Exhalación
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Ted Chiang

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Exhalación

Ted Chiang

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¿Qué pasaría si un inocente juguete dinamitara nuestra noción de libre albedrío? ¿Y si fuera posible ponerse en contacto con versiones de nosotros mismos en otras líneas temporales? No importa cuál sea el tema que trate Ted Chiang en sus narraciones, siempre demuestra una formidable habilidad para indagar en los enigmas de la condición humana y abordar los conflictos éticos que la relación con la tecnología plantea en nuestra existencia, desde una perspectiva abiertamente positiva y vitalista. Reveladores, elegantes y sorprendentes, los relatos de Exhalación sitúan a Ted Chiang entre los autores indiscutibles de la literatura estadounidense actual.

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Información

Editorial
Sexto Piso
Año
2020
ISBN
9788418342080
Categoría
Literatura
EL CICLO DE VIDA DE LOS ELEMENTOS DE SOFTWARE
1
Se llama Ana Alvarado y está teniendo un mal día. Se ha pasado toda la semana preparándose para una entrevista de trabajo, la primera en meses que alcanza la fase de videoconferencia, pero apenas apareció la cara del entrevistador en la pantalla, ya le contó que la empresa había decidido contratar a otra persona. Así que ahí está, sentada delante del ordenador, con su traje bueno, para nada. Hace un par de intentos desganados por mandar solicitudes a algunas otras empresas e inmediatamente recibe una tanda de rechazos automáticos. Tras una hora, Ana decide que necesita distraerse un poco: abre una ventana en Next Dimension para echar una partida a su juego favorito, Age of Iridium.
La cabecera de playa está atestada, pero su avatar lleva la codiciada armadura de combate madreperla y, al poco, unos jugadores le preguntan si quiere unirse a su escuadrón. Atraviesan la zona de combate, brumosa por el humo de los vehículos ardiendo, y durante una hora se afanan en limpiar de mántides un bastión; es la misión perfecta para el estado de ánimo de Ana, lo bastante fácil como para tener la victoria asegurada pero lo bastante exigente como para producirle satisfacción. Sus compañeros de equipo están a punto de aceptar otra misión cuando en la esquina de la videopantalla de Ana se abre una ventana de teléfono. Es una comunicación vía audio de su amiga Robyn, así que Ana enciende el micrófono para atender la llamada.
–Ey, Robyn.
–Hola, Ana, ¿cómo va?
–Te daré una pista: ahora mismo estoy jugando a AoI.
Robyn sonríe.
–¿Una mañana dura?
–Se podría decir que sí.
Ana le cuenta lo de la entrevista cancelada.
–Bueno, tengo noticias que igual te animan. ¿Podemos vernos en Data Earth?
–Claro, dame un segundo para cerrar sesión.
–Estaré en mi casa.
–Vale, hasta ahora.
Ana se disculpa con el escuadrón y cierra su ventana de Next Dimension. Se loguea en Data Earth y la ventana se abre en su última ubicación, una discoteca incrustada en la pared de un acantilado gigantesco. Data Earth cuenta con sus propios continentes recreativos –Elderthorn, Orbis Tertius– pero no son del gusto de Ana, así que pasa el rato aquí en los continentes sociales. Su avatar todavía lleva un vestido de fiesta de su última visita; cambia a un atuendo más convencional y entonces abre un portal a la dirección de casa de Robyn. Un paso y entra en el salón virtual de Robyn, en un edificio residencial aerostático que flota sobre una catarata semicircular de casi dos kilómetros de ancho.
Sus avatares se abrazan.
–¿Qué hay? –dice Ana.
–Blue Gamma va viento en popa –dice Robyn–. Acabamos de recibir otra tanda de subvenciones, así que estamos contratando. Pasé tu currículum por allí y todo el mundo está deseando conocerte.
–¿A mí? ¿Por mi vasta experiencia?
Ana acaba de diplomarse en testeo de software. Robyn impartía un curso introductorio, y ahí se conocieron.
–Exacto. Lo que les ha interesado es tu último empleo.
Ana se pasó seis años trabajando en un zoológico; el cierre fue la única razón por la que volvió a estudiar.
–Ya sé que en una start-up las cosas se pueden salir de madre, pero tampoco será como para necesitar a una vigilante de zoo.
Robyn suelta una risita.
–Deja que te enseñe en lo que estamos trabajando. Me han dicho que podía dejarte echar un vistazo, ADC mediante.
La cosa va en serio; hasta este momento, Robyn no había podido darle ningún detalle sobre su trabajo en Blue Gamma. Ana firma la ADC y Robyn abre un portal.
–Tenemos una isla privada; ven a echar una ojeada.
Avanzan con sus avatares.
Ana prácticamente espera ver un paisaje fantástico cuando la ventana se actualiza, pero lo que sucede es que su avatar se encuentra en lo que a primera vista parece una guardería. Después de fijarse mejor, se le antoja una escena sacada de un libro infantil: hay un cachorrito de tigre antropomórfico enhebrando cuentas de colorines en un bastidor de alambres, un oso panda examinando un coche de juguete y un chimpancé con apariencia de dibujo animado dándole vueltas a una pelota de gomaespuma.
Las anotaciones en pantalla los identifican como digientidades, organismos digitales que viven en entornos como Data Earth, pero no se parecen a nada que Ana haya visto hasta el momento. No se trata de las mascotas idealizadas para el mercado de gente incapaz de responsabilizarse de un animal de verdad; éstos no son tan monos ni tan perfectos, y sus movimientos son demasiado desmañados. Tampoco se parecen a los habitantes de los biomas de Data Earth: Ana había visitado el archipiélago Pangea, había visto los canguros unípedos y las serpientes bidireccionales que reptaban por sus diversos invernaderos, y estaba claro que aquellos digientes no se habían originado allí.
–¿Esto es a lo que se dedica Blue Gamma? ¿Digientes?
–Sí, pero no digientes corrientes. Fíjate. –El avatar de Robyn se acerca al chimpancé que le da vueltas a la pelota y se acuclilla enfrente–. Hola, Pongo. ¿Qué haces?
–Pongo juga pota –dice el digiente a Ana, que se sobresalta.
–¿Jugando con la pelota? Genial. ¿Puedo jugar yo?
–No. Pongo pota.
–Por favor…
El chimpancé mira a su alrededor sin soltar la pelota en ningún momento, se va tambaleante hacia unos bloques de madera desparramados por el suelo. Empuja uno hacia Robyn.
–Robyn juga boques. –Se sienta de nuevo–. Pongo juga pota.
–Bueno, vale. –Robyn vuelve con Ana–. ¿Qué te parece?
–Es increíble. No sabía que los digientes habían llegado tan lejos.
–Es todo bastante reciente; nuestro equipo de desarrolladores contrató a un par de doctorados después de asistir a una conferencia suya el año pasado. Ahora tenemos un motor genómico que llamamos Neuroblast, y soporta más desarrollo cognitivo que cualquier otro que haya actualmente en el mercado. Las criaturitas estas –señala con un gesto a los habitantes de la guardería– son las más listas que hemos generado hasta el momento.
–¿Y los vais a vender como mascotas?
–Ése es el plan. Los vamos a publicitar como ...

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