Acerca de Jung
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El buddhismo y la Sophia

  1. 164 páginas
  2. Spanish
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  4. Disponible en iOS y Android
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Acerca de Jung

El buddhismo y la Sophia

Descripción del libro

Este texto totalmente inédito de Henry Corbin aborda la relación entre Jung y el pensamiento budista, y el papel del psicólogo suizo en el llamamiento a «devenir uno mismo». Alrededor de una mesa en Ascona, se producía todos los años «un milagro del Espíritu». Las personas más solitarias e individualistas del mundo se reunían en el círculo Eranos para presentar sus investigaciones. Del encuentro entre Carl Gustav Jung, «el psicólogo que osó hablar del alma», y Henry Corbin, el filósofo que restituyó las potencias de la imaginación, resultaron una serie de testimonios imprevisibles que se recogen por primera vez en este volumen. Los textos que Corbin dedicó a la obra de Jung desvelan la imagen olvidada de Sophia, el arquetipo femenino que se encuentra en los Salmos más antiguos y que fue la compañera del creador, su alegría cotidiana cuando este asentaba los cimientos del mundo. El reino de Sophia, aquel mundo en el que el amor precede a todo conocimiento y el sentido de la muerte no es más que la nostalgia de la resurrección, ha quedado enterrado y solo podrá ser restaurado con la ayuda de una arqueología que se adentre en los estratos más profundos del alma. Henry Corbin ofrece aquí una invitación a recomponer los fragmentos dispersos de un Antiguo Testamento sophiánico, una teología que «no se aprende ni en los manuales ni gracias a la crítica histórica de los textos, sino en la noche y en el sufrimiento del alma, en la más alta lucha librada dentro de nosotros mismos sin compromiso, ni cobardía, ni abdicación».

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Información

Editorial
Siruela
Año
2015
ISBN de la versión impresa
9788416465279
ISBN del libro electrónico
9788416638109
Edición
1
Categoría
Buddhism

ACERCA DE JUNG

I
Carl Gustav Jung y el buddhismo

Bibliografía

D. T. Suzuki. Die grosse Befreiung: Einführung in den Zen-Buddhismus, Geleitwort von C. G. Jung, Leipzig, Curt Weller & Co. Verlag, 1939 (abreviación G. B.).
Symbolik des Geistes, Zúrich, Rascher, 1948. Quinta parte: pp. 449-472: «Zur Psychologie östlischer Meditation» (publicado anteriormente en Mitteilungen der Schweiz, Gesellschaft der Freunde ostasiat. Kultur. V, 1943), (abreviación O. M.).
Das Tibetanisch Totenbuch aus der Englischen... mit einem psychologischen Kommentar in C. G. Jung (abreviación: T. T.).
(Jacobi, p. 169: Encuentro con R. Wilhelm). Con H. Zimmer, Über der indischer Feilegen-Vorwort).
Das Geheimnis der Golden Blütte. Aus des chines. Von Richard Wilhelm.
Der Weg zum Selbst, 1944.
Europäischer Komentar v. C. G. Jung. Munchen, 1929, 2.ª ed. Rascher, 1938 (n.º 19, trad. inglesa, 1931), (abreviación: S. F.).
The Secret of the Golden Flower; a Chinese Book of Lige, Kegan Paul, Londres.

Nota

Repito: publico estas páginas como me fueron entregadas por Stella Corbin, incluida la forma en que se terminan, aunque esta pueda parecer un poco abrupta a algunos...
Para entender el fondo del asunto es necesario recordar que Corbin habla de buddhismo tal y como este había sido presentado en varias ocasiones por D. T. Suzuki en los encuentros de Ascona, en la Suiza italiana.
Otra precisión importante: como los textos de Jung no habían sido publicados por entonces más que en su versión alemana (no fueron traducidos al francés hasta mucho más tarde), hemos juzgado pertinente restituir la bibliografía establecida por Henry Corbin para entender las notas originales.
Por lo que respecta a las notas, quiero destacar el trabajo de Daniel Proulx, que ha buscado y encontrado los equivalentes en las publicaciones francesas: de esta fuente proceden la mayoría de las notas (en caracteres romanos, mientras que aparecen en itálica cuando son las notas de Corbin).
Por otro lado, algunas notas, aunque estuviesen bien indicadas, han quedado vacías: las hemos dejado así, puesto que no podemos tener la presunción de saber mejor que Corbin aquello en lo que pensaba...
Por último, se observará que Henry Corbin recurre progresivamente no tanto a notas al pie, como a reflexiones que incluye en el propio texto (y que aquí hemos publicado también en itálica y entre paréntesis).
Después de estas breves explicaciones espero que este trabajo pueda contentar tanto a los especialistas de Corbin como a los de Jung...
Michel Cazenave

Prefacio

El orden que he adoptado para los cuatro estudios que siguen es un orden de meditación, nada más que una de las secuencias posibles. También podríamos presentarlos en otro orden. Nada tiene por tanto de sistematización racional. El hilo conductor invisible que nos ha guiado hasta aquí, nos obliga a repasar todo aquello que en el buddhismo del Gran Vehículo parece presentarnos de la forma más asombrosa, más brutal incluso (literalmente), la condición del Despertar, el entrenamiento necesario para prepararlo, los ejercicios que, por consiguiente, deberán extender los frutos a toda la visión de la vida y de las cosas de la vida, y penetrar en todas las esferas de la conciencia por medio de un entrenamiento que lo reactiva sin cesar, haciendo acopio de la energía que, por primera vez en la esfera de la transconsciencia, transformó repentinamente todo modo de ser y de ver.
Hace ya algunos años, en un país que en su mayor parte es tierra del islam, tuve la ocasión de dar una conferencia sobre una de las grandes figuras espirituales del sufismo. Podría ser que aquel hombre de ciencia para quien la erudición sería vana sin la experiencia del corazón, obtuviera por una vez la atención del público. Y, sin embargo, unos días más tarde recibí la visita de dos jóvenes que venían a «entrevistarme» en nombre de su maestro supremo, enemigo jurado del sufismo (uno de estos personajes extraños de los que cuesta decir si son fanáticamente modernizadores o si su «modernismo» es más bien una forma de fanatismo «moderno»). La alarma era tal entre sus filas que vinieron a preguntarme cuáles eran mis intenciones: si mi trabajo era el de un historiador, o más bien el de un agitador o un reformador religioso. Mi compromiso inquebrantable con la sinceridad me obligó a explicar que la historia, en cuanto tal, no me interesaba: tratar de comprender lo que la grandeza espiritual, manifestada en el pasado, significa para nosotros «en el presente», es hacer una cosa diferente a la historia. Al mismo tiempo, el reconocimiento de mis propias fuerzas me obligaba a confesar que no tenía ninguna aptitud para el papel de reformador. Traté de explicar que yo practicaba la «fenomenología», aunque me resultó radicalmente imposible traducir directamente esta palabra y su concepto a la lengua de mis visitas y todavía más evocar en unas cuantas frases lo que tal nombre puede significar para nosotros, qué tipo de transformación induce en el orden de nuestros problemas, cómo revoluciona la perspectiva que tenemos sobre nuestra consciencia. Vi que entre aquellos jóvenes crecía un sentimiento de estupor, como si a través de mis palabras comprendieran que la situación era mucho peor de lo que podían haber previsto. No puedo asegurar si posteriormente las inquietudes del maestro persistieron; lo más probable es que aquel pobre hombre fuera asesinado algunos meses más tarde.
Esta experiencia hizo que me diera cuenta de hasta qué punto, en un contexto con una cultura espiritual dada, resulta difícil proponer a un auditorio o a un individuo, una discusión sobre un tema espiritual, sin expresarse en un modo histórico ni en otro dogmático. El primero ofrece una serie de coartadas cómodas: resultas interesante, curioso, si bien en el pasado y, por tanto, inofensivo. El segundo permite sintonizar de inmediato con las normas colectivas del auditorio previamente escogido: pero la situación es igualmente inofensiva. Tratar de incidir en el alma individual, provocar en un individuo el choque que tal vez lo despierte a sí mismo, a la verdad de su propio ser, aquel que solo puede ser asumido en este mundo por él mismo, considerando exclusivamente aquello que atañe a su destino personal y que tiene que ser asumido íntegramente por él..., es entonces cuando nuestra tentativa revelará su fondo amenazante para un arsenal de intereses cuya existencia y exposición no podíamos calcular previamente por culpa de nuestra ingenuidad. Por el contrario, el llamamiento que se dirige a un individuo con vistas a una experiencia que transforme todo su modo de ser y comprender, sin apuntar ni a una profesión de fe dogmática ni al triunfo de una forma de propaganda, es uno de los rasgos más impresionantes de la enseñanza del buddhismo que podía dispensar alguien como Suzuki. (Sin embargo, aquello que resulta más llamativo en las enseñanzas espirituales del buddhismo. Para Suzuki, sectas. De ahí el fragmento de Jung). Además, las sectas buddhistas no coexisten con nada que corresponda ni remotamente a las rivalidades confesionales que pesan sobre nuestro pasado. ¿No será entonces que en el estado de nuestra cultura espiritual nada ha podido preparar, ni predecir, ni siquiera admitir el llamamiento a «devenir uno mismo»? Sería paradójico afirmarlo. Pero dejaría de serlo si constatamos que quienquiera que profese que tal es el fin «religioso» supremo que se le ha propuesto al ser humano, se descubrirá en el mejor de los casos incomprendido, en el peor denunciado por las «religiones» existentes y en especial por las religiones «laicizadas», fruto de pseudomorfosis que prolongan el equívoco, ora bajo un revestimiento político, ora bajo el de un supuesto esoterismo aún más intransigente y dogmático que los dogmas que pretende superar.
No obstante, este es el llamamiento y esta la fe que se reconoce en las enseñanzas y las prácticas de Carl Gustav Jung (el proceso de individuación). Un fragmento como el que sigue formula la razón y las consecuencias de su encuentro con el buddhismo: «No pongo en duda que en Occidente se producen también experiencias de satori, pues entre nosotros también existen personas que olfatean fines últimos y no omiten ningún esfuerzo con tal de aproximarse a ellos. Pero todas ellas guardarán silencio sobre su experiencia, y no solo por recato, sino porque saben que todo intento de comunicarla está condenado al fracaso. Nada, en efecto, sale en nuestra cultura al encuentro de esta aspiración, ni siquiera la Iglesia, la administradora de los bienes religiosos. Su verdadera raison d’être reposa en oponer la más decidida resistencia a toda experiencia originaria (Urerfahrung), pues esta no puede ser más que heterodoxa. El único movimiento de nuestra cultura que muestra y debería mostrar comprensión por esta aspiración es la psicoterapia. Por ello no tiene nada de casual que sea precisamente un psicoterapeuta quien suscriba el presente prólogo (Geleitwort2. Es precisamente el deseo de ilustrar este encuentro el que motiva el texto que viene a continuación.

1
El zen (sobre El libro de la Gran Liberación)

El conocimiento del buddhismo zen es en parte accesible a los lectores occidentales gracias a las traducciones y a los admirables estudios de Suzuki. Cada cual ha podido convencerse de que el Zen no es ni una psicología ni una filosofía, en el sentido que damos habitualmente a estos términos. El choque que se propone producir en el alma3, y del que esta saldrá transformada, tiene lugar al término de un proceso totalmente irracional que escapa a los contenidos y a las previsiones de la lógica y la dialéctica. Las implicaciones de este proceso (el descubrimiento inicial que termina por producir un nuevo modo de ser y de visión) son precisamente las que instauran una simpatía entre la escuela zen del buddhismo y la psicoterapia de Jung. Tomemos también nosotros esta simpatía como tema inicial de nuestra «paráfrasis».
Desde un principio tendremos que preguntarnos si esta tematización no tiende hacia una tarea contradictoria: aquello que constituye la esencia y la razón de ser del zen, es la intuición central que designa el término japonés de satori, y que podríamos tratar de traducir por ‘iluminación’. Ya de entrada estamos ante un mysterium ineffabile: entre las célebres y tan extrañas anécdotas que propone el zen a sus adeptos para la meditación, entre sus enunciados tan a menudo absurdos y la iluminación mística que hace eclosión brusca, brutalmente, se extiende un abismo que es imposible salvar por la vía de la reflexión o de la explicación racional. Como dice Jung (p. 12)4, no podemos más que maniobrar en los aledaños, y la maniobra es tanto más difícil por cuanto va en contra del espíritu mismo del zen. De todo ello se desprende, al menos así lo parece, la idea de una experiencia a nihilo, que correspondería a una interiorización de aquello que se denomina en astrología o en cosmología creatio ex nihilo. Esta última, en oposición al emanantismo, rechaza precisamente aquel pensamiento que comienza disponiendo una cosa a partir de la cual derivaría, emanaría necesariamente, toda la sobreabundancia del ser, sin que por eso podamos decir que las doctrinas creacionistas tengan la menor consciencia de ello. Antes bien: la brutalidad legendaria con la que ciertos maestros célebres del zen responden a sus discípulos, golpeándolos con un bastón o con el propio puño, responde a la necesidad de crear un hecho puro, desnudo, anterior y exterior a toda afirmación y a toda negación, a cualquier materia previa sobre la que pudiera reposar. La explosión de un hallazgo, la exhortación «Muéstrame, o encuentra, o contempla tu propio rostro tal y como era antes de tu nacimiento, antes de la creación del mundo». Initium absoluto. Urerfahrung. Experiencia ab initio y ab imo, inicial y abismal. Es decir, aquello que permite captar intuitivamente lo que es el vacío (súnya), ese concepto que ha hecho proliferar tantos malentendidos y que ha permitido hablar con total superficialidad de «nihilismo» buddhista. Se trata de evacuar de la consciencia todas las representaciones de objetos cuyo ensamblaje o configuración se le imponen y que padece como previamente dados, y con ellas todas las leyes de la física y de la historia. Hay que encomendarse al origen, penetrar hasta el espíritu cuya única ley ha ensamblado estos objetos y sus representaciones. Entonces, cuando nos encontremos en este Vacío original, que es absoluta potencia, podrá ser superado también el principio de contradicción, puesto que las cosas y los seres ...

Índice

  1. Portada
  2. Portadilla
  3. Créditos
  4. Índice
  5. Aviso al lector
  6. Henry Corbin, filósofo del alma
  7. ACERCA DE JUNG
  8. La lógica del ángel
  9. Notas