Los límites del mercado

Reflexiones sobre economía, antropología y democracia

Karl Polanyi, César Rendueles

• Editorial: Capitán Swing Libros
• Año: 2020
• ISBN del libro electrónico: 9788412219241
• Edición: 1
• Categoría: Literatura
• Categoría: Ensayos literarios

Considerado uno de los máximos exponentes de la historia económica del siglo XX, y el pensador por excelencia de la "sociedad de mercado", Polanyi es sin duda una referencia imprescindible hoy en día en las ciencias sociales. Los textos recopilados en esta antología proporcionan una visión general del pensamiento de Polanyi y sus aportaciones esenciales en el campo de la antropología económica, el estudio comparativo de los sistemas económicos, y los sistemas políticos e ideológicos que lucharon durante el siglo XX (socialismo, comunismo, fascismo y nazismo). Estos ensayos, que parecían relegados a las polvorientas bibliotecas universitarias, siguen siendo tan fundamentales como lo fueron en su momento. Los límites del mercado se puede leer como una advertencia para nuestra época neoliberal, donde la lógica de la economía de mercado ha llegado a dominar todas las esferas de la actividad humana, y también como una guía profética para aquellos que aspiran a comprender las causas y los desafíos del presente: la distorsión democrática generada por una economía de mercado desrregulada, las consecuencias del capitalismo sobre el medio ambiente, la tendencia a la mercantilización de todo, y el papel de las autoridades públicas en el rescate del sistema económico.

Intercambio sin mercado

en tiempos de Hammurabi[45]

En un estadio u otro de la historia de cualquier campo de investigación se puede llegar a la conclusión de que, cuanto más amplio es el material empírico que llegamos a conocer, menos parece encajar en un modelo. En lo que se refiere a la economía babilónica Max Weber se mostró consciente de las profundas dificultades ya por el año 1909, pero nunca volvió a tratar la cuestión. Entre los asiriólogos los síntomas de malestar surgieron comparativamente tarde, pero no por ello fueron menos significativos. Paul Koschaker, que previno una y otra vez contra algunos de los supuestos efectuados por los primeros pioneros, acabó lamentándose de que sus esfuerzos le habían conducido a un callejón sin salida. Su estudio sobre la administración económica del antiguo Estado babilónico (1942) se cerraba, según sus propias palabras, «con una nota discordante y escéptica». No parecía posible aplicar de forma satisfactoria términos comerciales al proceso de intercambios estatales tal como estaba explicado en los documentos de Larsa; el historiador añadía que probablemente tendríamos, por el momento, que resignarnos a reconocer la incapacidad de los conceptos racionales para hacerse cargo de las irracionalidades administrativas de lo que él denominaba «métodos comerciales hiperburocráticos». En este pasaje, algún tipo de prejuicio deformador parece haber limitado la claridad de visión del gran erudito. No obstante, esta cuestión escapa a nuestra competencia. V. Gordon Childe, a quien nadie puede tachar de antisocialista, tampoco consiguió dispersar la penumbra que rodeaba a las primeras formas de vida económica de la zona. Su teoría de una «revolución urbana» refleja los resultados de los avances espectaculares de la arqueología de la prehistoria, pero no ofrece ninguna respuesta a la cuestión de cómo se organizaron la producción y el comercio. Debe suponerse, por consiguiente, que los obstáculos que se oponen a una profundización en el tema no se limitan a preferencias de filosofía histórica o política económica. En realidad, puede haber importantes razones para creer que la frustración en que ha caído el estudio de la economía babilónica no es más que la última fase de la perplejidad secular que durante casi un siglo llevó el nombre de debate del oikos, esbozado en el capítulo anterior. La cuestión, a grandes rasgos, estaba en saber si en el apogeo de su desarrollo la sociedad de Grecia y Roma clásicas era esencialmente moderna o primitiva en sus aspectos económicos.

Pseudo-economía y perspectiva invertida

Con una perspectiva temporal, no es demasiado difícil descubrir por qué, aunque existía un amplio acuerdo en lo referente a los datos, no se llegaba a una interpretación unánime y correcta. En realidad, lo que estaba en cuestión era en qué medida la economía, en sus diversas esferas, estaba organizada a través de mercados. Las pruebas de la existencia de mercados no son tan asequibles como se podría suponer. Incluso en condiciones modernas es con frecuencia una tarea delicada decidir si en un momento y en un lugar dado está actuando o no el mecanismo de creación del precio por la oferta y la demanda para un bien o un servicio determinado. Cuando se trata de un pasado lejano puede ocurrir que no haya pruebas empíricas. Entonces nos vemos obligados a basarnos en datos indirectos, como las pautas culturales que denotan por lo general la presencia en una sociedad de mercados o de actividades mercantiles. Pero este tipo de indicios son muy poco fiables. Características que superficialmente dan la idea de una cultura de hombres de negocios pueden darse al margen de los mercados e incluso de la misma economía. Entre los manus de las islas Almirantes, los tolowatututni de California o los kwakiutl de la costa noroccidental abundan famosos ejemplos de seudoeconomías, como los intercambios de los potlatch o de los kula, algunos detalles de los cuales son a veces casi un remedo de las actividades de los agiotistas. Hábitos no intrínsecamente económicos, como el estímulo a la especulación, la competencia en subastas, la contabilidad rigurosa, la tentación del riesgo, el orgullo por los ingresos públicos, que podemos encontrar en la vida comercial moderna, tienen también un papel importante en la textura social de las comunidades primitivas. Evidentemente, la presencia de características seudoeconómicas como las mencionadas no es ninguna prueba de que funcionen mercados. Además —he aquí otra ambigüedad— algunas instituciones genuinamente económicas que creíamos que habían surgido en tiempos modernos en su forma más elaborada resultan haber existido también en condiciones arcaicas. No obstante, por similar que sea la estructura de la institución, su función puede ser muy diferente. En su forma primitiva, anterior al mercado, actuaba como sustituto de éste; en su forma moderna, en cambio, tiene una función suplementaria con respecto al mercado. Ejemplos: en siglos recientes la vida comercial ha producido complejas estructuras de crédito y sistemas de saldo, formas elaboradas de correduría y dinero utilizable sólo para unos fines determinados. Todo ello se ha de considerar como nuevo. Sin embargo, instituciones similares habían existido en tiempos antiguos, aunque en formas mucho menos complejas. La explicación es simple. Allí donde está extendido el trueque, el crédito, la correduría, el clearing o el dinero utilizado como patrón ayudan a agilizar el trueque y así compensan la ausencia de moneda y mercados.

Utilizando términos modernos, podemos decir que en estos casos la falta de mercados que funcionen exige un sustituto del mercado. En ausencia de dinero empleado como medio de intercambio, existen con frecuencia reservas públicas de víveres con la práctica concomitante de llevar contabilidad de las deudas de los individuos y con prácticas de clearing. Aunque el dinero no se utilice como medio de intercambio, puede usarse como patrón además de como medio de pago, utilizándose diversos artículos para los diferentes objetos de intercambio. Correduría y subasta son entonces los instrumentos corrientes para concertar el trueque. Con el desarrollo de mercados, estas prácticas, por supuesto, tienden a desaparecer porque resultan superfluas, y vuelven a surgir mucho más tarde revestidas de formas sofisticadas y con el nuevo cometido de facilitar el funcionamiento de mercados altamente desarrollados. Un ejemplo típico de esta recurrencia de características institucionales e instrumentos operativos que reaparecen en nuestros días es el conjunto de actividades que designamos como banca. Históricamente, la aparición de cambistas de dinero, los primeros banqueros, precedió al uso generalizado de moneda acuñada. Incluso las sucursales bancarias alcanzaron un desarrollo muy notable en el Egipto tolemaico, donde servían para encauzar una avanzada economía planificada en especie, sin mercados ni dinero como medio de intercambio. En realidad, el saldo de deudas entre las cuentas de los comerciantes parece haber sido una práctica generalizada ya milenio y medio antes del Egipto tolemaico, en los antiguos intercambios asirios, en ausencia no sólo de mercados creadores de precios, sino incluso de moneda acuñada.

Resumiendo: el elemento desorientador de la controversia del oikos era el papel del mercado, en el que se centraba en realidad la discusión, aunque sin suficiente conciencia del hecho por parte de los participantes en el debate. Traducido a estos términos, lo que Rodbertus acentuaba era que, en ausencia de un sistema de mercado, en el último periodo del Imperio romano la imposición se debía basar lógicamente en un impuesto general sobre la propiedad recaudado en las haciendas prácticamente autosuficientes de los grandes terratenientes poseedores de esclavos. Bücher, también en estos términos, reconoció que las economías modernas se integraron a través de mercados nacionales, que eran en buena parte creación del Estado, cosa que no había ocurrido nunca antes. Finalmente, la posición de Weber con r...

Índice

• Portada
• Los límites del mercado
• Introducción. Karl Polanyi. Más allá de la mentalidad de mercado (César Rendueles)
• PRIMERA PARTE. El declive de la sociedad de mercado: crisis y contramovimientos
• SEGUNDA PARTE. Comercio y mercado en las economías antiguas
• TERCERA PARTE. Democracia, economía y desarrollo tecnológico
• Índice
• Sobre este libro
• Sobre Karl Polanyi
• Créditos