(h)amor de madre
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(h)amor de madre

Beatriz Gimeno, María Fernanda Ampuero, Nacho M. Segarra, Marga Castaño, Esther de la Rosa, Jenn Díaz, Marta Beltrán, Susana Blas, Sergio del Molino, Juan Lara, María Folguera

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  1. 172 páginas
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(h)amor de madre

Beatriz Gimeno, María Fernanda Ampuero, Nacho M. Segarra, Marga Castaño, Esther de la Rosa, Jenn Díaz, Marta Beltrán, Susana Blas, Sergio del Molino, Juan Lara, María Folguera

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Información del libro

En este título colaborativo se cuestionan algunas de las ideas que envuelven lamaternidad: el derecho a ser o no madre, los roles de género en el cuidado de hijas e hijos, la relación entre culpa y malas madres o los imaginarios sobre la crianza, indiscutibles, como el final de los cuentos de hadas.Desde lateoríay laexperiencia, en forma de texto o a través de dibujos y viñetas, las autoras y autores de (h)amor de madre despojan de algunas de sus máscaras al mito de la maternidad para abrir nuevos enfoques desde los que aproximarse, repensar y vivir o no la maternidad.

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Información

Año
2021
ISBN
9788412377330
Imagen 02

María Fernanda Ampuero

MARÍA FERNANDA AMPUERO
Ecuador, 1976
Menos tu vientre
¡Un hijo, un hijo, un hijo! Yo quise un hijo tuyo
y mío, allá en los días del éxtasis ardiente,
en los que hasta mis huesos temblaron de tu arrullo
y un ancho resplandor creció sobre mi frente.
Gabriela Mistral
Dame hijos o moriré.
Génesis 30.1
Si escribes en la barra de Google «embarazo 37 años» el algoritmo del buscador añade por su cuenta las palabras «riesgos» y «probabilidades». Si clicas en «riesgos» lo primero que verás será un reportaje que se titula «37 años: edad límite para un embarazo sin riesgos».
No lo lees, ¿para qué? Tragas espeso y casi sin darte cuenta ya estás llorando –ahora pareces estar hecha de gelatina y lágrimas– porque tienes 37 años y no, no ves la posibilidad de quedarte preñada pronto. Ni siquiera ves la posibilidad de quedarte embarazada tarde.
Simplemente no lo ves.
Nana nanita nana nanita ea mi niño tiene sueño bendito sea, bendito sea.
De repente, todo a tu alrededor habla de hijos, hijos, hijos, hijos. Sales a la calle y cochecitos te cortan el paso. Dentro, bebés de exuberante sonrisa desdentada agitan sus patitas y manitas regordetas en dirección a ti.
—Mami, mami.
Te vuelves de caramelo. Ayquécositamáslindaypreciosa. Las pupilas se te dilatan como a una drogadicta, el corazón se te agita, el cerebro te suelta, como si fuera un rayo fugaz pero incandescente, una idea estúpida: «Róbalo».
Sí, sí, sí, piensas en delinquir de la peor manera. Robar un niño. Dios. El pensamiento no dura nada, pero dura lo suficiente para escandalizarte, para aterrorizarte. ¿Quién soy? ¿En qué me he convertido? ¿Qué es esta pulsión que habita dentro de mí y me
transforma en este ser que babea –literalmente– por la maternidad?
Duérmete niño, duérmete ya, que viene el cuco y te comerá.
Asqueada de ti misma, regresas a la casa y cierras con doble llave. Pero la vecina ha parido hace poco y escuchas todo el día, todos los días, el llanto y las risas y los cánticos estúpidos y felices de los padres del pequeño. A veces los odias. Odias el concepto: «familia con hijos».
Hace poco escuché a una niñita referirse a algo que estaba cerca de nosotros, de quienes éramos nosotros, cuando había un nosotros –porque ya no lo hay.
—Ahí mamá, donde están esos papás.
La madre la corrigió:
—No, no son papás, ¿no ves que no hay hijos? Tienes que decir: «Ahí donde están esos señores».
***
Se llama nulípara a aquella mujer que no tiene hijos.
***
La naturaleza muestra sus dientes.
—¿Por qué yo? –le lloro.
Ella –desdeñosa puta madre desdeñosa–
esquiva a las pastillas a la desatanudos a la manda
a las hormonas al in vitro a la ciencia.
Prendí una velita al santo semen
y prometí llamar al niño Jesús.
Dios muestra los dientes.
—¿Por qué yo? –le escupo.
Destrozo los encajes de la cunita con los dientes.
El reino se hunde
la reina no pudo parir
el reino desaparece
y no hay a quien decir:
«papá y mamá van a divorciarse».
***
Hablas con tu madre –a quien sientes que le estás fallando–, con tus amigas, y te cuentan de algún nuevo bebé, de algún embarazo, de algún parto reciente. De repente, el mundo se ha convertido en una gran boca que susurra estas palabras a tu oído todo el tiempo, sin descanso:
—Ten un bebé ya, vieja de mierda.
Enciendes el televisor y ves a Tina Fey, la maravillosa comedianta de Saturday Night Live. Piensas «qué bueno, una peli tonta», pero descubres poco a poco –la sonrisa vuelta un rictus de horror– que la película, que se llama Baby Mama, va de una mujer de 37 años –¡37!– que, desesperada por tener un hijo, alquila el vientre de otra, Amy Poehler. Está catalogada como comedia, pero terminas de ver Baby Mama bañada en lágrimas como una verdadera imbécil porque la pobre treintaysieteñera sin hijos, Tina Fey, descubre al final de la película que sí, que por fin, que qué maravilla, está embarazada. Alternas los sollozos con cucharones de helado.
En esto te has convertido: en una caricatura de película gringa.
Peor: en alguien que llora con una comedia de Tina Fey.
Dos de mis mejores amigas están embarazadas. Saldrán de cuentas en septiembre.
Ambas.
***
Dame el maldito esperma.
***
—No volveremos a follar hasta que lo hagamos sin condón.
No volvemos ...

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