Metodología de la investigación social: Caja de herramientas
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Metodología de la investigación social: Caja de herramientas

Mariana Caminotti, Hernán Pablo Toppi

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Metodología de la investigación social: Caja de herramientas

Mariana Caminotti, Hernán Pablo Toppi

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La complejidad que caracteriza a las sociedades actuales desafía al investigador de las disciplinas que integran las ciencias sociales: los tipos de conflictos, las transformaciones que operan en el interior de los conjuntos sociales y su diversidad interpelan a quienes estudian estos fenómenos. Orientado a los jóvenes que se inician en el camino de la investigación social o a quienes ya se desenvuelven en él, este libro propone una serie de herramientas útiles que comienzan con una clarificadora caracterización de las ciencias sociales, su método y la diferencia con las disciplinas de las llamadas ciencias duras. Además, los distintos capítulos abordan problemas como las condiciones de producción y validación del conocimiento científico o el desafío de conceptualizar, clasificar y comparar en la investigación social. A su vez, propone guías para un proyecto concreto. Por último también se afronta la discusión sobre los diferentes métodos que se utilizan para producir datos, evaluar hipótesis y teorías y responder preguntas: cualitativos, comparativos, cuantitativos y mixtos.

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Información

Editorial
Eudeba
Año
2020
ISBN
9789502330518
Capítulo 1
La investigación científica: perspectivas y debates epistemológicos
Ileana Gutiérrez, Juan Manuel Remesar y Olga Val
En el presente capítulo, en primer lugar, nos proponemos esclarecer aquello sobre lo cual versa la epistemología, tanto desde el lugar que ocupa como disciplina como desde los elementos básicos sobre los cuales trata. En segundo lugar, presentaremos algunas posiciones que han marcado sus huellas a lo largo de la historia, entre las que encontramos la del Círculo de Viena, la de Karl Popper y la de Thomas Kuhn.
1. Entre la epistemología y la filosofía de la ciencia
El término “epistemología” nos enfrenta a varios equívocos. Al analizar su etimología, encontramos los siguientes dos vocablos, episteme y logos, ambos provenientes del griego antiguo y que significan, respectivamente, saber-conocimiento-ciencia y palabra-discurso-fundamento.1 Si indagamos un poco más podemos encontrar al menos tres usos para esta palabra: desde una perspectiva continental, como “gnoseología” o rama de la filosofía que se encarga de la “teoría del conocimiento”;2 en la psicología desarrollada por Piaget (1991), como epistemología genética o teoría de los orígenes del desarrollo del conocimiento en el individuo; y por último, en el uso que nos compete, la epistemología como rama de la filosofía que se encarga de los problemas con relación al conocimiento específicamente científico (Klimovsky, 1995). En este sentido, decimos que la epistemología es una disciplina metacientífica, es decir, que toma la ciencia como objeto de estudio, pero no se identifica con ella (Gaeta y Robles, 1990). Así también encontramos otras disciplinas metacientíficas como la historia de la ciencia, una rama de la historia que trata sobre la práctica científica a lo largo del tiempo, o la metodología de la ciencia que trata sobre el método utilizado por los científicos y las normas para su mejor aplicación.
Como rama de la filosofía no debemos confundir, como usualmente se hace, la epistemología con la filosofía de la ciencia. Esta última es más abarcativa e incluye a la epistemología, pero supone además problemas de carácter:
  • Metafísico: si la realidad objetiva estudiada por los científicos existe o si es una ilusión de los sentidos (Kukla, 1998). Otro problema puede ser si los presuntos hechos se conectan a la manera de causas y consecuencias tal como nos lo planteamos (Gaeta y Lucero, 2010).
  • Ontológico: si las entidades que pueblan el mundo se reducen a macrofenómenos como individuos y unidades de materia junto con sus comportamientos, o si existe un estrato de realidad que emerge y se comporta de forma diferente que la mera suma de las partes de que se compone (Gaeta, Gentile y Lucero, 2007).
  • Gnoseológico: si podemos conocer aquello que no podemos observar al punto tal de poder afirmar de forma justificada que los términos teóricos refieren a entidades reales (Kukla, 1998).
  • Semántico: si tienen valor de verdad las afirmaciones que contienen términos teóricos o no (Kukla, 1998).
  • Ético: si el conocimiento científico tiene inevitablemente carga ideológica o no, y si esta carga implica que el conocimiento científico es malo o bueno en sí mismo (Von Wright, 1988).3
A diferencia de estas cuestiones concernientes a la filosofía de la ciencia, la epistemología se encarga más bien del estudio de las condiciones de producción y validación del conocimiento científico (Klimovsky, 1995) y si bien los problemas mencionados pueden atravesar los asuntos de la validación, lo hacen diametralmente.4 Con la finalidad de esclarecer la práctica del epistemólogo o la epistemóloga, Reichenbach (1938), uno de los representantes de lo que llamaremos concepción heredada,5 diferenció dos contextos en torno a los cuales se ordenan los problemas del conocimiento: el contexto de descubrimiento y el contexto de justificación o validación.
El primero concierne a psicólogos, sociólogos, historiadores, etcétera, ya que se encarga de las actividades mentales de los científicos y las científicas como sujetos cognoscentes, sus procesos mentales, las circunstancias que los llevaron a pensar tal o cual cosa (como la elección de un problema, la invención de un concepto, la formulación de una hipótesis, etcétera). Esto supone aspectos irracionales, emocionales y sociológicos, entre otros.
Por otro lado, el segundo se encarga de la reconstrucción racional de los procesos que sirven para justificar una proposición. Es este último sobre el que trata el trabajo del epistemólogo según Reichenbach. Sin embargo, esta distinción no ha sido aceptada sin crítica alguna. Así, por ejemplo, Hanson (1958) afirma que existe una “lógica del descubrimiento”, lo cual supone que no se siguen procedimientos azarosos e irracionales en el contexto del descubrimiento, sino que en este hay formas, vías o patrones, y por tanto también concierne al epistemólogo. Por su parte, Klimovsky (1971) acepta la distinción dada, pero agrega un tercer contexto, excluido hasta el momento, llamado de aplicación, en el que se encuentran las cuestiones en torno al valor ético del conocimiento como tecnología.6 Algunos autores, como Kuhn (1992) en sus inicios, negaron la distinción entre contextos, por un lado, rechazando el análisis lógico como metodología apropiada para el examen del conocimiento científico, y por otro, integrando en la labor del epistemólogo una tarea más bien histórica, así como aspectos de carácter psicológico y sociológico que habían sido dejados de lado por la concepción heredada.
1.1. Conocimiento científico, método y verdad
Dijimos que la epistemología es aquella disciplina encargada del análisis de las condiciones de producción y validación del conocimiento científico. Para entender esta afirmación debemos dar una respuesta, al menos provisoria, a las siguientes preguntas: ¿qué queremos decir con conocimiento y qué, con científico?
En cuanto a la primera pregunta nos referimos al producto de una actividad intelectual que da al individuo la posibilidad de actuar sobre su medio de forma más satisfactoria.7 Quien conoce algo puede figurarse aquello y operar sobre sus supuestas propiedades y relaciones, y adelantarse a sus posibles reacciones gracias al producto de esta actividad. Sin ir más lejos, quien tiene algún conocimiento del fuego puede prever que si acerca sus manos a este sentirá dolor; puede prever también que si vierte un vaso de agua sobre la llama de una vela, esta se apagará, etcétera.
Ahora bien, hay muchas formas sobre las que hablamos de conocimiento. Cabe distinguir aquí dos usos, que antiguamente había separado Platón en la República:8 el conocimiento fundado en la opinión, descripto como común o vulgar (doxa) y el conocimiento fundado en el saber, descripto como inteligible, eterno e inmutable (episteme). La doxa es producto de la experiencia cotidiana, de la conversación con quienes nos rodean, y puede ser también el conocimiento popular. Se sostiene como producto de las prácticas habituales y de las habladurías. Sin embargo, a diferencia de la episteme, carece de fundamentos estables producto de una comprobación normada, detallada y meticulosa. El objeto de la doxa es cambiante como las apariencias y el de la episteme es eterno e inmutable como suponemos que lo son las leyes que gobiernan el universo.9 Este paso de lo cambiante a lo inmutable hace referencia a la disposición de las personas a cambiar de parecer respecto de algo cuando su conocimiento se apoya en meras opiniones, a diferencia de la disposición fundada en la episteme. Cuando afirmamos que algo es conocimiento, nos comprometemos con que los enunciados que lo describen son “verdaderos”. Si nos apoyamos en la mera opinión este compromiso tiende a ser más débil.
Ahora bien, ¿qué queremos decir con conocimiento científico? Hoy en día las pretensiones respecto de la episteme son mucho más modestas que las expresadas por Platón en el diálogo mencionado. Basta que un enunciado haya sido probado suficientemente, sin pretender de este una verdad concluyente, para que sea aceptado como conocimiento por la comunidad científica. Dice Klimovsky (1995) que, según algunos epistemólogos, lo que resulta característico del conocimiento que brinda la ciencia es el llamado método científico, un procedimiento que permite obtenerlo y, a la vez, justificarlo.10 El problema acerca de las condiciones sobre las cuales un conocimiento es aceptado como científico es el tema que más adelante trataremos a partir de diferentes perspectivas. Ahora simplemente adelantaremos algunas claves a modo de introducción.
Hasta aquí hemos hablado de ciencia, pero no hemos diferenciado entre ciencias fácticas, cuyo objeto de estudio son los hechos que tienen lugar en el mundo, y ciencias formales, las cuales suponen otro género de discusión. Los problemas de estas últimas pueden resolverse mediante razonamientos deductivos con el solo uso de las proposiciones, definiciones y reglas que suponen los sistemas axiomáticos que las conforman. Suponen un criterio de verdad por coherencia, donde una proposición es verdadera si es teorema del sistema.11 Aquí se encuentran la matemática y la lógica.
Los sistemas formales no versan sobre el mundo, pero pueden ser utilizados para sistematizar otros tipos de conocimiento mediante reglas de correspondencia que sirvan para interpretar los signos vacíos con relación a entidades o sucesos del mundo. Un detalle importante respecto de las ciencias formales es que no pueden entrar en contradicción con el mundo de la experiencia, a diferencia de los enunciados fácticos (Bunge, 2013; Klimovksy, 1995). Cuando hablamos de ciencias naturales o sociales, como la física, la química, la psicología o la economía, hablamos de disciplinas de carácter fáctico. Esto es así porque los conocimientos sobre los cuales versan dependen de hechos que suceden en el mundo, sean singulares o generales. Estos conocimientos pueden ser sistematizados utilizando ecuaciones, formalizándolos, matematizándolos. Sin embargo, aquí la lógica y la matemática solo jugarían un rol instrumental. Esto no convertiría a las ciencias formales en fácticas, o a las ciencias fácticas en formales.
Por otro lado, la cuestión de definir qué es científico en torno a las ciencias fácticas viene de la mano con el problema de la demarcación, es decir, de separar lo que es ciencia de lo que no lo es (Popper, 1980). En principio, lo que esperamos del conocimiento aquí es que nos hable del mundo. Este es expresado por medio de enunciados, o afirmaciones que pueden ser verdaderas o falsas, las cuales sirven para describir un hecho singular o hechos generales (Klimovsky, 1995; Wittgenstein, 2017). Un hecho singular es una configuración posible de objetos en un espacio y un tiempo dados. Por ejemplo, el enunciado “el perro está ladrando” describe el hecho de que cierto objeto (“el perro”) está llevando a cabo cierta acción en un espacio y tiempo determinados. Un hecho general refiere a la ocurrencia regular de determinada relación entre objetos, por ejemplo, “todos los perros ladran”, donde no se hace referencia a una entidad particular en un ámbito determinado, sino que se describe una regularidad.
También es necesario distinguir dos nociones que frecuentemente se confunden: lo real y lo verdadero. Que algo sea “real” significa que tiene existencia efectiva. “Real” es un adjetivo que se predica de entidades, sucesos, propiedades y relaciones que se dan en el mundo. Por otro lado “verdadero” es algo que se predica de un enunciado o proposición. “Hay un libro ahora en mi mesa” puede ser un enunciado verdadero o falso. Nótese que estamos hablando específicamente del enunciado y no de aquel hecho al que se refiere, o del concepto “libro”. Ahora bien, el enunciado es verdadero si el hecho al que se refiere se da efectivamente, es decir, si se corresponde con el hecho referido. Dicha noción de verdad es bien descripta por Klimovsky (1995):
Proviene de Aristóteles, quien la presenta en su libro Metafísica, y por ello se la llama “concepto aristotélico de verdad”. Se funda en el vínculo que existe entre nuestro pensamiento, expresado a través del lenguaje, y lo que ocurre fuera del lenguaje, en la realidad. Aristóteles se refiere a esta relación como “adecuación” o “correspondencia” entre pensamiento y realidad (24: 1995).
Nótese que muchas veces se expresan enunciados que describen una supuesta configuración de objetos que se darían en el mundo, pero para la cual no hay forma de constatarlos. Enunciados tales como “Dios existe”, “el alma es inmortal”, etcétera. afirman que ciertas entidades se dan en el mundo, aunque carecemos de métodos para ponerlos a prueba. Es por esta razón que los epistemólogos acuerdan en etiquetarlos de metafísicos y en separarlos de aquellos que se consideran científicos (Popper, 1980). Sin embargo, esto no significa que sean verdaderos ni falsos.
Ahora bien, muchas veces en ciencia se expresan enunciados que no parecen hablar de cosas que se puedan observar directamente, ¿qué hay de ellos? Ciertamente, no siempre los objetos estudiados son directamente observables o medibles. Aquellos que solo pueden ser captados de manera indirecta los llamamos “teóricos” (electrones, campos electromagnéticos, la mente, el inconsciente, la oferta, la demanda, la clase social, el nivel de pobreza, la brecha entre ricos y pobres, etcétera). A diferencia de los objetos “empíricos”, que conforman lo que llamaremos “base empírica”, y que son captados mediante la observación o la experimentación, los objetos teóricos son estudiados de manera indirecta a través de inferencias o conjeturas a partir de lo observable (Carnap, 1985). Aceptar la existencia de este tipo de objetos depende del éxito que tengan los científicos a la hora de explicar y predecir los datos empíricos de los acontecimientos relacionados con estos. Podemos concluir así que la cientificidad en ciencias fácticas viene de la mano de la posibilidad de la contrastación empírica (Hempel, 1983).
1.2. Teorías e hipótesis
Los enunciados que sirven para dar respuesta a algún problema dado, pero cuya verdad se desconoce, son llamados hipótesis. Estas surgen como ideas a partir de la imaginación de los científicos y las científicas, cuyos conocimientos previos aseguran la fertilidad del acto cr...

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