Capítulo 4
CALEIDOSCOPIO CACIQUIL
Comentadas las leyes electorales y esbozados algunos de los medios para suplantarlas, trataremos ahora de acercarnos a formas de caciquismo y a rostros de caciques; especialmente, a los “primates” del caciquismo.
Lo primero a tener en cuenta es que estamos tratando una cincuentena larga de elecciones y, a lo largo de ellas, más de quince mil casuísticas entre distritos y circunscripciones. Sería por ello vanamente pretencioso comparar ese nuestro propósito de acercamiento con la tarea de quien trata de recomponer un puzle. Cierto es que en todo puzle hay muchas pequeñas piezas cuyo sentido solo se termina alcanzando cuando se entrelazan correctamente y que aquí sucede lo mismo; pero la gran diferencia estriba en que al completar un puzle podemos averiguar si lo hemos hecho correctamente, cosa que no sucede al tratar de recomponer la historia, pues carecemos de la figura original sobre la que superponer, para comprobar si es correcto, lo reconstruido por nosotros.
Nuestra labor se asemeja, más modesta pero no menos afanosamente, a la de aquellas viejas costureras que trataban de componer con trapos de viejas vestimentas —uno de acá y otro de allá— un vestido nuevo. Si la abundancia y el estado de los materiales era, cómo no, importante, la utilidad, compostura y gracia del vestido nuevo dependía sobre todo de la habilidad y del gusto de la costurera al fabricarlo.
No faltan desde luego materiales para poner rostros al caciquismo político y electoral, por lo que el problema no es de escasez sino de sobreabundancia. Mas, siguiendo con la metáfora de la costurera, de lo que se trata, como en su caso, no es de utilizar todo aquello de lo que uno puede disponer, dadas además las numerosas investigaciones que se han realizado, sino de intentar organizar con cierta donosura marcos generalizados que incluyan multiplicidad de casuísticas repetidas. Y de la misma manera que a un vestido hecho de retales no es cada retal suelto el que le da sentido y forma, tampoco en nuestro caso es cada elemento aislado el que permite recomponer ni la praxis ni el rostro social del caciquismo.
Cada uno de los epígrafes que vamos a desarrollar no es excluyente de los otros; en no pocos casos, por el contrario, son complementarios y por ello alcanzan mayor sentido en la medida en la que cada lector sea capaz de interrelacionarlos. Por otra parte, con más de quince mil casuísticas —cada distrito y cada circunscripción son micromundos de particularidades— es obvio que muchas de ellas ni siquiera serán esbozadas y, asimismo, que la mayoría de sus protagonistas tampoco quedarán mencionados. Sería, por imposible, quimérica pretensión. El deseo no es el de tratar de recoger ni todas las casuísticas de prácticas caciquiles ni a todos aquellos que pusieron sus posaderas en los bancos del Parlamento. Desechando pues, como la costurera, muchos retales, nuestra esperanza es, simplemente, que los utilizados sirvan para componer un vestido utilizable e incluso airoso.
‘MI GENERAL, HÁGAME DIPUTADO,
QUE MINISTRO YA ME HARÉ YO’
Esto cuentan que dijo Antonio Cánovas del Castillo al general Leopoldo O´Donnell mediados los años cincuenta del siglo XIX. Por aquel entonces Cánovas era un joven escritor y abogado, integrado políticamente en una tendencia a ...