¿Para qué servimos las trabajadoras sociales?
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¿Para qué servimos las trabajadoras sociales?

  1. 107 páginas
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¿Para qué servimos las trabajadoras sociales?

Descripción del libro

A pesar de la amplia presencia y actividad de las trabajadoras sociales en centros de servicios sociales, en los centros de día para mayores o personas con discapacidad, en los hospitales, consultorios, en centros de enseñanza, en los tribunales y en las calles, etc., se trata de una profesión poco conocida o, dicho de otra manera, poco visible. Suele asociarse erróneamente al asistencialismo y la caridad como suele ignorarse la cualificación y experiencia de estas profesionales para tratar con aquellas personas que viven en condiciones opresivas. Porque esa es la tarea principal de las trabajadoras sociales: combatir la opresión allí donde incluso es difícil reconocerla. La de la pobreza, la falta de oportunidades, o la del machismo y el racismo. Su trabajo desde hace décadas sirve para luchar contra la desigualdad y exclusión crecientes y fomentar la cohesión social; su contribución en la elaboración de leyes que preserven, consoliden o amplíen el estado del bienestar ha sido irrenunciable no solo en relación con sus tres pilares, la educación, la sanidad y las pensiones, sino también en ese cuarto pilar del bienestar que son los cuidados y cuyo peso ha recaído tradicionalmente en las familias, pero que hoy precisa su consolidación a través de los servicios sociales. El presente libro ofrece una descripción detallada y una reflexión abierta sobre la profesión y su importancia en nuestras sociedades para evitar y mitigar sus formas de desigualdad y exclusión social.

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Información

Año
2020
ISBN de la versión impresa
9788413520391
ISBN del libro electrónico
9788413520650
Categoría
Trabajo social


CAPÍTULO 1

¿PARA QUÉ SIRVIERON LAS PRIMERAS
TRABAJADORAS SOCIALES?

No podemos entender el trabajo social, como disciplina y profesión, al margen del contexto histórico y social en el que se desarrolla. Es absolutamente cierto que no existe una historia del trabajo social, una versión única. En este punto, no se diferencia de otras disciplinas en el marco de las ciencias sociales. Esto implica que el pasado puede ser siempre objeto de indagación y de reinterpretaciones, lo que sin duda añade riqueza a su propio desarrollo. Por todo ello, no es nuestra intención en este capítulo sintetizar de manera unívoca la historia del trabajo social, sino más bien plantear algunos momentos y líneas fundamentales de su desarrollo histórico.
No es exagerado decir que los antecedentes de la profesión pueden hallarse en aquellas acciones de ayuda que se realizaron antes de que surgiera la profesión y que han implicado una evolución y profesionalización de todas las formas de ayuda. En esta línea se sitúan las iniciativas de Juan Luis Vives y Vicente de Paúl (siglos XV y XVI), que constituyen algunas de las primeras propuestas filantrópicas y de caridad. Desde este punto de vista, los antecedentes del trabajo social podrían encontrarse ya en la Edad Media y el Renacimiento y sus acciones de organización asistencial. En este contexto histórico surgen colectivos en “estado de necesidad”, expresión que se refiere a aquellos grupos de personas que no han contado con los recursos para vivir con dignidad, incluyendo a personas con algún tipo de discapacidad, víctimas de la guerra, de sequías u otras catástrofes naturales, o bien porque la división social no les permite vivir dignamente.
El estado de necesidad se refiere a cualquier tipo de privación que tenga la característica de ser permanente en lo eco­­nómico, cultural, legislativo y afectivo. Este estado supone que han existido relaciones humanas inadecuadas, con vacíos que impiden que las personas se desarrollen en su integridad, provocando la llamada marginalidad. Este proceso tiene lugar en un escenario social marcado por la diferenciación social y estamental, la pobreza de la gran mayoría de la población y la constante estampa de personas y grupos sumidos en la necesidad. Este complejo escenario social está en el origen de la organización de las denominadas “acciones de la asistencia social”.
En este marco emergen dos figuras fundamentales. En primer lugar, el ya mencionado Juan Luis Vives (1492-1540), reconocido exponente del humanismo renacentista, plantea que es obligación de los Gobiernos prestar los servicios colectivos e individuales necesarios para que la población pueda satisfacer sus necesidades básicas en un nivel aceptable. En su obra El tratado de socorro de los pobres (1526), Vives propone dar el paso de una caridad individualista a una beneficencia pública y organizada por los organismos competentes, con un fuerte protagonismo de la Iglesia católica. Sus principales aportaciones son, por una parte, la propuesta de que las formas de ayuda debían basarse en el derecho de justicia y, por otra, que las acciones debían ser ejercidas por el Estado. Estas tesis produjeron un notable escándalo, especialmente en el seno de la Iglesia, ya que era obligación y derecho natural de la institución eclesiástica el ejercicio de la caridad. En este sentido, conviene señalar que la propuesta de Vives promueve un programa de acción contra la pobreza basado en la moral del trabajo y no en la limosna. Esta propuesta, sin duda, supone un cuestionamiento de los principios teológicos básicos de la acción de la Iglesia católica en ese momento histórico.
Sin embargo, es posible vislumbrar en esta propuesta un bosquejo de lo que hoy llamaríamos una política social orientada a la mejora de las condiciones de vida de la ciudadanía. Y pudiera ser así, teniendo en cuenta el contexto histórico al que nos estamos refiriendo. Cualquier comparación con las sociedades contemporáneas es, sin embargo, muy arriesgada. En todo caso, conviene señalar que la doctrina de Vives inspiró la primera Ley de Pobres (Poor Law), promulgada en 1536, en Inglaterra y Gales, norma que configuró el que es considerado el primer sistema nacional para asistencia a los pobres, especialmente a los mendigos y vagabundos. Y es que, en las propuestas de la monarquía de Enrique VIII en Inglaterra, el Estado asume la caridad y la ayuda a los pobres, con el objetivo de sistematizar la intervención en este colectivo, generar y disponer de un registro con el número de pobres, destinar fondos privados para su ayuda y proporcionar empleo para los “físicamente aptos”.
Una segunda figura fundamental, que en este caso desarrolló su labor en nuestro país, es, como ya anunciamos, la de San Vicente de Paúl (1581-1660), a quien se le atribuye el primer intento de estudiar las causas de la pobreza como forma de comprender sus efectos en las personas. Su aportación más notoria fue la organización de la asistencia social desde la Iglesia, actividad en la cual recibió el apoyo de la burguesía. Fundó las Damas de la Caridad (1617) y posteriormente las Hijas de la Caridad (1633), estableciendo una serie de normas para la asistencia a través del control de los casos sociales. En su nueva propuesta metodológica de ayuda social, se examinan los antecedentes de las personas necesitadas, clasificándolas. Posteriormente, recibían visitas en sus domicilios, donde eran asistidas espiritual y materialmente conforme a sus necesidades. Como puede apreciarse, nos estamos refiriendo a los orígenes remotos de las visitas domiciliarias. Asimismo, se crean las técnicas de capacitación para las personas que apoyen la entrega de beneficios. En este sentido, su propuesta fue establecer una metodología para prevenir la entrega indiscriminada de limosna y asistencia.
Como puede apreciarse, las figuras protagonistas en estos antecedentes lejanos del trabajo social son masculinas1 y su obra está referida, en un sentido u otro, a la acción de la Iglesia católica como organización que monopoliza la caridad y la limosna. Esta realidad comenzará a cambiar —y lo hará de manera sobresaliente— a partir del siglo XVIII y, especialmente, del siglo XIX. En efecto, tras las iniciativas mencionadas, destinadas a la organización de la ayuda social, se va a dar el paso hacia un sistema de acciones benéficas asistenciales que son la antesala del surgimiento del trabajo social como profesión. Es precisamente en el contexto de la Revolución Industrial y sus nefastas consecuencias que surge la necesidad de reformar la asistencia social. La Revolución Industrial supone un cambio radical en todos los ámbitos de la vida económica y social. Comienza el predominio del sistema de clases sociales, que viene a sustituir al tradicional sistema estamental, modificando el modelo de estratificación social. Lejos de reducir la brecha de desigualdad, la Revolución Industrial supone un incremento de la pobreza entre las clases proletarias y una urbanización de la misma. Trabajo y pobreza permanecen unidos en el nuevo modo de producción. Además, el antiguo sistema de ayuda basado en la acción de la Iglesia se ve necesariamente debilitado por los cambios que tienen lugar en toda Europa.
En este contexto, la acción social comienza a redefinirse como una acción benéfico-asistencial, desarrollada por iniciativas privadas de carácter filantrópico-religioso, y financiada con aportaciones de carácter benéfico y estatales. Ejemplos de acciones benéficas asistenciales son las siguientes:
  • El sistema de Hamburgo (1765), considerado como el primer sistema de organización de la asistencia social. En este modelo, se dividió la ciudad en un total de 60 barrios, quedando cada uno de ellos a cargo de una comisión (compuesta por senadores y ciudadanos respetables de la comunidad), cuyo financiamiento era privado y estatal. Destacan los programas de formación a niños y jóvenes y la realización de un estudio previo, basado en entrevistas, para la planificación de la acción.
  • El sistema de Múnich (1790) también divide a las ciudades en comisiones y apunta especialmente al desarrollo de hábitos de trabajo en las personas en situación de pobreza. Sobresale la figura de Benjamin Thompson (1753-1814), más conocido como conde de Rumford, quien crea un programa para eliminar la mendicidad en las ciudades, iniciando con los mendigos un sistema individualizado y rehabilitador.
  • El sistema de Glasgow (1820), desarrollado por Thomas Chalmers (1780-1847), crea la figura de los visitadores voluntarios, que fueron capacitados para la acción que desempeñarían. El objetivo consistía en investigar cada caso, identificando las causas de las situaciones de necesidad y estimando las posibilidades de automanutención de las personas en situación de pobreza. Se creaba un sistema de apadrinamiento de familias ricas y limosna.
  • El sistema de Elberfeld (1852) copia el modelo de Hamburgo, estableciendo que las comisiones debían vivir en el barrio a fin de familiarizarse con sus vecinos. El sistema fue pionero en el uso de archivos personales y de estadísticas.
  • En España cabe destacar la actividad desarrollada por las Conferencias de San Vicente de Paúl, originalmente establecidas por Federico Ozanam (1813-1853), quien organiza la asistencia en un sector de París. En el marco de esta sociedad, se pusieron en marcha distintas iniciativas, como las escuelas para delincuentes (rehabilitación), la atención de emigrantes o las guarderías infantiles, entre otras.

LONDRES, CHICAGO, MADRID

Todas estas organizaciones fueron de gran relevancia para la construcción de los fundamentos profesionales del trabajo social. Sin embargo, tal vez la más influyente de todas ellas fue la denominada Sociedad para la Organización de la Caridad, conocida como COS por su nombre original, Charity Organization Society. Creada en Londres en 1869, su objetivo original consistía en corregir los abusos y problemas generados por las múltiples formas de la caridad que se entregaba de forma no planificada, irreflexiva. De origen privado, intenta fiscalizar y coordinar la asistencia social. Para ello, se organizó el trabajo a partir de diversos principios y elementos: cada caso sería objeto de una encuesta escrita; esta encuesta era presentada a la comisión que tenía la decisión sobre las medidas a tomar; la ayuda se entregaba de forma metódica y prolongada hasta que las familias recuperaran su situación de normalidad; la persona asistida debía ser agente de su propia readaptación; se solicitaba ayuda a instituciones adecuadas y competentes; los agentes de estas obras recibían instrucciones escritas; las instituciones de asistencia enviaban nóminas de las personas ayudadas (fichero central); se establecía un repertorio de obras de asistencia para organizarlas y coordinarlas adecuadamente.
Así, tanto en su configuración como en su funcionamiento, nos encontramos con el sistema precursor de lo que hoy entendemos como los servicios sociales. Entre sus principales logros, se suele atribuir al COS el impulso de la colaboración entre los sistemas públicos y privados; su contribución a eliminar el uso fraudulento y evitar la duplicidad de la ayuda; el estab...

Índice

  1. PRÓLOGO, por Mar Ureña Campaña
  2. PRESENTACIÓN
  3. CAPÍTULO 1. ¿PARA QUÉ SIRVIERON LAS PRIMERAS TRABAJADORAS SOCIALES?
  4. CAPÍTULO 2. PARA COMPRENDER EL MUNDO
  5. CAPÍTULO 3. PARA LUCHAR CONTRA LAS DESIGUALDADES SOCIALES
  6. CAPÍTULO 5. PARA CAMBIAR LAS COSAS
  7. CAPÍTULO 5. PARA PROTEGER NUESTROS DERECHOS
  8. ALGUNAS LECTURAS PARA profundizar
  9. NOTAS