Capítulo 1
Viviendo la represión
LO QUE SIGNIFICA SER HOMBRE
Yo nací desde el sueño de mis ancestros
Y fui formado por los preceptos
Por las demandas de los sabios y los dueños del mundo
Respondiendo sin cuestionar y obedeciendo sin objetar
Yo nací y no sé si con ese acto
Mi condena fue heredada
Vivir y hacer una vida ajena
Sufrir y morir el sueño de tantos…
Hombre, una palabra y tantos significados, un sustantivo y una esencia, letras y símbolos inmersos en un concepto que se ha estancado a lo largo de los años, atrapado en su propia traducción errónea de lo que en sí representa serlo. Hablar y pensar en este concepto nos puede sugerir estereotipar y etiquetar al género, sin embargo, el momento histórico que vivimos nos obliga a replantear y reconstruir este concepto y, más allá de la etimología y la semántica, traducir su actuar en acciones y hechos concretos que reivindiquen la mirada que se tiene acerca de él.
Históricamente el papel del hombre ha sido el más reconocido y, quizá por esto, el más ignorado, al que se le han atribuido características de salvador, líder, guía, sabio, poderoso y omnipotente; de esta manera de verle y de considerarle es de la que se han desprendido las miradas actuales que lo presentan e imponen como la “perfección” y el modelo a seguir por otr@s tan imperfectos y humanos como ese modelo a imitar. Desde esta percepción de lo que representa su lugar en el mundo y su misión a conquistar es que le es inobjetable el equivocarse y fallar, pues las expectativas están puestas en lograr que las demandas de su territorio y de su clan sobre el cual él es responsable directo de llevar a buen puerto y asegurar su supervivencia. Ésta es una tarea aparentemente sencilla y que genera en los demás de su género una competencia necesaria por ser y hacer que su Ser se imponga y triunfe en la difícil; aunque fascinante, lucha por ser el mejor sin importar lo que tenga que hacer o sobre quien tenga que pasar. Se puede observar que aparentemente los ojos de tod@s están puestos sobre él, pero sólo se observa que dé frutos y se convierta en ese digno representante del género, de la especie, de su comunidad, de su centro de labores, de su familia, de su pareja… pero, lamentablemente, no de él mismo. Un hombre mediocre, fracasado, sin brillo, débil, sensible, sin aspiraciones ni inspiración, que sólo obedece y no cuestiona, que se cansa y desea ya no más, ese hombre es el que hay en el fondo de la imagen que se ha construido acerca de sí mismo. No hay éxito ni gloria con este modelo de vida que nos plantea la sociedad, con estas vidas reprimidas satisfaciendo anhelos impropios, heredados de una cultura en la que la sumisión y el conformismo han sido base de la educación y formación de algo más que mentalidades pasivo-agresivas, o agresivas-activas en el mejor de los casos, pues la psicosis y la sociopatía son resultado en parte de esta desconexión afectiva a la que se enfrenta diariamente y que es el mayor enemigo con el que se puede enfrentar cualquier ser humano: el desamor, el desinterés, la apatía por vivir o por encontrarle un sentido a esto que llamamos vida; a esto es a lo que me refiero de que no se ha visto realmente el hombre que nos toca vivir hoy. Es necesario señalar que no todos los varones tienen esta manera de ser o de mostrarse ante sí mismos y los demás. Claro está que estoy mencionando al grueso de la sociedad, esa parte marginal que conforma la mayoría de la población y a la que constantemente se le golpea y no se le da el valor real con el que cuentan, es tan triste verlos y vernos separados por los abismos de la indiferencia y la lástima creyendo que por tener ciertos estudios académicos, una posición económica mejor que este fragmento de la población; que estos abismos son determinantes y que las polaridades presentes logran separarnos e impactar en nuestra dignidad, sin poder reaccionar ante tales circunstancias, generando en nuestro mundo interior heridas emocionales y afectivas profundas; ¿qué nos hace diferentes y a la vez tan iguales entre esta diversidad? ¿Será que nuestra mirada y nuestra individualidad con la que vivimos nos confronta con eso que negamos pero de lo que también estamos hechos?
Muchas incógnitas aparecen junto a temas que ya se han abordado anteriormente en otro tipo de estudios y que hoy me ocupan, pues, al parecer, el abordaje de estos temas se ha estancado en almacenar las ideas en archivos del pensamiento pero que no han aterrizado en acciones claras y específicas para tender puentes conciliadores y construir más que conceptos, cimentar realidades, que atiendan y satisfagan nuestro deseo de amar y ser amados libremente, sin prejuicios destructivos, mirándonos sin distinción de géneros, de sexismos, de razas, de ideologías, de religiones ni de abusos de poder, una realidad, pareciera, un tanto idealista pero dotada de alma, de espíritu, de corazón; la materialización de nuestro eterno retorno a la doxa como lo concebían los antiguos griegos, al arché, a la energía primaria, al Uno principal, al dios del que se desprende nuestra creencia mágico-religiosa. No es una misión imposible, por el contrario, es un reto que requiere compromiso y deseos de realizarlo; si no nos gusta esta vida que llevamos, lo más fácil es renunciar y también es lo más aconsejable (según la normalidad), pero la renuncia no significa dejar de estar, sino estar de otra manera en esta vida.
Los enemigos de los cuales necesitamos aprender antes que vencer, pues la victoria comprende la aniquilación y la desaparición de aquello que se enfrenta, son:
1.La ignorancia sobre nosotros mismos. Esto es, en varias ocasiones creemos tener un conocimiento de lo que somos, pero realmente sólo es una aproximación a lo que nuestra visión sobre lo que nos constituye es. El mayor impedimento para poder ampliar nuestra visión sobre lo que somos es negar lo que sentimos, no reconocer y validar nuestras emociones. Hubo un momento de la historia en el cual era necesario desconocer el sentir pues esta parte con la que fisiológicamente contamos como seres humanos se supo que también daba acceso al placer y al disfrute no sólo erótico sexual sino a explorar en nuestro interior y experimentar nuestras emociones, describir y darle significado a nuestras sensaciones, ver nacer y morir los sentimientos, soñar con ser parte del universo y perdernos y encontrarnos en este viaje hacia nuestros infiernos y cielos; todo lo anterior gracias a contactar con lo que sentimos, también a simbolizar e interiorizar el mundo para nosotros, darle nuestro sello y hacerlo nuestro.
2.Identificar cuáles son nuestras creencias, tradiciones y valores en torno a lo que ser hombre en la actualidad representa, pues mucho de lo que nos han contado, lo que nos han dejado como mandatos y lo que hemos adoptado para conveniencia y evitación del dolor son concepciones e interpretaciones antiguas que han frenado el desarrollo de la especie, pues el mundo emotivo, sentimental, la libre expresión y comunicación de lo que nos pasa son signo de debilidad y de una aparente pérdida de poder, pues un hombre fuerte, valiente, enérgico, que sostiene y dirige, representa el ideal y modelo a seguir de nuevos hombres que se forman en los hogares, las aulas, la calle. Si realizamos un ejercicio de honestidad y reconocemos humildemente lo que hasta hoy somos y hacemos como la base para lograr nuestra transformación, podremos entonces acceder a una consciencia en un nivel superior, no sólo a un nivel arcaico como hasta ahora actuamos en la vida. La consciencia superior se logra replanteándonos nuestro papel en la vida, en sus diversas facetas y roles que desempeñamos a lo largo de una jornada cargada de cotidianidad y rutina. Es preciso integrar a nuestro vivir momentos de reflexión y de reconocimiento antes de terminar el día, pues sólo si analizamos y aceptamos lo hecho cada día podremos soltar toda esa carga que no es nuestra y que nos deja maniatados para ir y materializar nuestros sueños, tomar las riendas de lo que queremos ser y aprender a equivocarnos y acertar sin tanta represión, sin tantos mensajes de que la perfección es lo único aceptable y valido para pertenecer y ser incluidos en una realidad de apariencia y falsa moral, como en la que hoy estamos.
3.También integrar el error como algo permitido y necesario más allá de mirarlo y tenerlo encasillado en lo fatal y denigrante. Lo equívoco, la falla, lo feo y desagradable que no queremos ver en nosotros es parte de la polaridad que nos constituye, según la Gestalt, pues la aceptación se basa en reconocer e integrar “el todo y no la suma de las partes”. Por lo que si nos atrevemos a reflejar y ser reflejados como en realidad somos y nos presentamos ante los demás, habremos ganado mucho terreno en la búsqueda de nuestra identidad personal y colectiva, ya que este proceso es la apropiación de nosotros y de lo que nos pertenece, desechando temores y enfrentando miedos y viejos prejuicios limitantes. Es legitimar mi lugar y mi actuar por el mundo con la convicción de que yo soy importante y que los demás también lo son, pues el resultado de todo este proceso ya referido es la vida en armonía y colaborando un@s con otr@s desde el deseo de construir una realidad equitativa e inclusiva, no sólo como un discurso, también como una praxis que muestre lo que la polaridad oculta: el ser nosotros, desde nuestra individualidad y teniendo como fin amar y mejorar nuestra especie.
Puedo continuar enlistando carencias, pero la idea no es esa, por el contrario, lo que se necesita hoy más que nunca es no generar más problemas ...