Breve historia del budismo
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Breve historia del budismo

Ernest Y. Bendriss

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Breve historia del budismo

Ernest Y. Bendriss

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La gran historia de la vida y doctrina del Buda histórico, Siddharta Gautama, desde sus inicios en la India hace 2500 años. Un recorrido completo por el legado de las Cuatro Nobles Verdades, desde las reglas monásticas y los tratados doctrinales hasta la meditación, el budismo tántrico tibetano, las ramas del Zen y sus maestros o el budismo New AgeDescubra la fascinante génesis y evolución del budismo, a través de la figura de Siddharta Gautama, el Buda histórico, el Despierto, hasta sus ramificaciones en muchas escuelas, que conformaron el budismo indio, chino, tibetano y japonés. Comprenda el nacimiento de las tres grandes corrientes del budismo: el Hinayana, el Mahayana y el Vajrayana a través de los grandes cismas que sacudieron a la Sangha, la comunidad monástica, al principio de la era cristiana. Conozca las enseñanzas esenciales del budismo, sus doctrinas, sus concepciones de la vida humana y del más allá, su filosofía, sus técnicas de meditación, su relación con la civilización hindú, sus singularidades mágicas y esotéricas, sus tribulaciones políticas y su considerable influencia religiosa y espiritual en el mundo.

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Información

Editorial
Nowtilus
Año
2014
ISBN
9788499676401

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La civilización
del valle del Indo

UNA CULTURA BRILLANTE

La cultura de Mehrgrah (7000 a. C.), descubierta por el arqueólogo francés Jean-François Garrige entre 1974 y 1985, fue el molde de la civilización del valle del Indo (5000 a. C.-1900 a. C.), también llamada cultura de Harappa, una civilización de la Edad del Bronce cuya área geográfica principal abarcaba el valle del río Indo, es decir, la región del Sind en Pakistán; las regiones actuales de la India integradas por Cachemira, Punjab, Haryana, Guyarat, una gran parte de Rajastán, Maharastra y la zona occidental del Uttar Pradesh; territorios en Nepal y Baluchistán (una región dividida entre Afganistán, Pakistán e Irán).
Olvidada por la Historia hasta su redescubrimiento en los inicios del siglo XX, la civilización del Indo puede considerarse una de las más antiguas de la humanidad junto con las civilizaciones de Mesopotamia y del Antiguo Egipto, que surgieron poco antes, aunque la del Indo tenía una extensión geográfica más vasta, con un millón de kilómetros cuadrados. Hoy en día se contabilizan unos dos mil seiscientos asentamientos, de los cuales ciento cuarenta se encuentran en las orillas del Ghaggar-Hakra, un afluente del Indo.
Según las hipótesis actuales de arqueólogos e historiadores, el Ghaggar-Hakra regaba en otro tiempo la principal zona de producción agrícola de la civilización del Indo (tierra muy fértil en cereales, como el trigo y la cebada, y en legumbres). Los demás asentamientos se encuentran en la frontera con Irán, en el este hasta Delhi, en el sur hasta Maharastra y en el norte hasta el Himalaya. Entre estos asentamientos arqueológicos se hallan dos famosas ciudades, la de Harappa y la de Mohenjo-Daro (descubiertas por el arqueólogo John Hubert Marshall a principios del s. XX), pero también numerosas ciudades antiguas como Rakhigarhi, Dholavira, Ganweriwala y Lothal. En su apogeo, hacia 2600-1900 a. C., la población del valle del Indo podría haber sobrepasado los cinco millones de personas.
Los dos principales asentamientos de Harappa y de Mohenjo-Daro revelan una estructura urbana particularmente desarrollada, con ciudades que albergaban hasta treinta y cinco mil habitantes. Estas ciudades presentan un recinto elevado, construcciones en ladrillo, edificios de reunión, graneros colectivos protegidos por gruesas murallas, arterias amplias de casi diez metros de ancho, calles alineadas y alcantarillas. Además disponían de salas de baño con aguas de drenaje. En cambio, y contrariamente a Egipto, no existen rastros de edificios religiosos importantes. Esto no significa, por supuesto, la ausencia de vida religiosa, que puede inferirse tras observar los sellos de esteatita donde se muestran escenas de sacrificios de animales. Otros sellos de esteatita parecen representar al dios Shiva en posición de yoga. Muchos especialistas (como Mircea Eliade y Alain Danielou) piensan que los pueblos del valle del Indo conocían un culto protoshivaísta. Otros ven en estas culturas el origen lejano del hinduismo.
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Hallazgos de las principales ciudades de la civilización del valle del Indo durante la Edad del Bronce, que alcanzó su máximo esplendor entre 2600 a. C. y 1900 a. C.
Esta civilización, además, conoce las industrias de la antigüedad: tejido, trabajo de los metales, confección de joyas, labra de piedras semipreciosas, alfarería.
A partir de la segunda mitad del III milenio a. C., los intercambios entre el valle del Indo y el golfo Pérsico están atestiguados por las tabletas sumerias que hacen referencia a un comercio oriental que importa de la lejana Meluhha, palabra sánscrita con la cual parecen referirse a la India. Numerosos sellos y jarras se han descubierto en yacimientos arqueológicos del golfo Pérsico, en la región identificada con Dilmun, que en los textos mesopotámicos sirve de intermediaria con Meluhha. Enclaves comerciales de algunas ciudades del valle del Indo, como Harappa, aparecen en Shortugai, en el nordeste de Afganistán; en Sutkagan Dor, ubicado en la frontera entre Pakistán e Irán, o en Lothal, en Guyarat. Grandes poblados dedicados al comercio se reparten por el Turkmenistán meridional (Altyndepe, Namazgadepe) y los contactos con Baluchistán se mantienen desde el V milenio antes de Cristo.
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Vestigios arqueológicos de la ciudad de Mohenjo-Daro, en el Pakistán actual. Fue uno de los asentamientos urbanos más destacados de la Antigüedad, comparable con las civilizaciones de Mesopotamia, del Antiguo Egipto y de Creta.
El patrimonio artístico se enriquece con una estatuaria de barro cocido y bronce, un ejemplo de ello es la Joven Bailarina de Mohenjo-Daro, en el Museo Nacional de Nueva Delhi. En 1946, Mortimer Wheeler descubrió en Harappa centenares de estatuillas de terracota, que representaban a diosas de la fertilidad y otras a animales como el búfalo, el mono, el tigre o el elefante.
Otra característica de esta civilización del Indo es su carácter pacífico. Al contrario que en otras civilizaciones de la Antigüedad, las investigaciones arqueológicas no ponen en evidencia aquí la presencia de dirigentes poderosos, grandes ejércitos, esclavos, conflictos sociales, prisiones y otros aspectos clásicamente asociados a estas sociedades.
Esta civilización desaparece hacia mediados del segundo milenio antes de nuestra era, aunque perdura en algunos lugares del Punjab y de Uttar Pradesh
(1700 a. C.). Existen dos hipótesis acerca de su desaparición. La primera es de índole natural, y sostiene que se debió a un fenómeno climático tectónico. En el siglo XXVI a. C., el valle del Indo era verdoso, silvestre y hormigueaba de vida salvaje. También resultaba mucho más húmedo. Alrededor de 1800 a. C., el clima varió, y se volvió notablemente más frío y más seco. Pero esto no basta para explicar el hundimiento de la civilización del Indo.
El factor decisivo podría ser la desaparición de porciones importantes del Ghaggar-Hakra, identificado por muchos investigadores con el río Sárasuati (que aparece en los Vedas, las escrituras sagradas de la India). Una catástrofe tectónica podría haber desviado las aguas de este sistema con destino al Ganges. De hecho, este cuasi mítico río cobró realidad cuando, a finales del siglo XX, las imágenes por satélite permitieron reconstituir su lecho en el valle del Indo. La región, sin duda, es conocida por su actividad tectónica y existen indicios que llevan a pensar que acontecimientos sísmicos mayores acompañaron el hundimiento de esta civilización. Las consecuencias sobre las poblaciones del valle del Indo debieron de ser devastadoras pues, ante la imposibilidad de cultivar, tuvieron que abandonar las ciudades y los campos.
La segunda hipótesis, y la más difundida, corresponde a la supuesta invasión de los arios. Esta teoría, hoy muy contestada, sostiene que un pueblo de jinetes y guerreros nómadas de «raza indoeuropea», conocido con el nombre de «arios» y originario de Irán, experimentó una gran expansión demográfica y militar entre los siglos XVII y XVI a. C., e invadió Europa y el norte de India.
El primero en formular esta teoría fue el abad, e indianista francés, Jean-Antoine Dubois. Después la desarrolló, en el siglo XIX, el indianista germano-británico Max Müller. Su postulado establece que la denominación de arios (o aryas, en sánscrito) designa a una etnia en particular, la cual practicaba una religión codificada en los Vedas, ya en el siglo XI a. C. Instalado en la llanura indo-gangética, este pueblo se hizo sedentario y expulsó a las poblaciones autóctonas del norte de la India, los dravídicos, que tuvieron que emigrar hacia el sur del subcontinente indio. Se trató pues de una invasión violenta que impuso a los pueblos sometidos una cultura, una lengua original (indoeuropea) y un panteón religioso. Tanto en Europa como en la India esta invasión se habría producido alrededor del 1500 antes de Cristo.
Siempre según esta teoría, los arios constituyeron una sociedad muy estructurada. Los aristócratas no se mezclaban con las poblaciones autóctonas, a las que consideraban inferiores. Impusieron una organización social basada en las cuatro castas (varna):
  • Los brahmanes, la clase superior encargada de los ritos religiosos y del culto.
  • Los kshatriya, o chatria, la clase noble de guerreros.
  • Los vaishya, la clase compuesta por agricultores, ganaderos y artesanos.
  • Los shudra, los servidores.
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Sellos de terracota hallados en Mohenjo-Daro del año 2000 a. C. En uno de ellos aparece un yogui en postura de meditación.
Los dravídicos fueron reducidos progresivamente a la esclavitud. El carácter elitista de los arios se nutría de la religión, que excluía a las poblaciones de casta baja, los autóctonos. Esta sociedad estaba reglamentada por los textos sagrados, los cuatro Vedas, que constituyen la referencia, el conjunto de los valores normativos en el ámbito religioso (rito, creencia) y social (organización ideal de la sociedad y la ética política). La religión es esencialmente ritual. La religión védica dota de base filosófica al hinduismo actual. El vedismo desapareció alrededor del siglo V a. C. y dejó paso al brahmanismo. El corpus de la literatura védica conformaba la herencia de los arios, del mismo modo que la poesía y los cuentos mitológicos. Políticamente no existió un imperio ario. Esta sociedad estaba organizada a partir de numerosos reinos dirigidos por familias principescas locales, y hasta el siglo VII a. C. existieron dieciséis reinos importantes en la India.

EL SÁNSCRITO Y OCCIDENTE

El descubrimiento del sánscrito por los eruditos europeos constituye uno de los momentos capitales de la historia de la lingüística moderna. En efecto, estos indianistas de primera hora observaron enseguida que existían grandes similitudes entre el sánscrito y diversas lenguas europeas. Así, pita en sánscrito (es decir, ‘padre’), se convierte en pater en latín, y père en francés. Deva (es decir, ‘dios’) es deus en latín, y en francés dieu. Agni, ‘luz’, el fuego de los Vedas, se hace ignis en latín, ignite en inglés e ignition en francés. Poco después de este descubrimiento, los filólogos se percataron de que los antiguos lingüistas indios, como el gramático Pánini, habían desarrollado la ciencia de los lenguajes mucho antes de que existiera en Europa. Así es como el estudio del sánscrito revolucionó la lingüística europea, hasta tal punto que Leonardo Bloomfield, uno de los pioneros de la lingüística moderna, afirmó que el opus de Pánini, el Astadhiai, era «uno de los grandes monumentos de la inteligencia humana».
Pero uno de los más insignes precursores del sanscritismo es, sin duda, el inglés William Jones, juez de la Corte Suprema en Calcuta y fundador de la Sociedad Asiática. Es él quien afirmó en febrero de 1786: «La lengua sánscrita, cualquiera que sea su antigüedad, posee una estructura maravillosa; es más perfecta que el griego, más generosa que el latín y también más refinada que ambas. Posee, sin embargo, tal afinidad con ellas que ningún lingüista puede deducir que no provienen de la misma fuente».
Otros precursores que, antes de William Jones, se percataron de las similitudes del sánscrito con otros idiomas indoeuropeos fueron el holandés Marcus Zuerius van Boxhorn (1612-1653) y el jesuita francés Gaston Leroux Coeurdoux (1691-1779).
William Jones fue el primer lingüista europeo que utilizó los servicios de los pandits, es decir, de los brahmanes que mantuvieron oralmente, y l...

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