Paisaje III
Superficies de inscripción digital.
Decodificar las expresiones del malestar contemporáneo
Lo más profundo es la piel.
Paul Valéry
Tayyip, winter is coming.
Meme #GeziPark
En el capítulo anterior enfaticé la importancia fundamental del locus, la plaza, la calle, los territorios apropiados y ocupados como elementos fundamentales en la configuración de las subjetividades insurrectas y las afecciones y los afectos que sostienen y animan la movilización.
Ahora voy a desplazarme a lo que llamaré espacio-red, para referirme a la capa digital y su relación con los paisajes insurrectos. Las posibilidades de adentrarse en este escenario son numerosas. Voy a optar por una primera aproximación metafórica que me ha perseguido desde los primeros estallidos de lo que de manera casi generalizada —siguiendo la terminología propuesta por Castells (2009)— se denomina «movimientos en red» o «movimientos-red».
Propongo pensar el espacio-red como un proceso de «polinización», es decir, como un proceso de transferencia fecundante que ocurre a través de los llamados «vectores de polinización».
El transporte del polen lo pueden realizar diferentes agentes que son llamados vectores de polinización. Los vectores de polinización pueden ser tanto bióticos, como aves, insectos (principalmente abejas, murciélagos, etc.); como abióticos, por ejemplo agua o viento (Wikipedia).
En otras palabras, estos vectores pueden ser pensados como agentes que llevan una «cosa» (en este caso ideas, emociones, palabras, imágenes, deseos) de un lugar a otro, donde la «cosa» transportada dará origen a «cosas» distintas, que a su vez serán transportadas a otros lugares. Estas «cosas» distintas conservan, no obstante, el ADN de la «cosa» transportada; en este caso, las subjetividades insurrectas.
Por subjetividad insurrecta entiendo el desanclaje de la experiencia y la percepción de los sujetos del sistema dominante normalizado e interiorizado para construir o dar paso a otras formas de lo posible; la subjetividad disidente llama a sus otros a ese espacio distinto y, a partir de ahí, articula un nosotros diferente.
Los vectores de polinización en el espacio-red pueden ser tanto humanos (personas, grupos, colectivos, organizaciones) como no humanos o tecnológicos (hardware y software, plataformas y dispositivos).
En términos de Deleuze y Guattari (1994), estaríamos frente a un proceso «rizomático», noción que los autores adoptan, para el desarrollo de su planteamiento, de la estructura de algunas plantas, y que supone que no hay una posición jerárquica o central de la raíz, el tallo o la rama. Cualquier modelo de orden puede ser modificado. Así, la polinización operada a través de los vectores de polinización en red es susceptible de ser entendida como un proceso en permanente elaboración que conecta, contagia y acelera de manera simultánea múltiples puntos, desde un principio de desterritorialización y sin jerarquías, que configura un mapa «abierto, desmontable, reversible, susceptible de recibir constantes modificaciones» (ibíd.: 22), tal y como ya lo señalé en el paisaje II.
Desde esta perspectiva, se asume entonces que el sentido de la movilización, de la protesta, de la insurrección se construye a través de los distintos nodos en conexión. La definición formal de «nodo» en teoría de redes es: «un punto de intersección, conexión o unión de varios elementos que confluyen en el mismo lugar».
Aquí utilizaré el concepto de nodo de una manera más abierta para referirme al conjunto de «posiciones sociales» o lugares en las redes, tanto analógicas como digitales, que se intersectan e interactúan en una trayectoria en una superficie de inscripción. Intento formular estas ideas que son claves para el planteamiento general de este libro.
Siguiendo la sociología interpretativa de Bourdieu (1999), y dicho de manera sintética, la idea de «lugar social» o posición establece que la sociedad no es una suma de individuos atomizados, sino la articulación tensa, desnivelada y desigual de posiciones en la estructura social. El «yo» que se expresa en las redes digitales (y analógicas) representa —siempre— un yo situado en la estructura, y desde cada posición «habla» una condición política, social, geográfica, de género, religiosa, etcétera.
Los agentes sociales que se constituyen como tales en y en relación con un espacio social (o, mejor, con determinados campos), y también las cosas en tanto que los agentes se apropian de ellas y son, pues, constituidas como propiedades, están situados en un lugar del espacio social que puede caracterizarse por su posición relativa con respecto a los otros lugares (encima de, debajo de, entre, etcétera) y por la distancia que lo separa de ellos. Así como el espacio físico se define por la exterioridad recíproca entre las partes, el espacio social se define por la exclusión mutua (o la distinción) de las posiciones que lo constituyen, es decir, como estructura de yuxtaposición de posiciones sociales.2
En las redes —en este caso, las digitales como Twitter, Facebook, Instagram o plataformas como Youtube o Vimeo—, un nodo constituye la expresión densa, histórica y política de una forma de entender y estar en el mundo. Por ello, un nodo no es simplemente la representación gráfica de un punto en un grafo que visualiza una red, sino la condensación de una visión del mundo, situada y configurada culturalmente. Alrededor de las insurgencias en México, España, Estados Unidos, Turquía, Brasil, Francia, cada pequeño nodo en estas redes representa un punto de vista, una expresión, una voluntad de articularse a otros nodos y construir una voz colectiva.
Propongo entonces que para que esos nodos o lugares sociales logren articularse se requiere de lo que llamaré superficie de inscripción.
Llamo superficie de inscripción al espacio social y digital en el que las personas inscriben, a través de palabras, imágenes o gestos, sus imaginaciones y deseos, sus miedos y esperanzas, sus odios y afectos. El muro de Facebook, el perfil de Twitter o Instagram y los relatos efímeros de Snapchat operan como superficies de inscripción en las que nos jugamos el «yo» como un lugar de enunciación.
Al igual que las pancartas que se llevan o las consignas que se gritan en una marcha, al igual que las paredes que se llenan de grafitis, de poesías, de trazos aparentemente ininteligibles, las superficies de inscripción representan, parafraseando a Paul Valéry:
lo más profundo de la piel
En síntesis, propongo que, para aproximarse a una mejor intelección de los movimientos-red que han sacudido el paisaje del siglo xxi en el ciclo 2010-2016, es conveniente pensar la multiplicidad, las velocidades, los umbrales donde se intersectan estos nodos que representan subjetividades diversas y, de manera especial, asumir una perspectiva nómada, esa que, a decir de Ibáñez (1985), se opone a la perspectiva sedentaria, es decir, una estrategia tanto epistemológica como metodológica que sigue al «objeto» en su movimiento y devenir, sin pretender jamás que éste asuma la forma que queremos darle o imponerle un sentido, una trayectoria, un devenir. La perspectiva nómada acompaña, se deja contaminar, avanza o retrocede en el afán de hacer hablar las huellas del «objeto».
Expresiones contemporáneas del malestar colectivo
La utilidad de la metáfora de «vectores de polinización» para pensar el espacio-red, es decir, la web y sus múltiples plataformas y lenguajes, es que permite:
a) Romper con los determinismos tecnológicos y abrazar la idea de la red como un espacio de posibilidades y no como un fin, es decir, como una superficie de inscripción.
b) Poner en el centro del análisis las ideas, las emociones, las palabras, las imágenes que se movilizan a través de (y desde) la red, es decir, la agencia de sujetos que actúan de manera interconectada.
c) Considerar la importancia clave de los ecosistemas en los que respiran (o se ahogan) las ideas, las emociones, las palabras, las imágenes (topología del espacio-red).
d) Asumir los límites y los alcances del espacio-red, es decir, no ignorar la especificidad de la web y sus distintas plataformas en una perspectiva que dialoga con la economía política del conocimiento y la información.
e) Repensar las formas de comunicación y organización del movimiento en red y, con ello, revisar las nociones de lo público y la participación política.
Estos cinco elementos —que no agotan el espectro de posibilidades y características del espacio-red en sus relaciones con la acción colectiva— permiten avanzar hacia una primera tipología para el análisis de lo que llamaré, de manera provisoria, expresiones contemporáneas del malestar colectivo, en tanto esta forma de nombrar las insurgencias, las protestas, las movilizaciones y eventualmente los movimientos sociales desplaza —por lo pronto— el problema de la nomenclatura o los conceptos disponibles para nombrar o agrupar bajo una misma categoría las resistencias que emergen en el tardocapitalismo en distintas partes del mundo.
En esta primera tipología quisiera destacar tres dimensiones: el «espacio público expandido» (Reguillo, 2002), la «acción conectiva» (Bennett y Segerberg, 2013) y la «producción de presencia» (Reguillo, 2012). A su vez, estas tres dimensiones se constituyen a partir de una compleja interacción entre «actantes». Esta categoría, que retomo de Latour (2008), resulta útil para aprehender el entramado de relaciones que configuran la expresión y la organización del malestar colectivo que se despliegan, por ejemplo, en l...