La imagen corpórea
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La imagen corpórea

Imaginación e imaginario en la arquitectura

Juhani Pallasmaa

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La imagen corpórea

Imaginación e imaginario en la arquitectura

Juhani Pallasmaa

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La ilimitada producción y mercantilización de las imágenes en la cultura contemporánea ha relegado el concepto de?imagen? a una forma superficial, estilizada y efímera de representación artística y de comunicación visual. Sin embargo, las imágenes constituyen un vehículo esencial para la percepción, el pensamiento, el lenguaje y la memoria y, en el conjunto del imaginario que configura nuestras mentes, las imágenes poéticas y corpóreas se erigen como categorías fundamentales, puesto que son la raíz de toda expresión artística. En el ámbito de la arquitectura, las experiencias espaciales duraderas consisten precisamente en imágenes vividas y corpóreas que se han convertido en parte inseparable de nuestras vidas. Este libro ahonda en la naturaleza de la imagen. Tras revisar su controvertido papel en la cultura contemporánea y la mínima atención que le ha brindado la tradición logocéntrica filosófica occidental, Juhani Pallasmaa nos muestra la gran complejidad del universo de la imagen, donde entran en juego elementos como el tiempo, el espacio, el cuerpo o la metáfora, y nos brinda, a través de estas páginas, un delicioso alegato a favor de una revisión crítica de la imagen.

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Información

Año
2014
ISBN
9788425227691

Capítulo tercero

Las múltiples caras de la imagen

“Al hablar de poesía no estoy pensando en ningún género determinado. La poesía es para mí un modo de ver el mundo, una forma especial de relación con la realidad”.1
Andréi Tarkovski
“[Cuando se escribe o se lee un verdadero poema hace que] los pelos se ericen, los ojos se humedezcan, la garganta se contraiga, la piel hormiguee y la espina dorsal se estremezca”.2
Robert Graves
El concepto de imagen se asocia comúnmente a una representación visual esquemática. Sin embargo, en nuestra vida mental desplegamos continuamente imágenes mentales o imaginarias. La principal facultad de la imagen es su capacidad mágica de mediar entre lo físico y lo mental, lo perceptivo y lo imaginario, lo factual y lo afectivo. Las imágenes poéticas, en particular, son corporeizadas y vividas como parte de nuestro mundo existencial y el sentido que tenemos de nosotros mismos. Las imágenes, los arquetipos y las metáforas estructuran nuestras percepciones, pensamientos y sentimientos, y son capaces de comunicar mensajes de un tiempo profundo, así como de narrativas épicas mediadoras de la vida y el destino de los seres humanos.

La imagen vivida y encarnada

“La poesía es una metafísica instantánea. En un breve poema, debe dar una visión del universo y revelar el secreto de un alma, del ser y de los objetos al mismo tiempo. Cuando obedece simplemente al tiempo de la vida, es menos que la vida; no puede ser más que la vida sino inmovilizando la vida, sino viviendo en la realidad la dialéctica de las dichas y de las penas. Es entonces el principio de una simultaneidad esencial en que el ser más disperso y más desunido conquista su unidad”.3
Gaston Bachelard
En el uso común del lenguaje, la idea de ‘imagen’ hace referencia a un percepto sensorial real, una representación pictórica o una imagen mental imaginaria. A diferencia de la acepción habitual de la palabra, la imagen poética hace referencia a una experiencia sensorial evocativa, afectiva y significativa, que es asociativa y dinámica, está formada por distintas capas y se encuentra en constante interacción con la memoria y el deseo. Parafraseando las palabras de Andréi Tarkovski, no me refiero a la poesía como un género de expresión artística, sino como a la sensibilidad artística en general. Así, en este libro la palabra ‘poético’ hace referencia tanto a ideas arquitectónicas sutiles y visionarias como a ideas en verso. Las imágenes poéticas son marcos mentales que dirigen nuestras asociaciones, emociones, reacciones y pensamientos. Debido a sus contradictorios, y a menudo ilógicos, ingredientes, la imagen poética escapa a lecturas y explicaciones racionales, lineales y exclusivas. Atrae a nuestros sentidos, imaginación y emociones y, a menudo, también apela a nuestra capacidad de empatía y compasión. Ocupa nuestra mente, condiciona nuestros pensamientos y sentimientos, y da origen a una realidad imaginaria. La imagen poética trasciende su esencia material y racional.
El reino poético de la imaginación surge al encuentro de la imagen poética. Jorge Luis Borges señala cómo se produce esta emergencia de la realidad poética: “El sabor de la manzana [...] está en el contacto de la fruta con el paladar, no en la fruta misma; análogamente [...] la poesía está en el comercio del poema con el lector, no en la serie de símbolos que registran las páginas de un libro. Lo esencial es el hecho estético, el thrill, la modificación física que suscita cada lectura”.4
La imagen poética de la expresión artística se encuentra, de modo completamente corporeizado y emotivo, en la “carne del mundo”. No se trata de una simple representación retiniana o auditiva, ni de una figura de representación del lenguaje situada fuera de nuestros dominios personales y vividos; la imagen poética es una experiencia internalizada. Con su concepto de “identificación proyectiva”, Melanie Klein sugiere que proyectamos fragmentos de nosotros mismos en los demás.5 Cuando experimentamos una imagen poética parece que tiene lugar una identificación proyectiva similar. Compartimos nuestro sentido de la vida con nuestro imaginario mental; las imágenes poetizadas parecen tener una fuerza vital propia, como los seres vivos. Entrar en un espacio, por ejemplo, supone un intercambio repentino e inconsciente; entro y ocupo el espacio, y el espacio entra y me ocupa. Las imágenes no visuales se convierten también en parte integral de este encuentro en una forma corpórea. Las imágenes visuales, auditivas, táctiles, olfativas y gustativas poetizadas son todas ellas “criaturas” experienciales de nuestro mundo vivido.
No solo las imágenes materiales de la pintura y la escultura, sino también el lenguaje de la poesía y de la narrativa, tienen un carácter corpóreo. Las palabras y las expresiones literarias potentes tienen su propia espacialidad, gravedad y tactilidad; o solidez, como defiende Elaine Scarry.6 Proyectan su propia materialidad y su cosmos experiencial. “Para conseguir la ‘vivacidad’ del mundo material, las artes verbales tienen que imitar, en cierta manera, su ‘persistencia’ y, más importante aún, su ‘incuestionabilidad’. Es muy probable que el carácter ‘instructivo’ de las artes verbales sea lo que cumple con el requisito mimético de la ‘incuestionabilidad’.”7 El escritor checo Bohumil Hrabal describe muy expresivamente la corporeización que se produce en el acto de leer: “Cuando leo, de hecho no leo, sino que tomo una frase bella en el pico y la chupo como un caramelo, la sorbo como una copita de licor, la saboreo hasta que, como el alcohol, se disuelve en mí, la saboreo durante tanto tiempo que acaba no solo penetrando en mi cerebro y mi corazón, sino que circula por mis venas hasta las raíces mismas de los vasos sanguíneos”.8
Las obras de arte, literatura o arquitectura se originan en el cuerpo del autor y regresan al cuerpo a través de la experiencia del observador, oyente, lector de la obra o habitante de la casa por la mediación de la imagen artística. El poeta Charles Tomlinson advierte de esta participación del cuerpo en la pintura y en la poesía, tanto en la producción como en la reexperiencia de la obra: “La pintura despierta la mano e incorpora el sentido de la coordinación muscular o, por decirlo de otra manera, el sentido del cuerpo. La poesía gira también alrededor de sus tensiones, al avanzar hacia el final de cada verso o al detenerse en las pausas del verso, la poesía pone también en acción a todo el ser humano y al sentido corpóreo de sí mismo”.9
En su libro El ojo y el espíritu, Maurice Merleau-Ponty hace una importante observación sobre la corporeidad en el arte de la pintura: “Cualidad, luz, color, profundidad, que están ahí ante nosotros, están ahí porque despiertan un eco en nuestro cuerpo, porque este los recibe. Este equivalente interno, esta fórmula carnal de su presencia que las cosas suscitan en mí”.10
Esta “fórmula carnal” otorga a la obra de arte el sentido mismo de la vida. Sin duda, las experiencias musicales evocan de manera similar imágenes y experiencias del espacio, el movimiento, la densidad, la duración, la escala, la progresión, la temperatura y las tensiones corporales. Los edificios actúan sobre el cuerpo y el sentido del equilibrio corporal, la tensión, la propiocepción y el movimiento. Efectivamente, los espacios arquitectónicos abrazan y albergan nuestros cuerpos. La imagen arquitectónica es, fundamentalmente, una invitación a la acción; por ejemplo, el suelo invita al movimiento y la actividad; la puerta es una invitación a entrar o salir; la mesa, a reunirse a su alrededor.
A lo largo de la historia, la arquitectura ha sido un modo de mediación entre el inconmensurable cosmos y la escala del hombre, entre los dioses y los mortales. Al mismo tiempo, los espacios arquitectónicos, sus dimensiones y detalles, evocan y acomodan de muchos modos distintos medidas, movimientos y características ergonómicas del cuerpo humano. Un edificio significativo establece un diálogo con el cuerpo del ocupante, así como con su memoria y su mente. Podemos concluir con certeza que, en su esencia misma, la arquitectura como forma artística es fundamentalmente relacional y dialéctica.
Resulta razonable especular sobre el hecho de que nuestra tendencia automática e inconsciente a experimentar imágenes como parte de nuestro mundo tenga una justificación biohistórica. La percepción de imágenes inconexas y sin sentido, aisladas de un entorno conceptual que aporta significado a los perceptos en términos de supervivencia, no hubiera aportado ningún tipo de ventaja evolutiva. El sinsentido y la abstracción no son características propias del mundo biológico. Por el contrario, somos capaces de comprender imágenes, en su compleja totalidad, en un instante. De hecho, comprendemos la entidad, la “anatomía” del significado de una imagen antes de poder identificar sus detalles o comprenderla intelectualmente. Tendemos a comprender todas las imágenes, incluso las más imprecisas y difusas, en su fuerza vital, estructura general y significado, en tanto que “criatura”. Buscamos el significado de modo automático, incluso en imágenes arbitrarias y sin sentido, como las manchas de tinta fortuitas o las pinturas “informes” de Henri Michaux, el poeta pintor (imagen página siguiente, Henri Michaux, Sin título), o el dibujo con rastrillo en la grava de un jardín zen (imagen página siguiente, jardín del Templo de Ryoan-ji).
LAS INTERPRETACIONES DEL SUBCONSCIENTE IMPREGNAN LA PERCEPCIÓN
Una característica de nuestro sistema perceptivo es que está continuamente escaneando el campo perceptivo en busca de significado potencial. Como ha demostrado Anton Ehrenzweig, por ejemplo, nuestros sistemas sensoriales operan sobre los niveles conscientes e inconscientes, y determinados aspectos fundamentales del imaginario artístico surgen directamente del nivel inconsciente. Tendemos, además, a ver imágenes y significados reconocibles en las formas fortuitas y no intencionadas, como las imágenes de la erosión.
Henri Michaux, Sin título, 1960. Museum of Modern Art, Nueva York. Tinta sobre papel, 74, 5 x 107,8 cm. Donación de Michel Warren y Daniel Cordier.
Las configuraciones fortuitas cobran una intensa vida interpretativa a través de nuestra imaginación y nuestro inconsciente.
Jardín de Ryoan-ji kare-sansui (jardín seco del Templo del Dragón Pacífico), Kioto, Japón, hacia 1488.
La extraordinariamente simple disposición de quince piedras en el interior de un rectángulo de arena rastrillada se convierte en una serie de paisajes imaginarios de escala monumental a través de nuestra imaginación.
Experimentamos esas formaciones visuales casuales y “sin forma” como representaciones de fenómenos del mundo y de la vida reales. La condición completa y la integridad de una imagen —ya sea literaria, pictórica, escultórica, musical o arquitectónica— parece generarse a partir de esta percepción subliminal y la comprensión de...

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