La farsa de las startups
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La farsa de las startups

La cara oculta del mito emprendedor

  1. 160 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
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La farsa de las startups

La cara oculta del mito emprendedor

Descripción del libro

El mundo de las startups está de moda. Miles de jóvenes se embarcan en esta aventura empresarial seducidos por el éxito de los nuevos millonarios, persuadidos por la épica del emprendimiento, deslumbrados por el glamoroso show de las rondas de financiación... Lo que la mayoría no sabe es que solo una de cada diez startup consigue alcanzar los tres años de vida. Sin embargo, este no es un libro contra las startups. Javier López Menacho, además de desmontar los relatos sesgados de este nuevo culto al éxito rápido, aporta su experiencia para beneficio de todo aquel que quiera seguir el camino del emprendimiento centrado en las personas y en los valores compartidos.

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Información

Año
2018
ISBN de la versión impresa
9788490976265
ISBN del libro electrónico
9788490975992

Capítulo 1

Desmontando la farsa startup

¿Es este un libro contra las startups? Definitivamente, no. Este es un libro a favor de las startups.
Este ensayo pretende recuperar la esencia de las startups fundacionales que nacieron en el siglo pasado y reorientar su dimensión pública, entregada hoy a la sola lógica del capital. Busca discutir el concepto hegemónico que prevalece hoy en día y alertar de su inconveniencia. Regresar a eso que en el pasado parecía buena idea y llegó a compartir el imaginario colectivo: las startups como proyecto tecnológico, disruptivo e innovador que genera un impacto social positivo a gran escala. Empresas que emplean y valoran el talento de las nuevas generaciones. Proyectos capaces de producir beneficios al tiempo que prestan un servicio de ca­­lidad a sus clientes. Ideas que supieron anticipar el futuro.
Todo eso debieron ser las startups, pero, en algún momento de su breve historia, se desvirtuó su significado, se desvaneció, o peor, se vendió al mejor postor. Entraron a escena inversores, bancos, especuladores, rondas de fi­­nanciación, asesores, consejeros, gurús y un sinfín de ac­­tores que modificaron el paradigma. Hoy, las startups son sinónimo de pelotazo. El arquetipo ha cambiado. De las empresas con pretensión de un bien común relacionado con las tecnologías hemos pasado al joven empresario que utiliza la excusa tecnológica para perseguir un único objetivo: forrarse.
Desde que se inaugurara la era de las nuevas tecnologías en el ámbito empresarial, España ha asumido las peores costumbres de Silicon Valley enarbolando un discurso controvertido, donde el éxito y el dinero son motivos fundacionales y fines en sí mismos. Para hacerse dominantes, los trileros del sector juegan con tres conceptos totémicos que mueven a conveniencia: innovación, capitalismo y sociedad digital. Ahora te muestro uno, ahora te lo escondo. Ahora te hablo de economía colaborativa, ahora mi startup encarece el precio de la vivienda en la ciudad al tiempo que reparte jugosos dividendos en el mercado bursátil. Ahora te cuento lo de la economía gig y su flexibilidad laboral; ahora te ves inmerso en nuevas y sofisticadas fórmulas de explotación.
Los emprendedores acuden a las rondas de financiación y a los concursos públicos alentados por el hedor del dinero fácil con el objetivo de buscar un exit que les permita vivir de rentas, dejando la patata caliente —una empresa no rentable— en otras manos. Es el juego del globo que estalla cuando el tiempo se acaba.
Pese a la cuenta atrás, los aspirantes a Zuckerberg, como los actores que, mochila al hombro, subían a un autobús camino de Hollywood persiguiendo sus sueños, se lanzan a crear startups desempolvando aquella vieja idea de éxito. La del joven que regresa a su tierra saboreando las mieles del triunfo.
Cabe preguntarse, ¿por qué todos los agentes socioeconómicos se empeñan en subrayar que la creación de una startup es el nuevo camino a la gloria personal y laboral? ¿Qué interés hay en señalarlas como la salvación de la economía si su impacto real es reducido? ¿Quiénes han dado pie a prestigiar este recorrido que transita por la más mera incertidumbre? ¿Por qué tantos emprendedores buscan el éxito creando una empresa innovadora si las estadísticas revelan su altísimo ratio de fracaso? ¿Qué razones hay para seguir soportando un discurso que dilapida los ahorros de multitud de pequeños emprendedores, conduce a familias enteras a la desesperación, consume la financiación de inversores, empeña recursos públicos y emplea a un número reducido de personas?
Sobre el universo de las startups, la innovación y el emprendimiento gravitan multitud de organismos y entidades con intereses de todo tipo. No es de extrañar: el campo de batalla para un nuevo orden mundial es y será tecnológico. No en vano 8 de las 10 compañías más valiosas del mundo son tecnológicas. Los principales agentes políticos y económicos se concentran a su alrededor, vistiendo de cooperación lo que es puro interés en ocupar una posición de privilegio.
En la cúspide del ecosistema se sitúan gobiernos, lobbies económicos y entidades bancarias que, tras su crisis mastodóntica, se encuentran ávidas de una buena campaña de branding; también hallamos inversores con experiencia en el casino de las startups que van detrás de una jugosa revalorización bursátil, además de grandes corporaciones (Facebook, Google, Amazon, Apple, Microsoft) con la necesidad de absorber inteligencia externa que les ayude a mantener su ventaja tecnológica.
Y en el medio, los CEO de estas compañías actúan como cazafortunas que, seducidos por los cantos de sirena de un emprendimiento asociado a la innovación, mantienen la esperanza de escalar hasta convertirse en figuras de prestigio.
En la base de la pirámide, un conglomerado de trabajadores constituye el eslabón más débil de la cadena trófica del emprendimiento startup, aportando su capital trabajo y quedando a merced de un monstruo depredador que se disfraza de oportunidad.
Una industria que necesita de materia prima para seguir en funcionamiento.
Un escenario imposible de concebir sin una máquina propagandística a pleno rendimiento que blanquea la imagen de terceros a cambio de carreras profesionales truncadas, dramas humanos e ideas innovadoras que no cuajaron o resultaron no ser tan innovadoras. Todos cumplen su papel en el país de la farsa startup: ferias y mesas redondas donde los triunfadores del momento cuentan cómo llegaron a saborear las mieles del éxito, medios de comunicación que les sirven de altavoz a cambio de una historia épica que contar y una clase política que les anima a emprender sin la más mínima pedagogía, ignorando cualquier reflexión en torno al fracaso y los peligros del emprendimiento startup.
Todos engordan la ilusión de un CEO que va, hipnotizado, huyendo hacia delante con una startup que crece en funcionalidades, tiempo de uso y número de usuarios, pero que se aleja de la rentabilidad. El rey va desnudo nueve de cada diez días, pero nadie se lo dirá si no es estrictamente necesario.
El mantra del I+D+i, que muchos han intentado aplicar científicamente al contexto empresarial en forma de culto al emprendimiento digital, ha creado un sueño que ha calado en muchos emprendedores, que se han visto seducidos por los discursos más elementales del coaching y la autoayuda.
Discursos o más bien recetas: frases sencillas que dividen el mundo entre el éxito y el fracaso, triunfadores y derrotados donde el emprendedor cree pertenecer al primer grupo. Basta con teclear en Google “frases + emprendedores” y descubrir un rosario de sentencias de escasa hondura pero máxima efectividad. Mensajes que aúnan la vida y el trabajo bajo un mismo espíritu, convirtiendo a las personas en “emprendedores de sí mismos” tal como los denomina Byung-Chul Han. “El pesimista ve el vaso medio vacío, el optimista medio lleno, el emprendedor va a por más agua”, “Trabaja duro, en silencio, deja que el éxito haga todo el ruido”, “Hazlo, y si te da miedo, hazlo con miedo”, “Em­­pren­­der es elevar los sueños al plano de la realidad” o “La pasión por lo que haces te hará entender que los límites son mentales”, son algunas de estas frases.
Si el final del siglo pasado estuvo marcado por la burbuja inmobiliaria (entre 1997 y 2008) e hilando más fino, por la burbuja de las puntocom (entre 1997-2000), estas dos primeras décadas de siglo están marcadas por el discurso del emprendimiento, la alineación de todos los actores políticos y socioeconómicos para engatusar a la población con un discurso positivista, donde lo intangible (el éxito, la consecución de los sueños, el reconocimiento social, la felicidad de no trabajar) se funde con lo tangible (el dinero) en una promesa de éxito total.
Eso sí, dejando claro cuál es el objetivo. Al ecosistema startup no se viene con ambiciones moderadas ni aversión al riesgo. Si apuestas por una idea de negocio, es para ir a por todas.
Rodolfo Carpintier, una de las figuras de referencia en el mundo de los negocios en nuestro país, presidente de la incubadora DAD (Digital Assets Deployment) aseguraba en ABC en septiembre de 2017: “Hay muchos proyectos viables, pero pocos invertibles. Un proyecto viable es aquel con el que se puede ganar dinero y va a dar de comer a unas cuantas personas, pero que no es adecuado para un inversor porque no escala. Un proyecto escalable es aquel que en cuatro o cinco años puede convertirse en una referencia global”. Traducido al castellano: al inversor solo le valen proyectos capaces de crear millonarios, entre los cuales, se encuentra él mismo.
La ruta hacia el dorado de las startups está plagada de trampas y pocos tienen el valor de advertirlo y apostar por una toma de conciencia. Para emprender no basta con empuje, convicción, resiliencia y ductilidad, es necesario formación a raudales, disciplina, contactos de valor y una estimable capacidad económica, y ni siquiera eso garantiza el éxito de una idea de negocio. Emprender no es una ciencia.
Cuenta también la suerte, un factor primordial para el emprendimiento. Como decía Juan Domínguez, CEO de Adglow, en una columna de opinión: el haber nacido en la familia “correcta” es un elemento azaroso que proporciona una ventaja. Te permite estudiar idiomas, huir de ambientes nocivos y gozar de entornos muchos más plácidos, que minimizan la sensación de peligro.
El ecosistema startup en España está generando una tela de araña donde los incaut...

Índice

  1. Autor
  2. La farsa de las startups
  3. Prólogo
  4. Capítulo 1. Desmontando la farsa startup
  5. Capítulo 2. Suena cool. ¿Qué es eso de una startup?
  6. Capítulo 3. Quién es quién en el negocio de las startups
  7. Capítulo 4. ¿Pero hay de verdad una burbuja startup?
  8. Capítulo 5. Radiografía del ecosistema startup en España
  9. Capítulo 6. El precariado geek
  10. Capítulo 7. ¿Por qué fracasa una startup?
  11. Capítulo 8. En la mente del emprendedor startup
  12. Capítulo 9. El discurso público
  13. Capítulo 10. Machismo y sexismo en la cultura startup
  14. Capítulo 11. Hacia un nuevo modelo de emprendimiento
  15. Capítulo 12. Educación en el emprendimiento
  16. Anexo. Un recorrido por casos sonados de fracasos en startups
  17. Glosario
  18. Agradecimientos
  19. bibliografía