Drácula
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Drácula

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Descripción del libro

Las nuevas generaciones experimentan en la actualidad un enorme interés por las historias de vampiros. Su desarrollo en la literatura y en el cine ha dado lugar a la creación de nuevas características dentro de un género de larga tradición y ha generado una renovación profunda de los modelos existentes. Sin embargo, un regreso a los orígenes puede permitir un acercamiento más interesante a las manifestaciones contemporáneas de este tipo de textos. Drácula es, sin duda, uno de los mayores exponentes de esta tradición literaria y uno de los puntos de partida para la creación del mito moderno del vampiro.

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Información

Editorial
Eudeba
Año
2016
ISBN del libro electrónico
9789502318905
Categoría
Literatura
Categoría
Clásicos

CAPÍTULO XIV

Diario de Mina Harker

23 de septiembre. Luego de pasar mala noche, Jonathan se encuentra mucho mejor. Me alegra que tenga mucho trabajo, porque eso lo distrae de otros temas y de pensamientos horribles. También me alegra que no esté abrumado por la responsabilidad de esta nueva situación. Sabía que sería leal a sí mismo y me siento orgullosa de verlo a la altura de su rango y hacerse cargo de los deberes que cayeron sobre él.
Hoy estará afuera todo el día, hasta muy tarde, así que no almorzará conmigo. Ya hice las tareas domésticas, por lo tanto tomaré el diario que escribió en el extranjero y lo leeré...
24 de septiembre. No tuve voluntad de ponerme a escribir anoche, luego del terrible relato de Jonathan. ¡Cómo debió sufrir! Tanto si es cierto lo que cuenta o si son imaginaciones suyas. Me pregunto si hay algo de verdad. ¿Habrá escrito esas cosas terribles luego de atacarle la fiebre cerebral? Nunca llegaré a saberlo porque no me atrevo a planteárselo... ¡Pero ese hombre que vimos ayer! Jonathan pareció estar muy seguro de haberlo reconocido. ¡Pobre, tal vez el funeral le afectó de tal modo que le trajo esos pensamientos!... Pero él está convencido de todo. Recuerdo que el día que nos casamos, dijo: "A menos que una obligación grave me lleve a volver a vivir esas horas amargas, en el sueño o en la vigilia, loco o cuerdo...". Parece existir cierta continuidad... Ese terrible conde iba a venir a Londres... Si así fue, con las millones de habitantes que hay en la ciudad... Es posible que haya un deber grave a cumplir y, si lo hay, no debemos acobardarnos. Estaré lista.
Tomaré la máquina de escribir, en este preciso momento y empezaré la transcripción. Si es necesario, nos expondremos a otras miradas. Y si es preciso y yo estoy lista, el pobre Jonathan no tendrá de qué preocuparse porque hablaré por él y no dejaré que nada ni nadie le perturbe o apene. Si Jonathan supera la crisis, tal vez quiera contármelo todo y yo podré hacerle preguntas, ir descubriendo cosas que lo vayan consolando.

Carta de Van Helsing a Mina Harker

24 de septiembre
(Confidencial) Estimada señora:
Ruego me perdone por escribirle porque soy un amigo lejano y, sin embargo, le envié noticias penosas de la señorita Lucy Westenra. Por gentileza de Lord Godalming, tengo permiso de leer las cartas y papeles de la señorita Lucy, puesto que estoy preocupado por algunas cuestiones de vital importancia.
Entre los papeles, hallé varias cartas suyas que demuestran cómo la quería y cuánta amistad las unía.
Señora Mina, por ese afecto, le imploro que me ayude. Es por el bien de otros que le pido, para reparar un gran daño y aliviar una serie de dolores sin fin. ¿Es posible que podamos vernos, usted y yo? Puede confiar en mí; soy amigo del doctor Seward y de Lord Godalming (el Arthur de la señorita Lucy).
Por el momento, debo mantener el secreto; iría a Exeter para verla de inmediato, si es que usted acepta. Le pido perdón, señora; he leído sus cartas dirigidas a la pobre Lucy y sé lo buena que es y cuánto padece su esposo. Le ruego no le informe sobre esto para no perjudicarle. Una vez más, mis excusas,
Van Helsing

Telegrama de la señora de Harker a Van Helsing

25 de septiembre
Venga hoy en el tren de las diez y cuarto, si puede tomarlo. Lo recibiré a la hora que llegue.
Wilhelmina Harker

Diario de Mina Harker

25 de septiembre. No puedo dejar de sentirme nerviosa a medida que se acerca la hora de llegada del doctor Van Helsing. Por algún motivo, tengo la esperanza de que sirva para arrojar una luz sobre la penosa experiencia de Jonathan; y como estuvo asistiendo a la pobre Lucy en su enfermedad, podrá contarme todo. Ese es el motivo; me hablará de Lucy y su sonambulismo, no de Jonathan. ¡Nunca sabré la verdad! Qué tonta soy. Ese terrible diario entró en mi imaginación y todo lo tiñe con su color. Es indudable que él viene por Lucy. La pobre volvió a padecer de sonambulismo y aquella noche espantosa en el acantilado, la llevó a enfermarse. Estuve tan ocupada en mis asuntos, que olvidé lo enferma que se sintió después. Le debe haber contado al doctor Van Helsing aquella aventura en el acantilado y ahora él querrá que yo le cuente, para comprenderlo mejor.
Creo que hice bien, en su momento, al no contárselo a la señora de Westenra; hubiese perjudicado a Lucy. También espero que el doctor no me eche la culpa; estuve tan afligida y preocupada en los últimos tiempos, que no puedo soportar más penas.
Me parece que llorar nos hace bien a todos porque purifica el aire, como la lluvia. Quizá, haber leído el diario ayer me angustió y, además, Jonathan se fue esta mañana para pasar un día entero y una noche fuera de casa; es la primera vez que nos separamos desde que nos casamos. Quiero que se cuide y que nada lo aflija. Son las dos y el doctor llegará pronto. Hice bien en mecanografiar mi diario ya que si me pregunta por Lucy, se lo entregaré. Evitaremos, de este modo, muchas preguntas.
Más tarde. Ya vino y se marchó. ¡Oh, qué entrevista extraña y cómo me dejó dando vueltas cosas en la cabeza! Me siento como en un sueño. ¿Será todo eso posible? Si no hubiese leído el diario de Jonathan, jamás habría aceptado semejante cosa. ¡Pobre Jonathan! ¡Cuánto has sufrido! Quiera Dios que nada de esto vuelva a apenarlo. Trataré de dejarle fuera de esto, pero tal vez sea un consuelo y una ayuda tener la certeza de que no fue engañado ni por sus ojos ni por sus oídos ni por su mente. Que todo era verdad. Porque debe ser la duda lo que lo tiene obsesionado. Cuando la duda desaparezca, no interesa si en el sueño o la vigilia, y la verdad quede demostrada, se sentirá más que satisfecho y tendrá más fuerza para encontrarse con la realidad. El doctor Van Helsing parece ser una buena persona; además de inteligente, es amigo de Arthur y del doctor Seward y fue llamado a Ámsterdam para cuidar a Lucy. Después de haberlo conocido, veo que es bueno, amable y noble. Mañana, cuando venga, le preguntaré sobre Jonathan. Espero, luego, que todo tenga un buen fin. Antes quería realizar entrevistas, el amigo de Jonathan que trabaja para The Exeter News me informó que, en esta tarea, la memoria es fundamental, porque hay que anotar con exactitud las palabras que se dicen, aunque haya que corregirlas más adelante. Esta ha sido una entrevista nada normal y trataré de llevarla al papel verbatim[1]
Eran las dos y media cuando llamaron a la puerta. Me armé de valor y esperé. La criada abrió la puerta y anunció al doctor Van Helsing.
Me levanté a recibirle. Nos saludamos. Es un hombre de mediana estatura, fuerte, con los hombros bien erguidos sobre un pecho amplio y un cuello que hace juego con su tronco. La cabeza indica reflexión y temple; es una cabeza noble, de buen tamaño, ancha y de nuca amplia. El rostro, bien afeitado, muestra un mentón cuadrado y duro, una boca grande y resuelta, y una nariz recta de buenas medidas, de aletas vívidas y sensibles que parece que se ensancharan cuando las cejas bajan y la boca se endurece. La frente es amplia y hermosa; al principio es casi recta, luego se inclina hacia atrás por encima de dos crestas bien diferenciadas; es imposible que en esa frente, el cabello color rojizo se le eche encima. Por el contrario, se extiende hacia atrás y a los lados. Los ojos son grandes y azules, están muy separados entre sí, son leves, tiernos o serios, según su estado de ánimo. Me dijo:
  • ¿Es usted la señora de Harker?
Dije que sí.
  • ¿Antes se llamaba Mina Murray? Volví a decir que sí.
  • Es a ella a la que vengo a buscar, a la que fue amiga de la pobre señorita Lucy Westenra. Es por la difunta que estoy aquí.
  • Señor le dije no puede tener mejor título para venir a mí que el de haber socorrido a Lucy Westenra.
Le tendí la mano y él la estrechó. Me dijo con ternura:
  • Señora, sabía que la amiga de aquella muchacha tenía que ser buena. Deseaba comprobarlo...
Inclinó cortésmente la cabeza.
Le pregunté el motivo de su visita y me contestó de inmediato.
  • He leído las cartas que escribió a su amiga. Tenía que comenzar a investigar por algún lado, perdóneme. No tenía a nadie a quien preguntar. Sé que usted estuvo en Whitby. Con ella. También Lucy, a veces, escribía un diario. No tiene por qué sorprenderse, señora Mina. Lo hizo imitándola a usted, cuando usted se marchó. En ese diario, dejó impresiones sobre su sonambulismo y escribe que usted la salvó. Acudo a usted, con asombro, y le pido tenga la amabilidad de contarme lo que recuerde.
  • Me parece que puedo contárselo todo, doctor Van Helsing.
  • Ah, tiene buena memoria para los detalles. No siempre sucede con las jóvenes.
  • No, doctor. Pasa que lo escribí en su momento. Si desea, puedo enseñárselo.
  • Se lo agradecería.
No pude resistir la tentación de confundirle un poco -supongo son los resabios de la manzana original, que aún perdura, con su sabor, en nuestra boca-; le di el diario en su versión taquigráfica.
  • ¿Puedo leerlo? preguntó.
  • Si así lo desea contesté con toda solemnidad.
Lo abrió y su expresión se volvió sombría. Luego, se levantó e hizo una inclinación de cabeza.
  • ¡Qué mujer inteligente! dijo . Sabía, desde hace tiempo, que el señor Jonathan era un hombre de suerte; su mujer tiene todas las cosas buenas. ¿Me honrará ayudándome a leerlo? Porque ¡ay! no entiendo la taquigrafía.
Luego de esta pequeña broma que me hizo avergonzarme, saqué el diario mecanografiado del costurero y se lo entregué.
  • Perdóneme dije , no pude evitarlo, pero supuse que quería preguntarme por la querida Lucy y para que no tuviera usted que esperar, ya que su tiempo debe ser precioso, lo he mecanografiado.
Lo tomó y sus ojos brillaron.
  • Es usted muy buena. ¿Puedo leerlo ahora? Quizás necesite preguntarle algunas cuestiones luego de haberlo leído.
  • Sí, léalo mientras ordeno el almuerzo. Mientras comemos, podrá preguntarme lo que desee.
Se instaló en una silla, de espaldas a la luz, y se enfrascó en la lectura, mientras yo iba a ocuparme del almuerzo, porque no quería molestarlo. Cuando regresé, lo hallé paseando muy agitado de un lado a otro, con el rostro exaltado. Se precipitó hacia mí y me tomó ambas manos.
  • Oh, señora Mina ¿Cómo puedo expresarle todo lo que le debo? Este diario es como la luz del sol. Me abre la puerta. Estoy aturdido, mareado con tanta luz, sin embargo hay nubes que rodean esa claridad. Usted no lo comprende, no puede comprenderlo. Le estoy muy agradecido, señora. Si Abraham Van Helsing puede hacer algo por usted o los suyos, no tiene más que pedirlo. Será un placer si puedo servirla como amigo. Hay oscuridades en la vida, pero también hay luces. Usted es una de esas luces. Tendrá una vida feliz y buena y su marido encontrará bendición en usted.
  • Pero, doctor, me elogia en exceso... sin conocerme demasiado.
  • ¡Que no la conozco, yo, que soy un anciano y que estudié, durante toda mi vida, a los hombres como especie! ¡Yo, que convertí en especialidad la mente y todo lo que le pertenece y todo lo que de ella emana! He leído el diario que tan gentilmente escribió para mí y que transpira verdad en cada línea. ¡Que no la conozco, yo, que he leído su afectuosa carta a Lucy acerca de su boda y su confianza en ella! Oh, señora, las buenas mujeres cuentan sus vidas; cosas tales que pueden leerlas los ángeles; hora a hora, minuto a minuto y nosotros, los hombres, que queremos saber, tenemos algo de ángeles en nuestros ojos. Tanto usted como su marido son de naturaleza fiel. Usted confía y ninguna confianza puede existir en una naturaleza egoísta. Y su marido... cuénteme sobre él. ¿Se...

Índice

  1. Drácula
  2. Prólogo a los clásicos de colección
  3. Prólogo a la obra
  4. CAPÍTULO I
  5. CAPÍTULO II
  6. CAPÍTULO III
  7. CAPÍTULO IV
  8. CAPÍTULO V
  9. CAPÍTULO VI
  10. CAPÍTULO VII
  11. CAPÍTULO VIII
  12. capítulo ix
  13. CAPÍTULO X
  14. CAPÍTULO XI
  15. CAPÍTULO XII
  16. CAPÍTULO XIII
  17. CAPÍTULO XIV
  18. CAPÍTULO XV
  19. CAPÍTULO XVI
  20. CAPÍTULO XVII
  21. CAPÍTULO XVIII
  22. CAPÍTULO XIX
  23. CAPÍTULO XX
  24. CAPÍTULO XXI
  25. CAPÍTULO XXII
  26. CAPÍTULO XXIII
  27. CAPÍTULO XXIV
  28. CAPÍTULO XXV
  29. CAPÍTULO XXVI
  30. CAPÍTULO XXVII