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Compartiendo la gloria. El testimonio inspirador de siete mujeres futbolistas
- 124 páginas
- Spanish
- ePUB (apto para móviles)
- Disponible en iOS y Android
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Compartiendo la gloria. El testimonio inspirador de siete mujeres futbolistas
Descripción del libro
Vicky Losada, Alba Palacios, Vero Boquete, Irene Ferreras, Alba Mellado, Laura del Río y Aitana Bonmatí. Siete testimonios de mujeres que demostraron que el fútbol, es fútbol; 90 minutos de pasión en los que no importa quién marca el gol sino gritarlo a voz viva.
Siete mujeres que quieren servir de inspiración a las futuras generaciones de futbolistas, quienes recogerán su testigo para seguir desarrollando su pasión por el que llaman el deporte rey.
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Información
ISBN del libro electrónico
9788416164738Edición
1VERO BOQUETE
Vero Boquete (Santiago de Compostela, 1987) es la única futbolista española que tiene la Champions League en su palmarés. Aunque debutó en Primera con el Real Zaragoza y explotó en el RCD Espanyol, ha desarrollado su carrera en el extranjero desde 2010: Estados Unidos (Western New York Flash, Chicago Red Stars, Philadelphia Independence, Portland Thorns y Utah Royals); Rusia (Energiya Voronezh); Suecia (Tyresö FF); Alemania (Fráncfort y Bayern de Múnich); Francia (PSG) y China (Beijing). Con España ganó el Europeo sub-19 y disputó la Eurocopa 2013 y el Mundial de Canadá 2015.
“Cuando entré en mi primer equipo de fútbol, tenía cinco o seis años”
Había una norma federativa que no me dejaba competir junto a los niños. Iba a entrenar y a los partidos. Hacía todo exactamente igual que mis compañeros, incluso llegaba a calentar con ellos como si fuera a jugar, pero después entregaba las fichas al árbitro y me iba para la grada. Creo que había normalizado esa diferencia, pero para mis padres debió de ser complicado hacerme sentir que no pasaba nada, que todo aquello era normal. Ellos intentaban explicarme que no podía participar, pero que harían lo posible para intentar cambiarlo. Sabía que era verdad, que estaban luchando por mí. Mientras tanto, disfrutaba de los detalles que había alrededor de los partidos. No tenía sentido que no pudiéramos jugar. Gracias a esa educación y a que mis padres nunca se rindieron, logramos cambiar la norma. Mi padre y el presidente del club fueron al Consejo Superior de Deportes (CSD) y la temporada siguiente pude ser una más. Entonces me di cuenta de que me iba a encontrar con muchas barreras, no tanto dentro del campo, porque mis compañeros y amigos siempre me han tratado igual que al resto, pero sí en otros ámbitos que rodean al deporte. Vi que fuera todo iba a ser más complicado y que me tenía que preparar para ello. Desde pequeña aprendí la lección. Primero cuando los profesores intentaban que escogiera otro deporte, porque decían que del fútbol no iba a vivir. Después cuando me incitaban a dejarlo para estudiar o a hacer otras cosas. Durante esos años tuve que enfrentar muchas cosas, pero tenía claro lo que quería ser. Crecí sin referentes femeninos, sin imaginar que se podía ser profesional, sin saber que había mundiales, eurocopas o ligas. Era como si no existiera el fútbol para nosotras. No había información y era más difícil aún en Galicia, creciendo en Santiago, donde le dedicabas todas las horas posibles a algo sin saber si podía tener una salida. Cuando me di cuenta de que no era así, de que podría buscar mi futuro en el fútbol, ya tenía catorce o quince años. Entonces me prometí a mí misma que haría todo lo posible para conseguirlo, que cada paso que diera iría en la dirección de jugar al máximo nivel.
Mis primeros recuerdos con el balón vienen a la par de empezar a andar. Mi padre y mi hermano son los culpables de que sea futbolista. Siempre estaba con ellos, jugando en los pasillos de casa y acompañándolos a los partidos. Quería ser como ellos. Cuando mi hermano tenía seis años y yo tres, ya estaba por ahí rondando, incluso llegué a jugar en su equipo cuando les faltaba algún jugador. Mi infancia fue fútbol: fútbol en televisión, fútbol en la comida… Y en esto la figura de mi padre resultó ser fundamental. Mi madre también, pero desde otra posición, ya que como mujer se tuvo que adaptar a algo que para ella no era habitual. Ella ha sido mi gran apoyo, siempre que había trabas era quien tiraba para adelante.
Cuando cumplí los catorce hubo un cambio importante en mi carrera: me fui a la selección gallega, conocí a jugadoras de otras partes de España y empecé a buscar referentes internacionales, como la brasileña Marta, que ha sido elegida varias veces como mejor jugadora del mundo. En ese contacto con otras chicas vi que había opciones. Dos años después ya era convocada por la selección sub-19 y estaba entre las mejores jugadoras del país. Al saber de la existencia de otros campeonatos, tenía que apostar fuerte; sin embargo, nunca perdí la perspectiva de la realidad. No dejé de estudiar, estaba muy centrada y lo sacaba todo con empeño. No se me daban muy bien los estudios ni tenía tiempo, pero en casa siempre me han apretado y me han enseñado a ser responsable. Incluso consiguiendo mi objetivo, debía tener en mente que habría otra vida muy distinta después. Estudiar era mi responsabilidad, mi obligación como hija y como persona. Además, si iba a clase todos los días de mi vida, si tenía que estar en el instituto de ocho de la mañana a tres de la tarde, debía sacarle provecho o se convertiría en una pérdida de tiempo, que es algo que nunca me ha gustado. Antes de finalizar el bachiller, tuve la oportunidad de irme de Santiago para jugar al fútbol, pero quise terminarlo, para así tener una garantía. Después me pude marchar de Galicia, pero busqué una ciudad en la que pudiera compaginar ambas cosas. Mi primer destino fue Zaragoza, donde además de jugar podía estudiar Magisterio de Educación Física. Deporte y educación, las dos cosas más importantes que han marcado mi vida.
Mi idea de fútbol es educativa, y así lo he aprendido. Todos mis principios y valores vienen del deporte, de algo que considero importante y esencial en las personas. El fútbol te ofrece vidas en pequeñito, todo lo que sacas de aquí lo extrapolas. Por eso, entiendo que debería ser básico y fundamental en cualquier sistema educativo. Lo he vivido en países nórdicos, donde no cogen los valores del fútbol masculino de máximo nivel, sino que entienden la importancia de lo que ofrece el deporte en general. En España, sin embargo, no siento que sea así, razón por la que disfruto tanto en países que tienen esta misma visión que yo. El fútbol masculino ha sobrepasado todos los límites económicos, morales, educativos y de valores. Hace daño al resto de deportes, pero para evitarlo es necesaria la educación. Los que tenemos un altavoz en el deporte debemos utilizarlo para transmitir lo que realmente nos ha dado. El problema es que hay quien rechaza este amplificador. Yo no lo concibo así, porque puedo llegar a muchas personas y cambiar cosas.
Esos valores son los que me han llevado a ser quien soy, y si he logrado ser una de las mejores futbolistas, ha sido también por la ambición, que para mí no es nada negativa, salvo que te lleve a alcanzar tus objetivos a toda costa, pisoteando o maltratando a los demás por el camino. Mi ambición es la que me ha ayudado a lograr objetivos. Si quieres tener éxito, debes tener metas, en el deporte o en cualquier aspecto de la vida, porque hay momentos en los que si no estás al cien por cien convencida de lo que quieres, te vas a dejar ir, vas a dedicarle menos tiempo, o te vas a perder por el camino. Es lo que me mantiene, lo que me ha llevado a elegir sitios donde podía ganar títulos. Cuando la pierda, no estaré al máximo nivel. Me encanta ganar, pero nunca he ido a clubes donde ya están acostumbrados a ello. Me gustan los retos. Por ejemplo, entre Wolfsburgo o Fráncfort, opté por el segundo, ya que llevaba años sin ser el equipo que había sido históricamente. No me gustan las cosas hechas, lo que parece fácil. Nunca me he ido a cualquier sitio, siempre ha sido una decisión pensada y razonada. Miro el nivel de la liga, de los entrenadores, la calidad de vida… En definitiva, todo lo que me haga aprender, progresar y lograr un nivel más alto. Los primeros años solo veía títulos. Luego aprendí a mirar por lo que me podría servir en el futuro.
Ser una de las mejores jugadoras del mundo
Zaragoza fue mi primera experiencia en la Liga, pero es el RCD Espanyol el que me abrió las puertas a todo lo que vino después. Se trata de un club grande que lucha por títulos, un club que me ayuda a dar el salto a un nivel top, donde realmente rindo al máximo. Destaqué y entonces llegó la selección absoluta y vi que realmente estaba entre las mejores jugadoras de España y que podía aspirar a más. Lo mejor de aquella etapa es la gente que dejé allí. El Espanyol es mi casa. Me marcó especialmente en las derrotas. Estaba en Barcelona para ganar títulos y me tuve que conformar con dos Copas de la Reina. Perdí dos ligas. ¡Qué jodido es cuando pierdes! Siempre quiero ganar, y el club me empujaba también en eso. Cuando perdía, me sentía hundida, no encontraba sentido a nada. Evidentemente eran las primeras derrotas y las vives de manera más intensa. Después relativizas más, pero en ese momento era todo un drama, días viendo capítulos de series para no pensar en fútbol, llorar cada vez que me sacaban el tema, dos días encerrada en los que no me podían hablar ni mis padres. Mi familia sabía que si perdía un partido no me podían llamar hasta finales de la semana siguiente, porque no les cogía el teléfono. Perder me quitaba las ganas de todo. Ahora, eso ni se me pasa por la cabeza. Me hace gracia, caer parecía el mayor fracaso de mi carrera, pero me doy cuenta de que era lo que me hacía ganar, lo que me hacía querer más. Me pasó más tarde cuando perdí la final de la Champions con el Tyresö ante el Wolfsburgo. Veía a las rivales levantar la copa y me decía «no sé dónde tengo que ir, pero el próximo año vengo a ganarla».

Me fui a Estados Unidos para salir de mi zona de confort. No hablaba apenas inglés, y me iba a un país totalmente diferente con intención de hacerme un nombre y conseguir el sueño de ser futbolista. Lo intenté durante mis vacaciones cuando era jugadora del Espanyol. Ganamos y fui la mejor jugadora, así que cumplí mi objetivo. El día antes de volverme a Barcelona me llamó mi agente: «¿Cambiamos el vuelo a Barcelona por uno a Chicago?» No lo entendí muy bien: «¿A Chicago a qué?» Al parecer, me habían visto jugar y me querían para los tres meses que quedaban de competición. De repente, estaba jugando con Cristiane, Formiga, Rapinoe… Jugadoras que veía por televisión. El primer día de entrenamiento me preguntaba qué hacía allí con esa gente. «¡Van a decir que no sé ni darle al balón!», pensaba. Te sientes pequeña, porque no conoces tu nivel, porque lo que has visto siempre has creído que era muy superior a ti. No había manera de compararte con ellas, de conocer realmente tu capacidad. Pero en el fondo te dices a ti misma «¡joder, tampoco puedo estar tan lejos!». Quieres comprobarlo. Entras al primer entrenamiento y piensas que vas a estar muy por debajo. Después de un rato cambia tu pensamiento. «Esto es lo que hago todos los días y lo hago bien». Entonces descubres que estás a su nivel. Ese paso me dio muchísima confianza y a partir de ahí mi objetivo fue ser una de las mejores jugadoras del mundo.
Durante un tiempo pensé que mi etapa en el Energiya Voronezh fue la que menos me aportó, pero a nivel personal me ha servido, y mucho. Siempre que hago una reflexión, siempre que miro atrás a las distintas ligas en las que he estado, pienso que no puedo eliminar nada de mi carrera. Todo ha contribuido a cómo soy. Fue una experiencia superextrema. Pasaba de Estados Unidos a Rusia, dos países totalmente opuestos. Después de vivir allí entiendo cómo son. Quizás en el momento no la valoré tanto, pero me he dado cuenta de todo lo que aprendí. Mi club solo tenía mi equipo y uno de niños pequeños de unos ocho o diez años. Estuve entrenándolos. Me pedían darles charlas y yo estaba encantada con ellos. La metodología de allí es muy militar y exigente, en exceso quizás. Mis entrenamientos giraban en torno al balón. Estaban sonriendo todo el tiempo, eran niños diferentes gracias a la pelota. Si eso es lo que puede transmitir el fútbol, hay que usarlo. Por eso me gusta cambiar vidas a través de este deporte, porque allí vi que disfrutaban. Eran niños muy maduros, acostumbrados a estar siempre concentrados, así que prestaban más atención y cogían las cosas rápido. Superamos la barrera del idioma, aprendían por el lenguaje corporal del ejercicio, lo repetían y se lo enseñaban unos a otros. Eran entrenamientos dinámicos. Es todo lo que te da el deporte, y que muchas veces no valoras. Allí puede que disfrutara más con eso que con mi etapa como futbolista.
Había ido a Voronezh para jugar la Champions. Venía de la liga norteamericana y no quería pasarme otro año sin jugarla. Me ofrecían un buen contrato y la posibilidad de marcharme en el momento en que no estuviéramos en esta competición. Me encanta la libertad. Siempre he hecho contratos cortos, ya que no quiero estar donde no me quieren ni estar donde no quiero estar. Si quiero quedarme en un sitio, me exijo. Sé que tengo que dar más, y renovar es una gran motivación. Si no quiero quedarme, voy a dar mi cien por cien y después me iré. Ese tipo de contratos me dan tranquilidad. No me gustan los acuerdos para cuatro o cinco años. Te dan estabilidad, sí. Pero estoy convencida de que así no habría llegado a mi máximo nivel, porque ya estaría buscando otro tipo de prioridades, como estar en un mismo sitio, más tranquila. Mi ambición es ganar y mejorar, y para eso tengo que salir de mi comodidad. Mi carrera ha sido siempre así.

La primera española en ganar la Champions
En el Tyresö fui feliz. Cuando las circunstancias no son las mejores pero el entorno es amable, tienes una experiencia buena. Y Suecia fue una etapa genial, donde disfruté al máximo nivel. Los suecos te respetan más y tienen más cultura deportiva. Hay otra mentalidad y lo notas desde el primer día, te reciben muy bien. Los países nórdicos nos llevan años de adelanto. Son sociedades muy igualitarias y eso se traslada también al deporte. Cuando llegué, pensé que allí no se podía jugar al fútbol. El primer día fue un seis de enero. Mi agente estaba en la cafetería, terminé el entrenamiento y le dije: «aquí no se puede». Dabas un pase y el balón se paraba, se iba haciendo una bola con la nieve. ¡Era horrible! Me decían que estuviera tranquila, que me tenía que acostumbrar. El inicio fue duro. Tenía que salir de casa 15 minutos antes para sacar la nieve a palazos de la escalera y del coche, que estaba cubierto entero. Me ponía mis botas, cogía la pala, limpiaba la salida del jardín y me iba a entrenar. Así todos los días. Quitar la nieve era prácticamente mi calentamiento; no obstante, había una norma por la que está prohibido entrenar al aire libre si estás a -15 ºC. Algunos días llegabas, te metías en el vestuario a entrenar o a la sala de vídeo y no podías dejar de mirar el termómetro constantemente. En cuanto llegábamos a la temperatura permitida, salíamos al campo. Las primeras semanas fueron difíciles. Entre la nieve y que no conoces a nadie, no puedes hacer muchas cosas. Vivía en una casa con otras dos compañeras americanas. El idioma no era un problema, pero sí el día a día. No había luz, ni había mucho más que hacer aparte de trabajar. Lo bueno es que te mantenías concentrada. La forma de vivir era muy diferente y difícil para los que estamos acostumbrados a relacionarnos con todo el mundo, pero la calidad de vida allí es magnífica.

Deportivamente viví experiencias muy bonitas. Todavía recuerdo el día que nos dijeron que habían fichado a Marta. «¿Marta, Marta? ¿La brasileña? ¡Es coña!» Estábamos en la estación de tren para un partido amistoso de pretemporada y nos reunió el director deportivo para comentarnos la incorporación, porque no quería que nos enteráramos por la prensa. «Hostia, ¡qué voy a jugar con Marta!» El día que llegó estábamos en el vestuario. Yo estaba frente a la puerta. Entró, y supernormal. Nos saludamos, se cambió y salimos a entrenar sin más. Los primeros días estás muy pendiente de ella, mirándola constantemente. Luego te habitúas y es una compañera igual que las demás, y después pasa a ser tu amiga. Es una persona muy terrenal. Siempre esperas que las grandes jugadoras sean divas; sin embargo, la mayoría de las veces es lo contrario. Seguro que hay muchísimas futbolistas más divas sin tener su nombre y su carrera. Ella, que viene de la nada, de las favelas, de los sitios más pobres, no ha perdido la cercanía. Además, es muy generosa y sensible. Ver llegar a gente así al máximo nivel dignifica al fútbol.
La gran lección de mi carrera
En 2014, llegamos a la final de la Champions. Cuando la juegas, sabes que puedes perder, aunque solo te entre en la cabeza ganar. Y es que por mucho que lo tengas presente, la derrota siempre es un golpe duro. Marqué un gol, pero caímos 4-3 ante el Wolfsburgo. En ese momento solo piensas en lo bonito que podía haber sido, en todo lo que has hecho, en las renuncias, en lo que has invertido para llegar a esa victoria. Cuando la pierdes, se te pasan todos los años por la cabeza. Sabes que lo has hecho muy bien y que hay factores que no puedes controlar, como el hecho de que, simplemente, el rival pueda ser mejor que tú. Si pierdes sabiendo que no tienes opciones, ya está. Pero cuando es cuestión de detalles, resulta doloroso. Sin embargo, es un dolor que al mismo tiempo te motiva y te da fuerza extra para volver y hacerlo mejor la siguiente vez. Mi obsesión era descubrir qué tenía que hacer diferente para ganarla.
Confiaba en ganar títulos con el Tyresö, pero estos no llegaban. Perdimos un par de partidos, la Supercopa y uno en liga. Fuimos a entrenar, y yo estaba tan hundida moralmente y tan cansada físicamente del desgaste de esa semana que no podía evitar estar decaída. Tienes la ambición de ganar y parece que nunca vas a hacerlo. Jugamos el siguiente partido y lo ganamos. Me marché para el autobús. Entonces, al salir del campo, mi entrenador, Tony Gustavsson, me abordó para decirme que sabía que era un momento difícil para mí, pero que era una ganadora y el éxito era cuestión de detalles. «Va a haber un día en el que algo pase. Habrá un clic y a partir de ahí vas a empezar a ganar cosas, porque te lo mereces, estés donde estés». Días después, en un remate durante un entrenamiento, me hice una lesión de rodilla con la que no pude jugar con la selección la ida de un playoff de clasificación contra Escocia para la Eurocopa 2013. «Encima esto…»
Llegué lesionada al cruce que nos podía llevar a una fase final de la Eurocopa. En la ida quedamos 1-1 y no pude jugar. Tres días después era la vuelta en Madrid. Hice todo para poder llegar y me infiltré. Sabía que iba a tener dolor, que cuando pasara el efecto sufriría, pero lo sentía como si fuera el partido más importante de mi carrera, al menos hasta ese momento, porque de esos noventa minutos dependía nuestra presencia en la Eurocopa dieciséis años después. Volvimos a empatar a un gol y nos fuimos a la prórroga. Ahí nos metieron el 2-1. Fue un golpe, pero yo no doy nada por perdido y, además, tenía calma. ...
Índice
- Portada
- Título
- Copyright
- Índice
- “De mayor quiero ser como tú”
- VICKY LOSADA
- VERO BOQUETE
- IRENE FERRERAS
- ALBA MELLADO
- LAURA DEL RÍO
- AITANA BONMATÍ
- ALBA PALACIOS