Comentario al texto hebreo del Antiguo Testamento - Isaías
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Comentario al texto hebreo del Antiguo Testamento - Isaías

  1. 928 páginas
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Comentario al texto hebreo del Antiguo Testamento - Isaías

Descripción del libro

Estos son algunos de los rasgos más significativos del Comentario de Isaías por F. J. Delitzsch: el autor ha realizado un comentario textual, en sentido lingüístico, discutiendo paso a paso el sentido de las palabras, en diálogo con los mejores exégetas de la historia antigua.También en sentido histórico, mesiónico-luterano y pan-bíblico, es decir, abierto a lo que ha sido el despliegue total de la Biblia.

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Información

Año
2020
ISBN del libro electrónico
9788416845798
INTRODUCCIÓN
EN ESPECIAL A LA PRIMERA PARTE (Is 1-39)
1. El tiempo del profeta
El primer requisito para lograr un conocimiento claro y una plena comprensión de las profecías de Isaías es conocer su tiempo y los diferente períodos de su ministerio.
1. El primer periodo se sitúa en los reinados de Ozías (811-759 a.C.) y de Jotán (759-743). El punto de partida más preciso de este periodo depende del modo en que entendamos la narración de Is 6, 1-13. De todas formas, sea como fuere, Isaías comenzó su ministerio hacia el final del reinado de Ozías, y su acción se extendió a lo largo de los dieciséis años del reinado de Jotán. Los primeros veintisiete años (de los cincuenta y dos que duró el reinado de Ozías) coinciden con los últimos veintisiete del reinado de Jeroboam II (825-784 a.C.). Bajo el reinado de Joas y de su hijo Jeroboam II el reino de Israel atravesó un periodo de gloria externa que, tanto por su esplendor como por su duración, fue mayor que la alcanzada en cualquier período anterior, y ese mismo fue el caso en lo que respecta al reino de Judá bajo Ozías y su hijo Jotán.
Mientras desaparecía la gloria de un reino (Israel) crecía la del otro (Judá). El brillo del reino del Norte fue destruido y sobrepasado por el brillo del reino del sur. Pero el esplendor externo llevaba dentro de sí mismo el germen fatal de la decadencia y de la ruina, tanto en un caso como en el otro, porque la prosperidad degeneró en lujuria y la adoración de Yahvé se anquilosó en forma idolátrica. Fue durante este ultimo y más largo tiempo de prosperidad de Judá cuadro surgió Isaías, con su austera vocación de predicador penitencial sin éxito, de manera que él tuvo que anunciar de un modo consecuente el juicio del endurecimiento y de la devastación, del exilio y de la destrucción.
2. El segundo periodo de su ministerio se extendió desde el comienzo del reinado de Acaz hasta el comienzo del reinado de Ezequías. Durante esos dieciséis años sucedieron tres acontecimientos que se combinaron para suscitar un nuevo y calamitoso vuelco en la historia de Judá. En lugar de la adoración de Yahvé, que se había mantenido con regularidad material y rigor legal bajo Ozías y Jotán, tan pronto como Acaz subió al trono se introdujeron abiertamente formas diversas de idolatría, que resultaron abominables. En ese contexto se dieron las hostilidades, que comenzaron mientras vivía Jotán, y se mantuvieron en tiempos de Pécaj, el rey de Israel, y de Rezín, rey de Damasco (Siria).
En aquel tiempo, en la Guerra siro-efraimita, esos reyes lanzaron un ataque en contra de Jerusalén, con la intención confesada de terminar con el mando de la dinastía davídica. Acaz llamó a Tiglatpelasar, rey de Asiria, para que le ayudara en esta situación. De esta manera. De esa forma puso su defensa en la carne (en el poder del mundo), y vinculó de tal manea la nación de Yahvé con el “reino del mundo” de tal manera que de ahora en adelante nunca recobró ya de verdad su independencia. Ese reino o imperio del mundo era en aquel tiempo estado pagano bajo la forma de Nemrod (monarca de Mesopotamia, citado en Gen 10, famoso por su política de dominación violenta).
El “rey Nemrod”, representado por reyes de Asiria o Babilonia, era el rey violento y dominador por excelencia. Su intención perpetua era la de extender sus fronteras a través de constantes adiciones de tierras y reinos, hasta venir a convertirse en un coloso que abarcara el mundo entero; y para cumplir esa intención se iba extendiendo más o más, desbordando sus fronteras nacionales y amontando como una avalancha sobre las naciones extranjeras, no solamente por auto-defensa o venganza, sino también con el propósito de la simple conquista. Asiria y Roma fueron el primer y ultimo eslabón de esta cadena de opresiones de los reinos del mundo que se extendieron a lo largo de la historia de Israel. De esa manera, situado como estaba en el verdadero umbral de este nuevo y poderosísimo giro de la historia de su país, y contemplándolo con su mirada abierta hacia el futuro, Isaías fue, por así decirlo, el profeta universal de Israel.
3. El tercer periodo de su ministerio se extendió donde la coronación de Ezequías hasta el año quince de su reinado. Bajo Ezequías, Judá logró alcanzar casi la misma paz que había perdido previamente bajo el reinado de Acaz. Ezequías rechazó los métodos de su padre idólatra y restauró la adoración de Yahvé. Ciertamente, la mayoría del pueblo permaneció internamente igual (sin convertirse), pero Judá tenía una vez más un rey honrado, que escuchó la palabra del profeta, que estaba a su lado, de forma que ellos, rey y profeta, constituían las dos columnas del Estado, eran hombres poderosos en oración (2 Cron 32, 20).
Cuando más tarde se produjo el intento de romper el yugo de Asiria, tanto los dirigentes como la gran masa del pueblo, realizaron un acto de infidelidad contra Dios, un acto que se apoyaba sólo en la esperanza mundana que qllos ponían en la ayuda de Egipto, una confianza que había ocasionado ya la destrucción del Reino del Norte, en el año sexto del reinado de Ezequías. Pero en este contexto, el rey Ezequías realizó un acto de fe y de abandono confiado en Yahvé (2 Rey 18, 7).
De manera consecuente, cuando Senaquerib, sucesor de Salmanasar, marchó contra Jerusalén, conquistando y devastando la tierra al paso que avanzaba, y mientras Egipto no fue capaz de enviar la ayuda prometida, la desconfianza carnal (es decir, la falta de fe) de los líderes y de la gran masa del pueblo trajo consigo su propio castigo. Pero Yahvé evitó el extremo final de castigo, destruyendo el núcleo del ejército asirio en una única noche. De esa manera, lo mismo que en la Guerra siro-efraimita, Jerusalén como tal no fue nunca de hecho sitiada.
De esa manera, la fe del rey y de la parte mayor de la nación, que siguió confiando en la palabra de la promesa, fue recompensada. En esa línea se mantuvo aún firme, al menos en un plano, el poder divino en el Estado, que lo preservaba de la destrucción. El juicio futuro, que ciertamente, según Is 6, 1-13, nada podía evitar, fue aplazado por un tiempo, precisamente cuando, de un modo normal se había esperado el último golpe destructor. En este rescate milagroso, que Isaías había predicho y para el que había preparado el camino, culminó el ministerio público del profeta.
Isaías fue el Amós del reino de Judá, y tuvo la misma durísima vocación de predecir y de declarar el hecho de que había pasado ya el tiempo del perdón para Israel como pueblo y como nación. Pero él no realizó en el reino del sur un ministerio semejante al de Oseas; porque no fue Isaías sino Jeremías el que recibió la llamada solemne para acompañar el destino desastroso del reino de Judá con sus más fuertes denuncias proféticas; el Oseas del reino de Judá fue Jeremías. A Isaías se le dio el encargo, que fue rehusado a su sucesor Jeremías: el encargo de exponer una vez más, a través de su poderosa palabra, brotando de la hondura de su intenso espíritu de fe, la oscura noche que amenazaba con devorar a su pueblo en el tiempo del juicio asirio. A partir del año quince del reinado de Ezequías, él no tomó ya más parte en los acontecimientos públicos, pero vivió hasta el comienzo del reinado de Manasés, cuando, conforme a una tradición fiable, de la que hay una alusión evidente en Hbr 11, 37 (evprisqhsan( “fueron aserrados”), él cayó victima del paganismo que volvió a obtener una vez más un poder supremo en la tierra3.
A este esbozo sobre los tiempos y ministerio del profeta, queremos añadir una visión de conjunto de los datos que ofrece la Escritura sobre los cuatro reyes bajo los cuales realizó Isaías su ministerio, según Is 1, 1, pues la preparación más importante para un estudio como éste es un conocimiento preciso de estas secciones de los libros de los Reyes y de Crónicas.
2. Informe histórico de Ozías-Jotán
El informe sobre Ozías, que aparece en el libro de los Reyes (2 Rey 15, 1-7), al que podemos añadir 2 Rey 14, 21-22, por lo que toca a Jeroboam II, no es tan completo como hubiéramos esperado. Tras el asesinato de Amasías, como se dice en 2 Rey 14, 21-22, el pueblo de Judá sentó sobre el trono a su hijo Ozías, de dieciséis años de edad, que probablemente no era su primogenitor. Él edifico la ciudad y puerto de mar edomita de Elat, y la convirtió en posesión permanente de Judá (como en el tiempo de Salomón). Esta noticia ha sido introducida como un tipo de apéndice, al final de la vida de Amasías, como separada de su espacio cronológico, ya que la conquista de Elat fue el momento culminante del sometimiento de Edom bajo Ozías (y no bajo Amasias, como supone O. Thenius en su Geschichte des Volkes Israel, 1843, 3) porque fue el primer hecho de armas de Ozías, a través del cual él habría cumplido las esperanzas por las cuales el ejército le había hecho rey.
Las victorias que este rey consiguió sobre Edom y sobre otras naciones vecinas no pueden haberse logrado en el tiempo en que Amós profetizaba, es decir, en torno al año décimo del reinado de Ozias. El ataque que Amasías había dirigido en contra del reino de Israel hizo que el reino de Judá quedara en un estado de dependencia respecto al de Israel, y casi de ruina total, del que solo se recuperó gradualmente, como una casa que había caído en decadencia. El Cronista, siguiendo el texto del libro de los Reyes, ha introducido la noticia relacionada con Elat en el mismo lugar (2 Cron 26, 1-2), donde se escribe Elat, lo mismo que en 1 Rey 9, 26 en LXX 2 Rey 14, 22.
El cronista llama al rey con el nombre Ozías/Ozziahu (WhY"ëZI[u); y solo en la tabla de los reyes de Judá (1 Cron 3, 12) le da el nombre de Azarías (hy"ïr>z:[]). Según nuestro texto hebreo, el autor del libro de los Reyes le llama a veces Azarías/Azariahu y a veces Ozías/Uzziyahu. La Septuaginta (LXX) le da siempre el nombre de Azarías. El hecho de que aparezcan los dos nombres, en los dos libros históricos (Reyes y Crónicas), constituye una prueba indudable de que ambos son auténticos. Azarías fue el nombre original, del que se formó gradualmente Ozías a través de una elisión significativa. Pues bien, como muestran los libros proféticos, desde Is 1, 1 a Zac 14, 5, el segundo fue el nombre más comúnmente utilizado.
Como vemos en la sección del libro de los Reyes relacionada con el reinado de este monarca (2 Rey 15, 1-7), Azarías subió al trono el año veintisiete del reinado de Jeroboam, es decir, el año quince de su reinado como rey autónomo (él sólo), que el fue el veintisiete contando los años en los que él compartió el gobierno con su padre Joas, como podemos deducir de 2 Rey 13, 13. El joven soberano, que solo tenía dieciséis años de edad, era el hijo de Amasías y de una mujer nativa de Jerusalén, y reinó cincuenta y dos años. “Él hizo lo que era agradable a los ojos de Dios, como su padre Amasías”. Esto significa que, aunque no llegó al “estándar” de David, fue uno de los mejores reyes de Judá.
El promovió la adoración de Yahvé, como está prescrito en la ley. Con todo, los lugares altos no se quitaron, pues el pueblo aún sacrificaba y quemaba incienso en los lugares altos (tAmßB';). Pero Yahvé hirió al rey con lepra ([r"com.) estuvo leproso hasta el día de su muerte. Habitó el rey en un casa separada (tyvi_p.x'h; tybeäB.), y Jotam, su hijo, tenía el palacio a su cargo y gobernaba al pueblo. Los demás hechos de Azarías y todo lo que hizo, ¿no está escrito en el libro de las Crónicas de los reyes de Judá? Azarías durmió con sus padres y lo sepultaron con ellos en la ciudad de David. En su lugar reinó Jotam, su hijo (cf. 2 Rey 15, 1-7).
Esto es todo lo que el autor del libro de los Reyes dice respeto de Azarías (Ozías). Para lo demás, él remite a los Anales de los reyes de Judá. La sección que las Crónicas dedican a Ozías (2 Cron 26) es mucho más amplia. El autor de Crónicas utilizó, sin duda nuestro libro de los Reyes, como prueban claramente 2 Cron 26, 3-4 y 26, 21, y completó sus escasas noticias con las de la fuente que él reelaboró básicamente, es decir, con un midrash mucho más elaborado. Él dice así que Ozías buscó celosamente a Dios en los días de un tal Zacarías, que era experto en visiones divinas; y, en los días que él buscó a Yahvé, Dios le hizo prosperar. De esa manera, el profeta Zacarías, como pastor y consejero fiel, estuvo con él en la misma relación con la que estuvo Yoyada, el Sumo Sacerdote, con Joás, abuelo de Ozías. En esa línea, el Cronista enumera una por una las bendiciones divinas de las que gozó Ozías:
En primer lugar él enumera sus victorias sobre las naciones vecinas (pasando por alto su victoria sobre Edom, a la que se ha referido previamente). Éstas son esas victorias. (1) Él marchó y luchó contra los filisteos y destruyó las murallas de Gat y las de Jabne y las de Asdod, y edificó ciudades en Asdod y en la tierra de los filisteos (~yTi(v.liP.b;W dADßv.a;B. ~yrIê[' hn<åb.YIw:). Esto significa que conquistó el territorio de Asdod y de Filistea en general. (2) Dios no solo le concedió vencer a los filisteos, sino también a los árabes, que habitaban en Gur-baal (l[;B'Þ-rWg), un lugar desconocido, que ni los LXX ni los targumistas han podido explicar, e igualmente venció a los llamados Megunim o meunitas (~ynI)W[M.), que eran probablemente una tribu de Arabia Pétrea. (3) Los amonitas le dieron ofrendas, en signo de alianza, y su nombre fue honrado hasta el Egipto, pues su poder se extendió mucho.
En segundo lugar el Cronista enumera las construcciones de Ozías: “Edificó también Ozías torres en Jerusalén, junto a la puerta del ángulo, junto a la puerta del valle y junto a las esquinas; y las fortificó. Asimismo edificó torres en el desierto y abrió muchas cisternas (probablemente en el desierto entre Berseba y Gaza, para proteger la tierra y los rebaños que pastaban en ella), porque tuvo muchos ganados, tanto en la Sefela (hl'ÞpeV.b;, la parte occidental del sur de Palestina) como en el Mishor (rAv=yMi, los extensos pastizales del territorio tribal de Rubén, al otro lado del Jordán); poseyó también viñas y tierra de labranza, así en los montes como en los llanos fértiles; porque era amigo de la agricultura (2 Cron 26. 9-10).
En tercer lugar, el libro de las Crónicas enumera sus tropas, bien organizadas: “Tuvo también Ozías un ejército de guerreros, los cuales salían a la guerra en divisiones, de acuerdo con la lista hecha bajo la dirección de Jeiel, el escriba, de Maasías, el gobernador, y de Hananías, uno de los jefes del rey. El número total de los jefes de familia, valientes y esforzados, era de dos mil seiscientos. Y bajo las órdenes de estos estaba el ejército de guerra, de trescientos siete mil quinientos guerreros poderosos y fuertes, para ayudar al rey contra los enemigos. Ozías preparó para todo el ejército escudos, lanzas, yelmos, corazas, arcos y hondas para tirar piedras. E hizo en Jerusalén máquinas inventadas por ingenieros, para que estuvieran en las torres y en los baluartes, para arrojar flechas y grandes piedras. Y su fama se extendió lejos, porque fue ayudado maravillosamente, hasta hacerse poderoso” (2 Cron 26, 11-15).
Hasta aquí, el Cronista ha descrito el aspecto más brillante del reinado de Ozías, agrupando de esa manera sus hechos prósperos y sus hazañas, pero de forma que resulta difícil saber si la historia recogida en estos textos sigue un orden cronológico o no. La luz que ofrecen las victorias conseguidas por Ozías en la historia de esos tiempos sería mucho mayor si el autor siguiera un orden cronológico estricto. Pero incluso si pudiéramos afirmar que la victoria sobre los filisteos precedió a la victoria sobre los árabes de Gur-Baal y sobre los Megunim y si, por su parte, estas victorias precedieran al dominio sobre Amón, sería difícil precisar el lugar que su expedición contra Edom (relatada por anticipado al final de la vida de Amasías) ocupa en relación con las otras guerras y el momento en que esas guerras acontecieron en el reinado de Ozías. Todo lo que se puede afirmar es que ellas precedieron a los últimos años de su vida, cuando le abandonó la bendición de Dios. El Cronista dice en fin, en otro lugar (en 2 Cron 26, 16s) que a medida que Ozías se hizo más y más fuerte, cayó como presa del orgullo de su corazón, que le llevó a realizar un acto destructor:
Porque se rebeló contra Yahvé su Dios, entrando en el templo de Yahvé para quemar incienso sobre el altar del incienso. Y entró tras él el sacerdote Azarías, y con él ochenta sacerdotes de Yahvé, hombres valientes, que se opusieron al rey Ozías y le dijeron: “No te corresponde a ti, rey Ozías, el quemar incienso a Yahvé, sino a los sacerdotes hijos de Aarón, que son consagrados para quemarlo. Sal del santuario, porque has pecado, y tú no tienes derecho a la gloria que viene de Yahvé Dios”. Entonces Ozías, que tenía en la mano un incensario para ofrecer incienso, se llenó de ira contra los sacerdotes. En ese momento le brotó lepra en la frente, delante de los sacerdotes en la casa de Yahvé, junto al altar del incienso. Cuando el sumo sacerdote Azarías y todos los sacerdotes lo miraron, se dieron cuenta de que tenía lepra en su frente. Entonces lo hicieron salir apresuradamente de aquel lugar; y él también se dio prisa en salir, porque Yahvé lo había herido (2 Cron 26, 16-20).
Tras haber expuesto las circunstancias que condujeron a la lepra del rey, el Cronista retoma el texto del libro de los Reyes, donde se menciona también la lepra, y se afirma que el rey siguió siendo leproso hasta el día de su muerte, y que vivía en una casa de reclusión, sin ser ni siquiera capaz de visitar el templo de nuevo. Pero en contra de la afirmación del libro de los Reyes, donde se decía que él fue enterrado en la ciudad de David, el Cronista afirma, con más precisión, que no fue enterrado en el sepulcro de los reyes, sino que, dado que había sido leproso, y que así llenaría de impureza el sepulcro de los reyes anteriores, fue enterrado en el campo, aunque cerca del lugar de esos sepulcros. Pero antes de introducir esta conclusión a la historia del reinado de Ozias, y en lugar de referirse a los Anales de los reyes de Judá, como había hecho el autor del libro de los Reyes, o de introducir algunas citas que encontramos ordinariamente en estos casos, el autor de Crónicas afirma simplonamente que “el resto...

Índice

  1. Cubierta
  2. Página del título
  3. Derechos de autor
  4. Contenido
  5. Introducción (X. Pikaza)
  6. Introducción. En especial a la Primera parte (IS 1-39)
  7. Primera Parte: Isaías 1-39
  8. Segunda Parte: Isaías 40-66