III. Sobrevivir es vencer
El “Documento de marzo” (1974)
“¡Al calor de la lucha contra el fascismo, construir la fuerza dirigente del pueblo para asegurar la victoria!”
Al mismo tiempo que la dirección impulsa algunas modestas iniciativas económicas que cumplan el doble objetivo de aportar recursos y encubrir el funcionamiento de núcleos partidarios, comienza a reflexionar sobre las causas de la caída de la Unidad Popular y acerca del futuro del Partido Socialista.
En marzo de 1974, el Comité Central clandestino entrega a la militancia un texto que fue conocido como “Documento de marzo”. Es la primera reflexión institucional sobre el periodo inmediatamente anterior que contiene una explicación global del proceso revolucionario encabezado por Salvador Allende. Los autores son los miembros de la dirección en el interior, y es muy probable que la mayor capacidad teórica de Carlos Lorca, Ricardo Lagos Salinas, Víctor Zérega y Félix Huerta haya predominado en su redacción. Se fue escribiendo por partes y por temas, que eran entregados a militantes que recogían a su vez insumos de otros y redactaban borradores; luego el grupo de Carlos Lorca y Ricardo Lagos sintetizaba los borradores. En los temas ideológicos trabaja el equipo de Juan Carvajal, Benito Rodríguez e Iván Párvex bajo la dirección de Lorca. Los asuntos financieros estuvieron a cargo del economista Víctor Zérega.
Hernán del Canto afirma que colaboró haciendo algunos aportes al documento mientras se encontraba asilado en la Embajada de Colombia. Los hacía llegar a través de Marta Melo, integrante del Comité Central, que entraba en la embajada con gran riesgo. Al parecer, la copia definitiva se redactó en un departamento de las torres San Borja en Santiago, donde vivía Fidelia Herrera. Hasta ese lugar se trasladaron los miembros de la dirección para dar forma al escrito, que se distribuyó como documento oficial y que reprodujo en Berlín el Secretariado Exterior. Hasta allí llegó con el texto en microfilm Mario Felmer, destacado dirigente de la JS y la Fech.
El texto editado en la RDA tenía un anexo de presentación que entrega algunas luces sobre el origen del escrito:
Este documento ha sido elaborado por la Dirección del partido en el interior del país, en las duras condiciones de la clandestinidad. Burlando la vigilancia de los esbirros fascistas, ha circulado de mano en mano, ha recorrido la fábrica, la escuela y la población. Es conocido ampliamente por las bases, y es utilizado como principal instrumento de la reorganización del partido.
Imaginamos los enormes obstáculos que nuestros camaradas habrán tenido que vencer para que la voz del partido llegara hasta nosotros. No debemos olvidar jamás que, en cada pequeña tarea cotidiana, los heroicos combatientes de nuestro partido ponen en juego su propia vida. Nuestra admiración y respeto para los que contribuyeron a la materialización de este documento, desde el anónimo compañero que pasó horas tecleando en la máquina de escribir hasta el de la Dirección que entregó su experiencia y su aporte teórico.
Las primeras copias clandestinas se hicieron a partir de microfilm. Relata Alberto Luengo (Alejandro), por entonces estudiante de Periodismo de la Universidad de Chile: “Eso fue el 74 y no lo hicimos a mimeógrafo porque todavía no existía Unidad y Lucha. Recibimos microfilms de un documento original que había sido fotografiado. Nos llegó un rollo de negativos. Me acuerdo de haber hecho ampliaciones a tamaño libreta chica, ampliando el negativo en el papel fotográfico al mínimo tamaño que se pudiera leer. Entonces en cada fotograma había una página y había 30 o 40 páginas. Entonces, yo hacía un lulo de 30 o 40 páginas de papel fotográfico muy delgado. Eso era lo que se les pasaba a los compañeros. No se corcheteaba porque no había espacio, no había margen. Se entregaban en un paquetito envuelto”.
“Yo tenía una ampliadora en la casa e instrumentos de fotografía. Como estudiaba Periodismo podía tener, y había instalado en un baño un pequeño laboratorio para efectos de práctica. Había aprendido a revelar en la universidad. Entonces, ponía el negativo en una ampliadora, ajustaba la altura, para que diera el tamaño que quería: mientras más alto, más grande el tamaño. Lo ajustaba a las dimensiones de una cajetilla de cigarrillos, que era el mínimo tamaño para poder leerlo. Tenía 25 o 30 negativos. Imprimía una, dos, tres. No me acuerdo si hacía varias del número 1, creo que lo hacía correlativo para no confundirme. Hice hartas libretitas, treinta, no recuerdo exactamente cuántas”.
En 1974, en el área de reproducción de documentos del PS trabaja Ricardo Solari (Javier), quien recuerda: “Como el objetivo del partido era sobrevivir, esta estructura era casi unipersonal; reuniones casi no había porque eran muy riesgosas, ya que había que conseguir un lugar, evitar los seguimientos y las casas que teníamos se usaban para fines muy específicos. Lo primero que hicimos fue hacer circular los documentos. Y entre esos, el ‘Documento de marzo’ fue muy importante. Nosotros debíamos tener una pequeña matriz que era un esténcil donde reproducíamos los textos página por página. Años después llegamos a tener unas tecnologías mucho más avanzadas, pero en esa época teníamos que reproducir hoja a hoja y para un documento de 30 páginas fácilmente echábamos una jornada completa. Era una operación muy sucia porque había que entintar todo, a veces el esténcil se pegaba y había que hacer otro. El gran problema era que la línea de producción y distribución era delicada, difícil, porque había que conseguir el papel, la tinta, los esténciles que eran difíciles de encontrar; y luego teníamos un producto terminado que debíamos distribuir en determinadas cantidades en una ciudad controlada por militares. Cada una de estas operaciones significaba una cantidad de tiempo inconmensurable y con mucho riesgo en todas las etapas, entre otras cosas, porque no podíamos hacer mucho ruido cuando trabajábamos. Nosotros terminábamos la reproducción y la entregábamos. Así circuló el ‘Documento de marzo’”.
“Mucho después –continúa Solari– tuvimos una máquina de alta velocidad que importamos; fue lo más parecido a una imprenta, llegamos a reproducir fotos. La teníamos en un departamento del pasaje Matte en la Plaza de Armas. Ahí estaba bien porque entraba mucha gente al edificio; también adquirimos una renoleta que estaba destinada solo a esa área del trabajo compartimentado. Esta imprenta estaba a cargo de un compañero de Valparaíso [Jorge Guatón Carvajal], que montó todo y que era una persona obsesionada por la tecnología”.
En condiciones de absoluta clandestinidad, buscada por todos los servicios de seguridad, a tan solo seis meses del golpe, la dirección entrega su primera reflexión sobre los acontecimientos y el proceso. Para Alberto Luengo, “era un documento de Carlos Lorca. Él había dirigido la conversación y en el fondo estaban ahí plasmadas sus tesis. Cuando me dijeron eso, pasó a ser un texto más valioso aun porque el grupo en el que participaba había tenido un vínculo muy estrecho con Carlos. Lo había conocido en escuelas de cuadros donde había ido a darnos clases, y en enero y febrero del 73 partí a Valdivia a trabajar en su candidatura a diputado. Ahí tuvimos una relación muy estrecha. Entonces, después del golpe, que me dijeran que ese documento emanaba de la dirección encabezada por Carlos Lorca para mí era un aliciente mucho más importante que simplemente fuera de la dirección”.
Otros militantes que ayudaron a la reproducción del documento fueron Enrique Norambuena, Eduardo Gutiérrez (Andrés) y Jorge Salamanca (Manuel). Lo hacían en sus propias máquinas, disponiendo la mayor cantidad de calcos posible. Fue una tarea en que participaron muchos.
El documento tiene una introducción y cinco capítulos, que son: “1) Chile en la actual situación internacional; 2) La experiencia revolucionaria de la Unidad Popular; 3) El carácter de la contrarrevolución; 4) Las tareas del pueblo en la lucha por la democracia y el socialismo; 5) El partido y la construcción de la vanguardia revolucionaria”. En la introducción, el documento constata:
El pueblo de Chile atraviesa por el momento más difícil de su historia. La derrota de la Unidad Popular y la instalación de la dictadura militar fascista han replegado profundamente al movimiento popular. La lucha por la liberación nacional y el socialismo se da ahora en condiciones muy distintas y particularmente duras (…). El pueblo, a las puertas de la conquista del poder, perdió una importante batalla, pero no está vencido. Reconstruye sus organizaciones y enarbola nuevamente las banderas de la lucha, en las difíciles condiciones de la represión más violenta que haya conocido nunca.
A continuación, entrega la justificación del documento: “Las tareas del movimiento popular deben estar sólidamente fundamentadas en el análisis de la actual situación política nacional y su marco externo. Debe considerarse el carácter de la contrarrevolución y de su régimen militar, su capacidad de consolidación y sus factores de debilidad, sus contradicciones internas y las tendencias previsibles en su política…”. Enseguida da a conocer el objetivo de la reflexión: “El Comité Central entrega este documento al partido para definir con la mayor precisión su quehacer político global y el del movimiento popular, y como elemento central de una lucha ideológica que busca consolidar el punto de vista proletario en el seno del partido, fundamento de su absoluta unidad de acción y de su reconstrucción orgánica”.
Los autores intentan modificar el Partido Socialista tradicional, el de tendencias, grupos y caudillos, para transformarlo en una organización con predominio proletario, monolítico y acerado para soportar la clandestinidad. La dirección interior apuesta a la construcción de un partido proletario cuya conducción no estuviese hegemonizada por los sectores pequeñoburgueses revolucionarios que tan bien personificaba Carlos Altamirano, y que habían ocasionado tantos problemas al proceso de la Unidad Popular. Lo que se promovía era un cambio profundo en la estructura del partido, que explicará en gran medida por qué el PS no resultó destruido en los diecisiete años de dictadura militar.
El primer capítulo, como la gran mayoría de los análisis políticos inspirados en la tradición marxista, hace un análisis de la situación internacional, en ese momento determinada por la crisis del petróleo y la derrota estadounidense en Vietnam. El texto presenta una visión optimista y resalta las enormes posibilidades de la revolución mundial: “Hoy más que ayer, la clase obrera y el pueblo de Chile son parte integrante de las fuerzas que a nivel mundial se enfrentan con el imperialismo y enarbolan las banderas victoriosas de la democracia y el socialismo”.
El segundo capítulo hace un análisis del gobierno de la Unidad Popular y del desempeño del partido en momentos clave de la etapa. Al referirse a la estrategia global de la UP, afirma que
[Con el] control del gobierno era posible cumplir cuestiones esenciales del Programa, intentar mejorar la correlación de fuerzas, golpear y debilitar a los enemigos principales, facilitar la unidad del pueblo, fortalecer el movimiento de masas y mantener una constante iniciativa política que arrinconara al enemigo y lo obligara a ceder posiciones o, lo más probable, a resistir el proceso revolucionario desde el plano de la ilegalidad, lo que facilitaría su enfrentamiento y destrucción (…) Siendo los enemigos del pueblo los que quebrarán la legalidad, la conquista de la plenitud del poder político y la destrucción de las instituciones burguesas debía resultar de la acción defensiva de contragolpe del movimiento popular, desarrollada sobre la base de la defensa legítima de las posiciones alcanzadas en el terreno de la legalidad.
La estrategia contemplaba la defensa del gobierno ante el probable quiebre de la legalidad por parte de la oposición. Solo en el caso de que la oposición rompiera la legalidad se abría la oportunidad de asumir, por vía del contragolpe, todo el poder y concretar la revolución socialista. Para que se produjera este escenario era necesario que la oposición sobrepasara la Constitución, quebrando el estado de derecho. De esta manera, el documento critica la estrategia del MIR y a la ultraizquierda socialista, que reunía a grupos trotskistas y regionales como Santiago Centro, Cordillera y Concepción, que eran proclives a exceder las atribuciones del gobierno y de hecho lo hacían, impulsando por su cuenta una política insurreccional que pretendía resolver el problema del poder en un enfrentamiento con la burguesía. Esta estrategia podía materializar la revolución, pero desnaturalizaba la vía institucional comprometida por el Presidente Allende en su programa de gobierno.
Otro párrafo central es el que está dedicado a la relación que la Unidad Popular tuvo con las Fuerzas Armadas. El documento sostiene:
[H]ubo excesiva tolerancia con elementos golpistas que debieron ser reprimidos a tiempo, no se respaldó firmemente a quienes defendieron dentro de las instituciones militares una posición progresista y constitucionalista (…) se desconfió de las posibilidades de integración al proceso y no se aplastó al golpismo como y cuando se debía. De otro lado, el MIR, con su típico espíritu infantilista, enajenó el apoyo de sectores de las FF.AA. al hacer llamados abiertos que servían fundamentalmente de justificativo a los golpistas, a pesar de su intención de esclarecer y orientar a la tropa, olvidando la fuerza ideológica de la jerarquía militar.
En este punto la crítica es al gobierno por no haber marginado a los mandos militares que se sabía que tenían pretensiones golpistas (los generales Manuel Torres de la Cruz, Sergio Arellano Stark, el vicealmirante Ismael Huerta, el vicealmirante José Toribio Merino y el comandante en Jefe de la Fuerza Aérea, Gustavo Leigh, entre otros), relevándolos de sus funciones o directamente expulsándolos de las Fuerzas Armadas. Al mismo tiempo, la crítica al MIR parece exacta debido a que el día del golpe la tropa no se separó de la oficialidad, en gran medida porque desde hacía tiempo los integrantes de las Fuerzas Armadas rechazaban las campañas miristas para dividirlos.
En Bachelet: la historia no oficial, Andrea Insunza y Javier Ortega postulan que Michelle Bachelet, militante del Partido Socialista, tuvo activa participación en la redacción final del “Documento de marzo”. Es posible que haya contribuido mayormente en el análisis sobre las Fuerzas Armadas que hemos citado.
Sobre el alzamiento militar de junio de 1973, conocido como el Tanquetazo o Tancazo, el documento afirma que “el enemigo percibió que el problema político decisivo pasaba a ser el control de la fuerza militar, condición última de su éxito. Esta cuestión no fue correctamente resuelta por la UP (…). Ni el gobierno, ni el partido, ni los demás partidos de la UP, ni el MIR por supuesto, pudieron evitar el avance de las posiciones golpistas en el seno de las FF.AA.”.
Al estudiar la estructura del Partido Socialista, el documento sostiene que la “organización, el partido refleja certeramente sus contradicciones ideológicas y el predominio de las corrientes pequeñoburguesas. La pequeña burguesía revolucionaria, políticamente inestable, es intrínsecamente desorganizada (…). El predominio ideológico de la pequeña burguesía revolucionaria en el partido ha impedido en la práctica la construcción de una organización leninista”. Así, para que el partido contara con una sólida estructura leninista (organización celular, centralismo democrático), la única adecuada para la clandestinidad, los elementos pequeñoburgueses y su ideología no debían predominar.
A continuación se refiere al objetivo y sentido histórico de la colectividad, señalando que “la construcción de la fuerza dirigente de la revolución es la tarea esencial, y la vigencia histórica del Partido Socialista emana del aporte decisivo que le cabe entregar en su cumplimiento”. En cuanto a los deberes de los militantes, concluye que “la construcción del partido, la gestación de una dirección única proletaria y la formación de un Frente Anti Fascista son las tres tareas fundamentales de toda militancia, [y categóricamente afirma] se cumplirán al calor de la resistencia contra la dictadura”.
Como hemos visto, estas eran las tres tareas básicas que intentaban realizar los hombres y mujeres conducidos por Exequiel Ponce, Carlos Lorca, Ariel Mancilla y Ricardo Lagos Salinas.
El “Documento de marzo” finaliza con una arenga:
Con la fuerza política y la autoridad de quienes han permanecido fieles a la causa del socialismo y decididos a entregarlo todo para conquistar la victoria, el Comité Central llama a todos los militantes del partido a estudiar y asimilar la línea política, a aplicarla creadoramente en el trabajo cotidiano, a luchar por la unidad de todo el pueblo, a construir una gran organización de combate, conductora de las masas, y a ser dignos herederos del ejemplo heroico del camarada Salvador Allende y de todos los mártires del partido y del pueblo, dispuestos, como ellos, a entregar la vida y, por sobre todo, decididos a vencer. [Y firma] Comité Central, Partido Socialista de Chile. Santiago, marzo de 1974.
El documento no dejó indiferentes a los militantes, especialmente a algunos miembros de la dirección elegida en La Serena en 1971 que estaban fuera de Chile o refugiados en las embajadas en Santiago. Un punto particular de tensión era la clasificación del PS como un partido pequeñoburgués, cuya misión era servir de apoyo a la verdadera organización marxista-leninista que, según la interpretación de Carlos Altamirano y Adonis Sepúlveda, era el Partido Comunista. Eso, según los críticos del “Documento de marzo”, ponía en cuestión todo el bagaje teórico del partido contenido en la estrategia del frente de trabajadores, y su razón de ser como estructura revolucionaria. Muchos militantes l...