CAPÍTULO 1
THE YELLOW KID
En octubre de 1989, el conocido como grupo de Bordighera, formado por expertos de varios países, se reunió en el Salón Internacional de Lucca, en Italia, para determinar el origen del cómic. Prácticamente por unanimidad dicho origen se dató el 25 de octubre de 1896 con una página de The Yellow Kid de Richard F. Outcault, que introdujo dos aspectos que se consideraron fundamentales: una cierta narrativa secuencial y el uso del bocadillo como elemento que aportaba un significado adicional a las imágenes. Hoy en día ya sabemos que esta decisión es claramente discutible, ya que obvia el trabajo que muchos otros autores habían realizado en Europa en la primera mitad del siglo XIX, encabezados por Rodolphe Topffer, que parece que, actualmente, ofrece un consenso mayor si fuera necesario poner origen a un medio que se basa en la narración por medio de imágenes, algo que el hombre lleva haciendo durante siglos. Por otro lado, ni siquiera en Estados Unidos se puede considerar que la primera página de cómic publicada sea la de The Yellow Kid ya mencionada. Algunos estudiosos consideran que el trabajo de autores como James Swinnerton (Perry y Aldridge, 1971: 100-112; Waugh, 1947: 12-13) o E. M. Howarth (Gardner, 2012: 7-10) antecede a la obra de Outcault en el uso de la narrativa secuencial. Bien es cierto que en ninguno de estos casos se utiliza el bocadillo —como tampoco en la obra de Töpffer—, pero la necesidad de que haya bocadillos para que exista el cómic es algo que ya está sobradamente superado en nuestros tiempos.
Parece claro, por tanto, que una de las causas de elegir 1896 como fecha de nacimiento del cómic era tener una excusa para poder celebrar su centenario en el año 1996, tratando de dar cierta notoriedad a esta forma de expresión y, en cierta manera, intentando igualarlo con el cine, cuyo nacimiento se fijó en 1895. Sin embargo, una vez superada esa necesidad y determinado que el primer cómic de la historia no es The Yellow Kid, este personaje ha pasado a ocupar un papel secundario en la historiografía del cómic moderna. En realidad, cuando todavía a la obra de Outcault se le atribuía ese carácter precursor tampoco ocupaba demasiado espacio en los libros que trataban los primeros cómics, con algunas excepciones, entre las que se puede citar Frezza (2020: 94-97). Simplemente se comentaba que era el primer cómic o se contaban algunas anécdotas relacionadas con el personaje (algunas de ellas falsas, como ya se verá) para pasar, casi inmediatamente, a analizar en profundidad otras series cuyo valor artístico se ha considerado superior, como The Katzenjammer Kids, The Kin-der-Kids o Little Nemo, que se comentarán en el capítulo 2. Sin embargo, existen numerosos elementos que durante mucho tiempo han definido el cómic como medio y que, sobre todo en lo que se refiere a este libro, definirán el cómic serial en Estados Unidos, cuyo inicio sí que se puede encontrar en la obra de Outcault y que merece la pena analizar. Ese será el objetivo de este capítulo, pero primero conviene enmarcar esa obra en su tiempo.
La historia de The Yellow Kid
El personaje de The Yellow Kid apareció por primera vez el 5 de mayo de 1895 en las páginas de una serie llamada Hogan’s Alley, creada por Richard F. Outcault e inscrita dentro del suplemento dominical creado por Pulitzer para The New York World en 1889. Pulitzer se dio cuenta de que un suplemento dominical con ilustraciones a todo color servía para aumentar las ventas del periódico, ya que completaba el carácter de entretenimiento que los periódicos de la época debían tener para llegar a toda la familia. Desde el principio, la página se convirtió, tal y como afirma Guiral, “en una representación burlesca de la […] vida cotidiana de un barrio trabajador muy humilde en el que convivían personas de diversas razas” (2007: 31). El impacto de The Yellow Kid y de los suplementos dominicales fue tan importante que la circulación del periódico aumentó considerablemente y llamó la atención de William Randolph Hearst, que estaba triunfando también en el mundo de la prensa, en este caso en San Francisco, con la publicación de The San Francisco Examiner. Hearst decidió desembarcar en Nueva York y comprar The New York Journal, un periódico con una tirada modesta (77.000 ejemplares en contraposición con los cerca de un millón que llegó a vender el World en esa época), con el fin de disputar a Pulitzer la hegemonía de la prensa neoyorquina.
La táctica de Hearst era clara y consistía en contratar, a golpe de talonario, a los principales talentos que publicaban para Pulitzer. Entre ellos, no le pasó desapercibida la importancia de la obra de Outcault en el éxito de The New York World y muy rápidamente le ofreció llevarse su personaje al recién creado suplemento dominical del Journal, donde creó una nueva serie, McFadden’s Row of Flats, con contenido muy similar a Hogan’s Alley. Estos fichajes desencadenaron una guerra que, en lo que se refiere a The Yellow Kid, significó que ambos magnates se disputaron la posibilidad de que el personaje apareciera en sus diarios, lo que incluso supuso una consulta sobre el estado del copyright del personaje (Meyer, 2019: 26). Como en aquellos tiempos todo lo relativo a la propiedad intelectual no estaba tan claro, esta disputa derivó en un enfrentamiento jurídico cuya sentencia determinó que el personaje podía publicarse en el Journal, pero que, sin embargo, la serie Hogan’s Alley pertenecía al World. De esta manera, Outcault empezó a dibujar al chico amarillo para el periódico de Hearst a partir de octubre de 1896, mientras que su amigo y discípulo George B. Luks siguió dibujando Hogan’s Alley para el periódico de Pulitzer durante un año y medio tras la marcha de Outcault.
Realmente, el verdadero desarrollo de la obra de Outcault y su importancia en la historia del cómic viene dada por su etapa en The New York Journal, donde el personaje no solo aparecía en McFadden’s Row of Flats, sino que su enorme éxito hizo que tuviera su propia página. Así, Oucault pudo empezar a experimentar con la secuencialidad, ya que no estaba sometido al formato de la ilustración que —acompañada o no de alguna columna de texto— constituía la estructura tanto de Hogan’s Alley como de McFadden’s Row of Flats. De esta manera, Outcault siguió trabajando con el personaje hasta finales de 1897, cuando desapareció del periódico, supuestamente, por la cercanía de la guerra de Cuba. El lector norteamericano sentía rechazo hacia el color amarillo, que identificaba con lo español, que era el enemigo de Estados Unidos en ese momento (Blackbeard, 1975: 109-114).
Probablemente, como se discutirá más adelante, ese sea otro más de los mitos que acompañan a The Yellow Kid. Pero además de formar parte de las discusiones alrededor de los orígenes del cómic, nuestro chico amarillo también es conocido por dos leyendas cuya falsedad ha quedado al descubierto con el tiempo. Por un lado, se dice que el color amarillo del personaje se eligió como prueba para las imprentas de Pulitzer que, hasta ese momento, tenían dificultades para reproducir este color sin que se difuminara por la página; la serie serviría para probar una nueva técnica que resolviera el problema. Blackbeard ha demostrado que no es cierto y que, antes de la creación de The Yellow Kid, ya existían suplementos dominicales que mostraban imágenes de color amarillo sin ningún tipo de problema técnico. Por tanto, la elección de ese color se debió exclusivamente a motivos estéticos, tras haber probado con muchas otras tonalidades para el camisón del personaje (Blackbeard, 1975: 30-35).
Pero la leyenda que ha acompañado al personaje durante más tiempo (y que todavía sigue mencionándose en muchas fuentes) es la de creador del término “periodismo amarillo”. El motivo de asociar este término al personaje es que, supuestamente, que el mundo de la prensa en Estados Unidos era un mundo de caballeros antes del comienzo de la rivalidad entre Pulitzer y Hearst ya mencionada. A partir de esta rivalidad es cuando la prensa en Nueva York se empieza a ensuciar, especialmente con las tácticas de Hearst para captar el talento del rival. Como uno de los sucesos más relevantes asociados a esta rivalidad es el juicio por la propiedad intelectual del personaje, se dice que el término “periodismo amarillo” se acuñó, tras ese juicio, como expresión que recoge lo sucio de esa táctica.
Blackbeard, sin embargo, considera que el término se origina en agosto de 1896, dos meses antes de que Outcault se trasladara al Journal (Blackbeard, 1975: 56-61). Según este autor, el término viene de la cobertura que precisamente The New York Journal realizó de una carrera ciclista que se realizó entre el 25 de agosto y el 7 de septiembre de 1896 en la que todos los corredores iban vestidos de amarillo. La carrera tenía como objetivo de llevar unas cartas desde las puertas de The San Francisco Examiner hasta las de The New York Journal con el fin sim...