Reflexiones éticas
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Reflexiones éticas

Pasajes elegidos. Edición de Paloma Ortiz

Aristóteles, Paloma Ortiz

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Pasajes elegidos. Edición de Paloma Ortiz

Aristóteles, Paloma Ortiz

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La grandeza intelectual de Aristóteles, compuesta de talento polifacético, curiosidad insaciable, afición innata por la reflexión y (mucha) capacidad de trabajo; no podía dejar de interesarse por el más clásico de los problemas éticos: la felicidad.
Mediante sus reflexiones, el alcanza a definir la felicidad como «una actividad del alma conforme a la virtud perfecta»; y además -añade- puede ser enseñada.
El análisis de las virtudes, concebidas como término medio entre los dos extremos del exceso y el defecto, un ensayo sobre la amistad y su personal concepto sobre el mejor género de vida son algunos de los temas de los que se ocupa esta antología.
Reflexiones éticas ofrece una selección de textos especialmente significativos dentro del pensamiento moral de uno de los puntales de la Grecia Clásica.

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Información

Año
2018
ISBN
9788434427433

1

OBJETIVO DEL TRATADO

Si hay un fin en nuestros actos que pretendamos por él mismo, y los demás fines en razón de ese […], está claro que ese bien sería lo bueno y lo mejor. ¿No tendría entonces para nuestra vida un gran peso su conocimiento y, como arqueros con un blanco, no alcanzaríamos mejor lo que precisamos?
Si es así, hemos de intentar comprender de modo general qué es y a qué ciencia o facultad pertenece. Y se estaría de acuerdo en que pertenece a la más importante y la más propia para la dirección, y es evidente que esa es la política […]. Y puesto que esta utiliza las restantes ciencias y además da leyes sobre lo que hay que hacer y de qué hay que apartarse, su fin comprendería los de las demás ciencias, de modo que ese sería el bien del hombre […]. En consecuencia, a eso tiende nuestra investigación, que está dentro de la política.
Lo habremos explicado suficientemente si lo aclaramos en la medida que lo permite la materia propuesta, pues no se ha de buscar la misma precisión en todos los argumentos, igual que no hay que hacerlo en todos los trabajos artesanos: lo bello y lo justo, a lo que atiende la política, presenta muchas diferencias y desviaciones, hasta el punto de darse solo por convención, no por naturaleza.
É. N. I 1094 a18-b16

2

¿QUÉ ES LA FELICIDAD?

Puesto que todo conocimiento y toda elección se inclinan a algún bien, ¿qué es aquello de lo que afirmamos que a ello tiende la política, y cuál es la más elevada de las cosas buenas que pueden llevarse a cabo? En el nombre está casi todo el mundo de acuerdo, pues tanto el vulgo como la gente fina la llaman «felicidad», y son del parecer de que «vivir bien» y «actuar bien» es lo mismo que «ser feliz».
Respecto a la felicidad, sin embargo, discuten y no lo interpretan igual el vulgo y los sabios. Pues unos creen que está en las cosas visibles y manifiestas, como el placer o la riqueza o los honores; otros, que en otra cosa, y muchas veces la misma persona, que en cosas distintas, pues cuando está enfermo cree que está en la salud y cuando es pobre, que en la riqueza. Al darse cuenta de su ignorancia admiran a los que dicen algo importante y por encima de su alcance.
Parece que el vulgo y la gente más ordinaria suponen a partir de su género de vida, no sin razón, que la felicidad es el placer, y por eso aman la vida de disfrutes. Los hombres vulgares se muestran como siervos al preferir una vida de bestias, pero tienen su justificación en que a muchos de los que están en puestos elevados les ocurre lo que a Sardanápalo.
Los de buen gusto y de talante activo creen que consiste en los honores, pues más o menos ese es el fin de la vida política. Pero es evidente que esa opinión es más superficial que lo que investigamos, pues parece que reside más en los que conceden los honores que en el honrado, y adivinamos que el bien es algo propio y difícil de arrebatar.
Por otro lado, parece que persiguen los honores para convencerse a sí mismos de que son valiosos, pues buscan recibir honras de la gente sensata y entre sus conocidos y por causa de su virtud. Luego está claro que en opinión de estos lo mejor es la virtud.
Quizá podría uno suponer también que este es el fin de la vida política, pero también esto se nos muestra insuficiente, pues parece que es posible que quien posee la virtud esté adormecido o inactivo toda su vida y que, además, le sucedan desgracias y pase por los mayores infortunios, y nadie consideraría feliz al que vive de esta manera.
La vida del hombre de negocios, por otro lado, es violenta, y está claro que la riqueza no es el bien que investigamos, pues es útil en función de otra cosa.
Por eso habría que suponer que se trata más bien de los fines recién mencionados, pues esos son preferidos por sí mismos […]. Pero tampoco parece que esos lo sean, aunque en ellos se hayan fundado muchos razonamientos.
É. N. 1095 a14-1096 a10

3

LA FELICIDAD, BIEN PERFECTO

Decimos que es más perfecto lo que se elige por sí mismo que lo que se elige en función de otra cosa, y que lo que nunca se elige en función de otra cosa es más perfecto que lo que se elige por sí mismo y por lo elegible en función de otra cosa: sencillamente, es perfecto lo que se elige siempre por sí mismo y nunca por otra cosa. Y la felicidad parece pertenecer muy especialmente a esa clase, pues siempre la elegimos por ella y nunca por otra cosa, mientras que los honores y el placer y el entendimiento y cualquier virtud los elegimos, efectivamente, por ellos, pero los elegimos también con vistas a la felicidad, porque suponemos que por medio de ellos seríamos felices. Sin embargo, la felicidad no la elige nadie con vistas a esas cosas, ni en general ni por ninguna otra. Parece que se llega al mismo resultado gracias a la autosuficiencia, ya que parece que el bien perfecto es autosuficiente.
É. N. 1097 a30-b8

4

LA FELICIDAD Y LA TAREA DEL HOMBRE

Quizá es evidente que estamos de acuerdo en afirmar que la felicidad es lo mejor, pero es deseable decir aún más claramente en qué consiste.
Tal vez lo lograríamos si consiguiéramos captar la tarea del hombre. Como en el caso de un flautista, un escultor o cualquier artesano y, en general, de aquellos a quienes corresponde una tarea y una actividad, parece que lo bueno y el bien residen en la obra, eso mismo parecería en el caso del hombre si es que hay una tarea que le sea propia. ¿O es que hay tareas y acciones propias del carpintero y del zapatero, pero no hay ninguna propia del hombre, sino que por naturaleza carece de función?
¿Y cuál podría ser? Pues es evidente que el «vivir» es común con las plantas, y se busca algo propio. Luego hay que dejar de lado la actividad de la nutrición y el crecimiento.
Lo siguiente sería la actividad sensitiva, pero también es evidente que esta es común con el caballo y con el buey y con cualquier animal.
Queda por tanto una actividad práctica del ser dotado de razón. De un lado, es propio de él obedecer al razonamiento; de otro, al discurrir, tiene capacidad de reflexión […]. Y si la función del hombre es la actividad del alma de acuerdo con la razón o no desprovista de razón, y afirmamos que corresponde la misma tarea al individuo en tanto que especie y al individuo bueno —como al citarista y al buen citarista— y así, sencillamente, en todos los casos, añadiendo a la tarea la excelencia según la virtud; […] si esto es así, el bien del hombre es una actividad del alma conforme a la virtud, y en caso de que las virtudes sean varias, conforme a la mejor y más perfecta y, además, a lo largo de una vida entera, pues una golondrina no hace primavera, ni tampoco un solo día. Y así, tampoco un solo día o un poco de tiempo hacen una vida venturosa y feliz.
É. N. I 1097 b22-1098 a20

5

FELICIDAD, ACCIÓN, PLACER

Está también en armonía con nuestro razonamiento el hecho de que el hombre feliz vive bien y actúa bien. Pues cuando uno dice «vida buena» viene a decir «vida de buenas acciones». Y es evidente también que en lo que hemos dicho se encuentra todo lo que buscamos en relación con la felicidad. A unos les parece que es la virtud; a otros, la prudencia, y a otros que cierta clase de sabiduría, y a otros que es eso —o algo de eso— junto con el placer o no sin placer. Otros añaden también la prosperidad externa […].
Nuestro discurso concuerda con el de los que dicen que es la virtud o cierta virtud, pues es propio de ella la actividad conforme a la virtud. Pero difiere, y no poco, poner el bien máximo en la posesión o en el uso, en el temperamento o en la actividad. Pues cabe que exista el temperamento sin llevar a cabo nada bueno, como le ocurre al que está dormido o completamente inactivo en algún otro sentido, pero eso no es posible en la actividad, pues por fuerza actuará y actuará bien. Igual que en las Olimpíadas, que no reciben la corona los más bellos y los más fuertes, sino los que compiten (pues de estos, algunos vencen), así también los que actúan correctamente llegan a alcanzar las cosas bellas y buenas de la vida. Y la vida de estos es placentera por sí misma.
Sentir placer pertenece a lo anímico, y para cada uno es placentero aquello de lo que se dice amante, como el caballo para el amante de los caballos y el espectáculo para el amante del espectáculo. Y del mismo modo, lo justo para el amante de la justicia y, en general, lo conforme a la virtud para el amante de la virtud.
Para el vulgo lo placentero suscita contradicción, porque no es tal por naturaleza, mientras que para los amantes de la belleza son placenteras cosas placenteras por naturaleza: así son las acciones conformes a la virtud, de modo que son placenteras tanto para ellos como en sí mismas. Y en efecto, la vida de estos no requiere además ...

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