Ideología
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Ideología

Nosotras en la época. La época en nosotros

Jorge Alemán

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Nosotras en la época. La época en nosotros

Jorge Alemán

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Jorge Alemán analiza en este libro la problemática de la Ideología a partir de una interpretación de algunos textos de Louis Althusser y la relaciona con el tema lacaniano del Fantasma. También elabora una lectura de la Época vinculada al neoliberalismo y a la pandemia actual. Con esos elementos teóricos extrae diversas implicaciones que atañen al sujeto y a la sociedad en la nueva realidad por la que estamos transitando. Y propone una perspectiva activa para afrontar este tiempo marcado por la desafección ética y política.

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Información

Editorial
Ned Ediciones
Año
2021
ISBN
9788418273285
Categoría
Philosophy
FANTASMA: IDEOLOGÍA
Para entender las cuestiones que vengo desarrollando en relación a nuestra época en nosotras, considero muy importante analizar la problemática relación entre Fantasma e Ideología, aunque obviamente este tema requeriría de un estudio más extenso y profundo. En cualquier caso, aquí me centraré en algunas ideas relevantes. Tomando como referencia la obra Louis Althusser, he realizado un comentario crítico de su célebre texto Ideología y aparatos ideológicos del Estado para establecer una relación entre esas dos operaciones que implican al Sujeto en sus experiencias constantes y habituales. El lugar destacado que otorgo al pensador francés se debe a que en sus escritos se da el primer encuentro entre la teoría general de la ideología, siguiendo la tradición marxista, y los postulados lacanianos sobre el sujeto. En ese sentido, he procurado mantener la tensión inaugural entre fantasma e ideología para mostrar su relación fronteriza, conjunción y disyunción, en la que ambos lugares se sostienen y se atraen entre sí. Mi propuesta se diferencia en primer lugar de la desarrollada por la Escuela eslovena, en concreto de lo dicho por Žižek, representante más destacado de la misma, que viene estableciendo en sus trabajos teóricos una homología entre fantasma e ideología, al superponerlas o recubrirlas a través de expresiones como fantasma ideológico o ideología del inconsciente. Al respecto, en distintas ocasiones, Žižek indaga el fantasma del antisemitismo, y analiza en la figura del objeto rechazado y excluido su importante papel en el funcionamiento del «fantasma ideológico», pues garantiza que la realidad se sostenga como tal. De ese modo, tanto el fantasma como la ideología forman parte del marco en el que se representa la realidad, a condición de que siempre quede excluido un resto, tanto exterior como interior, pero imprescindible para sostener esa realidad, entendida desde una perspectiva lacaniana. En segundo lugar, mi propuesta también se distingue de la Escuela de Essex, que diluye los términos fantasma e ideología bajo la denominación de lógica hegemónica. En efecto, Ernesto Laclau, uno de sus mayores exponentes, desarrolla esa línea de pensamiento y aclara la eficacia política de determinados significantes en la construcción de la lógica hegemónica, distanciándose con ello del problema de la ideología. Porque lo importante para Laclau es analizar cómo un elemento parcial y diferencial, mediante una construcción discursiva, se vuelve el representante de la totalidad. De ese modo, la cuestión de la «construcción discursiva» sustituye a la problemática ligada al tema del fantasma y de la ideología.
Aunque se pueden establecer muchas diferencias entre la ideología y el fantasma en cuanto a su distinto modo de operar, también es verdad que ambas operaciones poseen un aire de familia, como diría Wittgenstein, en tanto que constituyen el sistema de representaciones que rige las relaciones del sujeto con lo real. De entrada, en esta perspectiva hay que diferenciar entre realidad y lo real. Para Lacan, lo real es imposible, designa el agujero de la realidad, en el cual irrumpe la angustia, el trauma, la pesadilla, la pulsión de muerte, lo siniestro o la violencia absoluta: aquello que no puede ser simbolizado en su totalidad. En cambio, el término realidad hace referencia a la suma de dispositivos fantasmáticos e ideológicos que protegen al sujeto, al darle la distancia que le permite estabilizarse en relación a lo real imposible. En este sentido, se verá cómo Althusser no tuvo en cuenta esa distinción, y que, a mi modo de ver, es esencial para afrontar la temática de fantasma/ideología.
El problema fantasma/ideología resulta enormemente relevante por dos motivos: por un lado, porque concierne a la propia constitución del sujeto y, por otro, porque incide también en el campo de lo social, al estar viviendo en una época, como la nuestra, donde cada vez más se dan fenómenos que han introducido elementos fantasmáticos en la misma estructura social y en el devenir de lo político, que ya no deberían interpretarse, a la manera clásica, como meros fenómenos ideológicos. Sin duda, se han vuelto muy relevantes esos distintos signos fantasmáticos que, de manera espontánea, se presentan en los tiempos actuales y se manifiestan en múltiples situaciones. Por ejemplo, alguien puede ser feminista ideológicamente y, a la vez, tener fantasías de violación o sumisión, o también un trabajador puede ser progresista o de izquierdas, desde el punto de vista de los proyectos sociales, y en paralelo, mostrarse sumamente reaccionario con las otras formas en las que su vida se compromete, posicionándose frente a la diversidad de roles sexuales, en contra de la homosexualidad o del matrimonio entre personas del mismo sexo.
Se trata de responder a preguntas tales como ¿qué relación puede establecerse entre fantasma e ideología? ¿Qué clase de órdenes o realidades se designan con esas dos categorías? O también, ¿cómo operan y de qué modo se distribuyen? A continuación, desglosaré algunos puntos esenciales donde intento dar respuesta a esa problemática relación entre fantasma e ideología. Y es que ambas operaciones constituyen un orden —una combinatoria o una estructuración— de representaciones que rigen de qué modo —particularmente paradójico— el sujeto se relaciona con lo real.
A) El giro althusseriano
En Argentina, muchos descubrimos una vía regia a través de los escritos de Althusser para entrar en la obra de Lacan, porque siendo un materialista histórico indicaba que el verdadero antihumanismo teórico y el verdadero materialismo estaban presentes en Lacan. Eso era una novedosa indicación, pues ya no se trataba de un freudomarxismo, bajo el que algunos intelectuales de izquierda intentaron encajar piezas provenientes de Marx y de Freud (Marcuse, por ejemplo). La vía abierta suponía una renovación de los textos marxianos, porque proponía dos retornos: uno a Marx, elaborado por Althusser, alejado de otras interpretaciones humanistas, y otro a Freud, de la mano de Lacan.
En primer lugar, quisiera destacar el efecto pendular que está en juego entre el fantasma y la ideología. Comenzaré proponiendo que entre estos dos términos se puede establecer una relación de reciprocidad y de diferencia. Y considero que el texto fundamental de Althusser, Ideología y aparatos ideológicos del Estado, publicado en 1970, es un escrito clave para aclarar la cuestión, una base teórica que puede presentarse como la condición de posibilidad para pensar la relación entre fantasma e ideología. Se produce en ese texto un «giro» debido a que Althusser inaugura un tratamiento con respecto a la ideología absolutamente original. Debo advertir de que, aunque se encuentran impasses, «estos callejones sin salida» abren un espacio fructífero por pensar, porque a través de ellos el autor problematiza la cuestión al llevarla hasta las últimas consecuencias. De ese modo, se da la oportunidad para situarse en el interior nuclear de la compleja temática, que sigue sin estar cerrada.
En dicho texto, el autor comienza preguntándose qué es una sociedad, para a continuación analizar la ideología. Al respecto, se tendría que hacer toda una genealogía de ese concepto, yendo al Marx de los Manuscritos del 44 y al de la Ideología alemana, sin evitar los capítulos 2 y 3 de El capital, en concreto todo lo expuesto en el apartado dedicado al fetichismo de la mercancía. Y eso porque precisamente Althusser en el texto indicado expone claramente por qué considera insuficiente la teoría de la ideología en Marx. Como se sabe, para la interpretación clásica, la ideología es una especie de velo, construcción o representación que impide al sujeto ver la realidad tal cual es; y si esa ideología cayese, entonces se accedería por fin a la realidad. De acuerdo con esta lectura humanista marxista, basada en la famosa falsa conciencia, una vez alcanzado el comunismo a través de la constitución de un sujeto histórico capaz de vehiculizar ese proceso revolucionario, la ideología desaparecería: no habría nada velado y se viviría en una sociedad transparente, en la cual se reconocerían todos los mecanismos y todos seríamos iguales, por lo que ya no tendríamos representaciones engañosas.
En cambio, Althusser destaca que la ideología no es simplemente un «velo» que oculta la realidad, y en consecuencia rechaza taxativamente que la ideología sea fundamentalmente falsa conciencia. En este sentido, se distancia de la posición canónica de Lukács (y su lectura hegeliana de Marx) basada en la categoría de reificación y que explica cómo la clase trabajadora puede tomar conciencia para superar la alienación ideológica. Al respecto, Althusser cuestiona la presunta «esencia humana» sobre la que descansa esa doctrina, y adopta una posición teórica anti-humanista (y anti-histórica), que le distancia de cualquier planteamiento de raíces ilustradas en el seno del marxismo. De hecho, define la ideología como «una representación de las relaciones imaginarias de los individuos con sus condiciones reales de existencia». Esta definición tiene en cuenta la noción de lo imaginario de Lacan. Y es que el sujeto no se representa ideas, a la manera del sujeto cartesiano o del sujeto trascendental kantiano, sino imagos o contenidos, digamos, no reflexivos.
Para Althusser, por la ideología no se conoce o se deja de conocer la realidad, más bien los sujetos expresan la manera en que viven la relación entre ellos. Porque la ideología se refiere al ámbito de las relaciones vividas y no tanto al ámbito gnoseológico. Así, distingue entre ideología y ciencia, sin restar importancia a ninguna de ellas. Deduce una teoría genuina y «extraordinaria» de la ideología, que combina hallazgos del psicoanálisis freudiano y lacaniano, al exponer claramente una problemática en la que subyace el inconsciente. El pensador francés resalta el papel del sujeto como producto de una estructura, por lo que, según su lectura, la ideología no debe ser tratada como mera ilusión o espejismo.
En ese sentido, afirma que la ideología es eterna como el inconsciente (Althusser utiliza la palabra alemana zeitlos, la misma que usa Freud). Esto resulta verdaderamente sorprendente. Aclara, a continuación, que es eterna porque no hay —ni habrá— época histórica sin ideología, sin ser entendida como categoría trascendental sino como presencia omnihistórica. Es decir, de la misma forma que el psicoanálisis es un descubrimiento histórico, pero el inconsciente es eterno, también el marxismo es una teoría histórica, pero la ideología no: ella siempre está y siempre interviene. Esto no quiere decir que tal o cual construcción ideológica no pueda ser fechable; por supuesto que los momentos ideológicos sí son históricos. Althusser considera que la función estructural y estructurante de la ideología no es histórica; en ese contexto abordará el tema de la escuela y la familia. Sin embargo, las transformaciones históricas han hecho crujir los fundamentos heteropatriarcales en los que se basaba la familia tradicional, eso ha propiciado que hayan podido cambiar los roles y se pueda hablar de grupo familiar cuando en su interior se hacen cargo de la crianza de las niñas y de los niños. Es decir, la familia ya ha sido atravesada por los cambios contingentes, en la medida en que es una institución histórica. De ahí que el tema de la relación sea fundamental a la hora de abordar el problema de la ideología.
Se puede entender ahora la osadía intelectual de Althusser y las consecuencias que tiene su lectura de Freud y de Lacan: un verdadero giro en la lectura de Marx. Resultaba extraña su propuesta, al considerar que la ideología era eterna, particularmente en alguien que en ese momento de su trayectoria teórica estaba intentando refundar el materialismo. Esa interpretación causó un gran impacto en el mundo marxista, donde la mayoría de teóricos seguía planteándose el tema de la ideología como respuesta a la correlación de fuerzas de cada momento histórico y según el propio desarrollo de las relaciones sociales de producción. Y decir expresamente, como expone Althusser, que eso no es así, supuso un «mazazo» en el seno de las teorías marxianas: la ideología es atemporal, ha estado, está y estará presente en todas las épocas históricas, incluyendo por supuesto al horizonte comunista. En ese sentido, con la propuesta de Althusser se abría una nueva perspectiva marxista distinta de la imperante, según la cual se trataba de superar la ideología para alcanzar una sociedad libre de espejismos e ilusiones, un mundo donde no habría ya «falsa conciencia» porque no serían necesarias las representaciones engañosas. Althusser no sólo tiene en cuenta a Freud en este aspecto (en el carácter eterno de la ideología), sino que también entiende la ideología como sobredeterminación (usando el concepto freudiano teorizado en relación al trabajo del sueño), en articulación con la categoría marxiana de la determinación en última instancia o infraestructura. Eso implica no reducir la ideología a mera superestructura, tal y como era analizada por la mayoría de autores marxianos.
B) Ideología y distorsión
A partir de los desarrollos de Althusser, la ideología puede ser entendida como una estructura que participa tanto en la reproducción de las relaciones sociales de producción dominantes —éste es uno de sus aspectos—, como en la constitución del sujeto. Para Althusser, la ideología nos precede y nos constituye como sujetos, haciendo que la relación con lo real de las relaciones sociales de producción sea distorsionada. Pero esta distorsión no acontece de tal manera que podamos rectificarla: lo real está en nuestras propias representaciones de modo distorsionado. Se podría decir que «somos esa distorsión», en la medida en que nos constituye, nos volvemos sujetos a partir de la misma, ya que afecta a la relación del sujeto con él mismo y con los otros sujetos. Es decir, el sujeto no puede tener contacto directo con lo real de la estructura que lo determina. Si la ideología cayera, entonces no habría un real al que el sujeto pudiera acceder, ya que el real precisamente constituye la marca distorsionante de la ideología. De este modo, la ideología no es o...

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