Capítulo 05
Los cinco principios básicos. Aprendiendo de los elefantes
¿De dónde salen estos principios?
Encontramos elefantes todos los días, en todas partes: bajas ventas, fracasos en el negocio, enfermedades, sobrepeso, rompimientos de pareja, relaciones familiares complejas, adicciones, depresión, carencias económicas, estrés, entre muchos más.
Si no nos damos el tiempo para regenerar nuestra gestión de cambio y aprendemos a manejar nuestras crisis, será difícil –por no decir imposible– acercarnos siquiera a crear el proyecto de la vida que deseamos.
No existen justificaciones objetivas que nos impidan hacerlo; todo el impacto del elefante que obstaculiza el camino está cimentado en nuestra mente. No existen casos, por más difíciles que parezcan, que no puedan ser encauzados de una mejor manera, con un poco de filosofía y estrategias certeras.
No se trata de tragarnos pensamientos agradables o románticos, sino de hacer de la mente nuestra principal aliada. Siempre podemos acceder a recursos internos que eleven nuestra capacidad de análisis, enfoque y cambio.
Tal vez para ti, frente a tus elefantes actuales, solo implique realizar algunos ajustes por aquí y por allá en tu manera de pensar y actuar. O a lo mejor sea necesario entrarle al elefante por los colmillos para que ocurra una auténtica y violenta metamorfosis.
Sea cual sea tu caso, existe una poderosa razón para hacerlo, y se llama ser responsable de tu existencia. Si tú no lo haces ahora, nadie lo hará por ti. El cambio empieza por tomar pequeñas decisiones, y esta es una de ellas.
Si piensas que tu futuro depende de los cambios de los demás, estás echándote la soga al cuello, ya que nadie hará que te muevas de tu lugar actual, por más ánimo que te infundan. Y si piensas dejar estas modificaciones para después, lo más seguro es que ese después nunca llegue.
Una vez escuché la historia de una mujer a cuyo padre el médico le pronosticó solo tres meses de vida por un cáncer de próstata que lo estaba consumiendo.
No sé si estarás de acuerdo conmigo, pero cuando a una persona se le da ese diagnóstico, suele creer que el doctor tiene la verdad absoluta, y ajusta todos sus planes al tiempo calculado. Piensa que ya no habrá nada más después del plazo.
Su hija, sin embargo, no se conformó con el dictamen médico y comenzó un proceso personal de sanación con su papá. Se enfocaron en el amor; practicaron relajación, meditación y se apegaron a un correcto plan nutricional. Él vivió 18 años más. Los médicos, a fin de no verse desprestigiados, etiquetaron el hecho como un milagro.
Hoy por hoy, la argentina Stella Maris Maruso es una reconocida tanatóloga, autora y especialista en psiconeuroendocrinoinmunología. Ha dedicado más de treinta años a ayudar a personas que atraviesan crisis severas.
| Si piensas que tu futuro depende de los cambios de los demás, estás echándote la soga al cuello, ya que nadie hará que te muevas de tu lugar actual, por más ánimo que te infundan. Y si piensas dejar estas modificaciones para después, lo más seguro es que ese después nunca llegue. |
El cáncer de su padre la motivó a entender la interacción que existe entre la bioquímica, la actitud y las emociones, aun en medio de la contrariedad. No quiso quedarse empantanada en el dolor, así que decidió ver más allá.
Ella postula que existe una conexión real entre el sistema nervioso central, el nervioso periférico, el endócrino y el inmunológico. Y lo comprueba con cientos de casos de pacientes graves, incluso desahuciados por la ciencia médica, que son capaces de alcanzar estados de bienestar tras trabajar de forma holística con sus padecimientos para reconciliar estos sistemas.
La misma Maris Maruso narra un famoso experimento en donde el médico les aseguró a cuarenta mujeres con cáncer de mama que al recibir quimioterapia quedarían calvas. Luego, solo les proporcionó quimioterapia verdadera a veinte de ellas y dejó que las otras creyesen que la recibían. Y sí, sorprendentemente, 60% de las segundas quedaron igual de calvas que las tratadas.
Como ella misma hace referencia, hoy los psiquiatras, apoyándose sobre todo en las teorías del creador de la logoterapia, el psiquiatra Viktor Frankl, hablan sobre un padecimiento colectivo de neurosis noógena, en donde existe una fatal irresponsabilidad sobre el sentido de la propia existencia. Eso es lo que más nos enferma o nos coloca en zonas incorrectas. Esto, porque la gente sigue comprando cualquier argumento, válido o no, y prefiere continuar amarrada al muelle en vez de salir a navegar para comprobar su veracidad. El ir en busca de nuevos horizontes, o al menos intentarlo, para muchos es algo difícil de concretar por tantos prejuicios culturales, familiares y sociales.
¿Qué modificó la bioquímica en las mujeres con cáncer? ¿Qué es lo que transforma dramática y positivamente la realidad de millones de personas después de vivir crisis diversas?
Sus creencias y el sentido profundo de trascendencia.
Cuando tienes claro adónde ir, todo se acomoda de manera perfecta. Cuando tu mente está fortalecida y configurada con información a tu favor, no en tu contra, aun en medio de la tempestad es posible salir a flote y, además, tener buenas posi-bilidades de llegar a destinos seguros.
Hoy los seres humanos prefieren no buscarle mucho a su propósito en esta vida. Algunos dicen: ¿Para qué?, si de cualquier forma voy a morir. Son de los tantos que opinan: Si no funciona, pues me divorcio, y ya está. En esta cultura light es alarmante que se haya sembrado la idea de que formar una familia o tener hijos ya es cuestión del pasado.
Algunos piensan que cuanto más tarden en casarse, es mejor porque así viven más; que mientras menos compromiso creen con su pareja, la relación será más saludable, y que es preferible depositar poca pasión y empeño en una empresa, pues en cualquier momento los despedirán.
En esa mentalidad no existe un para qué vivir, y por eso algunos creen que los elefantes llegan como una mala jugada del destino, cuando en realidad son consecuencia de no saber siquiera hacia dónde se quiere ir.
Hoy es indispensable tener dirección y que el camino al menos sea transitable; ir con la mirada bien puesta en el cielo y vivir el aquí y el ahora pero con una amplia visión sobre la trascendencia de nuestra alma.
Tener una vida digna, positiva y próspera nos beneficia; además, nos da la posibilidad de dejarles un mundo mejor a nuestros hijos y a futuras generaciones.
Recuerdo que no hace mucho, a propósito de la alegoría del elefante, varias personas me pidieron que les enviara algún manual, instructivo o serie de pistas para que pudieran sacar sus animales actuales del camino, o para que al menos ya no se les juntaran tantos.
Aunque evitaba dar mucha teoría y prefería irme por el camino de la práctica, de forma más empírica, las personas, al paso del tiempo, obtenían beneficios al aplicar lo que les transmitía, e incluso llegaban a visualizar, crear y obtener una versión distinta de ellos mismos, una mucho mejor que la esperada.
Algunos otros, cuando se topaban con esta información, al menos ya podían voltear la moneda de sus crisis y ver el lado bueno de lo que parecía completamente malo. Así, juntos, en complicidad, íbamos creando preceptos y estrategias para mejorar el proceso de mover elefantes. En algunas ocasiones hasta me enviaban correos electrónicos con mensajes como «Por fin vi la luz al poder quitarlos de mi trayecto»; «Ya sé cómo hacerlo». Me sorprendía que fueran construyendo sus propios modelos, pero me parecía un ejercicio productivo y fructífero.
En esta parte te transmito lo que he recopilado en mi mente, en mi corazón y en mis maletas de viaje: esos resultados, ideas y pensamientos de unos y de otros. Algunos con camino libre y años andados me han enriquecido con su experiencia, y otros, de cualquier edad, me han brindado ejemplos al hablar sobre sus manadas de elefantes. He resumido todo esto en cinco principios simples y sencillos de aplicar.
No es una metodología, ni algo científico o místico. Simple-mente es conocimiento general aplicado a la vida cotidiana para poder tener un camino más ligero y un panorama sin tanta neblina.
Te mentiría si te digo que estos principios son mágicos o instantáneos, o que el gran poder de atracción hará su labor si tan solo sacas unas fotocopias de ellos y las pegas por toda tu casa. Puede ayudar, pero no hay nada mejor que aplicarlos en la vida cotidiana. Estoy absolutamente convencido de que la mejor manera de aprender algo es experimentándolo. Aquí te los transmito para que emprendas tu propio viaje y que te sirvan de bitácora en tu aventura.
1. Todo es justo
El elefante no se puso solo
El Serengueti, en sí, es perfecto. Dentro de todos los cambios de cada especie, de su necesidad de supervivencia, de su lucha constante por alimentarse, aparearse y satisfacer sus necesidades básicas, se encuentra un equilibrio. Por un lado, nos resulta desgarrador lo que sucede en las sabanas africanas por la competencia cruel que se vive ahí, y por otro lado son apasionantes sus escenas y espectáculos.
La naturaleza es el claro ejemplo de un sistema armónico. El egoísmo del ser humano es el que lo violenta. Pero eso no resta perfección al ecosistema, como tampoco el ver morir de hambre a tantos niños en África le quita al hombre su capacidad para ayudar a los demás.
Dios no es el malo de la película ni el creador de la injusticia social. Esta no es justificable, pero se entiende como una cuestión de equilibrio, de balance en el planeta. La vida sigue el mismo cauce. Somos nosotros quienes, a partir de nuestras interpretaciones, juicios y creencias, llegamos a pensar que es cruel o que está en nuestra contra.
Con esa visión impedimos el avance. No puedes pensar que el futuro será mejor si ni siquiera disfrutas tu presente. Antes de enfurecerte contra tu elefante, enfócate primero en el aquí y en el ahora.
Para que esto suceda hay que ser conscientes de que todo es justo. Sí, literalmente, todo es justo y tiene una razón de ser. Ese es el primer principio. Puede ser un hueso duro de roer, pero es indispensable asumirlo.
Dentro del caos, de la crisis misma, existe el orden y la causalidad de las cosas. Nada de lo que observas a tu alrededor fue creado como un medio para oprimir o lastimar al hombre.
¿Te ha sucedido que de pronto tu vida ya no funciona, que ya nada sale bien?
Bueno, tal vez tu primera reacción sea de enojo, frustración o coraje. Quieres entender por qué llegó ese elefante o por qué sigue sin moverse. Y justo cuando estás tratando de empujarlo, aparece otro, y otro, y otro… En esos momentos quisieras decir ¡Ya basta!
Tu propia crisis es más justa de lo que crees, y aparece por dos factores esenciales, uno más espiritual que el otro. Por una parte, un elefante aparece cuando hay algo que necesitas saber o entender, y por lo tanto llega para tu propio aprendizaje. Digamos que es una estrategia divina.
| Dios no es el malo de la película ni el creador de la injusticia social. Esta no es justificable, pero se entiende como una cuestión de equilibrio, de balance en el planeta. La vida sigue el mismo cauce. Somos nosotros quienes, a partir de nuestras interpretaciones, juicios y creencias, llegamos a pensar que es cruel o que está en nuestra contra. |
Cuántas veces no hemos escuchado frases como Si no hubiera sucedido esto, no habría cambiado mi forma de vivir; Sin ese accidente, seguiría estando en el mismo sitio; Si no hubiera pasado por esa experiencia, no habría llegado tan lejos.
Detrás de cada elefante existe una lección. Pero no basta con recibirla: hay que enfrentar al elefante y hacer que también se mueva del camino. Es ahí en donde entra el segundo factor, más humano: el elefante llega porque tú mismo lo has creado o porque no dejas ir al que había llegado como un simple aprendizaje; desde luego, también por una necesidad secundaria.
No termino mi relación porque tengo miedo a quedar solo; No empiezo el nuevo negocio porque tendría que hacer algunos sacrificios, y me gusta mi zona de confort; No bajo de peso porque es una forma de protegerme y me siento mejor al alimentarme con grasa y azúcar.
| Dentro del caos, de la crisis misma, existe el orden y la causalidad de las cosas. Nada de lo que observas a tu alrededor fue creado como un medio para ... |