Francisco de Asís
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Francisco de Asís

El genio religioso y el Santo

Raniero Cantalamessa

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  1. 280 páginas
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Francisco de Asís

El genio religioso y el Santo

Raniero Cantalamessa

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Este libro obedece a una necesidad en la sociedad española que hay que atender de modo urgente: la actual situación en la que se encuentra la docencia en las etapas de Infantil, Primaria y Secundaria, aunque cabría también extender algunas reflexiones al ámbito de la universidad.Es un libro de fácil lectura, donde se hace un recorrido muy completo sobre la enseñanza en las referidas etapas y los complejos contextos en los que se desarrolla.Defensa ¿de qué?, ¿de quiénes?, ¿por qué?, ¿para qué?, ¿de qué manera? Defensa por el desconocimiento social de la tarea del maestro, cuando no de la minusvaloración de la misma; defensa frente a tópicos y estereotipos en relación con el rol que desempeñan; defensa, ¡qué tristeza!, ante quienes más debieran respetarlos y apoyarlos, los padres de los alumnos; defensa ante las Administraciones públicas, que no tienen más remedio que contar con el profesor, pero muchas veces no creen, no confían en él.Luis Fernando Vílchez subraya la necesidad de defender a los profesores y dar legitimidad, autoridad y solidez a la tarea del maestro. "Estas reflexiones pretenden ser –dice el propio autor– una apología del maestro, en el sentido socrático, esto es, una defensa razonada y bien argumentada. Pretendo hacer una defensa no solo pedagógica y social de los maestros y profesores de hoy y de todos los tiempos, sino también una defensa moral. Por convicción, por experiencia, porque compruebo que otros no la hacen (…), porque estimo necesario, urgente y prioritario defender hoy al maestro, piedra fundamental del entramado educativo y de cualquier tipo de innovación pedagógica que se quiera impulsar".

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Información

Editorial
PPC Editorial
Año
2021
ISBN
9788428835039
1

FRANCISCO DE ASÍS, «GENIO RELIGIOSO»

La investigación sobre los genios religiosos de la humanidad
El 16 de noviembre de 1972, la UNESCO, la Organización Mundial de las Naciones Unidas para la Cultura, firmó la Convención sobre lo que debe ser considerado «Patrimonio de la humanidad» (en inglés, World Heritage). La lista de los sitios y de otras realidades comprendidas en la categoría ha llegado por el momento a la cifra de 1.052, repartidos en 165 Estados del mundo, pero está en continuo aumento. El estudioso judío Alon Goshen-Gottstein, fundador del Instituto Elías para el Diálogo entre las Creencias, con sede en Jerusalén (The Elijah Interfaith Institute), tuvo la intuición de extender la categoría de «Patrimonio de la humanidad» desde los lugares y los artefactos humanos a las personas, es decir, a los hombres y mujeres que han dejado una huella indeleble en la historia religiosa de la humanidad, aplicándoles la categoría de «genio religioso».
El concepto de «genio religioso» no nace hoy. El gran estudioso de la psicología William James lo había empleado ampliamente en sus investigaciones, pero con un interés exclusivamente científico, para definir la personalidad del sujeto mismo y sus posibles componentes patológicos 1. El tema fue debatido también en otro ámbito más pertinente a la religión. En el mismo año de la convención de la UNESCO –1972–, el hombre de negocios y filántropo Sir John Templeton (1912-2008) instituyó un premio anual destinado al sector de la religión y del espíritu, que podemos considerar como un suplemento al Premio Nobel de la Paz.
El premio, se lee en la web de la Templeton Foundation, pretende honrar a personas vivas que han contribuido de forma excepcional a afirmar la dimensión espiritual de la vida a través de intuiciones, descubrimientos u obras prácticas. El premio tiende a identificar a «empresarios del espíritu», es decir, individuos superiores que han dedicado sus talentos a dilatar la visión de la razón de ser del ser humano y de la realidad última. El premio no está reservado a una particular tradición o idea de Dios, sino que se propone más bien promover el progreso en el esfuerzo humano de comprender las diversas manifestaciones de lo divino.
El premio ha sido concedido a filósofos, teólogos, miembros del clero, filántropos, reformadores, fundadores de nuevas Órdenes religiosas, movimientos sociales o científicos, incluidas las investigaciones sobre el origen del universo. La lista de los premiados desde 1973 hasta hoy muestra la variedad de intereses tomados en consideración, y ni siquiera excluye a ateos o agnósticos. Entre las atribuciones más vinculadas al factor religioso y más familiares a los cristianos se debe enumerar a la Madre Teresa de Calcuta –la primera premiada, en 1973–, al Hermano Roger Schutz, fundador de Taizé, a Chiara Lubich, fundadora de los Focolares, al cardenal Leo Suenens y a Jean Vanier (2015). El premio del año 2016 fue concedido a Rabbi Lord Jonathan Sacks, antiguo rabino jefe de las congregaciones judías reunidas de la Commonwealth.
El proyecto del Instituto Elías para el diálogo entre las creencias se inscribe en este proyecto, pero con importantes novedades que constituyen una iniciativa nueva y pionera. Ante todo, el campo no se limita a personalidades vivas –como sucede también en el Premio Nobel–, sino que abarca toda la historia de la humanidad. Más aún, por su naturaleza, tiende a excluir a los vivos, en los que no está garantizada una cualidad esencial del genio religioso, que es la de la duración en el tiempo y la confirmación de la historia. En segundo lugar, el factor religioso se toma aquí en un sentido mucho más preciso y restringido; el adjetivo «religioso» no es menos importante que el sustantivo «genio».
Sin embargo, me parece que es otra la mayor novedad. En este nuevo proyecto no se trata simplemente de identificar personalidades merecedoras de reconocimiento en el marco de los valores del espíritu, sino de valorar lo que en ellas puede ser visto como «patrimonio de toda la humanidad», o al menos de todas las religiones. Es un paso adelante también dentro del diálogo entre las religiones, iniciado, en los católicos, por el decreto Nostra aetate, del Concilio Vaticano II. Desde el simple conocimiento y estima recíproca se propone pasar a la recíproca edificación y al mutuo enriquecimiento. En otras palabras, el diálogo interreligioso es visto no solo como vía para descubrir los valores presentes en otras creencias, sino también como un medio para comprender mejor las virtualidades presentes en la propia.
El nuevo proyecto que ve comprometidos a representantes y estudiosos de varias religiones se ha concretado hasta ahora en una investigación de amplio alcance. En ella, Alon Goshen-Gottstein, principal promotor del proyecto, hace la historia de la categoría de genio religioso, destaca las semejanzas y las diferencias respecto a la de santo, sabio y mártir, y sobre todo propone una serie de criterios con los que identificar quién responde a los requisitos para ser definido como tal. Identifica seis «requisitos fundamentales» que deberían estar presentes para poder hablar de genio religioso: amor, pureza (entendida en el sentido del proceso de purificación necesario en el ser humano para sacar la perfección), humildad (entendida en el sentido de superación del ego), actitud de rendición y dependencia respecto a un poder superior, expansión de la conciencia y lógica de la imitación 2. A la contribución principal de Goshen-Gottstein siguen las de otros estudiosos de religiones que con sus observaciones complementan y a veces se plantean como alternativa a los criterios propuestos por él. De ello resulta un estudio de vanguardia que, en mi opinión, merecería él mismo el Premio Templeton por los horizontes que abre a la valoración del factor religioso y al diálogo entre las religiones.
Creo que la investigación, concebida como estudio preliminar de cara a la definición y a la identificación de los genios religiosos, en realidad ha alcanzado ya su objetivo principal. En otras palabras, creo que el proyecto debería detenerse en esta fase, si acaso ampliándolo y profundizándolo cada vez más, sin tratar de redactar, sobre la base de criterios generales, una lista de nombres que hay que indicar como genios religiosos universales. Ocurriría, en caso contrario, lo que está ocurriendo con la categoría de «Patrimonio de la humanidad» de la UNESCO. Ha terminado por ser aplicada a muchas cosas y muy dispares –¡una de ellas es la dieta mediterránea!–, perdiendo casi todo su significado. Cuando todo, o demasiadas cosas, es patrimonio de la humanidad, nada es ya verdaderamente tal. La categoría resulta abultada, sin contar que, en nuestro caso, quien es considerado un genio religioso de signo positivo en una religión podría parecer de signo opuesto en otra, acabando por ser un factor de división en vez de concordia. Esto no significa rechazar el método propuesto para la investigación sobre los genios religiosos, sino que, por el contrario, se acrecienta, creo, la posibilidad de ser aceptado y utilizado en el momento en que se pasa del concepto de genio religioso a un genio religioso «de carne y hueso».
Trato de explicar el motivo por el cual considero insuficiente el estudio de un genio religioso hecho solo a partir de criterios generales, aceptables incluso por quienes pertenecen a diversas religiones. Captaría fatalmente lo que del genio religioso es secundario y no lo que para él es primario, y difícilmente podría escapar a la lógica del «mínimo común denominador». No existe, de hecho, un genio religioso en abstracto; existe el genio religioso dentro de una religión y de una cultura.
Puede ser iluminador, a este respecto, profundizar la analogía que hay entre un genio religioso y la poesía. La poesía es el único arte en sí intraducible. Una pintura, una escultura o una sinfonía son idénticas en el lugar donde nacieron y en el resto del mundo. No necesitan traducción. Una poesía no. La poesía está vitalmente ligada a la lengua en la que se pensó. Algo parecido sucede con los genios religiosos. Ciertamente, en toda verdadera poesía hay un elemento que permanece, incluso traducida a otras lenguas, y que la hace universal, pero nunca será la misma cosa. Algo resulta siempre lost in translation. Así me parece que es la universalidad la que se puede atribuir a un genio religioso.
Por invitación del promotor de la investigación, acepté aplicar estas convicciones mías a uno de los candidatos más evidentes al título de genio religioso, Francisco de Asís. Partiendo de la analogía entre la santidad y la poesía (redoblada por el hecho de que él fue una y otra cosa, santo y poeta al mismo tiempo), trataré de destac...

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