Hegel, la autoconciencia de la libertad en la historia
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Hegel, la autoconciencia de la libertad en la historia

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Hegel, la autoconciencia de la libertad en la historia

Descripción del libro

¿Por qué escribir un nuevo ensayo sobre Hegel? En primer lugar, porque en medio del escepticismo que generó el irracionalismo alemán de entreguerras respecto de la emancipación política del ser humano como contenido de la modernidad, seguimos estando muy lejos de una comprensión de la concepción del sujeto en Hegel que resulte definitiva y convincente. En segundo lugar, y ésta es la lectura que proponemos, nos parece importante volver a la obra de Hegel porque en ella encontramos una consideración especulativa del ser humano en cuanto capaz de pensarse a sí mismo en su realización como sujeto práctico, es decir, indisociable de su realización en el orden que se impone y, como tal, abiertamente contrapuesto a dicho irracionalismo. En este sentido, se trata de una consideración filosófico-especulativa que surge con la modernidad política y que da cuenta de ella de manera reflexiva y crítica, de forma tal que la consideración que hace Hegel sobre el ser humano en cuanto sujeto en sí y por sí constituye la más radical declaración de la misma.

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Información

Año
2021
ISBN del libro electrónico
9786079761721
Edición
1
Categoría
Filosofía

II. La razón consciente de sí misma en la historia

1
Pensarse como mismo, como sujeto ético
La consideración especulativa de la filosofía de Hegel, en torno a la realización de la razón en y por sí se dirige, como decimos, al esfuerzo de mostrar que la actividad del pensamiento respecto del obrar con arreglo a un fin se manifiesta en la historia por cuanto es el propio ser humano el que busca regular y ordenar su existencia de manera autoconsciente dándose, de esta manera, una cierta forma de vida en común y con ello, también, una identidad social por la que se reconoce en ese quehacer a propósito de su realización. En ese sentido, el punto de partida de Hegel es el ser humano en cuanto ser autoconsciente, y como tal no como algo inmediato, sino como alguien que sólo puede realizarse en la vida social conforme a la actividad del pensamiento.
Es conforme a la actividad del pensamiento que el orden humano llega a adquirir un cierto contenido social e histórico que permite la realización autoconsciente tanto de los propios individuos (conforme a fines particulares) como, también, de la vida en común (conforme a fines generales). Dice Hegel que si bien el espíritu es conciencia de sí mismo, el espíritu que concebimos en la historia tiene un carácter universal pero determinado: en el elemento de la historia universal no tenemos que habérnosla con el individuo particular, ni con la limitación y referencia a la individualidad particular. El espíritu en la historia –afirma-, es un individuo de naturaleza universal, pero a la vez determinada, esto es: un pueblo en general. Y el espíritu de que hemos de ocuparnos es el espíritu del pueblo (s.n.) (FH, p. 65).
Ahora bien, el espíritu del pueblo como conciencia de sí mismo al que se refiere Hegel en la historia es aquel que se constituye como resultado de la interacción y el conflicto de distintas conciencias de sí que son para sí, es la unidad de las mismas: el yo es el nosotros y el nosotros el yo (FE, p. 113). Por lo tanto, Hegel no se refiere al espíritu del pueblo como una identidad inmediata sino como aquella forma de conciencia social que se constituye como resultado del quehacer autoconsciente de sus individuos a lo largo de la historia y que constituye, también, el sustento mismo de sus prácticas e instituciones. Por esta razón Hegel puede decir que los espíritus de los pueblos se diferencian según la representación que tienen de sí mismos, según la superficialidad o profundidad con que han sondeado, concebido, lo que es el espíritu (FE, p. 65).
La propia Fenomenología del espíritu busca dar cuenta, como se ha insistido, de las fases de formación del espíritu universal: Esta existencia pasada es ya patrimonio adquirido del espíritu universal, que forma la sustancia del individuo y que, manifestándose ante él en su exterior, constituye su naturaleza inorgánica. La formación considerada bajo este aspecto y desde el punto de vista del individuo, consiste en que adquiere lo dado y consuma y se apropia su naturaleza inorgánica (FE, pp. 21-22). En este sentido, decimos, también la Fenomenología da cuenta de ese espíritu universal en la modernidad política y por ello en la realización de la conciencia de la libertad en el orden jurídico-político.
De lo que trata la consideración especulativa de la historia es, pues, de la actividad del pensamiento de los seres humanos en la vida social e histórica. Esta es la razón por la que Hegel afirma, como punto de partida de su Filosofía de la historia, que es necesario reconocer que el mundo de la voluntad no está entregado al acaso: <<La razón no ha menester, como la acción finita, condiciones de un material externo; no necesita de medios dados, de los cuales reciba el sustento y los objetos de su actividad; se alimenta de sí misma y es ella misma el material que elabora>> (FH, p. 43).
Ello es así porque si bien -como veremos después- la actividad de los seres humanos en cuanto sujetos individuales se desenvuelve conforme a sus intereses particulares, lo cierto es también -como dice Hegel- que se trata de sujetos pensantes, por lo que el contenido de sus fines se entrelaza con las determinaciones que hacen posible esa vida en común y es ello lo que hace posible que el mundo de la voluntad discurra no de manera arbitraria: Hegel insiste que La conciencia del pueblo depende de lo que el espíritu sepa de sí mismo, y la última conciencia a que se reduce todo, es que el hombre es libre (FH, p. 65). De lo que dicha consideración especulativa busca dar cuenta, entonces, es de la constitución del ser humano como sujeto ético en cuanto un ser pensante y, en consecuencia, de la realización práctica de la libertad en la historia de la sociedad.
Se trata de una concepción de la historia que busca explicar sus realizaciones desde el punto de vista del quehacer autoconsciente de los seres humanos y que se encuentra, por esta razón, motivada por una época de emancipación política por la que se establece como condición de legitimidad del orden jurídico-político la legitimidad civil, cuyo fundamento es la acción autoconsciente de los propios individuos en su condición de ciudadanos. Ello habrá de dar lugar a una nueva concepción del ser humano en sociedad porque sus formas de realización objetiva como sujetos sociales tienen que ser explicadas como realizaciones prácticas de los propios seres humanos y, por ello, como resultado de ese quehacer autoconsciente en la existencia social.
Que la sociedad sea, en suma, el resultado del quehacer práctico-autoconsciente de los propios seres humanos constituye una nueva y radical consideración del ser humano como sujeto social porque da lugar al reconocimiento de la libertad y la justicia como verdades especulativas resultado de ese quehacer práctico, y ello como condición indispensable para llevar a la práctica aquella forma de organización jurídico-política legítima, desde el punto de vista de nuestro propio quehacer racional. De hecho, lo que con todo ello se reconoce es aquello que en nuestra opinión constituye el contenido fundamental de la modernidad política en su carácter emancipatorio, y es que sólo la racionalidad y universalidad del derecho en cuanto realización práctica autoconsciente de los seres humanos puede dar lugar a la puesta en práctica de la libertad y la justicia en la existencia social.
Ello en contraposición a un ejercicio del poder absoluto y arbitrario como ocurre efectivamente con el absolutismo monárquico, pero ya en la modernidad también con la burocratización del poder que tiene lugar al sobreponer las demandas particulares al derecho mismo como forma de organización del poder subordinado a la realización del ser humano en su condición de ciudadano. Cuando de esta manera los seres humanos pierden el control jurídico del poder político en aras de la justificación del poder por sí mismo, en realidad se propicia una nueva forma de despotismo porque se pone en cuestión el orden constitucional como condición de contención del poder conforme a la realización de la ciudadanía.
Sólo el derecho en su contenido civilizador, y por tanto conforme a la universalidad y racionalidad de la ley, hace posible la libertad positiva de los seres humanos en un Estado socialmente justo y el olvido de este hecho fundamental de la modernidad política dio lugar tanto a los trágicos equívocos del socialismo burocratizado, como al profundo desgaste de la democracia liberal en cuanto salvaguarda de la economía de mercado. Es en ese sentido que el sistema del derecho constituye, para Hegel, el reino de la libertad realizada, el mundo del espíritu que se produce a partir de sí mismo como una segunda naturaleza.
Conviene subrayar entonces que la consideración especulativa de la autoconciencia discurre en el ámbito de la realización práctico-política del ser humano como sujeto ético. Pero además el “olvido” del alcance de la modernidad política en cuanto a la reivindicación de un Estado de derecho legítimo más allá de su instrumentalización liberal sustentado precisamente en el ejercicio legítimo de la razón práctica respecto de la configuración del derecho como un “mundo del espíritu, ha dado lugar a la pérdida de la perspectiva del horizonte político actual al convertir los conceptos de “izquierda” y “derecha” en términos vacíos de contenido por su desvinculación con el problema práctico de la racionalidad de la ley y que constituye según Marcuse, para Hegel, el <<elemento vivo del Estado moderno>>.17
Lo que se propone la consideración especulativa de una filosofía de la historia es, simple y llanamente, dar cuenta del ser humano como ser pensante en su existencia como ser social, y ello porque -como dice Hegel-, el ser humano es un ser que piensa de manera permanente de forma tal que puede también llegar a pensarse a propósito de sus formas de relación y de organización en la vida en común: El hombre es un ser pensante; en esto se distingue del animal. En todo lo humano, sensación, saber, conocimiento, apetito, voluntad -por cuanto es humano y no animal- hay un pensamiento; por consiguiente, también lo hay en toda ocupación con la historia (FH, p. 41).
El problema de una filosofía de la historia se limita pues, para Hegel, a dar cuenta de la actividad del pensamiento del ser humano como ser histórico-social y, como tal, en cuanto un ser situado en la sociedad y en la historia y, por tanto, de las acciones que lleva a cabo como ser pensante en su existencia y de la manera, también, en que ese quehacer da lugar a sus formas de realización práctica. Se trata, pues, del alcance que tiene la acción de pensar respecto de las formas de organización y de realización práctica que se imponen los seres humanos en su existencia social e histórica y de esta manera de su identidad como ser pensante.
De hecho, el ser humano en su existencia social no puede renunciar a la actividad del pensamiento porque toda ella, en cuanto está orientada por alguna forma de realización propia, da ya lugar a la emergencia de la razón en y por sí en la sociedad y en la historia misma; no se puede representar al ser humano, habrá de decir Hegel en el parágrafo 4 de su Filosofía del derecho, que por una parte piensa y por la otra quiere, que en un bolsillo tiene el pensamiento y en el otro el querer, porque sería ésta una representación vacía. De esta manera la voluntad no puede ser sino un modo particular del pensamiento: el pensamiento en cuanto se traduce en la existencia. Tal es el punto de partida también, como decimos, de su Filosofía de la historia: la filosofía de la historia no es otra cosa que la consideración pensante de la historia; y nosotros -subraya Hegel al respecto-, no podemos dejar de pensar, en ningún momento.
El punto de partida de la Filosofía de la historia es inequívoco: se trata no sólo de la consideración de la historia como tal, sino de la consideración de la historia en cuanto una historia humana, es decir, de buscar establecer la medida en que la misma da cuenta de la universalidad del ser humano como ser pensante. Con el punto de vista de Hegel respecto de la filosofía de la historia a lo que realmente nos enfrentamos es a una reconsideración de la condición humana que busca dar cuenta de aquello que pueda ser inherente a su “naturaleza” de forma objetiva, es decir, no imputada o inmediata, sino dar cuenta de ella a través de la manera en que lleva a cabo sus propias formas de realización práctica en la sociedad y en la historia y donde por tanto se manifiesta objetivamente.
2
La libertad como principio y su realización práctica
Es con la idea de dar cuenta de la historia como la historia de un ser pensante y como tal capaz de dar cuenta, de manera consciente, de sus acciones, que Hegel distingue entre la conciencia de la libertad como principio abstracto y su realización en la historia empírica; es decir, entre lo que pueda ser la consideración de la conciencia humana en y por si respecto de su consideración objetiva en la historia empírica. Se trata nos parece de un señalamiento crucial en la consideración especulativa que hace Hegel de la historia porque pone en claro su punto de partida en contraposición a la supuesta “arrogancia” a que daría lugar su consideración pretendidamente “abstracta” de la conciencia en cuanto autoconciencia, dando lugar con ello a una exacerbación y absolutización de la misma.
Por el contrario, la formulación de Hegel es mucho más circunscrita y se limita a dar cuenta, como decimos, del alcance del quehacer consciente del ser humano en la vida práctica: Los fines, los principios, etc., existen sólo en nuestro pensamiento, en nuestra intención interna o también en los libros; pero aún no en la realidad. Lo que sólo es en sí, constituye una posibilidad, una potencia; pero no ha pasado todavía de la interioridad a la existencia (s. n.).
Así pues lo que se subraya aquí enfáticamente es que aquella actividad inherente a la condición humana, es decir su capacidad de pensar en sí y por sí, no es sino solamente una facultad, es decir, una potencia y que, en realidad, como tal sólo puede alcanzar alguna forma de realización objetiva con su puesta en práctica en la existencia social y conforme a la cual aquellas ideas relativas y que dan forma a la sociedad humana se convierten en hechos sociales sin otro sustento que ese quehacer práctico: Es necesario un segundo momento para su realidad; y este momento es la actuación, la realización, cuyo principio es la voluntad, la actividad de los hombres en el mundo. Sólo mediante esta actividad se realizan aquellos conceptos y aquellas determinaciones existentes en sí (s.n.) (FH, pp. 80-81).
Lo que se propone Hegel, como tarea especulativa, es lo que él llama la determinación del mundo espiritual pues, en efecto, se trata de un mundo humano que sólo puede surgir a partir de la actividad del pensamiento en la existencia social e histórica porque es a partir de los retos que ofrece la interacción y el conflicto de la existencia del ser humano en sociedad que tiene lugar, también, una actividad del pensamiento orientada a pensar esos problemas que surgen de la vida en común. La tarea es así reconocer y dar cuenta del orden humano como un mundo resultado del quehacer autoconsciente del propio ser humano porque de esta manera logra, también, reconocerse en la conciencia de su libertad como ser pensante y de esta forma dar lugar a que su libertad se realice (FH, p. 68).
Y cuando se considera el orden humano no como un mundo inmediato sino que en realidad sólo puede tener lugar a partir de la actuación y la actividad del ser humano como sujeto pensante respecto de su vida en común, entonces parece imprescindible remitirse a esa identidad autoconsciente que les permite actuar en sí y por sí mismos en esa vid...

Índice

  1. Introducción
  2. I. La conciencia como autoconciencia: el punto de partida
  3. II. La razón consciente de sí misma en la historia
  4. III. La noción del sentido de la historia
  5. El autor
  6. Bibliografía