El oscuro camino hacia la misericordia
eBook - ePub

El oscuro camino hacia la misericordia

  1. 236 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
eBook - ePub

El oscuro camino hacia la misericordia

Descripción del libro

Una historia de sangre, venganza, amor y expiación. Una vibrante y cautivadora road novel a medio camino entre Matar a un ruiseñor y las páginas más negras de Cormac McCarthy.Wade Quillby es un perdedor, un tipo sin blanca y sin futuro que abandonó a sus dos hijas unos años atrás. Wade es además un forajido, un ladrón implicado en el robo a mano armada de un furgón blindado que transportaba más de catorce millones de dólares. Sin embargo, la noche en que irrumpe en la casa de acogida donde viven las pequeñas y huye con ellas a través de las infinitas carreteras de Carolina del Norte, solo es un hombre desesperado que no pretende más que recuperar el tiempo perdido y tener una nueva oportunidad como padre.Pero Wade sabe bien que nunca en su vida ha logrado escapar a sus errores. Y tanto el tutor legal de las niñas como un errático personaje que lleva años fraguando su venganza y quiere verlo muerto a toda costa, son también conscientes de ello. Por eso no esperan que Wade pueda ganar la carrera a un pasado que siempre parece sacarle demasiada ventaja...

Preguntas frecuentes

Sí, puedes cancelar tu suscripción en cualquier momento desde la pestaña Suscripción en los ajustes de tu cuenta en el sitio web de Perlego. La suscripción seguirá activa hasta que finalice el periodo de facturación actual. Descubre cómo cancelar tu suscripción.
Por el momento, todos los libros ePub adaptables a dispositivos móviles se pueden descargar a través de la aplicación. La mayor parte de nuestros PDF también se puede descargar y ya estamos trabajando para que el resto también sea descargable. Obtén más información aquí.
Perlego ofrece dos planes: Esencial y Avanzado
  • Esencial es ideal para estudiantes y profesionales que disfrutan explorando una amplia variedad de materias. Accede a la Biblioteca Esencial con más de 800.000 títulos de confianza y best-sellers en negocios, crecimiento personal y humanidades. Incluye lectura ilimitada y voz estándar de lectura en voz alta.
  • Avanzado: Perfecto para estudiantes avanzados e investigadores que necesitan acceso completo e ilimitado. Desbloquea más de 1,4 millones de libros en cientos de materias, incluidos títulos académicos y especializados. El plan Avanzado también incluye funciones avanzadas como Premium Read Aloud y Research Assistant.
Ambos planes están disponibles con ciclos de facturación mensual, cada cuatro meses o anual.
Somos un servicio de suscripción de libros de texto en línea que te permite acceder a toda una biblioteca en línea por menos de lo que cuesta un libro al mes. Con más de un millón de libros sobre más de 1000 categorías, ¡tenemos todo lo que necesitas! Obtén más información aquí.
Busca el símbolo de lectura en voz alta en tu próximo libro para ver si puedes escucharlo. La herramienta de lectura en voz alta lee el texto en voz alta por ti, resaltando el texto a medida que se lee. Puedes pausarla, acelerarla y ralentizarla. Obtén más información aquí.
¡Sí! Puedes usar la app de Perlego tanto en dispositivos iOS como Android para leer en cualquier momento, en cualquier lugar, incluso sin conexión. Perfecto para desplazamientos o cuando estás en movimiento.
Ten en cuenta que no podemos dar soporte a dispositivos con iOS 13 o Android 7 o versiones anteriores. Aprende más sobre el uso de la app.
Sí, puedes acceder a El oscuro camino hacia la misericordia de Wiley Cash, Celia Montolío en formato PDF o ePUB, así como a otros libros populares de Literatur y Kriminal- & Mysterienliteratur. Tenemos más de un millón de libros disponibles en nuestro catálogo para que explores.

Información

Editorial
Siruela
Año
2017
ISBN de la versión impresa
9788417041434
ISBN del libro electrónico
9788417041908
Edición
1
Categoría
Literatur

Easter Quillby
Capítulo 1

Wade se esfumó de nuestras vidas cuando yo tenía nueve años, y más tarde apareció de la nada el año que cumplí los doce. Para entonces me había pasado casi tres años oyendo cómo mamá le echaba la culpa de todo: desde que nos cortasen la luz hasta que Ruby y yo no tuviésemos zapatos nuevos para ir al colegio, y para cuando volvió yo ya tenía bien claro que era el fracasado que mamá siempre había dicho que era. Pero resulta que era mucho más que eso. También era un ladrón y, de haber sabido qué tipo de gente lo andaba buscando, jamás, para empezar, habría permitido que nos sacase de Gastonia, Carolina del Norte, a mi hermana pequeña y a mí.
Mis primeros recuerdos de Wade son de cuando mi madre me llevaba al estadio de béisbol de Sims Field, mucho antes de morir. Mamá señalaba el campo y decía: «Ahí está papá». Yo no tendría más de tres o cuatro años, pero todavía hoy me veo mirando el campo interior y a los jugadores, que me parecían todos iguales con sus uniformes, y preguntándome cómo iba a distinguir a mi padre en un partido de béisbol si era idéntico a todos los demás.
Ahora se me hace raro pensar en esto, porque el día que decidió volver a por nosotras reconocí a Wade nada más verlo sentado en las gradas frente a la línea de primera base. Para mí siempre había sido Wade, porque no me pegaba llamarle «papá» ni «papi» ni nada de lo que se supone que deben llamar los niños a sus padres. Los padres a los que los llamaban así hacían cosas por sus hijos que ni se me pasaba por la cabeza que Wade fuese a hacer por nosotras. Lo único que había hecho por mí era darme una hermanita llamada Ruby y la suficiente cantidad de historias como para que mamá se pasara el resto de su vida contándolas, pero mamá se murió justo antes de que yo cumpliera los doce, y esa fue la única razón de que Wade viniese a buscarnos a Ruby y a mí.
Acababa de llegar a la tercera base, y no me costó nada hacer como que no lo veía allí sentado. Levanté la vista lo justo para ver a Ruby en el banquillo, esperando a que le llegase el turno de chutar1. Estaba de espaldas a las gradas y aún no lo había visto; puede que ni siquiera lo hubiese reconocido de haberlo hecho.
Viendo a Ruby y a Wade nadie habría adivinado que estaban emparentados, pero lo mismo podría decirse de nosotras dos. Ruby era clavadita a mamá. Tenía el pelo moreno, ojos castaño oscuro y la piel bronceada incluso en invierno. Yo era todo lo contrario: el pelo, rubio rojizo y liso como una tabla, y una piel con más papeletas para quemarse y llenarse de pecas que para ponerse morena. Ruby era preciosa; siempre lo había sido. Yo era clavadita a Wade.
Aparte de Wade, las gradas estaban vacías; eché un vistazo al campo y vi que los demás chavales todavía no se habían fijado en él. Al final de la cuesta que había a mi derecha, la señora Hannah y la señora Davis estaban charlando en el patio del colegio. Aún no lo habían visto. Pero no tuve que esperar mucho a que alguien lo descubriese.
—Mira a ese hombre de ahí —dijo Selena. Jugaba de tercera base y estaba encorvada, las manos en las rodillas. Era negra, como casi todos los chavales con los que nos juntábamos al salir de clase y como casi todos los que vivían con nosotras en el hogar. Llevaba unas trenzas muy gruesas, recogidas con unas gomitas de esas que llevan canicas; tintineaban cuando movía la cabeza. Habría querido pedirle que me hiciera el mismo peinado, pero mi pelo era demasiado fino para que se me quedasen las trenzas; y casi era mejor así, porque Selena era más alta que yo y además parecía mucho mayor, y me ponía tan nerviosa que me sentía incapaz de hablarle—. ¿Qué hace ahí sentado mirándonos?
No sabía si me estaba hablando a mí o si solo estaba pensando en voz alta.
—No sé —dije al fin. Me miró como si se hubiese olvidado de que estaba a su lado en la base. Recé una pequeña plegaria para que no se fijase en que Wade y yo nos parecíamos, y me sorprendí deseando, de nuevo, parecerme más a mamá, como Ruby.
Un chico de tercero, Greg, se preparó para golpear, y aunque algo me aconsejaba que no lo hiciera, corrí hacia el home plate en el mismo instante en que chutó. La pelota simplemente volvió rodando hacia el pícher, y me eliminaron en el home plate. Me fui al banquillo, pero con la cabeza gacha y sin mirar hacia las gradas. Me notaba la cara caliente y sabía que estaba roja como un tomate, y quise pensar que si me sentía tan avergonzada era solo porque me habían eliminado en el home plate, y no porque todo esto hubiera sucedido delante de Wade.
Ruby estaba sola en la otra punta del banquillo, columpiando los pies. Al acercarme, se pasó el pelo morenísimo por detrás de las orejas, subió una mano y me esperó.
—Choca esos cinco —dijo. Me senté a su lado sin decir nada, y después me incliné y me sacudí el polvo de las deportivas. Ruby dejó la mano colgando sobre mis rodillas—. Choca esos cinco —repitió.
—Para chocar los cinco, la mano tiene que estar en alto.
—Vale —dijo—. Pues entonces choca los cinco por lo bajo.
Le di una palmadita en la mano, y al alzar la vista vi que Marcus estaba en el campo interior, mirándome desde la segunda base. Llevaba un jersey blanco de los Cubs con el nombre y el dorsal de Sammy Sosa. El curso escolar acababa de empezar y solo era el tercer viernes de agosto, pero Mark McGwire ya se había anotado cincuenta y un home runs frente a los cuarenta y ocho de Sosa. Marcus y yo estábamos apoyando a Sosa para que llegase a sesenta y dos y fuese el primero en batir el récord de Roger Maris. Me sonrió, pero aparté la mirada como si no lo hubiera visto. Me puse nerviosa y me recogí el pelo en una coleta, dejándola caer sobre mis hombros. Cuando volví a mirar a Marcus, seguía sonriendo. No pude evitar sonreír un poco yo también, pero de repente oí una voz que susurraba mi nombre.
—¡Eh! —dijo la voz—. ¡Easter!
Era Wade. Estaba apoyado contra la parte exterior de la valla, más o menos a mitad de camino hacia la primera base. Ruby se quedó observándolo unos instantes y después me miró a mí. Wade sonrió y nos hizo señas para que nos acercásemos.
—¿Es...? —empezó a preguntar Ruby, pero la interrumpí antes de que pudiese acabar.
—Tú espera aquí —respondí, levantándome del banquillo.
—Easter —dijo Ruby. Se puso en pie de un salto como si pensara seguirme.
—Que esperes aquí —insistí. Me miró sin decir nada y después se volvió hacia la parte de la valla donde estaba Wade. Señalé el banquillo y la observé mientras se sentaba de nuevo. Se cruzó de brazos como si la hubiese regañado—. Vuelvo enseguida —dije. En lo alto de la cuesta, la señora Hannah y la señora Davis aún no lo habían visto. Me arrimé a la valla y fui siguiendo la línea de base.
Wade iba con una vieja gorra azul de los Braves, y el pelo, del mismo tono rubio rojizo que el mío, le asomaba por detrás de las orejas. Los pelos de la barba le tapaban la cara y le bajaban por el cuello, además llevaba una camiseta verde y unos vaqueros salpicados de pintura blanca. Levantó la mano que tenía apoyada en la valla y me hizo un gesto a modo de saludo.
—Eh —dijo, sonriendo. También sus manos estaban cubiertas de pintura blanca.
Antes de acercarme, hice un alto, me crucé de brazos y apoyé el hombro contra la valla. No quería que Wade pensara que me alegraba de verlo de repente, que podía presentarse a la salida del cole cuando le viniese en gana sin que pasara nada. A decir verdad, no quería ni mirarlo.
—¿Estás...

Índice

  1. Portada
  2. Portadilla
  3. Créditos
  4. Índice
  5. Dedicatoria
  6. Cita
  7. Easter Quillby. Capítulo 1
  8. Capítulo 2
  9. Capítulo 3
  10. Capítulo 4
  11. Pruitt. Capítulo 5
  12. Capítulo 6
  13. Easter Quillby. Capítulo 7
  14. Brady Weller. Capítulo 8
  15. Capítulo 9
  16. Easter Quillby. Capítulo 10
  17. Capítulo 11
  18. Capítulo 12
  19. Brady Weller. Capítulo 13
  20. Capítulo 14
  21. Easter Quillby. Capítulo 15
  22. PruittCapítulo 16
  23. Easter Quillby. Capítulo 17
  24. Brady Weller. Capítulo 18
  25. Capítulo 19
  26. Pruitt. Capítulo 20
  27. Easter Quillby. Capítulo 21
  28. Pruitt. Capítulo 22
  29. Brady Weller. Capítulo 23
  30. Capítulo 24
  31. Capítulo 25
  32. Easter Quillby. Capítulo 26
  33. Brady Weller. Capítulo 27
  34. Pruitt. Capítulo 28
  35. Easter Quillby. Capítulo 29
  36. Brady Weller. Capítulo 30
  37. Pruitt. Capítulo 31
  38. Easter Quillby. Capítulo 32
  39. Brady Weller. Capítulo 33
  40. Easter Quillby. Capítulo 34
  41. Capítulo 35
  42. Agradecimientos