Gente que conocí en los sueños
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Gente que conocí en los sueños

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Gente que conocí en los sueños

Descripción del libro

Las cuatro historias de Gente que conocí en los sueños, libro inédito del escritor leonés Luis Mateo Díez, tienen el común denominador de una mezcla de irrealidad y fantasmagoría y, en tal sentido, algunas secretas revelaciones de lo que nos sucede e inquieta más allá de la vigilia, donde existen habitantes que se nos pueden aparecer, además de ser como nosotros mismos. Las historias tienen tonalidades de ensoñación y delirio y hay, entre esa gente, seres desnortados en su experiencia espiritual, muertos que van y vienen, fantasmas profesionales o amigos del diablo. No son las primeras historias de fantasía y misterio que podemos encontrar en un autor como Luis Mateo Díez, tan proclive a romper la delgada línea entre lo real y lo irreal, pero sí algunas de las que con mayor intensidad y belleza nos ofrecen esa exploración en un más allá que está a la vuelta de la esquina.

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Información

Año
2019
ISBN del libro electrónico
9788417651671
Categoría
Literatura
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de Saadat Hasan Manto

MANTO:

MÁS ALLÁ DE LA LITERATURA INDIA EN LENGUA INGLESA
Si pidiéramos a un lector medio que nombrara a algún escritor indio, lo más probable es que todos los nombres que nos dijera correspondieran a autores que escriben en inglés. En efecto, salvo contadas excepciones, la literatura india que consigue abrirse camino fuera de su país es la de aquellos escritores que utilizan el inglés, con frecuencia educados en Occidente (cuando no nacidos allí), y que cultivan un estilo adaptado al gusto occidental, con historias cercanas a su propia experiencia como expatriados indios de clase media-alta y los conflictos culturales derivados de esta situación, o bien, adaptándose a la idea que en Occidente se tiene de la India, relatos en los que prima lo colorido y lo exótico. Lo mismo se podría decir de la literatura de Pakistán. Esto deja fuera incluso a otros autores que aun escribiendo en inglés, lo hacen al margen de los gustos y moldes occidentales. Sin pretender cuestionar a estos escritores que han hallado más eco en occidente, hay que señalar que representan solo una mínima parte de la literatura del país y de su complejo mapa lingüístico.
Y es que la India, con 122 lenguas y 1.599 dialectos, cuenta con veintidós lenguas oficiales, de las cuales el hindi y el urdu, tomadas en conjunto (puesto que comparten una raíz común), ocupan la cuarta posición en la lista de las lenguas más habladas del mundo. A pesar de eso, su presencia en el mercado editorial occidental es prácticamente nula. Para comprender a qué se debe esto y descubrir qué circunstancias (no azarosas ni inocentes) influyen en que se publiquen determinadas obras indias y no otras, conviene que nos remontemos en el tiempo.
Hasta las primeras décadas del siglo xix, la presencia británica en la India se caracterizó por una cierta (y en algunos casos profunda) inmersión por parte de los miembros de la Compañía de las Indias Orientales en la cultura del país, que les llevaba a aprender lenguas como el árabe, el sánscrito o el persa. Sin embargo, en ese momento lo autóctono comienza a ser visto con recelo, paternalismo o desprecio. Como consecuencia de esa actitud se empieza a debatir la necesidad de educar a la población en otras ciencias «más útiles» que las tradicionales, y a utilizar para este fin el inglés, en vez de las lenguas antes citadas. En este contexto, en 1835 el político inglés Thomas Babington Macaulay redacta una famosa acta en la que defiende la educación en inglés en la India, que desembocaría ese mismo año en la implantación de esta lengua en las escuelas del país, relegando a un segundo plano a las otras lenguas. En dicha acta declara lo siguiente:
No sé ni sánscrito ni árabe, pero he hecho lo posible por formarme una correcta idea de su valor. He leído traducciones de las más importantes obras en sánscrito y árabe. He conversado, tanto aquí como en Inglaterra, con grandes personalidades conocidas por su dominio de las lenguas orientales. Puedo valorar el conocimiento oriental al mismo nivel que los propios orientalistas. No he encontrado nunca ni uno solo entre ellos que me pueda negar que una sola estantería de una buena biblioteca europea vale lo que toda la literatura nativa de la India y de Arabia. La superioridad intrínseca de la literatura occidental es algo admitido por aquellos miembros del comité que apoyan el plan oriental de educación.
Añadiendo más adelante:
Tenemos que hacer todo lo posible para formar una clase que haga de intérprete entre nosotros y los millones de personas que gobernamos, una clase de personas que sea india de sangre, pero inglesa de gustos, opiniones, ética, e intelecto.[1]
Muchos años después, en 1997, Salman Rushdie, junto con Elizabeth West, publica una antología de literatura india bajo el título de 50 Years of Indian Writing: 1847-1997, en la que hace una selección de treinta y dos autores indios, de los cuales, todos, menos uno, son autores que escriben en inglés. En su prólogo justifica esta selección afirmando:
Las obras en prosa, tanto las literarias como los ensayos, creadas durante este período por los escritores indios que escriben en inglés, han demostrado ser un conjunto mucho más consistente e importante que la mayor parte de lo que se ha escrito en el mismo período en las dieciséis lenguas oficiales de la India, las denominadas «lenguas vernáculas»; y, probablemente, esta nueva y creciente literatura «anglo-india» representa la contribución más valiosa que la India ha hecho hasta el momento al mundo literario.[2]
Como vemos, la maquinaria colonial había logrado su objetivo. Solo cabría preguntarse qué acceso tuvo Rushdie a la literatura india, cuando, aun hoy en día, permanece en su mayoría sin traducir a otras lenguas. Esta decisión de Rushdie no tendría mayor importancia (al fin y al cabo, toda antología es fruto de las preferencias de su antólogo), si no fuese el mercado anglosajón el que determina, en gran medida, lo que se publica en otros países.
Pues bien, centrándonos en el autor que nos ocupa, aquel escritor en lengua vernácula indultado por Salman Rushdie en su antología fue Saadat Hasan Manto, uno de los pocos escritores indios que, a pesar de los prejuicios existentes, han conseguido hacerse un hueco en el panorama editorial occidental.
Tanto la calidad de su obra, escrita en urdu y desarrollada fundamentalmente en el campo del relato, como su carácter de cronista de los sucesos más dolorosos de la historia india de la primera mitad del siglo xx hacen de él uno de los escritores indios más representativos de ese siglo.
Manto escribe en un momento en que la India, huérfana ya de su brillante pasado bajo el Imperio mogol, se está adaptando al mundo moderno representado por Occidente, y como parte de este proceso adopta géneros literarios occidentales como el verso libre, la novela o el relato, siendo Manto uno de los autores que contribuyó al desarrollo de este último. Es, además, una época convulsa en la que surgen movimientos críticos con la presencia británica, cuyas luchas y reivindicaciones desembocarán en 1947 en la independencia india, y la creación de Pakistán.
Dado que las circunstancias personales y políticas juegan un papel importante en su obra, he creído interesante ofrecer algunos datos biográficos del autor.
Saadat Hasan Manto nació en 1912 en la región india de Punyab. Su padre, Ghulam Hasan Manto, fue un juez de carácter autoritario casado en segundas nupcias con la madre del escritor. De su primer matrimonio tuvo seis hijas y tres hijos. Estos últimos se educaron en el extranjero, dedicándose dos de ellos a la abogacía y otro a la ingeniería. Con su segunda mujer tuvo cuatro hijos, de los cuales solo dos sobrevivieron, Manto y su hermana Nasira, a los que nunca dedicó el mismo afecto y apoyo que había dedicado a su primera familia.
Desde muy temprano el carácter rebelde e independiente de Manto chocó con la severidad y el autoritarismo de su padre, que quería que su hijo estudiara medicina, y menospreciaba su afición por actividades como el cine, la música, el teatro o la literatura.
Manto se educó en Amritsar, en un momento en que esta ciudad y todo el Punyab eran el foco de los movimientos revolucionarios contra el imperio británico. Fue allí donde en 1919 tuvo lugar la masacre de Yallianwalla Bagh, cuando él tenía tan solo siete años.
Es un período en el que hace buenos amigos, con los que se reúne en la tienda de fotografía de su amigo Ashiq, y con los que comparte su interés por el cine y sus inquietudes revolucionarias. Se dedica, además, a vagar por las calles, beber, jugar a las apuestas y volar cometas. En los estudios, en cambio, nunca mostró excesivo interés, y suspendió varias veces el examen de acceso a la universidad, paradójicamente por el urdu (ya que su lengua materna era el punyabí).
En 1932 fallece su padre, y al año siguiente, conoce a una figura que jugó un papel clave en su vida: el periodista Abdul Bari Beg, que encauzó sus inquietudes hacia la literatura y le dio a conocer las grandes obras de la literatura europea, especialmente a los escritores rusos y franceses. Él le animó a traducir al urdu un relato de Víctor Hugo, El último día de un condenado a muerte, que se publicó en Lahore. A esta siguieron otras traducciones de obras como Vera, de Oscar Wilde, una colección de relatos rusos y otra de relatos de Gorki. Abdul Bari Beg le aconsejó que escribiera sus propios textos, y le ofreció un primer trabajo como crítico de cine en el periódico Musawwat, de Amritsar.
En 1934 escribe su primer relato, «Espectáculo», en el que plasma sus recuerdos sobre los sucesos de Yallianwala Bagh.
Ese mismo año decide entrar en la Aligarh Muslim University, que en aquella época conoció sus años dorados reuniendo a muchos de los grandes pensadores y literatos indios. Si bien en la universidad tampoco destacó como alumno ejemp...

Índice

  1. Portada
  2. Gente que conocí en los sueños
  3. I. Los viajes fantasmales
  4. II. Los círculos de la clausura
  5. III. Los muertos escondidos
  6. IV. Las amistades del diablo
  7. Promoción
  8. Sobre este libro
  9. Sobre Luis Mateo Díez
  10. Sobre Mo Gutiérrez Serna
  11. Créditos
  12. Índice
  13. Contraportada