Por una ciencia espiritual
eBook - ePub

Por una ciencia espiritual

Cómo superar los límites de la ciencia desde un enfoque integral

  1. 352 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
eBook - ePub

Por una ciencia espiritual

Cómo superar los límites de la ciencia desde un enfoque integral

Descripción del libro

El nuevo libro de Steve Taylor, autor de El salto, publicado por Eckart Tolle. 

¿Es posible que la ciencia y la espiritualidad no puedan ofrecernos por separado las claves para comprender el mundo? ¿Podemos plantearnos una perspectiva que integre ambos saberes?

A la hora de explicar hechos como la conciencia humana, la conexión entre el cuerpo y la mente, el altruismo y los fenómenos anómalos, el modelo científico convencional presenta limitaciones. Para superarlas, Steve Taylor propone un nuevo camino de investigación y conocimiento: el panespiritismo. Según éste, la esencia fundamental de la realidad son el espíritu o la conciencia, no la materia.

Rigurosamente documentada y combinando las ideas de físicos,  místicos y filósofos, esta revolucionaria obra nos invita a ampliar nuestra cosmovisión, a hacerla compatible no sólo con la ciencia moderna, sino también con las antiguas enseñanzas espirituales. A lo largo de estas páginas, Taylor nos orienta hacia las respuestas a grandes enigmas y, sobre todo,  hacia un mundo mejor, un despertar a un universo interconectado que garantice una vida humana plena y llena de sentido.

«El trabajo de Steve Taylor es una reveladora contribución al cambio de conciencia que está produciéndose en nuestro planeta.» Eckhart Tolle

«El materialismo ha muerto. Lo que pasa es que aún no lo sabe.» Gary Lachman

«Con elegancia y lucidez, Taylor explica por qué la ciencia espiritual es la única esperanza para la humanidad. Una ciencia basada en la comprensión de la conciencia como realidad fundamental podría ser nuestra salvación.» Deepak Chopra

Preguntas frecuentes

Sí, puedes cancelar tu suscripción en cualquier momento desde la pestaña Suscripción en los ajustes de tu cuenta en el sitio web de Perlego. La suscripción seguirá activa hasta que finalice el periodo de facturación actual. Descubre cómo cancelar tu suscripción.
Por el momento, todos los libros ePub adaptables a dispositivos móviles se pueden descargar a través de la aplicación. La mayor parte de nuestros PDF también se puede descargar y ya estamos trabajando para que el resto también sea descargable. Obtén más información aquí.
Perlego ofrece dos planes: Esencial y Avanzado
  • Esencial es ideal para estudiantes y profesionales que disfrutan explorando una amplia variedad de materias. Accede a la Biblioteca Esencial con más de 800.000 títulos de confianza y best-sellers en negocios, crecimiento personal y humanidades. Incluye lectura ilimitada y voz estándar de lectura en voz alta.
  • Avanzado: Perfecto para estudiantes avanzados e investigadores que necesitan acceso completo e ilimitado. Desbloquea más de 1,4 millones de libros en cientos de materias, incluidos títulos académicos y especializados. El plan Avanzado también incluye funciones avanzadas como Premium Read Aloud y Research Assistant.
Ambos planes están disponibles con ciclos de facturación mensual, cada cuatro meses o anual.
Somos un servicio de suscripción de libros de texto en línea que te permite acceder a toda una biblioteca en línea por menos de lo que cuesta un libro al mes. Con más de un millón de libros sobre más de 1000 categorías, ¡tenemos todo lo que necesitas! Obtén más información aquí.
Busca el símbolo de lectura en voz alta en tu próximo libro para ver si puedes escucharlo. La herramienta de lectura en voz alta lee el texto en voz alta por ti, resaltando el texto a medida que se lee. Puedes pausarla, acelerarla y ralentizarla. Obtén más información aquí.
¡Sí! Puedes usar la app de Perlego tanto en dispositivos iOS como Android para leer en cualquier momento, en cualquier lugar, incluso sin conexión. Perfecto para desplazamientos o cuando estás en movimiento.
Ten en cuenta que no podemos dar soporte a dispositivos con iOS 13 o Android 7 o versiones anteriores. Aprende más sobre el uso de la app.
Sí, puedes acceder a Por una ciencia espiritual de Steve Taylor en formato PDF o ePUB, así como a otros libros populares de Filosofía y Historia y teoría filosóficas. Tenemos más de un millón de libros disponibles en nuestro catálogo para que explores.

Información

Editorial
K?an Libros
Año
2019
ISBN de la versión impresa
9788494913488
ISBN del libro electrónico
9788494913495
Categoría
Filosofía

1

LOS ORÍGENES DEL MATERIALISMO: CUANDO LA CIENCIA SE CONVIERTE EN UN SISTEMA DE CREENCIAS

El sistema de creencias materialista está tan generalizado y se da tan por sentado que quizá ni siquiera seamos conscientes de que existe, igual que, por ejemplo, el sistema de creencias del cristianismo estaba tan arraigado en la vida de los campesinos de la Europa medieval que lo aceptaban como la única realidad, ajenos a cualquier otra perspectiva.
Cuando tenía unos dieciocho años, un amigo me preguntó si quería asistir a una charla sobre meditación en una biblioteca municipal. Yo no sabía nada acerca de la meditación, pero sentía curiosidad, así que decidí ir. En un momento dado, el conferenciante dijo algo parecido a: «La meditación es una forma de perfeccionar tu ser interior. Es una manera de experimentar el bienestar de la conciencia. La conciencia posee la cualidad natural del bienestar». En aquel entonces no tenía ni idea de a qué se refería aquel hombre. Recuerdo haber pensado «¿“Ser interior”? ¿“Conciencia”? ¿Qué significan esos términos? ¿Dónde estarán? Yo no soy más que un cerebro y un cuerpo. ¿Qué más hay dentro de mí?».
Una vez que empecé a meditar me percaté de que, en efecto, tenía un ser interior. Comprendí que había algo no material dentro de mí, una conciencia que poseía la cualidad natural del bienestar. Esto demuestra la profundidad con la que había absorbido el sistema de creencias del materialismo a través de mi educación, de los medios de comunicación y de mis padres y compañeros. Daba por hecho que yo no era más que la sustancia física de mi cuerpo y mi cerebro y que mis pensamientos sólo eran una proyección de mi cerebro. Daba por hecho que no era más que átomos y moléculas.
La religión no tuvo presencia alguna en mi educación. No es algo extraño: no conocía a nadie que fuera religioso (salvo a un chico que iba a mi curso en el colegio, que era testigo de Jehová). Incluso mis abuelos eran completamente aconfesionales. Y no es que fueran ateos, porque ninguna persona de mi entorno se habría descrito en esos términos. Sencillamente, la religión no formaba parte de nuestra vida. No era un tema acerca del que nadie pensara o hablara nunca. A veces rezábamos oraciones o cantábamos himnos en las reuniones del colegio, pero nadie se los tomaba en serio.
A pesar de que Gran Bretaña es en general un país bastante laico, descubrí que esto es especialmente propio de mi clase social. Mis antepasados fueron trabajadores de las fábricas y los molinos del noroeste de Inglaterra, así que la religión nunca fue importante para ellos. Los obreros de las fábricas y los molinos trabajaban muchísimas horas en condiciones terribles, vivían en la pobreza y a menudo morían jóvenes. Puede que fueran a la iglesia los domingos, con frecuencia bajo coacción, dado que los pastores y los propietarios de los molinos solían acorralar y castigar a quien no acudía, pero lo más probable es que se tomaran los servicios religiosos con la misma seriedad con la que yo me tomaba las reuniones del colegio.
Estos antecedentes conllevaron que absorbiera una visión materialista del mundo. Sin ser consciente de ello, adopté una concepción mecánica del mundo y del universo. Adopté la noción de que el mundo está formado por partículas diminutas que se organizan en formas mucho más complejas hasta dar lugar —por medio de un proceso de evolución accidental— a los seres vivos y, con el tiempo, a los seres humanos. Adopté la noción de que el universo funciona según unas estrictas leyes físicas, como una máquina gigantesca. Aprendí que los padres de cada individuo humano le transmitían a éste todas sus características bajo la forma de unas unidades minúsculas llamadas genes, que determinaban no sólo nuestra apariencia, sino también nuestro comportamiento. Cuando en el colegio recibíamos la clase de educación religiosa semanal y oíamos hablar de conceptos como el cielo y el infierno, la salvación y la eternidad, aquellas creencias resultaban extrañas e ingenuas, como si pertenecieran a otra época.
Asistí al colegio durante las décadas de 1970 y 1980, y a lo largo de los años posteriores el sistema de creencias del materialismo fue generalizándose todavía más. Campos como el de la neurociencia, la psicobiología (que pretende explicar el comportamiento humano a partir de la neurología) y la psicología evolutiva (que sugiere que los rasgos humanos actuales son adaptaciones evolutivas con origen en la prehistoria) añadieron nuevas perspectivas al paradigma materialista. Hoy en día, los supuestos materialistas permean en mayor medida que cuando yo era niño los distintos sistemas educativos, los medios de comunicación y la intelectualidad de nuestra cultura. Mientras que es posible que existan revistas o programas de televisión populares que traten los fenómenos psíquicos, las experiencias cercanas a la muerte y las experiencias espirituales, los medios «serios» raramente prestan atención a estos conceptos, excepto para menospreciarlos. Concederles cierto grado de credibilidad significaría revelarte como una persona simple y carente de inteligencia y arriesgarte a ser ridiculizado. Desde luego, muy pocos de mis colegas del mundo universitario estarían dispuestos a tomarse en serio unos fenómenos tan «irracionales». Hacerlo implicaría una pérdida de crédito..., puede que incluso la pérdida de su carrera profesional.
Hace poco, conocí a un psicólogo muy famoso y respetado que me contó que siempre había estado interesado en los fenómenos psíquicos y en las tradiciones espirituales orientales, pero que nunca los había abordado en detalle en su trabajo. Me contó que en las décadas de 1980 y 1990, cuando estaba consolidando su posición en el mundo académico, algo así habría perjudicado a su reputación y le habría impedido acceder a una plaza en una universidad. Y una vez comenzó a dar clases en una universidad prestigiosa, esos intereses le habrían imposibilitado avanzar en su carrera profesional. En otras palabras: mostrar sus verdaderas inclinaciones le habría supuesto la excomunión. Por suerte, este psicólogo me dijo que, ahora que ya había obtenido cierto estatus y que el fin de su carrera profesional estaba cerca, estaba empezando a tratar los temas prohibidos.

LOS DOGMAS DEL MATERIALISMO

Antes de continuar avanzando, definamos con exactitud qué es el materialismo. En términos filosóficos, el materialismo es una forma de monismo. Mon procede del prefijo latino mono-, que significa «uno», así que podríamos referirnos a él como unismo: la creencia de que el mundo está constituido por una sola cosa fundamental o primaria. Y, para el materialismo, esta cosa primaria es la materia. No hay niveles «superiores» de realidad, no hay diferentes dimensiones, no hay cielo ni infierno, ni dioses ni espíritus. Los seres humanos no tienen alma ni espíritu, e incluso nuestra mente es material en el sentido de que no es más que un producto de nuestro cerebro. Hasta las distintas formas de energía (como por ejemplo la energía mecánica, la termal o la cinética) son materiales porque son propiedades de los objetos materiales, al igual que lo es el color. Sólo lo físico es real, la sustancia física del mundo que nos rodea y la sustancia física de nuestro cuerpo.
Una alternativa evidente al monismo es el dualismo: la creencia de que el mundo está formado por dos cosas fundamentales. Una de ellas es la materia, y la otra, una cualidad no material como por ejemplo la mente, o tal vez el alma o la conciencia. Según los dualistas, ni la mente ni el alma pueden explicarse desde el punto de vista de la materia: son de una naturaleza completamente distinta. Sin embargo, para los materialistas, en la mente no hay nada misterioso, tampoco en la vida y ni siquiera en la muerte: todo puede explicarse por medio de las interacciones de elementos materiales como las neuronas, las moléculas y los átomos.
Así, el materialismo propone que la materia es la sustancia primaria o fundamental del mundo y que todos los fenómenos (incluidos los mentales) pueden explicarse por medio de las interacciones de la materia. La realidad esencial del mundo son las partículas microcósmicas que se reúnen e interaccionan de maneras complejísimas para producir cuanto conocemos. Los seres vivos somos simples aglomeraciones de partículas. Somos entidades similares a máquinas formadas por diminutos bloques de construcción materiales que, a su vez, están formados por diversos tipos de átomos y moléculas que trabajan unidos para crear las distintas partes de nuestro cuerpo y organizar las interacciones entre ellas. Visto de este modo, podríamos referirnos al materialismo como un enfoque «de abajo arriba», es decir, que intenta explicar todo el comportamiento y la experiencia humanos a partir de la biología, la química y la física.
Podría afirmarse que estas ideas son los supuestos primordiales del materialismo, pero de ellos se derivan otros. Toda religión tiene un conjunto de dogmas básicos, de principios que todo el que abraza la religión debe adoptar. De modo que aquí están los que podríamos llamar «Los diez dogmas del materialismo»:
  • La vida surgió por accidente, por medio de las interacciones de ciertas sustancias químicas. Una vez que empezó a existir, evolucionó a partir de formas más simples hacia otras más complejas a través de mutaciones genéticas que se ocasionaban de manera aleatoria en función de la selección natural. El motor de la evolución es la competición o «la supervivencia del más apto».
  • Los seres humanos son criaturas estrictamente físicas o máquinas. En nuestro interior no hay nada aparte de sustancia física, es decir, aparte de los átomos, las moléculas y las células de nuestro cuerpo y del cerebro. En consecuencia, no existe nada parecido al «alma», el «espíritu» o la «fuerza vital». Éstos no son más que supersticiones que la ciencia ha desestimado.
  • Los seres vivos están formados por «genes egoístas» cuyo objetivo es replicarse. Los seres humanos son meros vehículos para la propagación de nuestro material genético. El ansia de replicación genética es el motor principal del comportamiento humano.
  • Todos los fenómenos mentales pueden explicarse en términos de la actividad neurológica. El cerebro genera la conciencia. Los miles de millones de neuronas de nuestro cerebro funcionan juntas, aún no se ha descubierto cómo, para producir nuestra sensación subjetiva de ser «alguien» capaz de pensar y sentir.
  • Dado que el cerebro produce la conciencia y que nosotros no somos más que sustancia física, no puede haber ningún tipo de vida después de la muerte. Cuando mi cerebro y mi mente dejen de funcionar, mi conciencia y mi identidad desaparecerán igual que desaparece la imagen de un televisor cuando se apaga.
  • El comportamiento humano puede explicarse mediante la genética. Los rasgos y las características humanos de hoy en día existen porque tenían valor de supervivencia para nuestros ancestros. En consecuencia, la evolución seleccionó los genes con los que esos rasgos estaban relacionados.
  • Los seres vivos somos individuos aislados que se desplazan por el espacio separados unos de otros. Yo tengo mi cuerpo y mi cerebro y tú tienes los tuyos; podemos tocarnos físicamente y comunicarnos mediante el lenguaje, pero nuestro sentido de la identidad, tal como lo produce nuestro cerebro, está en esencia contenido dentro de la sustancia física de nuestros cuerpos.
  • El mundo existe «ahí fuera», al margen de los seres humanos. Es independiente de nosotros y existiría de la misma forma aun en el caso de que nosotros no estuviéramos aquí para percibirlo.
  • Nuestro estado normal de conciencia es bastante objetivo y fiable, nos muestra el mundo tal como es. Todos los demás estados de conciencia, los estados de conciencia alterados o mal llamados «superiores», son alucinaciones que pueden explicarse como una actividad cerebral anómala.
  • Los fenómenos paranormales o psíquicos no pueden ser reales porque contravienen las leyes fundamentales de la naturaleza. Por ejemplo, no existe ningún campo de energía conocido que pueda vincular una mente con otra y posibilitar la telepatía, ni ninguna fuerza conocida que pueda justificar la capacidad de mover objetos por medio de un esfuerzo mental.
Muchas personas se enorgullecen de defender estos puntos de vista «racionales» porque creen que la única alternativa sería volver a caer en la ignorancia y la superstición, en una forma de ver el mundo previa a la Ilustración, medieval, basada en la fe y las habladurías en lugar de en las pruebas. ¿Cómo va a creer una persona racional e inteligente en la posibilidad de la vida después de la muerte o en la existencia de algo no material como el alma o el espíritu?
En cualquier caso, ¿hasta qué punto estos diez dogmas están verdaderamente basados en pruebas? ¿Hasta qué punto no son más supuestos que hechos probados?
Es un hecho que los átomos y las moléculas existen. Es un hecho que la conciencia existe y que está asociada a la actividad neurológica. Es un hecho que la evolución ha tenido lugar. Pero es un supuesto que la vida pueda explicarse por completo desde el punto de vista de la acción e interacción de varias sustancias químicas. Es un supuesto que la actividad neurológica genere la conciencia (y por lo tanto que la conciencia termine con la muerte del cerebro). Es un supuesto que la evolución pueda explicarse por completo recurriendo a las mutaciones aleatorias y la selección natural.
Y uno de los propósitos de este libro es demostrar que es posible que en realidad estos supuestos sean falsos.

LAS RAÍCES CULTURALES DEL MATERIALISMO

¿De dónde surgió la cosmovisión del materialismo? ¿Cuándo se convirtieron algunos de los hallazgos básicos de la ciencia en un sistema de creencias? ¿Y por qué este sistema se volvió tan dominante? Hay razones tanto culturales como psicológicas para ello, y vamos a analizarlas una por una.
El materialismo no se volvió dominante gracias a una campaña sistemática de difusión o divulgación, como fue el caso de algunos de los sistemas de creencias más preponderantes del mundo (por ejemplo, cuando san Pablo estableció los principios del cristianismo o Buda hizo lo propio con los principios del budismo). Este desarrollo gradual, sin ningún tipo de instigación formal, es con toda probabilidad uno de los motivos por los que mucha gente no se da cuenta de que el materialismo es en realidad un sistema de creencias.
Hubo varios filósofos antiguos que postularon puntos de vista materialistas, sobre todo en la Grecia y la Roma antiguas. Por ejemplo, Lucrecio escribió un poema titulado «De rerum natura» («De la naturaleza de las cosas») que describía el universo como una máquina gigantesca y explicaba los fenómenos mentales y físicos recurriendo a minúsculas partículas elementales (átomos). El objetivo de Lucrecio era liberar a los romanos de las supersticiones y convencerlos de que el mundo funcionaba por azar y no por la intervención de los dioses romanos tradicionales.
En la época moderna, no obstante, quienes establecieron los cimientos del materialismo fueron científicos como René Descartes e Isaac Newton, que descubrieron que los seres vivos e incluso el universo entero podían entenderse en términos mecánicos. Al mismo tiempo, estos científicos no eran materialistas en el sentido moderno, puesto que la mayoría de ellos eran religiosos. Descartes era dualista, creía que el cuerpo y el alma son dos sustancias distintas, mientras que Newton veía su trabajo científico como un intento de comprender y explicar la creación de Dios. Newton pasó gran parte de su vida escribiendo obras teológicas que consideraba más relevantes que sus tratados científicos. Tal como señaló en su principal obra científica, Principia mathematica: «este elegantísimo sistema del Sol, los planetas y los cometas sólo puede originarse en el consejo y dominio de un ente inteligente y poderoso».1 Los primeros astrónomos mostraban una actitud similar a la de Newton. Por ejemplo, las investigaciones del matemático y astrónomo alemán Johannes Kepler vinieron motivadas por su sensación de que Dios había creado el universo siguiendo principios geométricos y de que la razón humana podía descubrirlos.
Sin embargo, durante la segunda mitad del siglo XIX, los hallazgos científicos, en particular la teoría de la evolución de Darwin, restaron viabilidad a las creencias cristianas como forma de explicar el mundo. Ya no era plausible creer que Dios había creado el mundo y a los seres humanos. La autoridad de la Biblia como texto explicativo resultó definitivamente menoscabada. Los científicos empezaron a comprender que la religión ni siquiera era necesaria para ayudar a explicar el mundo. Los nuevos descubrimientos científicos podían utilizarse para proporcionar un sistema conceptual alternativo que confiriera sentido al mundo, un sistema que defendía que no existía nada salvo partículas de materia básicas y que todos los fenómenos podían justificarse mediante la organización y la interacción de dichas partículas. Uno de los materialistas más fervientes de finales del siglo XIX, T. H. Huxley, describía a los seres humanos como «autómatas conscientes» sin libre albedrío.2 Otro prominente científico de la época, Henry Maudsley, afirmó que «la mente es una consecuencia y una función de la materia en un cierto estado de organización».3
Es probable que la primera guerra mundial también fuera un factor cultural significativo para el ascenso del materialismo. La guerra fue un acontecimiento tan catastrófico —con mucho, la guerra más destructiva y brutal de la historia hasta aquel momento, pues murieron dieciocho millones de personas y millones quedaron lisiadas o discapacitadas, y todo ello sin ningún motivo claro— que trajo consigo un derrumbamiento de los valores. Desembocó en una desconfianza en los sistemas y creencias filosóficos abstractos y en un ansia por reducir las cosas a sus formas más sencillas y ciertas. También aceleró el declive de la religión institucional. La primera guerra mundial pareció aporta...

Índice

  1. Cubierta
  2. Portada
  3. Introducción
  4. 1. Los orígenes del materialismo: cuando la ciencia se convierte en un sistema de creencias
  5. 2. La alternativa espiritual
  6. 3. El misterio de la conciencia
  7. 4. La primacía de la mente: enigmas de la mente y el cerebro
  8. 5. Cómo la mente puede cambiar el cerebro y el cuerpo: más enigmas de la mente y el cerebro
  9. 6. El enigma de las experiencias cercanas a la muerte
  10. 7. Las experiencias de despertar: un enigma
  11. 8. No ajustar las cuentas: el enigma de los fenómenos psíquicos
  12. 9. Complejidad y conciencia: enigmas de la evolución
  13. 10. ¿Por qué los genes egoístas se comportan de manera tan generosa? El enigma del altruismo
  14. 11. Cuestiones cuánticas: misterios del microcosmos
  15. 12. El universo espiritual: superar el materialismo
  16. Agradecimientos
  17. Notas
  18. Bibliografía
  19. Índice analítico
  20. Acerca de “Por una ciencia espiritual”
  21. Sobre Steve Taylor
  22. Créditos
  23. Otros títulos de Kōan