Capítulo 1
Divagaciones sobre una guerra inconclusa
Antonio J. Pareja Amador
Cuando se habla del conflicto armado interno en Colombia puede resultar tan amplio y extenso como se desee. Ni siquiera hay un acuerdo entre historiadores y politólogos para establecer una fecha de corte en el inicio de la violencia reciente, aunque puede haber consensos sobre una periodización de hechos y actores. Bello (2008), a partir de un análisis de las tasas de homicidio, dice que en el país solo hay “dos periodos de violencia homicida en incremento: el primero más visible entre 1948-1966 y el siguiente entre 1980-1993, y alcanza su punto máximo en 1991 con una tasa de 79 hechos por cada 100.000 habitantes” (p. 75). Pécaut (2015) habla de tres momentos en los hechos más recientes: “La memoria de la Violencia [sic] tiene una historia en función de las coyunturas que se han presentado después de cada episodio: no es la misma en 1965, en 1980 y en 2000” (p. 183).
De igual forma, se confunden los múltiples actores que son generadores de violencia, que van desde los más radicales, con clara ideología y programa político para la toma del poder en favor de las clases populares (asimilados en el término guerrilla), hasta los que navegan en la frontera de la ilegalidad por cuenta del delito común. En este escenario tiene un papel protagónico el movimiento armado de grupos de extrema derecha, que también van desde organizaciones paramilitares, claramente cobijadas por sectores afines al gobierno y a las fuerzas militares (Gallo, 2017), hasta grupos de autodefensa de poderes criminales, asociados al tráfico internacional de estupefacientes.
Manteniendo la discusión enunciada previamente sobre la periodización de la violencia en Colombia y su multiplicidad de actores, se puede considerar lo siguiente:
Dado el carácter multiforme de la violencia que ha padecido y padece la sociedad colombiana con respecto a actores, comportamientos y contextos, la violencia a la cual nos referimos en esta ponencia es la violencia estrictamente política. Este último tipo de violencia ha sido un fenómeno constante de la historia del país, particularmente desde su constitución como Estado independiente en 1810.
Podemos distinguir, por tanto, tres etapas de la violencia política colombiana, teniendo en cuenta sus elementos principales: el contexto general de cada una de ellas, el carácter de sus protagonistas y sus correspondientes motivaciones y objetivos (Echeverri, 2007: 138).
Haciendo un corte forzado en el tiempo, el contexto de la violencia que aquí se construye parte en 1964, por ser el momento en que oficialmente se reconoce la existencia del grupo guerrillero más grande en número de combatientes y de mayor persistencia en el tiempo, las FARC.
Colombia no ha vivido una guerra civil en el sentido estricto de la palabra, así existiese todos estos años y décadas una confrontación militar entre el ejército regular y distintos grupos guerrilleros. Tampoco ha sido una guerra generalizada en todo el territorio nacional, aunque es innegable su mayor intensidad en las zonas rurales más apartadas, con esporádicas acciones urbanas en centros poblados de menor tamaño como ocurrió en Mitú, capital del departamento del Vaupés, enclavada en la selva amazónica, en noviembre de 1988.
En este breve espacio no se hará alusión al papel de las fuerzas armadas en el conflicto pues amerita un espacio más amplio para la discusión sobre lo ocurrido. Es imposible considerar como acciones aisladas de miembros corruptos o ambiciosos el tema de los llamados falsos positivos o ejecuciones extrajudiciales que ocurren contra no combatientes en el espacio de la lucha antisubversiva.
Tampoco se abordan las acciones de los capos o grupos de narcotraficantes, bien con sus propios ejércitos o en alianzas con quien tenga armas o control territorial para la defensa de sus intereses. Desde la década de 1970 han alimentado y se ha alimentado el tráfico de narcóticos (primero la marihuana y luego la cocaína) en desarrollo del conflicto armado.
Este capítulo aborda, por tanto, un recuento del surgimiento y evolución de los grupos guerrilleros y de los movimientos de autodefensa o paramilitares, como principales gestores de la violencia política vivida en Colombia en al menos los últimos 50 años de su historia y sobre los cuales se orienta particularmente la Ley 1448 de 2011, norma a partir de la cual ha pivotado nuestra investigación a la hora de analizar su impacto en un grupo de mujeres víctimas.
Las guerrillas y movimientos armados con vínculos
a la teoría de la lucha de clases
Cuando en 1964 se funda oficialmente las FARC, se pone fin a la era de confrontación bipartidista entre los partidos tradicionales conservador y liberal, supuestamente terminada con la creación del llamado Frente Nacional en 1957, dando continuidad a la historia del conflicto armado en Colombia. Han fracasado las amnistías e indultos decretados sucesivamente desde el gobierno militar de Gustavo Rojas Pinilla.
El origen en la lucha campesina por la propiedad de la tierra y la asimilación a la teoría marxista de la lucha de clases y toma del poder por la vía armada, fruto del triunfo de la Revolución cubana, encabezada por Fidel Castro, hacen que el escenario sea diferente a lo vivido hasta el momento en términos de enfrentamientos político-militares entre actores nacionales. Las FARC pasarán de ser un movimiento de autodefensa campesina a conformar un grupo guerrillero con capacidad ofensiva e insurgente durante las décadas siguientes.
Esta línea en realidad hacía referencia al mantenimiento de los núcleos de autodefensa campesina que provenían de la Violencia. En 1964 se crea un “Bloque Sur” de guerrilla. Dos años más tarde, y siempre bajo la égida del Partido Comunista, se produce el nacimiento oficial de las FARC, como una forma de reagrupamiento de los núcleos de autodefensa (Pécaut, 2015: 77).
Lo que ocurre durante la segunda mitad de la década de los años sesenta del siglo pasado es una constante aparición de grupos guerrilleros dispuestos a tomar el control del Gobierno, con la táctica guerrillera impulsada desde el campo. Aunque con un grupo militante distinto, pues procede de grupos universitarios y bases obreras de la industria petrolera, surge en 1965 el Ejército de Liberación Nacional (ELN). El mismo año surge el Ejército Popular de Liberación (EPL), cuya acción militar se concentrará en las zonas de llanura de la región Caribe y proviene de discrepancias ideológicas en el seno del Partido Comunista Colombiano.
Mucho se ha escrito sobre las características, integrantes, acciones y alcances de estos movimientos guerrilleros de ideología marxista; con apoyo político, económico y militar de Cuba, la Unión Soviética y China, principalmente.
El inicio de la década siguiente —años setenta— ve surgir un movimiento armado de características político-ideológicas distintas: el Movimiento 19 de abril (M-19), conformado por disidentes de las FARC y el Partido Comunista, así como militantes de la Alianza Nacional Popular (ANAPO), movimiento político que apoyaba al general Rojas P. en su aspiración a la presidencia de la república por la vía electoral en 1970. El fracaso de este proceso (presidencia), asociado a una trampa orquestada la noche del recuento de votos, pues aún faltaba un periodo de gobierno para ...