Introducción
Ni que decir tiene que las historias de nacimientos narradas en la Primera Parte son distintas a las de la mayoría de las mujeres en Estados Unidos. En general, los relatos son demasiado positivos; se habla demasiado de alegría, éxtasis y satisfacción. No incluyen la proporción habitual de fórceps, ventosas y cesáreas que suele formar parte de estas intervenciones. (Para las mujeres que dan a luz en el Centro de Matronas de La Granja, la tasa aproximada de ese tipo de intervenciones, en total, era de menos del 2 por ciento, frente a un índice de, al menos, el 30 o 40 por ciento en la población general de parturientas en Estados Unidos).
Los partos, en su mayor parte, se producen en un pequeño centro de maternidad o en casa, y el número de matronas presentes en muchos casos es mucho mayor del que suele ser en el resto del país. Con estas diferencias, usted puede preguntarse si estas historias y la experiencia de las mujeres cuyos partos atendimos mis socias y yo le pueden servir de algo.
Si las mujeres que cuentan sus historias fueran seres especiales, la respuesta sería no. Pero, si las mujeres que dan a luz en La Granja son exactamente igual que las demás norteamericanas en cuanto a sus facultades físicas intrínsecas —y estoy segura de que es así—, entonces nuestras experiencias sí tienen algo que enseñar. Dentro de estos relatos se encuentran lecciones que pueden darle a usted la fuerza necesaria para tener a su hijo sin intervención tecnológica, sea donde sea que decida dar a luz. Pero el parto, en nuestro contexto social, se ha vuelto algo difícil de entender, debido a una serie de mitos culturales generalizados sobre este acto fisiológico. Por ejemplo, en contra de la leyenda, las características físicas intrínsecas interfieren muy pocas veces con la capacidad de dar a luz. En otras palabras, lo más probable es que su pelvis sea lo bastante grande como para tener un parto vaginal. Lo es en casi todas las mujeres. En cambio, las actitudes mentales y las emociones sí entorpecen la capacidad de parir mucho más de lo que se suele pensar.
La Segunda parte explica por qué en el Centro de Matronas de La Granja hemos podido obtener unos resultados excelentes (con la oportuna ayuda de varios médicos, hospitales y miembros de la comunidad), incluso en los comienzos, cuando mis socias y yo no teníamos casi experiencia. La primera cesárea no fue necesaria hasta después de que nacieran 186 niños (el bebé número 187 estaba atravesado en el útero y fue imposible darle la vuelta). La segunda cesárea fue en el parto número 324. Esta tasa tan baja de intervenciones la logramos sin poner en peligro ni a las mujeres ni a sus hijos.
La razón de que los datos del Centro de Matronas de La Granja (ver Apéndice A) sean tan buenos es que, como comunidad, conseguimos hacer bien muchas cosas que se podían hacer bien o mal. Acertamos en numerosos casos antes de haber leído los resultados de ninguna investigación. Y, cuantas más cosas se hacen bien, más sinergias se crean. Cuando alguien está buscando una poción mágica, cada cosa puede parecer una nadería. ¿Qué? ¿Poner el parto en manos de las mujeres? ¿Darles de comer? ¿Dejar que duerman? ¿Esperar a que se pongan de parto? ¿No meterles miedo? Pero todos estos protocolos, unidos, producen una gestalt que deriva en madres relajadas, felices y entusiastas y en niños sanos. Siguen haciendo falta hospitales y tocólogos, pero las estadísticas de La Granja muestran qué pocas veces son necesarios entre mujeres sanas y que se han preparado bien para el parto. La Segunda Parte explica asimismo las rutinas que suelen encontrarse en la planta de maternidad de un hospital y que pueden influir en el rumbo del parto y el proceso fisiológico normal.
Subrayo el hecho de que hemos hecho muchas cosas bien desde el principio porque ilustra esa realidad importante sobre el parto: que es un proceso fisiológico normal. En ningún otro campo que no fuera la maternidad habríamos podido empezar mis socias y yo como aficionadas, habernos encargado de nuestra propia educación y, aun así, haber obtenido resultados muy superiores a los de profesionales en hospitales con la tecnología más avanzada. No habríamos podido ser así dentistas ni cirujanas.
Quiero compartir mi experiencia de matrona para alentar e informar a las madres.
Es importante recordar que nuestros cuerpos deben de funcionar muy bien porque, de no ser así, no habría tantos seres humanos en el planeta.
La información que contiene este libro es especial porque procede de los descubrimientos y la realidad de un grupo de mujeres que, en grupo, aprendieron que desarrollar una atención perinatal centrada en la mujer permitía saber cosas de su fisiología innata de las que nunca habían oído hablar.