El lawfare

Golpes de Estado en nombre de la ley

Arantxa Tirado

• Editorial: Ediciones Akal
• Año: 2021
• ISBN:
  9788446050506
• Categoría: Politica e relazioni internazionali
• Categoría: Geopolitica

La oleada de gobiernos de izquierda que caracterizó a América Latina y el Caribe desde finales del siglo XX conformó un mapa geopolítico adverso a los intereses del sector público-privado estadounidense en la región. Para cambiar la correlación de fuerzas ha entrado en escena el lawfare o guerra judicial, un mecanismo aparentemente democrático y ajustado a derecho, por elque socavar el poder, la imagen y las posibilidades de reelección de los líderes de la izquierda. Poco se habla, sin embargo, del origen del lawfare como una estrategia de carácter militar, encuadrada en una guerra de amplio espectro, hoy denominada guerra híbrida, que busca, mediante la combinación de operaciones judiciales, mediáticas, políticas o económicas, la reconfiguración de la geopolítica hemisférica. Si en décadas precedentes los golpesde Estado clásicos sirvieron para impedir que la izquierda gobernante desplegara su agenda política desde las instituciones o, incluso, llegara a ocuparlas, hoy el lawfare ejerce una mismafunción, pero amparándose en la legalidad y manteniendo las apariencias democráticas. Asistimos, entonces, a la paradójica demolición del Estado de derecho en nombre de la ley.Pero esta amenaza no se limita al territorio latinoamericano, que, como tantas otras veces, no ha dejado de ser un laboratorio de pruebas. Una vez confirmada la "eficacia" de esta nueva herramienta del sistema, ¿qué impide aplicarla en otros países? Y hay indicios muy cercanos que apuntan en esta dirección.

Capítulo III

Lawfare contra la izquierda latinoamericana

Bajo un Gobierno que encarcela a alguien injustamente, el lugar que debe ocupar el justo es también la prisión.

Henry D. Thoreau

Si hay una zona del mundo donde el lawfare se ha aplicado de manera ejemplar, esa zona es América Latina y el Caribe. La concurrencia, en un lapso muy acotado, de varios presidentes y presidentas de una plural izquierda, que se unieron para la defensa de la soberanía nacional, tuvo mucho que ver con la voluntad de EEUU de parar lo que veía como un desafío o, cuando menos, un tope a sus ansias expansionistas en lo que siempre consideraron su reserva estratégica.

Aunque el lawfare no ha sido un fenómeno ejercido exclusivamente contra los líderes de izquierda, es contra ellos que se ha ensañado con mayor ímpetu. Las grandes causas de la lucha anticorrupción –muchas de ellas sin fundamento legal–, sobre las que se ha sostenido discursivamente la guerra judicial han tenido en varios expresidentes de la izquierda o el progresismo a sus principales protagonistas. No es casual si se entiende el lawfare como parte de una guerra de amplio espectro, jugada hoy en día con unas cartas distintas, pero con los mismos propósitos de cambio de régimen con que se aplicaron otras estrategias en pasados momentos históricos. De la dureza de estas estrategias de acoso y derribo dan cuenta situaciones tan lamentables como el suicidio en abril de 2019 del expresidente peruano Alan García tras destaparse unas supuestas mordidas de la empresa brasileña Odebrecht frente a las cuales debía testificar. Pero tampoco lo es si pensamos en la dimensión geopolítica del lawfare, como mecanismo de reacomodo de la correlación de fuerzas regional y hasta mundial.

Antes de entrar en el análisis de los casos, es preciso contextualizar por qué América Latina y el Caribe han sido el laboratorio predilecto para la implementación del lawfare. Sin duda, esto se debe a la importancia geopolítica que siempre ha revestido para las potencias europeas o estadounidenses esta región a la que tradicionalmente controlaron, aunque tuvieran que verter mucha sangre y dedicar mucho fuego para ello. Sin embargo, hubo un punto de inflexión en la política latinoamericano-caribeña que hizo saltar todas las alarmas para EEUU, pues vio peligrar su dominio en esta zona del mundo.

Hugo Chávez y el cambio geopolítico de América Latina y el Caribe

Los procesos políticos no pueden entenderse tan sólo observando los hechos coyunturales inmediatos. Se debe indagar en sus antecedentes y ubicarlos en un contexto, que nunca es aislado, ni en términos espaciales ni temporales. Por eso, para analizar el lawfare es imprescindible hacerse las preguntas tradicionales del periodista: qué, quién, cómo, cuándo, dónde y por qué. Ese por qué no puede contentarse con una respuesta fácil y superficial que ignore lo que se ve por debajo de las apariencias. Debe ir a las estructuras que, como placas tectónicas, se mueven en la política internacional a un ritmo generalmente lento e invisible, aunque, otras veces, también acelerado por la concatenación de acontecimientos y transformaciones.

Precisamente, la región latinoamericano-caribeña experimentó una aceleración de su ritmo político a finales de la década de los noventa del siglo xx. La llegada al poder de Hugo Chávez en Venezuela es considerada como un punto de inflexión que marca el inicio de una nueva época que puso fin, simbólicamente, a Gobiernos sometidos a los intereses estadounidenses en América Latina y el Caribe, los cuales habían aplicado políticas neoliberales de ajuste estructural con grandes costos sociales. Por supuesto, esta no es una afirmación absoluta, pues siguieron existiendo entre los países latinoamericano-caribeños mandatarios prestos a cumplir con las exigencias que EEUU les planteaba a través de distintos tipos de acuerdos de cooperación. Pero, en términos generales, se puede afirmar que la dinámica política cambió y la izquierda, junto con las fuerzas del progresismo, empezó a marcar la agenda política de la región. El no al ALCA de la Cumbre de Mar del Plata en 2005, con un Hugo Chávez gritando «¡ALCA, al carajo!» frente a las masas, fue un hito de este nuevo momento.

Si en la década de los sesenta y setenta del siglo xx las elites latinoamericanas y caribeñas de la burguesía monopólica, vinculadas a las elites estadounidenses, rompieron con el «Estado populista», agudizando la lucha de clases en las respectivas sociedades que justificó la llegada del Estado contrainsurgente diseñado para reprimir a los movimientos sociales y políticos de protesta[1], se podría afirmar que en las primeras décadas del siglo xxi se da otro punto de inflexión. En este caso, se trata de la ruptura con los Estados neoliberales que se produce por el agotamiento de la legitimidad de unas elites parasitarias, algunas de las cuales apuestan por escapar de la vinculación exclusiva con las elites estadounidenses y sus dictados, apostando por un regreso a mayores cuotas de soberanía nacional. En este sentido, se produce un nuevo orden que algunos tildan de Estado posneoliberal, aunque se trate de una ruptura disímil que no goza de la misma profundidad y extensión en todos los Estados (pues algunos de ellos combinan la alternancia gubernamental con el mantenimiento de políticas neoliberales previas, aunque tamizadas por un mayor papel del Estado y un aumento de las políticas sociales).

Este proceso tuvo grandes implicaciones no sólo en las condiciones de vida de la mayoría de latinoamericanos y latinoamericanas, que vivían en el continente más desigual del mundo y ahora eran gobernados por una pléyade de Gobiernos progresistas, de izquierdas o posneoliberales, sino también en el ámbito de las relaciones internacionales y la geopolítica. Producto de esta expansión de lo que algunos llamaron de manera genérica la ola progresista (pink tide, o marea rosa, en el mundo anglosajón), los Gobiernos de derecha quedaron en franca minoría regional y tuvieron que (o quisieron) adaptarse a los nuevos tiempos en los organismos internacionales de carácter latinoamericanista que se crearon con el impulso de la diplomacia venezolana, junto con la cubana y la brasileña.

No es casual que, coincidiendo con la nueva correlación de izquierdas regional, empezara a extenderse el uso de la etiqueta «populista» para calificar a la mayoría de estos Gobiernos, sobre todo al venezolano[2]. Un uso nada inocente que pasaba por construir la imagen de un nuevo enemigo en tiempos en que el comunismo había dejado de ser la principal amenaza para los EEUU. Ahora, el establishment estadounidense no nos alertaba de la expansión de los pérfidos comunistas en América Latina y el Caribe sino de los populistas y bolivarianos que amenazaban con acabar con la democracia, el Estado de derecho y hasta la vida misma en sus países. Y, aunque pueda sonar a chiste, realmente no causa risa pensar en la cantidad de campañas del miedo desatadas en casi todos los países de América Latina y el Caribe a costa de la supuesta extensión del chavismo que se preveía si cualquier opción de izquierdas ganaba unas elecciones. Hubo varios asesores electorales que se especializaron en estas campañas de guerra sucia que ponían al peligro bolivariano en el centro. Unas estrategias que, como sabemos, no fueron de aplicación exclusiva en América Latina y Caribe, sino que se replicaron en prácticamente todos los países occidentales. Sólo este detalle daba cuenta del impacto político de liderazgos como los de Hugo Chávez y su peligrosidad para los poderes fácticos mundiales.

Regresando al lawfare, una de las dificultades al escribir sobre los casos es, además de la complejidad jurídica, que la mayoría de ellos sigue todavía en proceso mientras se escriben estas líneas y, seguramente, cuando se publiquen, hayan sucedido nuevos acontecimientos y revelaciones que dejen la información incompleta. Es un problema compartido con todos aquellos acontecimientos contemporáneos que precisan de un análisis, pero este se ve afectado por la falta de distancia temporal para poderlo acometer de una manera más completa. No obstante, sirvan estas líneas para dejar constancia de los hechos acaecidos hasta el momento.

El uso de la etiqueta del lawfare se empieza a popularizar entre los analistas de América Latina y el Caribe principalmente tras el caso brasileño, que se considera el punto de partida o detonante de un procedimiento que será replicado a posteriori contra otros liderazgos. Sin embargo, nuestra hipótesis considera que, haciendo retrospectiva, se puede encontrar un antecedente no siempre contemplado en los análisis recientes sobre el fenómeno: el proceso de desafuero contra Andrés Manuel López Obrador (AMLO) en México.

México: el desafuero a López Obrador

Este es, tal vez, uno de los primeros casos de lawfare que puede documentarse en el continente, aunque en la literatura sobre el tema no sea un caso que se contemple. Esto se debe ...