La tragedia alemana, 1914-1945
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La tragedia alemana, 1914-1945

  1. 128 páginas
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  4. Disponible en iOS y Android
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La tragedia alemana, 1914-1945

Descripción del libro

Tras el horror nazi, la historia alemana fue sometida a un drástico proceso de revisión. Según la historiografía dominante, las causas de la tragedia recaerían en la propia Alemania, en su militarismo y en sus ambiciones expansionistas, en su marcado autoritarismo, nacionalismo y antisemitismo. Pero ¿pueden imputarse los horrores del nazismo a una "predisposición" alemana o cabría más bien entenderlos como el resultado de una trágica concatenación de acontecimientos? Es esta segunda interpretación la que sostiene este libro. Alejado de posiciones revisionistas o germanófilas, esta obra es tal vez una de las primeras iniciativas intelectuales europeas que pone de manifiesto que el expansionismo y el militarismo, el racismo y la falta de consolidación democrática fueron atributos no solo exclusivos de la historia alemana que va de Bismarck a Hitler, sino comunes a otras importantes naciones europeas. La tragedia alemana no sería tanto resultado de sus deficiencias estructurales como de una perversa combinación de acontecimientos inesperados y de decisiones con consecuencias insospechadas.

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Información

Año
2018
ISBN de la versión impresa
9788490974247
ISBN del libro electrónico
9788490974346
Categoría
History

Lucian Boia

La tragedia alemana, 1914-1945

TRADUCCIÓN DEL RUMANO POR JOAQUÍN GARRIGÓS



Esta obra ha sido publicada con el apoyo del Instituto CULTURAL RUMANO (a través del programa TPS)







DISEÑO DE CUBIERTA: MARTA RODRÍGUEZ PANIZO
FOTOGRAFÍA DE CUBIERTA: CONCENTRACIÓN DE LAS SS EN EL MÍTIN DE NÚREMBERG, 1936

© HUMANITAS, 2010, TRAGEDIA GERMANIEI, 1914-1945, LUCIAN BOIA

© DE LA TRADUCCIÓN: JOAQUÍN GARRIGÓS

© LOS LIBROS DE LA CATARATA, 2018
FUENCARRAL, 70
28004 MADRID
TEL. 91 532 20 77
FAX. 91 532 43 34
WWW.CATARATA.ORG

LA TRAGEDIA ALEMANA, 1914-1945

ISBN: 978-84-9197-424-7
E-ISBN:978-84-9097-434-6
DEPÓSITO LEGAL: M-4.423-2018
IBIC: HBJD/1DFG/HBWN/HBWQ

ESTE LIBRO HA SIDO EDITADO PARA SER DISTRIBUIDO. LA INTENCIÓN DE LOS EDITORES ES QUE SEA UTILIZADO LO MÁS AMPLIAMENTE POSIBLE, QUE SEAN ADQUIRIDOS ORIGINALES PARA PERMITIR LA EDICIÓN DE OTROS NUEVOS Y QUE, DE REPRODUCIR PARTES, SE HAGA CONSTAR EL TÍTULO Y LA AUTORÍA.



AL LECTOR

No hay que buscar en las líneas que siguen un estudio erudito ni una síntesis comprensiva. Es un ensayo basado en trabajos e interpretaciones recientes. La hipótesis propuesta por el autor sostiene una tesis según la cual el patinazo nazi no puede imputarse a ninguna “predisposición” alemana, sino que se presenta como resultado de una trágica concatenación de acontecimientos.

Introducción

Sobre la ‘excepción alemana’

Tras el desastre nazi, la historia de Alemania fue sometida a un drástico proceso de revisión. Una revisión en un primer momento predominantemente negativa, con la sombra del nazismo proyectándose sobre la totalidad del pasado de Alemania. Impregnada de autoritarismo y militarismo, nacionalista, racista y expansionista, Alemania tomó un camino que solo podía conducirla a Hitler y a todo lo que siguió. Interpretación unívoca que encontramos al final mismo de la guerra en una exposición de conjunto de la historia germana debida al británico Alan J. P. Taylor y, un decenio y medio más tarde, en la síntesis sobre el Tercer Reich escrita por el norteamericano William L. Shirer1, un libro convertido en clásico. Los historiadores alemanes conservadores se opusieron a ese proceso de desvalorización: en especial, Gerhard Ritter, quien negó siempre la filiación entre la Alemania de Bismarck, o sea, la guillermina, y el Reich de Hitler2. Sin embargo, la culpabilización de Alemania resulta del agrado de una nueva generación de historiadores. “El golpe” historiográfico lo dio a es­­-te respecto Fritz Fischer, con su famoso libro publicado en 1961 y que trata de los objetivos que impulsaron a Alemania a la Primera Guerra Mundial3. Fischer detallaba los planes expansionistas de Alemania y la consideraba principal responsable del estallido de la conflagración. La culpa de una sola guerra podría recaer en Hitler, pero la de dos era de Alemania, una Alemania que, de un régimen a otro, había perpetuado su naturaleza agresiva. El historiador Heinrich A. Winkler comenta que el libro de Fischer “tuvo el efecto de una liberación: privó de fundamento científico a la versión nacional-alemana tradicional que negaba toda responsabilidad específica por parte del Imperio alemán en la Primera Guerra Mundial. En el XXVI Congreso de Historiadores Alemanes, que tuvo lugar en octubre de 1964 en Berlín Occidental, tras animados debates, la tesis de Fischer se impuso por una gran mayoría”4. ¡El efecto de una liberación! Los alemanes tenían la satisfacción de librarse del propio pasado. Ganaba terreno la imagen de una Alemania Occidental que había roto completamente con el antiguo Estado nacional alemán: era un Estado democrático nuevo, nacido en la hora cero, 1945. De ahí la actitud de muchos intelectuales que se opusieron a la idea de reunificación del país. Una Alemania escindida para siempre les parecía tanto un castigo merecido por lo de Auschwitz y por los otros descarríos del pasado como también una garantía contra el peligro del renacimiento del Estado nacional, que tanto daño había hecho a lo largo de su corta existencia. Por desgracia para ellos, la reunificación de 1990 (y todo el comportamiento ulterior de Alemania) invalidó su opción política sin derecho de apelación.
En un primer momento, la perspectiva del renacimiento de una Alemania “entera” provocó una ola de emociones entre los socios europeos. Margaret Thatcher, todavía primera ministra de Gran Bretaña, se pronunció claramente en contra: “Los vencimos dos veces y ahora ahí los tenemos de nuevo”, exclamó rabiosa la Dama de Hierro. La Alemania guillermina, la Alemania nazi y la Alemania democrática de Helmut Kohl seguían siendo Alemania, al fin y al cabo. Tampoco Mitterrand, el presidente de Francia, el aliado más próximo y buen amigo del canciller Kohl, se mostró encantado. Naturalmente, ni hablar de volver a las fronteras de 1937. Pero incluso las fronteras de 1945 —es decir, la mera incorporación de la Alemania Oriental, un país con una población casi cuatro veces menor que la Alemania Occidental—, podían parecer una extensión preocupante. Alemania volvía a ser el país más grande y más potente de Europa. El mismo que había desencadenado dos guerras mundiales. El país que había aspirado a dominar el continente. ¿Y si finalmente ese proyecto tenía éxito no mediante la guerra, sino por medios pacíficos, como consecuencia de su superioridad demográfica y económica? Por entonces, escuché a un profesor universitario italiano (y no era el único que tenía tales inquietudes) abogar por la integración de Rusia en la Unión Europea, es decir, una Europa hasta Vladivostok. Era un argumento de peso: sería la única solución para que Alemania no dominase de nuevo Europa. ¡A Dios gracias existe una Rusia!
Entre tanto, los ánimos se han calmado. Alemania tuvo grandes dificultades para “asimilar” a la Alemania Oriental. Su dinamismo económico cayó de forma considerable; la natalidad es muy baja, la población envejece y el número de habitantes cae de un año para otro. Dentro de unas décadas, si se mantienen las tendencias actuales, Francia, con una creciente natalidad, conseguirá superar a Alemania. El margen de superioridad demográfica y económica del que todavía dispone está lejos de asegurarle una posición hegemónica en Europa y menos aún en el mundo globalizado de hoy. Si buscamos un candidato a la hegemonía, tendríamos que mirar con más atención a China, en absoluto a Alemania.
Apaciguadas las pasiones en la actualidad, lo que falta es normalizar el pasado, cosa que no es tan sencilla. Se advierte la preocupación de poner fin “a la excepción alemana”: una Alemania “distinta” a las otras naciones, motivo de orgullo para los alemanes antes de 1945, motivo de desazón después de 1945. Antes de la reunificación, la democracia fue el gran mito fundador de la Alemania Occidental (y no de cualquier manera, sino incluso formando parte del nombre mismo del país de la menos democrática República Democrática Alemana). No obstante, al volver a ser un Estado nacional, Alemania asume inevitablemente tal pasado. Y es difícil pretender que alguien soporte un pasado predominantemente negativo. La capital del país podría haber seguido estando en Bonn. Pero de forma significativa volvió a Berlín, la antigua capital del Reich (desde 1871 hasta 1945). Si, según aparece en el proyecto, se reconstruye el palacio real e imperial de los Hohen­­zollern, demolido por el régimen comunista, eso significaría dar otro paso adelante para traer la historia al presente. La construcción de un gran monumento al Holocausto en el corazón de Berlín testimonia que la recuperación de cierto pasado no entraña el olvido de otro, sino asumir por igual todo lo que fue. Pero reequilibrar la historia resulta una tarea dificultosa: se han añadido demasiados folios al dosier de las múltiples “excepciones” y culpabilidades alemanas. Heinrich A. Winkler, renombrado historiador alemán, publicó una voluminosa y detallada historia política de Alemania en los siglos XIX y XX. Fiel a la línea inaugurada por Fritz Fischer, no encuentra casi nada bueno en su país antes de 1945; en su opinión, la clave de la “excepción” reside en la falta de democracia y la sociedad alemana tendría que recorrer un largo y difícil camino hasta hacer suyos los valores democráticos de tipo occidental5.
Fuera de Alemania, puede apreciarse la evolución de las in­­terpretaciones comparando el libro de Shirer con la síntesis más reciente sobre el Tercer Reich debida al historiador británico Richard J. Evans (la más documentada y equilibrada)6. Se acabó con lo de la “inevitabilidad” del nazismo. No obstante, según Evans, sí queda una “predisposición”. No en el sentido de rasgos en verdad “excepcionales”. Todas las características “negativas” de la Ale­­ma­­­­nia bismarckiana y guillermina (autoritarismo, expansionismo, nacionalismo, racismo, antisemitismo…) se encuentran, en grados y combinaciones diferentes, también en los otros países eu­­ropeos. “La excepción alemana” residiría en que solo en Alemania todos esos factores están presentes al mismo tiempo y con la misma intensidad.
La revisión más sensible la encontramos en algunos historiadores franceses de la Primera Guerra Mundial que renunciaron a seguir viendo a Alemania como la gran responsable del conflicto: un “reequilibrio” y una matización de las responsabilidades tanto más significativa por venir de Francia, antaño su principal adversario. Y si se revisa la Primera Guerra Mundial, significa que es menester volver a analizar todo el proceso que, partiendo de allí, condujo a la deriva nazi.
¿Hasta dónde puede llegarse en la normalización de la historia de Alemania? Evidentemente, la excepción nazi permanece. ¿Y el resto? ¿Es la excepción nazi parte de una excepción alemana más amplia? ¿O es una excepción incluso en comparación con el resto de la historia alemana? A este respecto, surgen dos preguntas: ¿qué similitudes o qué diferencias presentaba, en relación con “los otros”, la Alemania anterior al nazismo? ¿Y cuál es su parte de responsabilidad en el desencadenamiento de la Primera Guerra Mundial, dado que todo lo que siguió, tanto la deriva totalitaria como la Segunda Guerra Mundial, tienen su punto de partida en ese acontecimiento fundador del siglo XX?

Capítulo 1

¿Fue Alemania más nacionalista?

Dos modelos se confrontaron en el proceso de constitución de las naciones: pueden denominarse el modelo francés y el modelo alemán7. El primero es político y el segundo étnico. Las diferencias entre ambos se explican por la historia. La nación francesa se formó en el interior de un Estado con siglos de a...

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