Dinero y felicidad
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Alberto Tovar

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Dinero y felicidad

Alberto Tovar

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A partir del aparente conflicto entre el ser y el tener que tanto afecta a miles de personas, se hace la pregunta: ¿la abundancia de dinero conduce a la felicidad? y plantea la forma en la que generalmente tomamos las grandes decisiones de nuestra vida. Propone formas de administración, gasto, ahorro e inversión que habrán de resultar en una mejoría en la calidad de vida, éxito económico y una vejez digna.

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Información

Editorial
LID Editorial
Año
2011
ISBN
9786077610229
1



Toma de decisión
1. El dinero: ¿La abundancia te conduce a la felicidad?
Dice el dicho que «el dinero no es la felicidad, sobre todo cuando es poco». El problema es que la palabra «poco» resulta ambigua, pues habrá quien teniendo una gran fortuna se deprima al perder parte de su caudal, mientras otros, con ingresos exiguos, se sientan afortunados de contar con ellos.
Como ejemplo basta recordar el caso del multimillonario alemán, Adolf Merckle quien se suicidó por los problemas que se derivaron de la crisis financiera global del año 2008. Si bien, perdió una parte significativa de su fortuna, con todo y la pérdida se hubiese quedado con suficiente riqueza como para ser la envidia de la mayoría de los mortales.
Investigaciones internacionales concluyen que, a nivel de país, no necesariamente son más felices quienes poseen dinero en abundancia; es decir, pobres y ricos son igualmente proclives a sentirse felices. Aún cuando la medición de los índices de bienestar en México es escasa, uno de los estudios pioneros elaborado por investigadores de la Universidad de Monterrey muestra que aquellos que consideran muy importante el ingreso y las posesiones materiales son en promedio más felices.
En el libro La felicidad y los valores en el área metropolitana de Monterrey, los investigadores apuntan que este fenómeno puede ser causado por el hecho de que las personas que consideran el ingreso como relevante, llevan vidas ordenadas desde el punto de vista económico.
Entonces, si alguien se preocupa por ahorrar, planificar o mantener un estilo de vida acorde con sus capacidades económicas es probable que tenga una situación financiera estable y satisfactoria.1
Creo que estarás de acuerdo en que los recursos monetarios en sí mismos no proporcionan la felicidad, pues lo que adquieres con el dinero son bienes materiales o servicios, mientras la felicidad es un concepto intangible de mayor profundidad.
En todo caso, el recurso sirve para alcanzar otro tipo de satisfacciones como la sensación de seguridad, éxito, disfrute o sentido de pertenencia a un determinado grupo social.
Si pensamos en una situación en donde el recurso económico es poco, seguramente lo asociaremos con estrés y preocupación, porque significa dejar de proporcionar los satisfactores básicos a nuestra familia.
Vivimos en un mundo material y nos preocupan aspectos tales como cambiar de auto, comprar casa, la universidad en donde estudiarán los hijos, el lugar para salir de vacaciones; o, si somos más planeados, cuánto se requiere para una jubilación digna.
Es un hecho que una buena parte de las enfermedades están ligadas al estrés y éste a la falta de dinero o la preocupación por administrarlo de manera correcta.
Entonces, el dinero como tal no da la felicidad, sino que te proporciona una base para estar tranquilo en lo que se denominaría salud financiera; esa relación entre el ingreso y cómo se distribuye entre los gastos para alcanzar los anhelos de vida.
Por eso, las finanzas personales son más cálidas de lo que parecen, al tener que ver con proporcionar a la familia y a uno mismo la tranquilidad sobre la parte material de la vida.
Las finanzas personales no representan algo frío, trascienden los conceptos de inversión o el dejar de gastar. Al contrario, tienen que ver con el disfrute de las posesiones. Y la palabra «disfrutar» viene del latín, compuesta de dis (separar) fructus (fruto). Es decir, significa «sacar la fruta» o «gozar del producto de algo».
Esto tiene una connotación a tomar en cuenta, pues significa que primero es necesario sembrar (trabajar) y luego cosechar (ingresar) para luego disfrutar (gastar con los seres queridos).
Claro, ese disfrute es una responsabilidad de largo plazo, que nos permita gozar lo alcanzado sin comprometer el futuro. Ése, es el verdadero reto de la administración personal.
Estamos reconociendo, dentro de las finanzas personales, que el ser humano tiene deseos, gustos, preocupación por el futuro, sueños y aspiraciones.
Hagamos una analogía matemática muy simple. Si pensamos que la felicidad es estar satisfecho con lo que se tiene, entonces:
Felicidad = Satisfacción
Ahora bien, la satisfacción aumenta o disminuye por dos componentes; lo que tenemos (posesiones) y el cumplimiento de nuestras aspiraciones (deseos).
Cambio en el nivel de satisfacción = Posesiones – Deseos
Meditemos sobre esto. Si los deseos o aspiraciones son menores a las posesiones, entonces la satisfacción se eleva y, por tanto, se tiende a ser feliz. Imaginemos a un niño de un pueblo rural que se encuentra muy contento al jugar con su resortera, mientras que en el área urbana otros niños están tristes porque no poseen la última versión de un juego digital.
Quiere decir que la resortera o el juego digital no son los mecanismos para elevar la satisfacción, sino la sensación de ver cubierto un deseo con una determinada posesión. Para el niño del pueblo rural, la resortera fue suficiente y cumplió sus deseos, mientras que para el niño del área urbana sus posesiones son insuficientes para satisfacer sus aspiraciones.
Por lo tanto, la satisfacción financiera se eleva en dos vías: aumentando las posesiones o reduciendo los deseos.
En el caso de las posesiones, se aumentan en la medida en que se tengan mayores ingresos. En tanto, los deseos bajan si me conformo con lo que tengo.
Si te das cuenta, el enfoque de las posesiones tiende a ser materialista y apoya la idea de hacerse rico, mientras que el de moderar los deseos puede tener una arista espiritual.
Sin entrar al terreno religioso, que siempre será controversial, las grandes corrientes espirituales proponen el abandono de sí mismo y la humildad. Se infiere que quien se desprende de todo lo material en el mundo terrenal alcanza un alto grado de satisfacción y surge la «iluminación».
Esta idea tiene mucho sentido, pues al estar ausente el deseo, cualquier posesión por muy mínima que sea es exagerada y suficiente.
2. Gasto vs. ahorro
Hay dos extremos en la toma de decisión sobre el ahorro y el consumo; como si se tratara de una lucha. En una esquina están quienes, en la literatura académica, se les llama mercantilistas, personas que reciben un enorme placer en la acumulación del dinero y gastar les proporciona desagrado.
Aún cuando la sociedad los estigmatiza como «marros» o «codos», estos mercantilistas están tranquilos y contentos de llevar así sus finanzas. Aquí se complica cuando están acompañados y la familia debe también acostumbrarse a este gasto mínimo.
En el otro extremo del ring están los despilfarradores o consumistas, quienes siempre viven al día o incluso de prestado, con tal de mantener un nivel de gasto alto. Este otro extremo suele ser peligroso, pues tarde o temprano se convierte en una pesada carga y termina aniquilando cualquier posibilidad de consumo futuro. En este caso, la familia tiene dos etapas; la primera, en donde gozan las mieles del consumo y la otra, en donde sufren tremendamente las carencias.
La propuesta es optar por un balance, en donde se tenga la constancia y responsabilidad del ahorro, pero también la capacidad de disfrutar lo que se tiene, sin el miedo de qué pasará mañana. Lo ideal es no caer en ninguno de los dos extremos.
Esta idea es un concepto rector de este libro, pues las decisiones financieras siempre estarán vinculadas con las satisfacciones y rendimientos inmediatos (corto plazo) y los logros y ganancias futuras (largo plazo).
Desde luego, hay un intercambio; si quiero disfrutar el recurso en el corto plazo implica dejarlo de utilizar para mañana. Asímismo, si decido gastarlo después debo de «sacrificar» el hacerlo ahora. Es lo que llaman nuestros vecinos del norte there is not free lunch any more… «no hay lonche gratis nunca más».
Siento decir que las fórmulas mágicas son inexistentes y uno mismo debe encontrar ese balance interno que esté sustentado por un balance financiero. Generar mucho dinero no garantiza necesariamente la felicidad, como tampoco gastarlo.
3. Hacerse rico en pocas lecciones
Hay muchos libros de realización personal con una oferta de fórmulas mágicas para alcanzar la riqueza y es válida su lectura en la medida en que son motivacionales, además de que algunas ideas son útiles para aplicarlas.
Si bien tomar buenas decisiones en materia de inversión nos conduce a generar altos ingresos, cada quien alcanzará su propia definición de riqueza.
La palabra «rico» se deriva del latín rich que significa poderoso y el poder es muy relativo, pues bien podemos estar pensando en el hombre con las mayores posesiones del mundo o sencillamente en el vecino que posee el carro último modelo.
Te invito a que encuentres tu propia definición de riqueza, en donde el dinero sea una forma de alcanzar tus metas personales y familiares, en lugar de convertirse en un fin por sí mismo. Inclusive, podríamos pensar en conceptos profundos como la riqueza familiar, de salud o espiritual.
Desde una perspectiva financiera es dirigirte hacia un concepto individual de felicidad, para alcanzar los objetivos que te has impuesto. Ten cuidado, porque puedes caer en la trampa de la avaricia, con una acumulación excesiva, en donde siempre se quiere más, para darse cuenta que se abandonaron los propósitos esenciales.
Habría que diferenciar entre una aspiración legítima y la avaricia, que podría degenerar en un proceso de nunca estar conforme con las posesiones materiales. Una cosa es tener propósitos y otra muy diferente sentirse agobiado por las carencias.
4. ¿Cómo tomamos decisiones?
Todo el tiempo estamos tomando decisiones; ahora mismo estás decidiendo leer en lugar de estar haciendo algo más.
Imposible escapar a las decisiones; desde que abrimos los ojos hay que elegir entre quedarnos cinco minutos más en cama o levantarnos para hacer nuestras labores diarias.
En esencia, una decisión es un proceso mental que te hace tomar una acción o inacción en relación a un evento en particular. Ahí es donde radica nuestra inquietud: ¿cómo tomar las acciones correctas en materia de finanzas personales?; la respuesta a esta pregunta es lo que todos quisiéramos saber.
De aquí se desprende una regla fundamental:
«Para tomar decisiones es básico tener al menos dos opciones»
De otra manera, te estás dejando llevar por lo único que tienes frente a ti. Es imprescindible percatarte de todas tus alternativas a la mano y, en el extremo, si no las encuentras… ¡invéntalas!
En ocasiones estamos tan absortos con una sola opción que no alcanzamos a percibir otras posibilidades. Hay que buscarlas y seguramente las encontrarás y será en ese momento cuando estarás tomando realmente decisiones, sobre todo porque se ha probado que siempre hay un factor emocional que te ciega a ver otras alternativas.
Por ejemplo, ¿cuántas veces hemos llevado a cabo malas decisiones por querer complacer a un ser querido? Tal vez nos comprometimos a comprar una casa que no podemos mantener o la imposibilidad de sostener a un hijo en una universidad cara.
Bajo un criterio económico se habla siempre de los consumidores «racionales» y ello tiene serias implicaciones en términos de toma de decisión, pues supo...

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