Universidad de las Américas de Chile, tenía un pequeño negocio de repuestos automotrices y servía a muchas mecánicas locales y me ofreció una oportunidad de trabajo en su negocio.
Mi trabajo consistía en despachar y entregar las piezas ordenadas por las mecánicas, el sueldo no era malo, y me daba el arranque necesario para una nueva vida, yo estaba feliz.
Al siguiente mes, en febrero, el movimiento de la ciudad comenzó a acelerarse más de lo normal, carros para acá, camiones para allá, levantaban escenarios y todo era una fiesta, era la antesala del gran festival de Viña del Mar, el conocido monstruo de la 5ta. Vergara, terror de muchos artistas y gloria de otros.
Cada noche, antes del 23 de febrero, inauguración del festival, había música en vivo, fiestas y las discotecas a reventar, yo seguía mi rutina y tratando de ahorrar dinero para mis cuentas y poder enviar dinero a Cuba, a mi padre, esos lujos estaban fuera de mi agenda y presupuesto.
Pero, una vez más, el destino tocaba a mi puerta y la suerte, como una especie de amiga fiestera, me presagiaba una grata sorpresa al escuchar el toc, toc de la puerta de mi estudio, ¡era Gustavo! Mi amigo del alma, ¡qué alegría! Yo, todo emocionado, le pregunté:
—¡Pero qué coño! ¿tú qué haces aquí hombre?
Y él me respondió con un acento 100 por ciento chileno:
—¡Cómo vas a creer wuehon! —Con H—, que te voy a dejar caminar solo por mi territorio.
Aquellas palabras las sentí como las de un hermano mayor, que ya no estaba tan solo en este planeta tierra que, por cosas de la vida, tenía una nueva familia, nos dimos un abrazo fraternal y fueron puras risas y halagos.
Fue toda una fiesta ese día, comidas, vinos y, una vez más, me sentía como en Sevilla, y mis expectativas no decayeron jamás.
Aparecía otra de las virtu...

Índice

  1. La definición
  2. El escape
  3. El andaluz
  4. Travesía sobre Los Andes
  5. Cuba a la mar
  6. La transformación
  7. Luces y sombras
  8. One way
  9. Vallenatos & mariposas
  10. El delfín salta montañas
  11. La mano de Dios
  12. El tesoro de Lulu