El Di Tella
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El Di Tella

Historia íntima de un fenómeno cultural

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El Di Tella

Historia íntima de un fenómeno cultural

Descripción del libro

Marta Minujín,   Nacha Guevara,   Les Luthiers, Almendra,   Marilú Marini,   Andy Warhol,   Umberto Eco,   John Cage,   Julio Le Parc,   Yayoi Kusama

Todos estos protagonistas de la cultura argentina tienen un origen común: el Instituto Di Tella. Al calor de la fortuna de la nave insignia de la burguesía industrial, el edificio de la calle Florida al 900 se convirtió entre 1963 y 1970 (en una correspondencia cronológica con el reinado de los Beatles) en el epicentro de una vanguardia que saltaba los decorados de la pintura, el teatro, la música y la danza para instalarse como una usina que desafiaba los rigores del régimen moralista del dictador Onganía. Con los testimonios de sus protagonistas pero también rescatando las voces de sus actores secundarios y a partir de un trabajo de arqueología sobre el archivo, Fernando García se ha propuesto contar la historia de este fenómeno cultural que asombró al mundo como nunca antes, es decir: desde la intimidad de sus pasillos. Cómo y por qué el Di Tella fue posible en Buenos Aires y de qué manera se hundió, cargando en su derrumbe los sueños rotos de los 60, es lo que relatan las páginas de este ensayo conmovedor e informado, apasionante y fundamental.

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Información

Año
2021
ISBN de la versión impresa
9789501299861
ISBN del libro electrónico
9789501203394
Categoría
Storia
Categoría
Storia sociale

TEMPORADA 1

FLORIDANÓPOLIS

I

EL FUTURO (DEL FUTURO)

Fotografía
Divino Amore. La estética de Alfredo Arias vigente en 2018. Aquí, una escena de su puesta en el Teatro San Martín de Buenos Aires.
Fotografía: Carlos Furman, gentileza Complejo Teatral de Buenos Aires.
Es febrero de 2019 y las paredes del living del departamento donde viven Ana Kamien y Leone Sonnino están sobrecargadas. Así se veían los museos antes, en la época en que un artista desconocido pintó a la «bisnona» de Sonnino, por ejemplo, cuyo semblante severo y concentrado parece ahora observarnos. La pintura es de 1917 pero podría ser de antes, de la segunda mitad del siglo XIX. Parado en el centro del living, por el rabillo del ojo distingo uno de los gauchos pop de colores rabiosos, casi psicodélicos, que aparecen en algunas obras del dúo Cancela & Mesejean como una traducción al lenguaje visual de los años 60 de las escenas camperas de Florencio Molina Campos que los calendarios de Alpargatas difundieron en forma masiva desde los años 30. (1) El cuadro es muy grande, mide 190 x 197 centímetros, y ocupa la cabecera de la cama de la pareja. No tiene título pero si por mí fuera lo llamaría Juan Moreira en el cielo con diamantes. Leone certifica que es de 1964 y que es anterior a que Delia Cancela y Pablo Mesejean firmaran todas sus obras como dúo inspirados en otros dúos (de música) pop: Sony & Cher; Nancy Sinatra & Lee Hazlewood.
—Este es de Mesejean. Para mí, él pintaba mejor que ella —dice Leone (ese es su nombre italiano).
Y Kamien recuerda que fueron juntos al casamiento de Delia y Pablo en 1965:
—En esa época la gente se casaba.
En octubre de 2018 quisieron vender la obra en la casa de remates Roldán. La pusieron a 15.000 dólares y no tuvieron ninguna oferta. Volvió a la cabecera de la cama.
Leone dice que hay mercado para Delia Cancela porque se la conoce más, pero que a los coleccionistas no les interesa Pablo Mesejean, que ha caído en el olvido. De hecho mientras hablamos despeinados por un ventilador mini, hay gente recorriendo Reina de corazones, la magnética retrospectiva de Delia en el Museo de Arte Moderno. Toda la obra comprendida entre 1965 y 1980 está firmada por los dos: desde que trabajaban juntos en un pequeño departamento en la calle Paroissien hasta que recalaron en Londres y después París, donde Pablo murió de HIV en 1986.
—Todavía no fuimos a ver la muestra. ¿Irá Delia el sábado? —pregunta Ana Kamien y le digo que no sé. Ella también lo prefiere a Pablo, no sólo como artista.
—Pablo era divino y Delia…, un poco menos divina.
Parece una conversación de parientes lejanos que se conocen de hace mil años y vienen de un mismo lugar pero que ahora, tanto tiempo después, se han dispersado y entonces preguntan al que los ha estado visitando por separado, tratando de reconstruir la figura por puntos, para chusmear, ponerse al día.
—¿Cómo está Delia?
—Bien.
—Delia tenía un carácter muy bravo. Una vez nos invitaron a un boliche al lado del Hotel Alvear para hacer con Marilú alguna cosa de las que habíamos hecho en el Di Tella y usamos ropa de la obra Danse bouquet. Delia se puso a los gritos a decir que ese vestuario era de ella y que no lo podíamos usar. Yo igual me lo puse.
Marilú es Marini y dice que quizás, pero sólo quizás, sea ella la «Mariluuuuuú» de Los Abuelos de la Nada (circa 1982). Lo más seguro es que sí, el problema es que Miguel Abuelo no está aquí para confirmarlo. Marilú vive en París y estuvo en Buenos Aires en 2018 haciendo una obra en el Cervantes que se llamó Sagrado bosque de monstruos. Todavía, en febrero de 2019, quedan pegados en la calle algunos afiches con los que se promocionó la obra. Tienen una fuerte impronta pop y dice en el programa de mano que el diseño está inspirado en la obra gráfica de Edgardo Giménez, que es como el lenguaje del classic Hollywood extrapolado a la exuberancia del litoral argentino. El rostro de Marilú emerge como la flor del Irupé entre plantas de formas geométricas y colores vivos, gritones, estilo Giménez. Pues bien, en Sagrado bosque de monstruos Marilú también hablaba de su familia artística. Introducía la pieza contando que el espectáculo estaba basado en la pasión de Santa Teresa de Ávila, un ícono del misticismo cuya historia desvelaba a Roberto Villanueva, quien más o menos fue responsable de su transformación de bailarina en actriz. Sagrado bosque de monstruos quiso ser una suerte de tributo o eco de la pieza que Villanueva había pensado para poner a Marilú al frente de una ópera rock que iba a tener al alucinado trovador Miguel Abuelo entre sus actores.
—Miguelito iba a hacer de Dionisio… Pomo de Penteo. Y Pappo también iba a estar en la obra pero al final no quiso… No sé qué pasó…
¿Pappo en una tragedia griega?
Al final no estuvo nadie porque la versión 1970 que Villanueva había soñado para Las bacantes de Eurípides (2) nunca se hizo. Fue lo último que se ensayó en la sala del Di Tella. Marilú lo cuenta en el escenario como prólogo a la obra y me lo vuelve a contar en un bar chiquito sobre la avenida Córdoba. Es igual de subyugante como Teresa de Ávila que como María Lucía (así se llama), de cofia roja y anteojos oscuros. El cuento es que uno de los chicos que ensayaba con el coro era menor y el padre hizo una denuncia. La policía allanó el Di Tella. Dijeron que habían encontrado marihuana y lo cerraron. Todo el elenco de Las bacantes (incluido Villanueva, que era el director del Centro de Experimentación Audiovisual del Instituto —CEA—) fue preso. Hay un mito: cuentan que los pasearon encadenados por la calle. (3) Marilú dice que no, pero que de todos modos la pasó muy mal, peor que todos: terminó en la cárcel de mujeres y le abrieron una causa por corrupción de menores.
El CEA del Instituto Di Tella de la calle Florida 936 ya tenía los días contados pero con ese estreno abortado de Las bacantes se terminó del todo.
En ese momento el director del instituto era un economista llamado Roberto Cortés Conde. Es el único de todos los que ocuparon cargos ejecutivos entre 1958 y 1970 que queda vivo. Una vez a la semana viaja desde las lomas de San Isidro al microcentro para hacerse un tratamiento. Nos encontramos en el bar de un hotel de fachada vidriada sobre la avenida Cerrito.
—Mientras estuve yo solo hubo un allanamiento que lo hizo un juez correccional en base a consumo de drogas. Yo era absolutamente inocente de lo que pasaba adentro y no tenía idea de la cultura de las drogas, por eso no me di cuenta de qué podía pasar.
En Las bacantes también iba a actuar Rubén de León, un estudiante de arquitectura que se hizo actor o algo parecido en el Di Tella. Rubén vive en Parque Patricios, en un departamento despojado. Puede remontarse a los 60 con detalle microscópico y es un buen contador de historias. Dice que no cree que hayan encontrado nada en el ensayo de Las bacantes porque «en el Instituto no se hacía nada, era como un templo. Lo cuidábamos mucho todos. Fuera de ahí, cualquier cosa».
Su hipótesis, entonces, es que algunos integrantes de Las bacantes se declararon culpables para quedar libres.
—Había un chico en el elenco que el padre no podía contener y encontró la excusa de decir que venía al instituto a buscar marihuana. Fuimos todos detenidos. Años después yo no pude salir del país porque tenía una causa abierta por esta cuestión. Había sido sobreseído pero la causa continuaba abierta —dice Rubén de León, que iba a ser Tiresias.
Y Marilú, la madre de Penteo.
Y Roberto Villanueva, el rey Cadmo. Y, además, el autor de las canciones a las que el trío que formaban Carlos Cutaia, por entonces pareja de Marilú, Miguel Abuelo y Pomo iba a ponerle música. El trío se llamaba El Huevo. Los eruditos del rock argentino contienen la respiración cuando escuchan ese nombre. Es uno de sus mayores misterios…
—El Huevo iba a ser Miguel en guitarra acústica, Pomo en batería y yo en órgano. Llegamos a ensayar e hicimos un solo recital, que fue en el Di Tella. Walter Guth lo grabó pero esa cinta no está más.
Walter Guth era técnico de sonido y operaba la cabina de la sala del Centro de Experimentación Audiovisual (la sala del Di Tella) al cuidado de Fernando von Reichenbach, el ingeniero que había diseñado el modélico Laboratorio de Música Electrónica. Allí componían y experimentaban los becarios del programa que dirigía el compositor Alberto Ginastera desde el Centro Latinoamericano de Altos Estudios Musicales (CLAEM) y allí se grababan las bandas de sonido y efectos para las obras.
—No sé si era alemán pero Reichenbach tenía acento alemán, eso sí lo recuerdo… —cuenta Carlos Cutaia en su casa de Villa Urquiza.
Ana Kamien y Leone Sonnino hablan entre ellos de Von Reichenbach:
—Aparte de ser alemán era conde…
—¿Tenía un título?
—No lo usaba nunca.
—¿Era conde?
—No sé si era conde pero en Alemania «von» es algo relacionado con la nobleza. La madre llevaba un anillo con una talla con la coronita. Pero hiciste mal, Ana, en decirlo porque él no lo usaba.
—¿Tenía acento alemán?
—Tenía un acento medio raro. Hablaba un poco gangoso. Y tenía una cara…
—Rarísima…
—Si vos tuvieras que poner en una película la cara de un aristócrata…
—¿En decadencia?
—Digamos que sí…
—¿Arruinado por las fiestas? No…
—No, no, no. Producto de alguna manera de…
—Ah, ya sé, ¿de la endogamia?
—De la endogamia. Esa es la palabra. Una cara flaca… ¡Pero era un genio! Si es que había endogamia en este caso funcionó de maravillas.
—Aparte, buenísima persona.
—Una persona extraordinaria.
—Él y la mujer. Aparte era navegante, tenía un barco.
—Pero eso fue después. Se había comprado un barco y navegaba por ahí, por la zona de La Plata.
—¿Y qué había hecho en Canal 7? —le pregunta la Kamien a Leone.
Él le dice que participó como técnico en el montaje del primer Canal 7 y que cree que Von Reichenbach nunca se recibió de ingeniero. De todos modos, no le hacía falta, aclara, porque, ya lo dijo, era un genio. Ana y Leone están juntos desde hace casi sesenta años, desde que él, un inmigrante italiano, pidió permiso para sacarles fotos a las chicas que asistían al seminario de danza moderna de María Fux en la Universidad de Buenos Aires. Allí fue donde Ana conoció a Marilú. Y pusieron la danza patas para arriba.
Señor santo del cielo,
¿dónde pusiste la luz?
Yo sueño y me desvelo,
y no encuentro a Marilú.
Se fue con un marino, lo demás… (4)
—¿«Marilú» es por vos, entonces?
—Puede ser, mmm, puede ser…

*****

En 2018, cuando salí a buscar historias para contar la historia del Instituto Di Tella, fue como si las moléculas del edificio se reconstituyeran y se desplegaran en el espacio y el tiempo. Los nombres volvieron a ponerse en circulación en una danza ininterrumpida de eventos (presentaciones de libros, charlas públicas, muestras de arte, obras de teatro) desde febrero hasta diciembre. Los que estaban afuera del país coincidieron sin proponérselo con los que se quedaron acá para lo que hubiera sido el sexagésimo aniversario del instituto. Como una reunión fragmentada, astillada, de sus partes. Un festejo sin salón; sin invitados ni invitaciones y sin un maestro de ceremonias que leyera con voz grave:
Origen y propósito
Fue fundado el 22 de junio de 1958, como homenaje al ingeniero Torcuato Di Tella en el décimo aniversario de su fallecimiento.
Inició sus actividades el 1º de agosto de 1960.
Creado con carácter de «entidad de bien público sin fines de lucro», fue así reconocido por el Superior Gobierno de la Nación en los decretos nº 11.823 y 6455.
Su fundamental propósito es promover el estudio y la investigación de alto nivel, en lo que atañe al desarrollo científico, cultural y artístico del país, sin perder de vista al contexto latinoamericano donde está ubicada la Argentina.
Guido y Torcuato Di Tella tenían 27 y 28 años respectivamente cuando fundaron el instituto. Con el tiempo se volverían nombres de la política argentina en diferentes versiones del peronismo, movimiento con el que las industrias SIAM Di Tella alcanzaron un nivel de penetración notable en los hogares del país, convirtiéndose en la nave insignia de la burguesía industrial argentina. Guido fue canciller de Carlos Menem, líder carismático de la conversión al neoliberalismo en los años 90, cuando el país sobrevivió a la hiperinflación. Torcuato hijo fue brevemente secretario de Cultura de Néstor Kirchner, un político patagónico casi desconocido que terminaría sellando una corriente propia («kirchnerismo») de centroizquierda en el nuevo siglo, cuando el país volvió a sobrevivir, esta vez al default. Desde ópticas ideológicas casi opuestas (liberalismo versus laborismo), a los hermanos herederos los distinguió la provocación como estilo en la función pública.
Guido, el ministro con mayor sensibilidad artística del gabinete menemista, propuso tener «relaciones carnales» con los Estados Unidos y seducir a los británicos de Malvinas con ositos de peluche.
Torcuato, intelectual faro del efímero gabinete transversal, hizo de su gestión una boutade permanente. Hablaba de llevar la Sinfónica Nacional a los gremios y de ir contra los «culturritos». Como secretario de Cultura, su primera declaración pública fue: «No me interesa la cultura». Mentira. Otra boutade.
El texto que da cuenta de la fundación del instituto se puede leer en la portadilla de los catálogos y las memorias anuales. Ese material está dispuesto en el archivo de la biblioteca de la Universidad Di Tella, en Núñez, frente a la cancha de River. Llegan envueltos en unas finas cubiertas de plástico y, para manipu...

Índice

  1. Portadilla
  2. Legales
  3. Prólogo
  4. Intro
  5. Temporada 1. Floridanópolis
  6. Temporada 2. Cuentos de la gente nueva
  7. Temporada 3. Big data
  8. Outro
  9. Imágenes