Sustentabilidad
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Sustentabilidad

Economía, desarrollo y medioambiente

Julio Panceri

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Economía, desarrollo y medioambiente

Julio Panceri

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Hablar de sustentabilidad significa generar un compromiso no solo con nosotros mismos sino también con el mundo que nos rodea y el futuro. Este compromiso implica aceptar que con una población en constante crecimiento, en un mundo finito y con recursos limitados, debemos comenzar a tratar el tema de la sustentabilidad como un objetivo alcanzable y no como un tema abstracto que solo se luce en algunos discursos, mensajes y campañas publicitarias. Este libro tiene por objetivo brindar un análisis de la evolución de la relación de la economía con el medio ambiente, los conceptos de crecimiento y desarrollo sustentable, innovación tecnológica, la eficiencia como un mecanismo para disminuir la presión sobre los recursos naturales y de qué manera los tratamos. También propone dar una mirada a la realidad geopolítica del mundo, observando las nuevas alternativas del multilateralismo dentro del proceso de globalización para entender de qué manera los intereses y problemas de cada país y región influyen históricamente sobre los acuerdos globales que tratan el cambio climático. Lograr un estado cada vez mayor de sustentabilidad es el gran desafío del siglo XXI. Tenemos las herramientas para hacerlo y conocemos los riegos de no actuar al respecto. Ahora es nuestra responsabilidad.

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Información

Año
2021
ISBN
9789876919258

CAPÍTULO 1
La lucha por la sustentabilidad

1. Sustentabilidad: ¿de qué hablamos?

Aunque como individuos estamos tomando conciencia de que existe un problema con la degradación del medioambiente, todavía no hemos dimensionado la magnitud de ese problema ni las consecuencias futuras que enfrentaremos generacionalmente. Cierto es que hemos avanzado en calidad de vida y que el sistema tiende a incluir cada vez más habitantes en esa mejora, pero debemos reconocer que no hemos evaluado los costos que implica adoptar un modelo de desarrollo y crecimiento que ha sido despiadado con el uso de los recursos naturales. Nos cuesta entender que el costo de un bien no solo está formado por lo que demanda obtener y transformar la materia prima más servicios de comercialización, impuestos y logística, sino que, además, existe el deterioro del medioambiente y de los ecosistemas, difícil de medir en términos monetarios. Y aunque lleguemos a darle un valor a este deterioro, lo que más intranquiliza es que el daño está hecho y en la mayoría de los casos no se puede remediar, no existe el “volver atrás”; por lo tanto, todo depende de cuán inteligentes podamos ser en el consumo razonable y sustentable de los recursos, como también respecto de los procesos de industrialización que adoptemos.
El modelo de producción, innovación tecnológica y consumo que hemos adoptado en los últimos setenta u ochenta años no ha sido gratuito para la humanidad, ni tampoco ha arrojado todos los beneficios que suponemos: las inequidades y desequilibrios han quedado demostrados, y no es una novedad la falta de posibilidades de acceder al crecimiento y desarrollo que sufre una importante franja de la sociedad. Asimismo, las desigualdades sociales son visibles y van desde el acceso al alimento hasta la posibilidad de tener educación o un digno sistema de salud.
El problema ambiental ya dejó de ser un tema académico y pasó a convertirse de conocimiento general para la sociedad. Esto nos obliga a tratar de encontrarle una solución, y conseguir el desarrollo de acciones y procesos sustentables es un camino factible. Con una población en constante crecimiento, en un mundo finito y con recursos limitados, debemos comenzar a tratar el tema de la sustentabilidad como un objetivo alcanzable y no como un tema abstracto que solo se luce en algunos discursos, mensajes y campañas publicitarias.
La idea que tenemos sobre sustentabilidad, en términos generales, es la de “cubrir las necesidades presentes, sin alterar la posibilidad de las generaciones futuras de satisfacer las suyas”, según el Diccionario de la lengua española de la Real Academia. Ahora bien, lo que debemos tener en cuenta es que no se puede ser sustentable por un simple deseo, ley o decreto –ello es como querer ser feliz porque lo dice una ley– y de un día para el otro, pues la sustentabilidad es un proceso que se va alimentando y perfeccionando con la determinación de metas por cumplir y el aporte de todos los actores que intervienen en la sociedad.
Lo que denominamos “sustentabilidad” lleva implícito una constante interrelación entre el presente y el futuro, pero además contiene un alto grado de responsabilidad, ya que las prácticas (económicas, sociales, etc.) que ejecutamos no solo deben asegurarnos un digno nivel de vida, sino también deben asegurárselo a las futuras generaciones, considerando que la cantidad y disponibilidad de recursos del planeta son acotadas y la demanda de ellos va creciendo.
Entonces, esta responsabilidad que implícitamente tenemos se vincula con lo social y está íntimamente relacionada con las acciones que el ser humano realiza. Esta es la razón por la cual decimos que nuestras acciones y decisiones deben tender a asegurar el bienestar de las futuras generaciones, sin perjudicar el ecosistema y sus recursos.
Con los elementos que hemos descripto podemos conceptualizar, de manera simple, la sustentabilidad como las acciones y decisiones que realiza y toma el individuo en su vida diaria, sin perjudicar el ecosistema y sus recursos, aceptando y respetando el compromiso de asegurar el bienestar de las futuras generaciones.
Seguramente la idea de prosperidad, bajo las condiciones que socialmente nos hemos impuesto, no nos permite ver más allá de cierto umbral (corto plazo) y tomar dimensión de que estamos enfrentando un problema bastante serio –aunque tampoco tenemos que caer en ideas apocalípticas– que no solo nos perjudica en la cotidianidad, sino que lo arrastramos a próximas generaciones.
En la segunda mitad del siglo XX se comenzó a hablar de sustentabilidad, ya no como un hecho aislado o como un tema destinado a la comunidad científica: el tratamiento fue abierto y enviando mensajes de alerta a la sociedad entera. Entre los mensajes de alerta emitidos, encontramos en noviembre de 1992 la advertencia que realizan 1680 científicos que representaban a 49 países y entre los que se encontraban 104 premios Nobel. Ese manifiesto se denominó “Advertencia de los científicos del mundo a la humanidad” (World Scientist Warning to Humanity). Del documento rescato estos párrafos:
Los seres humanos y el mundo material se encuentran abocados a colisionar. Las actividades humanas están infligiendo daños graves y muchas veces irreversibles al medioambiente y a un gran número de recursos esenciales. Si no se frenan, muchas de nuestras prácticas cotidianas pondrán en serio peligro el futuro que deseamos para la sociedad humana, la fauna y la flora, y alterarán de tal manera el mundo vivo de manera que este pueda tornarse incapaz de sustentar la vida tal como la conocemos. Es urgente que emprendamos cambios fundamentales para evitar la colisión a la que nos conduce nuestro rumbo presente.
La Tierra es finita, su capacidad para absorber desperdicios nocivos es finita, su capacidad para proporcionar alimentos y energía es finita, su capacidad para abastecer un número creciente de habitantes es finita […] Aceptar esto no es altruismo, sino mirar con inteligencia por el interés propio pues, industrializados o no, todos tenemos el mismo y único bote salvavidas. Ninguna nación puede escapar cuando se dañan sistemas biológicos globales.
Debemos llegar a entender que este modelo de crecimiento y desarrollo que nos hemos planteado no se puede sustentar en el tiempo, las consecuencias ya son más que conocidas y no dan lugar para discutir su veracidad. Para poder ilustrar prácticamente este problema, tenemos que preguntarnos si podemos seguir produciendo y consumiendo de esta manera y si también lo podrán hacer nuestros hijos, nietos y bisnietos sin sufrir consecuencias irreparables en el medioambiente con la destrucción del ecosistema y sus recursos.

2. Matriz de sustentabilidad

Otra de las cuestiones que surgen es la de saber cómo llevamos adelante este proceso de sustentabilidad. Para ello debemos considerar de qué manera vamos a coordinar los elementos que tenemos en función de este objetivo, que es nada más ni nada menos que el de proteger nuestro planeta (hábitat) y hacer viable la vida de las futuras generaciones.
Entonces, nuestra matriz de sustentabilidad estará definida por las interacciones existentes entre los distintos elementos que consideremos partícipes en el proceso. Como mínimo, los elementos que debemos considerar son los siguientes: el modelo económico, los recursos, la sociedad y el medioambiente (gráfico 1).
Gráfico 1. Matriz de sustentabilidad
1) Modelo económico. Al elegir un modelo económico para seguir –se supone con cierto grado de razonabilidad–, se está determinando un objetivo para alcanzar (individual o colectivo). En este mundo en el que vivimos parece que el modelo de desarrollo (que todos buscamos) se ha basado en pilares como producción, innovación tecnológica y consumo. Si bien conocemos las consecuencias de las decisiones que tomamos, negamos que ellas se puedan concretar, y entonces comienza el problema.
En este modelo ya comenzaron a sonar las alarmas acerca de cuál es el límite que no debemos sobrepasar. Basada en la utilización de recursos naturales y procesos productivos contaminantes, esta forma de desarrollarnos aumentando el nivel de consumo (ayudados por un proceso tecnológico que ha tenido en los últimos cincuenta años el mayor grado de evolución en la historia de la humanidad) nos ha puesto en la disyuntiva de comenzar a pensar si podemos seguir transitando este camino o comenzamos a ver que existen rutas alternativas que no pongan en riesgo nuestra existencia.
La elección de rutas alternativas implica modificar nuestros hábitos de consumo. Considerando que la población del planeta crece, los recursos son finitos y el modelo de desarrollo que elegimos no incluye a toda la población.
Lo curioso de este planteo es que nuestro comportamiento es predecible. Esto quiere decir que nos estamos moviendo con cierta razonabilidad (en función de los objetivos que nos hemos planteado). Cuando me refiero a que este comportamiento es predecible, quiero decir que conocemos cuáles son los riegos que estamos tomando al elegir este modelo de desarrollo y conocemos cuáles son las consecuencias que vamos a enfrentar de seguir en este sendero; lo más difícil de comprender es que, a pesar de conocer también cuáles son las alternativas para evitar consecuencias nefastas para la humanidad, no las implementamos.
A esta altura del siglo XXI, no podemos desconocer los riesgos y las consecuencias de la deforestación en beneficio de ampliar la frontera de agricultura. Al respecto, el norte de nuestro país es un claro ejemplo, como lo es Brasil con la deforestación en el Amazonas. Tampoco desconocemos el efecto del consumo de hidrocarburos sobre la atmósfera o los problemas de provisión de agua que tiene buena parte de la humanidad.
El hecho de que existan países desarrollados y no desarrollados (o en desarrollo), que generalmente los no desarrollados son los dueños de los recursos naturales y que los desarrollados son dueños del sistema financiero y los métodos de producción basados en recursos naturales pone en evidencia que los modelos no son perfectos y que necesitan cambios y adaptaciones a medida que los objetivos perseguidos también cambian. Con esto quiero decir que no existe un modelo “empaquetado” o “cerrado” y que tenemos todas las herramientas (recursos naturales, procesos productivos, tecnología, conocimientos, etc.) para comenzar a dar vuelta esta realidad, más aún si conocemos los riegos que enfrentamos y cuáles serán las consecuencias.
2) Recursos. Cuando hablamos de recursos, la referencia es a los recursos naturales (tierra, agua, fauna, hidrocarburos, etc.). Aquí la discusión comienza por darnos cuenta de que son finitos (limitados en su cantidad y disponibilidad) y por saber quién tiene la propiedad de ellos.
El hecho de que existan distintas necesidades por satisfacer, que los recursos sean limitados aunque estén disponibles, que hay interés por obtenerlos o consumirlos (existe una demanda) y sean transferibles (existe oferente) los convierte en “bienes económicos”. Esto hace que la mirada respecto de su tratamiento sea distinta. Ejemplos clásicos de estos bienes son la tierra, los hidrocarburos; y también comencem...

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