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Gentleman Jack. Una biografía de Anne Lister
Terrateniente, seductora y diarista secreta del siglo XIX
- 368 páginas
- Spanish
- ePUB (apto para móviles)
- Disponible en iOS y Android
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Gentleman Jack. Una biografía de Anne Lister
Terrateniente, seductora y diarista secreta del siglo XIX
Descripción del libro
Anne Lister, curiosa y culta, aventurera y emprendedora, cautivadora e inquietante, divertida y seductora... La biografía de uno de los personajes más excéntricos, rebeldes y fascinantes del siglo XIX.
«Un libro fascinante sobre una mujer extraordinaria».The Times
«Combativa y valiente. Con este libro Angela Steidele retrata a una noble aristócrata inglesa amante de las mujeres y ávida de educación. La autora combina hábilmente diarios y cartas con sus propias investigaciones para crear una "biografía erótica"».Deutschlandfunk Kultur
Anne Lister (1791-1840) fue una ilustre aristócrata de Yorkshire, intrépida viajera, audaz empresaria y, en una época en la que ser mujer ya era una tarea difícil, vivió abiertamente su homosexualidad. Decidió vestir siempre de negro y hablar con naturalidad de su desinterés hacia los hombres. Fue la primera mujer que escaló el Vignemale en los escarpados Pirineos, viajó hasta el Cáucaso y dormía con una pistola bajo la almohada. Tan osada como Don Juan y tan apasionada como Heathcliff, Anne no permitió que las costumbres de la sociedad de la Regencia la limitaran: aunque a los ojos de todos permaneció soltera, unió su vida en matrimonio con su acaudalada vecina, Ann Walker, en 1834.
Sus numerosos diarios permanecieron ocultos durante décadas antes de que se descifrara el código que inventó para dejar constancia de los detalles eróticos de sus prolíficas conquistas. Estas confesiones, junto con sus cartas, cuentan la historia de una mujer extraordinaria, pero también hacen un retrato detallado e invaluable de la época en la que vivió.
En este libro, original y rompedor, la célebre autora Angela Steidele brinda una perspectiva nueva de este personaje tan peculiar y fascinante, cuyas proezas han sido llevadas incluso a una exitosa serie de televisión.
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Información
Editorial
SiruelaAño
2021ISBN de la versión impresa
9788418708213ISBN del libro electrónico
9788418708282Ann
1832-1840
Vecinas
El 7 de mayo de 1832, Anne Lister regresó a Shibden Hall, donde solo había pasado unas semanas desde 1826. Marian, se lamentaba Anne, iba cacareando por toda la casa como un «gallo sobre un montón de estiércol».1 Estaba harta de su hermana desde el mismo día de su llegada; «nunca coincidiremos en nada; cuanto menos nos veamos, mejor; cada vez me cae peor».2 Jeremy Lister no le dirigía la palabra a su hija pródiga. Marian le contó a Anne la opinión que este tenía de ella. «A mi padre no le gusta mi forma de caminar, etc.».3 Anne evitaba las comidas familiares, y solo pasaba una hora más o menos con ellos durante las noches, por hacerle el favor a su tía; «mi tía es la mejor, pero, con todo lo buena que es conmigo, por desgracia, su compañía es muy fatigosa; los demás son insufribles hasta el punto de resultar vulgares».4 «Debo escaparme a alguna parte. El problema es el dinero. Tengo que inventar lo que sea en breve, pero me tengo que marchar».5
Dos semanas después de su regreso, Anne se refugió, con Isabella Norcliffe, en su exilio habitual de Langton Hall, donde Mariana Lawton también hizo acto de presencia. Anne les explicó a sus amantes y amigas más antiguas que soñaba con una «dame de compagnie [...] que tenga buen juicio y agradables modales», y estuviera dispuesta a «ir adonde yo quiera. No haría trabajo alguno, pero sí me ayudaría a vestirme, a cuidar de mis cosas, y a ocuparse de que los demás hicieran el resto. [...] No me importa sentarme a la mesa con la mujer que me haga el trabajo sucio». Isabella y Mariana, «riendo y tomándome el pelo»,6 podían imaginar sin lugar a dudas las restantes cosas que Anne esperaba de una mujer así. Con una sonrisa de oreja a oreja, Isabella aprovechó la ocasión para informar a Anne del «sambenito que según ella la gente me ha puesto: me llaman “cazafelpudos”». ¿Acaso se sabía de la colección de vello púbico que había reunido Anne Lister? Anne, además, habría tenido que pagar a su «dame de compagnie», lo que convertía aquello en algo «demasiado anómalo», bastante sórdido, «razón suficiente para [...] olvidarlo»,7 al igual que la idea de tener una «“esposa” campesina»,8 idea que había estado valorando durante sus últimos años de celibato involuntario. En su mente repasó posibles candidatas entre sus conocidas: «las MacKenzie, Lady Elizabeth Thackray y Miss Hall —probar antes con Miss MacK—. Entre la gente de aquí pensé en Miss Freeman y Miss Walker de Lidgate; en Louisa Belcombe y Miss Price, en York, además de Miss Salmon. Seguramente en breve tenga alguna compañía».9
El primer lugar de la lista lo ocupaba Ann Walker, de veintinueve años, vecina del cercano pueblo de Lightcliffe, doce años más joven que Anne. Para Anne, los Walker, propietarios de tejedurías impulsadas con vapor, eran «nuevos ricos», y por tanto se hallaban por debajo de las clases con las que a ella le gustaba mezclarse. El abuelo de Ann Walker había levantado un imperio como comerciante textil, vendedor y terrateniente. La familia tenía tres propiedades en Lightcliffe. Ann había nacido en 1803, y había crecido con su hermana mayor, Elizabeth, y su hermano pequeño, John, en la residencia principal de la familia, Crow Nest, una enorme mansión rodeada de amplias tierras. Fue con ocasión de una velada en el hogar de los Walker cuando Anne Lister vistió por vez primera sus ropas negras, quince años antes. Había causado una profunda impresión en la joven Ann; cuatro años después, «Miss Ann Walker de Crownest [sic] me alcanzó, tras haberse dado tal carrera que casi pierde el aliento. Caminé con ella hasta la entrada a Lidget [sic], que daba a sus tierras, y llegué a casa a las 6:40. Diría que me mostré muy agradable, y especialmente educada y atenta en mis maneras. Creo de verdad que esto a la chica le ha halagado mucho, y que le gusto. Quería que tomase el té con ellos. Yo esperaba otro paseo hasta Giles House, y la disposición que mostró me hizo ver que mi propuesta no resultó en ningún caso inoportuna. Está claro que no muestra aversión alguna ni a mi conversación, ni a mi compañía. Después de separarnos no pude evitar sonreírme y decirme a mí misma que flirtear con esta chica me había sentado muy bien. Cuesta muchísimo vivir sin compañía femenina, y de buena gana preferiría matar el tiempo una hora con esta chica, que no tiene nada en este mundo de lo que presumir salvo su buen humor, que no flirtear en absoluto».10 Cuando dieron ese segundo paseo un año después, Anne no pudo por menos de admirar el «precioso cabello, rubísimo»,11 de Ann, y también la encontró «muy educada, etc., pero no es más que una chica estúpida y vulgar. [...] No tengo intención de dar más paseos con ella, ni de permitir que nuestro trato vaya ni un poco más lejos».12
Eso había sucedido diez años antes. Desde entonces, una serie de muertes y reveses del destino habían puesto fin a la vida entre algodones de Ann Walker. Sus padres habían muerto en 1823, con una diferencia de seis meses. Su padre dejó un complicado testamento de 48 páginas ideado para evitar que sus bienes se vieran divididos en las siguientes generaciones. El principal heredero de la fortuna familiar era John, de diecinueve años; cada una de las hermanas recibió una parte menor, parte por la que percibían unos ingresos de 600 libras al año, como bien sabía Anne Lister. Con esas atractivas sumas en mente, John Walker había dictaminado que la herencia de sus hijas fuera para su «uso único y separado», no para ser transferido a «persona o personas algunas con las que pudieran casarse».13 John Walker podía haber previsto la aparición de los cazafortunas, pero no había tenido en cuenta la ingenuidad de sus hijas, su deseo de ser amadas o su vulnerabilidad al chantaje emocional. Contra los deseos expresos de sus fiduciarios, Elizabeth se casó en 1828 con George Mackay Sutherland, «un oficial de infantería que no tenía un penique»,14 destinado en Halifax, con quien se mudó a Escocia. A petición expresa de su marido, Elizabeth le transfirió todos sus bienes personales, aun cuando su padre había estipulado que solo le pertenecían a ella. El golpe de suerte del capitán Sutherland se convirtió en primer premio cuando su joven cuñado John murió de repente durante su luna de miel en 1830. Al no haber dejado testamento, toda la herencia (participaciones en los negocios, acciones, propiedades y tierras, por valor de unas 45.000 libras) fue dividida entre Elizabeth y Ann. George Sutherland hostigó a su esposa, que se hallaba en avanzado estado de gestación de su segundo hijo, hasta que esta firmo para «pasar los bienes que habrás de percibir, como coheredera de tu hermano, a plena disposición del capitán Sutherland».15 El capitán incluso trató de hacerse con la parte que le correspondía a su cuñada, si no para él, sí al menos para su primogénito, Sackville. Ann Walker, soltera, no pudo resistirse y declaró heredero a su sobrino en 1831. Desde entonces, «los Sutherland, Miss Walker y los Priestley están bastante raros»,16 frase con la que Anne Lister quería decir que se habían distanciado.
Las disputas por la herencia deprimían a Ann Walker, y durante ese mismo verano de 1832 en que acabó en la lista de Anne Lister sufrió otra enorme pérdida: su prometido secreto, Mr. Fraser, murió de forma inesperada. La joven parecía perdida, y en torno a ella circulaban rumores de «locura y de trastorno mental. Su mente se ha volcado en la religión; cree que no puede seguir viviendo, que ha llevado una vida perversa, etc.».17 Rica, sin protectores, confundida y sola, Ann nunca le había parecido más atractiva a Anne Lister. El 10 de agosto de 1832 le hizo una visita vecinal que duró una hora y tres cuartos. «Lo hemos pasado bien las dos juntas. Pensé, como últimamente ya he pensado más veces, si debía intentar ganármela». Una semana después, Anne visitó «en passant a Miss Walker de Lidgate, y me senté con ella tête-à-tête ¡desde las 10 hasta la 1! Hablamos de economía doméstica, y todo transcurrió muy bien. [...] Pensé: “poco se imagina esta lo que tengo en mente: ganármela; le sobra el dinero, y eso puede compensar la falta de rango”».18 Calculaba que «el objeto de mi elección ganará como tres mil al año o por ahí. Es probable que tenga dos tercios a su disposición. No está mal pis aller... aun cuando no me gustara mucho es mejor partido que Lady Gordon, y quizá incluso mejor que Vere».19
Mientras que hasta entonces los Lister solo habían visitado a los Walker en contadas ocasiones y por un deber vecinal (sus propiedades se encontraban justo al lado), Anne comenzó ahora a visitar a Ann Walker cada pocos días. «La verdad es que Miss W... y yo nos llevamos de maravilla: siempre me habla con toda confianza y parece contenta de verme».20 Ann Walker, que literalmente había perseguido a Anne Lister once años antes, disfrutaba de la atención absoluta que ahora recibía de su vecina; «siempre pensó que había en mí un algo aventurero».21 Acudió en su carruaje a hacerle una visita a Shibden Hall, conversó con la tía Anne durante un cuarto de hora por pura educación y luego llevó a Anne a la ciudad para hacer algunas visitas y tareas pendientes. En la tienda de jardinería Throp «elegiré arbustos para ella y ella los elegirá para mí». Ann dejó después a Anne de nuevo en Shibden Hall. Nunca antes habían pasado juntas un día como aquel; según Anne Lister, no se separaron desde las 11:50 hasta las 5:30.
Dos días después, Anne cayó «en un calvario al pensar en Miss Walker... por primera vez».22 Le desilusionó que poco después Ann se fuera de vacaciones al Distrito de los Lagos con su mejor amiga, Catherine Rawson. Anne aprovechó la ausencia de Ann para trabajar en su nuevo jardín. Inspirándose en sus viajes, y en particular en el Plâs Newydd de las Damas de Llangollen, transformó aquellos campos suavemente ondulados que se extendían entre la casa y la corriente del Red Beck, a unos quinientos metros de distancia, en un único espacio abierto. Ordenó arrancar los setos, sustituyó los campos por zonas ajardinadas, hizo derribar los árboles menos bonitos y plantó robles, castaños de Indias y tejos, rosales, enebros y, a lo largo de la ribera, sauces, tanto en grupos como en vistosas unidades. Anne se pasaba las mañanas impartiendo órdenes a un pequeño ejército de trabajadores, que ponían en práctica lo que ella había leído la noche anterior en la Enciclopedia de jardinería, de John Claudius Loudon, un regalo de despedida de Ann Walker. A Anne le encantaba poder echar una mano en aquellas labores. Jeremy y Marian observaban aquellos cambios con suspicacia, convencidos de que «no me va a llegar el dinero para mantener todas estas cosas. “Ya lo conseguiré”, le dije [a Marian], “en algún momento”. Ella espera tener más dinero que yo y que me vea obligada a vender».23
La envaradísima hermana de Anne, su excéntrico padre y su reumática tía podían tener un efecto disuasorio en Ann Walker. Para seducirla, Anne necesitaba un lugar en el que ambas pudieran verse sin que nadie las molestase, de modo que hizo construir una pequeña cabaña con vistas a la orilla llena de lirios del Red Beck, en la parte baja de su jardín paisajístico. Sobre unos cimientos de piedra, se levantaron paredes de roble joven que fueron recubiertas con musgo. La casita tenía un tejado de juncos, y Anne plantó tejos de hoja perenne y laurocerasos para evitar las miradas desde Shibden Hall. Siempre amante de las indirectas, Anne hizo plantar también un buen montón de sicomoros, conocidos desde los tiempos de Shakespeare como los árboles que favorecían «la enfermedad del amor». Todo estaba a punto para recibir a Ann Walker.
Ann «siempre había pensado que el año en que cumpliera los treinta sería muy importante».24 Como no había dejado de pensar a diario en Anne Lister durante su estancia en el Distrito de los Lagos, empezó a relacionar esa idea con ella. En cuanto regresó a su hogar, el 25 de septiembre, Anne decidió hacerle una visita. Antes de levantarse aquella mañana había vuelto a fantasear mucho, y de forma muy lujuriosa, con Ann, de manera que tomó el «sendero del amor» que pronto utilizarían las dos en ambas direcciones. Paseó por su jardín paisajístico, dejó atrás la cabaña de musgo mientras marchaba en dirección a la corriente, avanzó por la orilla del Red Beck hasta el confín del jardín, subió una escarpada colina para retomar el sendero, descendió hacia el siguiente valle y de nuevo hacia Lightcliffe. Al cabo de casi cuatro kilómetros, que recorrió en poco más de media hora, Anne Lister llegó al más pequeño de los edificios de los Walker, situado a la izquierda del camino: se trataba de Lidgate, donde Ann Walker vivía sola. A la derecha del camino estaba la puerta de entrada a Crow Nest, la casa solariega, ahora vacía. Un poco más allá, siguiendo el camino, se hallaba la New House de los Priestley, que en otro tiempo Anne había visitado a menudo. Eliza Priestley era la amiga más antigua de Anne, y sabía que Anne suspiraba por «una dama que fuera mi futura compañera».25 El marido de Eliza, primo de Anne, era administrador de fincas. No muy lejos de ellos vivía la madrina de Ann Walker, que se llamaba igual que ella, en la espaciosa Cliffe Hill.
Ann Walker se puso ...
Índice
- Portada
- Portadilla
- Créditos
- Índice
- Cita
- Prólogo Descifrando los diarios de Anne Lister
- Eliza 1791-1810
- Isabella 1810-1813
- Mariana 1813-1817
- «Kallista» 1818-1819
- Isabella, Mariana y Miss Vallance 1819-1822
- Las Damas de Llangollen 1822
- «Frank» 1823
- Mariana e Isabella 1823-1824
- Maria 1824-1825
- Mariana 1825-1826
- Maria 1826-1827
- Sibella 1828-1829
- Vere 1829-1832
- Ann 1832-1840
- John, Muriel, Vivien, Phyllis, Helena, Jill y Angela
- Epílogo Interpretando los escritos de Anne Lister
- Agradecimientos
- Cronología
- Bibliografía
- Notas
- Mapas e ilustraciones